martes, 3 de febrero de 2015
La muerte del instante (por Rosario Geselj)
Ella seguía el latir de las agujas repitiendo
“cada segundo que pasa no vuelve”.
La aterraba lo perecedero del momento
la muerte del instante
el miedo con que cada vida
va hacia donde se agota
sin pausas, sin remedio
con la muerte como único horizonte
como cuando los ojos corren hacia atrás
y llenan su forma de cualquier aire
de cualquier viento que atraviese su
recorrido de cada imagen que dé a su cuerpo,
aquél que no se reconoce
más que por antítesis de otros,
aquél que no florecía
más que con aullidos
y se encuentra en espejos rotos
en esos que recubren la piel por dentro
y se temen.
Ella seguía el latir de las agujas
el tiempo la espantaba
porque le corría por encima de la mente
la dejaba bajo el suelo de lo que arde
y en su fuego no se halla
más que vacío
construyéndose de memorias suyas
que eran de otro
como mías
como propias
como un pánico de saber
que todo está del otro lado
pánico de no Ser.
Y entre cielo e infierno
entre el Uno y el Otro
en el centro donde el equilibrio se sostiene
ella duerme profundo
con un costado despierto
intacta, intocable
como si los camiones de los segundos
jamás le hubieran arrollado el alma
y nadie más marcara el latir de las agujas.
“cada segundo que pasa no vuelve”.
La aterraba lo perecedero del momento
la muerte del instante
el miedo con que cada vida
va hacia donde se agota
sin pausas, sin remedio
con la muerte como único horizonte
como cuando los ojos corren hacia atrás
y llenan su forma de cualquier aire
de cualquier viento que atraviese su
recorrido de cada imagen que dé a su cuerpo,
aquél que no se reconoce
más que por antítesis de otros,
aquél que no florecía
más que con aullidos
y se encuentra en espejos rotos
en esos que recubren la piel por dentro
y se temen.
Ella seguía el latir de las agujas
el tiempo la espantaba
porque le corría por encima de la mente
la dejaba bajo el suelo de lo que arde
y en su fuego no se halla
más que vacío
construyéndose de memorias suyas
que eran de otro
como mías
como propias
como un pánico de saber
que todo está del otro lado
pánico de no Ser.
Y entre cielo e infierno
entre el Uno y el Otro
en el centro donde el equilibrio se sostiene
ella duerme profundo
con un costado despierto
intacta, intocable
como si los camiones de los segundos
jamás le hubieran arrollado el alma
y nadie más marcara el latir de las agujas.
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8 comentarios:
<<- ¿Por qué me matas? - ¡Qué pregunta!, ¿No vives al otro lado del agua? Si vivieses de este lado, amigo mío, yo sería un asesino y sería injusto matarte de esta manera. Pero como vives del otro lado, soy un héroe, y ello es justo. ¡Una justicia extraña que está limitada por un río! Lo que es verdad de un lado de los Pirineos, es error en el otro.>>
(PASCAL)
En las vitrinas hay maniquíes.
Los maniquíes son de yeso.
Los maniquíes están inmóviles.
Los maniquíes son elegantes.
Los maniquíes visten ropa cara.
Ropa nueva de primera mano.
Los maniquíes no tienen frío.
Los maniquíes no tienen hambre.
Los maniquíes lucen saludables.
Son felices.
Están siempre sonriendo.
(GONZALO MILLÁN).
Todo nos ocurre por primera vez. Todo nos ocurre por última vez.
¡Qué trabajoso es hablar
contigo que siempre tienes
la escopetilla cargá!
Todo trovador sirve a su señor.
Pleitos buenos, los ajenos, y más comiendo de ellos.
Habitualmente no consideramos sensatos más que a los que piensan como nosotros
(LA ROCHEFOUCAULD)
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