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lunes, 2 de marzo de 2020

Me acuerdo ya de él en el futuro (por Fernando Pessoa)


El patrón Vasques. Siento, muchas veces, inexplicablemente, la hipnosis del patrón Vasques. ¿Qué es para mí ese hombre, salvo el obstáculo ocasional de ser el dueño de mis horas, durante un tiempo diurno de mi vida? Me trata bien, me habla con amabilidad, salvo en los momentos bruscos de preocupación desconocida en que no habla bien a nadie. Sí, ¿pero por qué me preocupa? ¿Es un símbolo? ¿Es una razón? ¿Qué es?


El patrón Vasques. Me acuerdo ya de él en el futuro con la nostalgia que sé que he de sentir entonces. Estaré tranquilo en una casa pequeña de los alrededores de algo, gozando de un sosiego en el que no haré la obra que no hago ahora, y buscaré, para continuar el no haberla hecho, disculpas diferentes de aquella en que hoy me esquivo a mí mismo. O estaré internado en un asilo de mendigos, feliz por la derrota completa, mezclado con la ralea de los que se creyeron genios y no fueron más que mendigos con sueños, junto con la masa anónima de los que no tuvieron poder para triunfar ni renuncia generosa para triunfar al revés. Esté donde esté, recordaré con nostalgia al patrón Vasques, a la oficina de la Calle de los Douradores, y la monotonía de la vida cotidiana será para mí como el recuerdo de los amores que no tuve, o de los triunfos que no habrían de ser míos.

El patrón Vasques. Veo hoy desde allí, como le veo hoy desde aquí mismo — estatura media, achaparrado, ordinario con límites y afectos, franco y astuto, brusco y afable—, jefe, aparte su dinero, en las manos peludas y lentas, con las venas marcadas como pequeños músculos coloreados, el pescuezo lleno pero no gordo, los carrillos colorados y al mismo tiempo tersos, bajo la barba oscura siempre afeitada a tiempo. Le veo, veo sus ojos de vagar enérgico, los ojos que piensan para dentro cosas de fuera, recibo la perturbación de su ocasión en que no le agrado, y mi alma se alegra con su sonrisa, una sonrisa ancha y humana, como el aplauso de una multitud.

Será, tal vez, porque no hay cerca de mí una figura más importante que el patrón Vasques por lo que, muchas veces, esa figura vulgar y hasta ordinaria se me enreda en la inteligencia y me distrae de mí mismo. Creo que hay un símbolo. Creo o casi creo que en alguna parte, en una vida remota, este hombre fue en mi vida algo más importante que lo que es hoy.


3 comentarios:

Chicxulub dijo...

Cada vez que lees a Pessoa lo lees por vez primera. Esto solo pasa con él.

Anónimo dijo...

No se puede sobrevivir sin ser anacronista,tampoco se puede ser un gran artista sin estar amargado. Esto de Pessoa es de lo mejor que leí nunca , nada es más preocupante que la muerte , salvo que seas un superficial
M.H

F(Zumo de abril de 2012:¿aguantó? dijo...

NOSTALGIA

La capacidad de ensoñación es tremenda; la nostalgia por el tiempo perdido, por las elecciones erradas, por las promesas no cumplidas, por las miradas que dejamos prendidas en el aire, por el impulso reprimido en el último segundo, por malentendidos aclarados cuando ya no hay remedio... Demorar una palabra aclaratoria, especular sin dar rienda suelta al corazón, no saber leer un brillo que titila en unos ojos, encelarse en un ave del paraíso y perder una torcaz...
En un paréntesis de una relación tormentosa conocí a Elena. Pero el tóxico que enervaba mi pensamiento impidió que aceptara sin reservas la dádiva que se me hacía: aquellas miradas suyas, elocuentes, las bellas mejillas arreboladas, su mano en mi nuca..., ¡Dios!, no me decidí a tomarla, porque la sombra lacerante de la ausente me había secuestrado el pensamiento...
Aquella misma noche me llamó por teléfono la que era el objeto de mi morbosa pasión aniquilante. Nos volvimos a unir por unos meses . Al final, lo irremediable se produjo y rompimos definitivamente.
Y una tarde vi a Elena que salía de un cine, tomada del brazo por un hombre de aspecto insignificante. Se cruzaron nuestras miradas. Percibí la desazón en su cara. Desde luego que la mía debió de dejar traslucir el pasmo y la contrariedad, la decepción...
Sé que se casaron al poco tiempo y que fueron a vivir a los USA. Nunca hice por saber más de ella.
Cuando muchos años después hago balance del camino recorrido, no puedo evitar un sentimiento de nostalgia, dulce y agrio a un tiempo: ¿habré dejado pasar de largo la Mayor Oportunidad que vieron los Siglos?
De la otra me resta una especie de rencor, porque interfirió negativamente en mi vivencia.
Elena, te deseo que hayas logrado ser feliz..., pese a haber perdido una joya de hombre como yo. Sí,sí.
15 de abril de 2012,