Dirige tu camino a través de las ruinas del altar y el centro comercial
Dirige tu camino a través de las fábulas de la Creación y de la Caída
Dirige tu camino más allá de los palacios que se alzan por encima de la podredumbre
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Pensamiento tras pensamiento
como la bondad fundamental y la sabiduría del camino
Dirige tu corazón, precioso corazón, más allá de las mujeres que compraste
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Pensamiento tras pensamiento
Dirige tu camino a través del dolor que es mucho más real que tú
que aplastó el Modelo Cósmico, que cegó toda mirada
y, por favor, no me hagas ir allí, haya un Dios o no lo haya
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Pensamiento tras pensamiento
Todavía susurran las antiguas piedras, las despuntadas montañas lloran
Como él murió para hacer santos a los hombres, muramos para hacer las cosas más baratas
y reza el Mea Culpa que probablemente olvidaste
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Pensamiento tras pensamiento
Sigue tu camino, oh corazón mío, aunque no tengo derecho a preguntar
al único que estuvo a la altura de la tarea
que sabe que ha sido condenado, que sabe que será ejecutado
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Pensamiento tras pensamiento
Todavía susurran las piedras heridas, las despuntadas montañas lloran
Como él murió para hacer santos a los hombres, muramos para hacer las cosas más baratas
Y reza el Mea Culpa que poco a poco olvidaste
Año tras año
Mes a mes
Día a día
Pensamiento tras pensamiento
4 comentarios:
Si yo le pregunto al mundo,
el mundo me ha de engañar.
Cada cual cree que no cambia
y que cambian los demás.
Se vuelve cruda mentira
lo que fue tierna verdad
y hasta la tierra fecunda
se convierte en arenal.
Los hombres son dioses muertos
de un tiempo ya derrumbado.
Ni sus sueños se salvaron:
sólo la sombra ha quedado.
Y paso las madrugadas
buscando un rayo de luz.
¿Por qué la noche es tan larga?
Guitarra, dímelo tú.
Todos los caminos conducen a Roma (¡pero yo quería ir a San Petersburgo!)
Regresas a Ítaca porque a dónde más irías, aunque las ráfagas en las paredes y los muros derribados hablan mucho de una ciudad que no te ama. Ni tú a ella.
(URIEL MARTÍNEZ)
Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra.
Los tres maderos son de igual altura.
Cristo no está en el medio. Es el tercero.
La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío. No lo veo y seguiré
buscándolo hasta el día último de mis
pasos por la tierra. El hombre quebrantado
sufre y calla. La corona de espinas lo lastima.
No lo alcanza la befa de la plebe que
ha visto su agonía tantas veces.
La suya o la de otro. Da lo mismo.
Cristo en la cruz. Desordenadamente
piensa en el reino que tal vez lo espera,
piensa en una mujer que no fue suya.
No le está dado ver la teología,
la indescifrable Trinidad, los gnósticos,
las catedrales, la navaja de Occam,
la púrpura, la mitra, la liturgia,
la conversión de Guthrum por la espada,
la Inquisición, la sangre de los mártires,
las atroces Cruzadas, Juana de Arco,
el Vaticano que bendice ejércitos.
Sabe que no es un dios y que es
un hombre que muere con el día.
No le importa. Le importa el duro hierro de los clavos.
No es un romano. No es un griego. Gime.
Nos ha dejado espléndidas metáforas
y una doctrina del perdón que puede anular el pasado.
(Esa sentencia la escribió un irlandés en una cárcel.)
El alma busca el fin, apresurada. Ha oscurecido un poco.
Ya se ha muerto. Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre haya sufrido, si yo sufro ahora?
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