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jueves, 28 de marzo de 2019

Reyes de bronce (por Carl Sandburg)


Caminé por las calles de una vieja ciudad, y eran flacas las calles como gargantas de pescados duros del mar, salados y guardados en barriles por muchos años.

¡Qué viejas, qué viejas, qué viejas somos!—seguían diciendo las paredes, arrimadas unas a otras como mujeres viejas del pueblo, como viejas comadres que están cansadas y que hacen lo indispensable.

Lo más grande que la ciudad podía ofrecerme a mí, un forastero, eran las estatuas de los reyes, en cada esquina bronces de reyes, viejos reyes barbudos que escribían libros y hablaban del amor de Dios para todos los pueblos, y reyes jóvenes que atravesaron con ejércitos las fronteras, rompiendo la cabeza de los contrarios y agrandando sus reinos.

Lo más extraño de todo para mí, un extraño en esta vieja ciudad, era el ruido del viento que serpeaba en las axilas y en los dedos de los reyes de bronce: ¿No hay evasión? ¿Esto durará para siempre?

Temprano, en una racha de nieve, uno de los reyes gritó: “Échenme abajo, donde no me puedan mirar las comadres cansadas; tiren el bronce mío a un fuego feroz, y fúndanme en collares para niños que bailan”.



4 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...

La historia es un lastre tan pesado como las estatuas que buscan recordárnosla.

todo está en BORGES dijo...

¿Y habrá suerte mejor que la ceniza
de que está hecho el olvido?

(BORGES)

casa de citas dijo...

El antagonismo es la raíz de toda identidad. Sin ellos, no hay nosotros.

(FERLOSIO)

TóTUM REVOLùTUM dijo...

Esperamos que la vida del artista esté a la altura de su obra. Pero nunca es así.