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lunes, 18 de marzo de 2019

El país de la colcha (por Robert Louis Stevenson)



Cuando yo estaba enfermo y debía guardar cama

tenía dos almohadas a mi espalda

y colocaba al lado todos mis juguetes

para sentirme feliz todo el día.


Y a veces durante casi una hora

veía marchar mis soldados de plomo

con sus uniformes y artilugios

entre las sábanas, por las colinas;

o sacaba mis árboles y casas

y fundaba ciudades por todos lados.


Y yo era el enorme gigante quieto,

sentado sobre la almohada-colina,

que delante de sí ve, llano y montañoso,

el alegre país de la colcha.



4 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...

En inglés:

Land of counterpane

When I was sick and lay a-bed,
I had two pillows at my head,
And all my toys beside me lay,
To keep me happy all the day.
And sometimes for an hour or so
I watched my leaden soldiers go,
With different uniforms and drills,
Among the bed-clothes, through the hills;
And sometimes sent my ships in fleets
All up and down among the sheets;
Or brought my trees and houses out,
And planted cities all about.
I was the giant great and still
That sits upon the pillow-hill,
And sees before him, dale and plain,
The pleasant land of counterpane.

DaniPovedano dijo...

En inglés tiene el encanto añadido de la rima, imposible de conservar en traducción.

casa de citas dijo...

Los años nos alejan de la infancia sin llevarnos forzosamente a la madurez. Uno de los pocos méritos que admito en un autor como Gombrowicz es haber insistido, hasta lo grotesco, en el destino inmaduro del hombre. La madurez en una impostura inventada por los adultos para justificar sus torpezas y procurarle una base legal a la autoridad. El espectáculo que ofrece la historia antigua y actual es siempre el espectáculo de un juego cruel, irracional, imprevisible, ininterrumpido. Es falso, pues, decir que los niños imitan los juegos de los grandes: son los grandes los que plagian, repiten y amplifican, en escala planetaria, los juegos de los niños.

(RIBEYRO)

Lloviendo amares dijo...



La muerte siempre está en camino, pero el hecho de que no sepamos cuando llegará parece restarle finitud a la vida. Lo que odiamos tanto es esa terrible precisión. Pero como no sabemos, nos toca creer que la vida es un pozo sin fondo. Sin embargo, las cosas ocurren solo un determinado número de veces, en realidad, muy pocas. ¿Cuántas veces más recordarás cierta tarde de tu infancia, una tarde que forma una parte tan entrañable de tu ser que ni siquiera puedes imaginar la vida sin ella? Quizá cuatro o cinco veces más. Quizás ni eso. ¿Cuántas veces más verás salir la luna llena? Quizás veinte. Y sin embargo todo parece ilimitado.

(BOWLES)