zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

Ver una entrada al azar

lunes, 20 de julio de 2020

Tía Rose (por Allen Ginsberg)


Ahora -Tía Rose- podría verte
con tu cara delgada y tus dientes de conejo y el dolor
del reúma -y un largo, negro, pesado zapato
en tu huesuda pierna izquierda,

renqueando por el largo pasillo alfombrado, en Newark,

pasando el gran piano negro
en esa misma habitación,
donde se hacían las fiestas
y en la que yo cantaba himnos republicanos de la Guerra Civil
Española, con voz chillona y muy aguda
(histérico), mientras el comité
me escuchaba cantar,
y tú renqueabas por la habitación
recogiendo el dinero-

la tía Honey, el Tío Sam, alguien desconocido que tenía una insignia

de tela en el bolsillo
de la Brigada Lincoln
y una cabeza calva enorme y joven

tu triste cara larga,

tus lágrimas de frustración sexual
(qué llantos sofocados y caderas huesudas
debajo de la almohada de Osborne Terrace)

aquella vez que me senté en el inodoro, totalmente desnudo,

mientras tú me rociabas loción de camomila en la entrepierna
contra la hiedra venenosa -mis tiernos
vergonzosos vellos primerizos, morenos y rizados,
qué estarías pensando, secretamente en tu alma,

ahora que ya me conocías como hombre-

y yo era una ignorante muchachita de silencio familiar en el delgado
pedestal de mis piernas en el baño -el Museo de Newark.

Tía Rose–

Hitler murió, Hitler está en la Eternidad; Hitler está con
Tamerlán y Emily Brontë

Aunque te veo todavía, caminando espectral por Osborne Terrace,
atravesando el largo y oscuro corredor hacia la puerta de la calle,
renqueando un poco, una sonrisa dolorida dibujada en la cara,
enfundada en lo que debe haber sido un vestido de seda

estampado con flores

recibiendo al Poeta, mi papá, en su visita a Newark

te veo llegar al living
y bailotear sobre tu pierna mala
y festejar con un aplauso
que le hubiera aceptado publicar su libro
el editor de Liveright.

Hitler murió, y Liveright fue a la quiebra
El desván del pasado y El minuto infinito se agotaron

El tío Harry vendió ya su último par de medias de seda
Claire dejó de asistir a la escuela de danza interpretativa


Buba se pasa el día sentada en un asilo para ancianas,

como si fuera un monumento todo lleno de arrugas,
parpadeando a los recién nacidos

te vi en el hospital, la última vez,

el cráneo blanquecino sobresalía de la piel color ceniza
muchachita de venas azules inconsciente en una carpa
de oxígeno la guerra
en España acabó hace mucho

Tía Rose.


2 comentarios:

dijo...

¡Hola¡ Tienes un estilo muy curioso para escribir, me gusta.
Te sigo, te espero por mi rincón.
Un saludo.
https://marca-indeleble.blogspot.com/

Emil Sinclair dijo...

Esas tías Roses solteras, irrealizadas, frustradas porque no las dejaron ni ser varones ni ser las mujeres que aquella sociedad esperaba de ellas (porque no accedieron al matrimonio en una época en que había menos hombres que mujeres -tal vez diezmados por las guerras-)..., esas tías Roses estaban antes por doquier.

Sin embargo, como la tía Tula del relato de Unamuno, muchas de ellas fueron una segunda (o primera) madre para sus hijos-sobrinos.

Yo he conocido a varias tías Roses (con otros nombres: Emilia, Pilar...) y creo saber de lo que hablo.