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domingo, 27 de diciembre de 2015

Moscas (por Robin Robertson)


Arde el cuarto en el sol de la mañana,
en las claras ventanas zumban moscas:
golpes y cabezazos en el vidrio. Tronando
una cae de la luz al suelo, negra
vibración susurrante en la pared
previa al arranque y al despegue:
otra vez el gimiente vuelo bajo, otra vez
la incursión infructuosa por el mundo exterior.
Caen en mi mesa y en mis manos, giran
vueltas de espaldas su morosa muerte
en las baldosas blancas, a un lado
y luego al otro, trompos chilladores
que comienzan y paran, en un chisporroteo
de cables en cortocircuito, y gimen
pidiendo un pisotón.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Otro poema sobre moscas. Vosotras amigas viejas me evocáis todas las cosas, dijo
Machado. También tenía, por si las moscas, la mosca tras la oreja.

hAiKu dijo...

Sancho y Quijote
no se cruzan jamás
con un camión.

(CUQUI COVALEDA)

hAiKu dijo...

En la sabana
esquimales. Beduinos
en Groenlandia.

(CUQUI COVALEDA)

Círculo Cultural FARONI dijo...


No dejes que tus pies vayan por delante de tus zapatos.

(proverbio escocés)

Cide Hamete Benengeli dijo...

La luna blanca se asoma
entre montañas y cielo.
De vez en cuando se para
para contemplar tu pelo.

cajón desastre dijo...




Cuando alcancé la madurez intelectual y empecé a preguntarme si era ateo, teísta o panteísta; materialista o idealista; cristiano o librepensador; descubrí que cuanto más aprendía y reflexionaba, menos preparado me sentía para responder; hasta que, al fin, llegué a la conclusión de que no tenía arte ni parte en cualquiera de esos términos, excepto el último. La única cosa en la que todos ellos estaban de acuerdo era la única cosa en la que yo me diferenciaba de todos ellos. Todos estaban seguros de que habían alcanzado una cierta gnosis -habían resuelto, más o menos satisfactoriamente, el problema de la existencia; mientras que yo estaba bastante seguro de que no lo había logrado, y tenía una convicción bastante fuerte de que el problema era insoluble-. Así que me puse a pensar, e inventé un término que me pareció adecuado, el de “agnóstico”. Me pareció sugerentemente opuesto al “gnóstico” de la historia de la Iglesia, que afirmaba saber tantas cosas de aquello que yo ignoraba.

(Thomas Henry Huxley)