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lunes, 29 de junio de 2020

Advertencia al lector (por Nicanor Parra)


El autor no responde de las molestias que puedan ocasionar sus escritos:

aunque le pese.

El lector tendrá que darse siempre por satisfecho.

Sabelius, que además de teólogo fue un humorista consumado,

después de haber reducido a polvo el dogma de la Santísima Trinidad

¿respondió acaso de su herejía?

Y si llegó a responder, ¡cómo lo hizo!

¡En qué forma descabellada!

¡Basándose en qué cúmulo de contradicciones!


Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse:

la palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte,

menos aún la palabra dolor,

la palabra torcuato.

Sillas y mesas sí que figuran a granel,

¡ataúdes!, ¡útiles de escritorio!

Lo que me llena de orgullo

porque, a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos.


Los mortales que hayan leído el Tractatus de Wittgenstein

pueden darse con una piedra en el pecho

porque es una obra difícil de conseguir:

pero el Círculo de Viena se disolvió hace años,

sus miembros se dispersaron sin dejar huella

y yo he decidido declarar la guerra a los cavalieri della luna.


Mi poesía puede perfectamente no conducir a ninguna parte:

«¡Las risas de este libro son falsas!», argumentarán mis detractores.

«Sus lágrimas, ¡artificiales!».

«En vez de suspirar, en estas páginas se bosteza».

«Se patalea como un niño de pecho».

«El autor se da a entender a estornudos».

Conforme: os invito a quemar vuestras naves,

como los fenicios pretendo formarme mi propio alfabeto.


«¿A qué molestar al público entonces?», se preguntarán los amigos lectores:

«Si el propio autor empieza por desprestigiar sus escritos,

¡qué podrá esperarse de ellos!».

Cuidado, yo no desprestigio nada

o, mejor dicho, yo exalto mi punto de vista,

me vanaglorio de mis limitaciones,

pongo por las nubes mis creaciones.


Los pájaros de Aristófanes

enterraban en sus propias cabezas

los cadáveres de sus padres

(cada pájaro era un verdadero cementerio volante).

A mi modo de ver

ha llegado la hora de modernizar esta ceremonia,

¡y yo entierro mis plumas en la cabeza de los señores lectores!


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Dos hermanos y chilenos admirables: Violeta y Nicanor. Gracias a los Parra, que nos han dado tanto.

M.H dijo...

Si yo escribiera como Nicanor y un lector me dice que no le gusta lo que escribo, le diría: si no te gusta lo que escribo eres un hijo puta .
No conocía a Nicanor . Parra, Neruda , Bolaño, los chilenos son grandes dominadores del castellano , nacieron en un paraíso y eso da un plus.

Sandra Gavrilich dijo...

Creo que sólo debemos leer libros de los que muerden y pinchan. Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos como un puñetazo en la cara, ¿para qué molestarnos en leerlo? ¿Para que nos haga felices, como dice tu carta? Cielo santo, ¡seríamos igualmente felices si no tuviéramos ningún libro! Los libros que nos hagan felices podríamos escribirlos nosotros mismos, si no nos quedara otro remedio. Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a los bosques más remotos, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros.

(KAFKA)