Un cachorro de jaguar abre los ojos
cuando la luz empieza
a retirarse y es la hora del hambre, de aprender
a procurarse el alimento
por sí mismo. Cierra
los ojos cuando el sol aparece,
en medio de las hojas filtrándose,
tocándolo como se toca a un animal salvaje
aún pequeño: con suavidad,
con miedo, con prudencia. Yo te dije:
un jaguar no es hijo
de nadie, es siempre huérfano. Pero quisiste
darme casa y alimento, la domesticidad
que cura y tranquiliza a los serenos, que enloquece
y esclaviza a las fieras. No quiero
la familia, la casa, la luz demasiado brillante
sobre el cuero. Duele. El cuero está curtido
pero debajo hay lastimaduras y el calor
las trae de vuelta, me hace volver
a retorcerme, es la soga que me encorva
y me entristece. Yo te dije que no puedo.
No puede la bestia calmarse y condolerse
de sí misma, no puede desprenderse ya
de su fiereza que es amor
aunque aterre a todo el que se acerca: amor a la inestable
y violenta vida que encrespa los nervios,
amor a las silenciosas
ramas del álamo que espera la estampida
porque en su interminable estarse quieto es el momento
más precioso: el momento en que despiertan
las criaturas del bosque y se aparean y se matan
y se lamen las heridas mutuamente, una vez
terminada la batalla que siempre,
pero siempre, recomienza.
4 comentarios:
A batallas de amor, campo de plumas.
Pobrecita la Niña, pobrecita , que ruega que la quieran...
A batallas de amor, derrotas de mentiras.
Cada vez que leo una versión de un poema mío en otro idioma digo, ¡caramba!, qué buenos versos, ojalá los hubiera escrito yo.
(BORGES)
Todas las lenguas son más complejas de lo que necesitan.
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