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miércoles, 10 de junio de 2020

En qué te vas a convertir (por Marcelo Díaz)


No sé por qué pienso en la trayectoria de un cometa
la misma representación;
hace unas horas mi mente se detuvo: sería su trayectoria
a punto de completar su recorrido.
¿Te preguntaste qué te dirías
a vos misma si pudieras observarte a miles de kilómetros
de distancia? O mejor: miles de años luz
a la velocidad de las estrellas -qué te dirías-.
¿Te reconciliaste con el mundo?
¿Cómo se te ocurrió vaciarte así
de todo cuidado? ¿De toda formación sensible?
¿Te reconciliaste al final
con la experiencia sentimental?
¿De quién era la voz que decía:
vamos a permanecer lejos
para encontrarnos en el futuro?
¿Por más que en el porvenir
nuestra esperanza sea del tamaño del corazón
de una manzana
el núcleo invisible de un agujero negro?
¿En qué te vas a convertir?
Yo haré de mi propio invierno
un fuego demorado
para que más adelante la llama
te toque en otra vida con la precisión de la luz
cuando en su alumbramiento
atraviesa el espacio y enciende algo parecido a tu voz
pero que no es tu voz sino el eco relegado
en la sombra del universo
lo más parecido a la música de mis sueños
donde lo único que se ilumina es el silencio
¿Lo escuchaste? Vos te vas y regresa
yo parto y vuelve. ¿Se escucha?
Acá voy, acá vas, el efecto de un boomerang
justo en el momento en que la mente se apaga
el pensamiento regresaría
después de varios movimientos concéntricos
la misma idea, la trayectoria del cometa,
una manera de decir, seré como vos
serás como yo, y el día
en que la circunferencia del astro
nos queme ni siquiera lo ardido
nos sobrevivirá


3 comentarios:

Rafael Baldaya dijo...

El paso del tiempo exaspera y condensa cualquier tormenta, aunque al principio no hubiera ni una nube minúscula en el horizonte. Uno ignora lo que el tiempo hará de nosotros con sus capas finas que se superponen indistinguibles, en qué es capaz de convertirnos. Avanza sigilosamente, día a día y hora a hora y paso a paso envenenado, no se hace notar en su subrepticia labor, tan respetuosa que nunca nos da un empujón ni un sobresalto. Cada mañana aparece con su semblante tranquilizador e invariable, y nos asegura lo contrario de lo que está sucediendo: que todo está bien y nada cambia, que todo es como ayer -el equilibrio de fuerzas-, que nada se gana y nada se pierde, que nuestro rostro es el mismo y también nuestro pelo y nuestro contorno, que quien nos odiaba nos sigue odiando y quien nos quería nos sigue queriendo. Y es todo lo contrario, en efecto, sólo que no nos permite advertirlo con sus traicioneros minutos y sus taimados segundos, hasta que llega un día extraño, impensable, en que nada es como fue siempre.

Anónimo dijo...

Son 4600 millones de años , cuando hablamos del meteorito que acabó con los dinosaurios creemos que fue cuestión de días, pero tardaron 1 millón de años en extinguirse desde que impactó el gran fenómeno estelar , nuestra vida dura 1 segundo si miramos en la escala del tiempo del universo

Cachonero

Pablo Veiga dijo...


El cráter que dejó aquel meteorito está en lo que hoy es la península mexicana del Yucatán (aunque entonces la parte emergida de la Tierra no tenía su actual configuración y división continental), y es conocido como Chicxulub.