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domingo, 19 de julio de 2020

Yo dejo hacer, dejo pasar (por Nicanor Parra)


Mil novecientos treinta. Aquí empieza una época

con el incendio del dirigible R 101 que se precipita a tierra

envuelto en negras ráfagas de humo

y en llamas que se ven desde el otro lado del Canal

Yo no ofrezco nada especial, yo no formulo hipótesis

yo sólo soy una cámara fotográfica que se pasea por el desierto

soy una alfombra que vuela

un registro de fechas y de hechos dispersos

una máquina que produce tantos o cuantos botones por minuto


Primero indico los cadáveres de Andrée y de sus infortunados compañeros

que permanecieron ocultos en la nieve septentrional durante medio siglo

para ser descubiertos un día del año mil novecientos treinta

año en que yo me sitúo y soy en cierto modo situado

Señalo el lugar preciso en que fueron dominados por la tormenta

he ahí el trineo que los condujo a los brazos de la muerte

y el bote lleno de documentos científicos

de instrumentos de observación

lleno de comestibles y de un sinnúmero de placas fotográficas


En seguida me remonto a uno de los picos más altos del Himalaya

al Kanchetunga, y miro con escepticismo la brigada internacional

que intenta escalarlo y descifrar sus misterios

veo como el viento los rechaza varias veces al punto de partida

hasta sembrar en ellos la desesperación y la locura

veo a algunos de ellos resbalar y caer al abismo

y a otros veo luchar entre sí por unas latas de conserva


Pero no todo lo que veo se reduce a fuerzas expedicionarias:

yo soy un museo rodante

una enciclopedia que se abre paso a través de las olas

registro todos y cada uno de los actos humanos

basta que algo suceda en algún punto del globo

para que una parte de mí mismo se ponga en marcha

En eso consiste mi oficio

Concedo la misma atención a un crimen que a un acto de piedad

vibro de la misma manera frente a un paisaje idílico

que ante los rayos espasmódicos de una tempestad eléctrica

Yo no disminuyo ni exalto nada

me limito a narrar lo que veo


Veo a Mahatma Gandhi dirigir personalmente

las demostraciones públicas en contra de la Ley de la Sal

veo al Papa y a sus Cardenales congestionados por la ira

fuera de sí, como poseídos por un espíritu diabólico

condenar las persecuciones religiosas de la Rusia soviética

y veo al príncipe Carol volver en aeroplano a Bucarest

miles de terroristas croatas y eslovenos son ejecutados en masa a mis espaldas

Yo dejo hacer, dejo pasar

dejo que se les asesine tranquilamente

y dejo que el general Carmona se pegue como lapa al trono de Portugal


Esto fue y esto es lo que fue el año mil novecientos treinta

así fueron exterminados los kulaks de la Siberia

de este modo el general Chang cruzó el río Amarillo y se apoderó de Pekín

de ésta y no de otra manera se cumplen las predicciones de los astrólogos

al ritmo de la máquina de coser de mi pobre madre viuda

al ritmo de la lluvia, al ritmo de mis propios pies descalzos

y de mis hermanos que se rascan y hablan en sueños


4 comentarios:

DaniPovedano dijo...


Todos somos inhibidos y conformistas: ovejunos. Y de eso se aprovechan los lobos, los canallas. Nuestra sumisión es su poder.

M.H dijo...

Gran poema de don Nica, maestro de maestros como Ginsberg y Bolaño , el poema es una lección de historia , parece más una crónica que un poema tal como sitúa fechas y hechos , pero tiene la impronta vital de Parra, y el recuerdo de su madre cosiendo es un punto de nolstagia muy potente, lo de los Kulaks es una interesante historia que desconocía.
Hay tres historias muy chulas que yo no conocía , la primera es la del dirigible , la segunda es la de Carol de Rumanía y la tercera la del presidente portugués. La referencia al Himalaya y Gandhi son delicatessen de chef con 4 estrellas Michelín.
En fin he pasado una hora aprendiendo con don Nicanor , el Kirk Douglas de la literatura , siempre reconforta leer a un hombre que ha vivido 103 años, que crack !!

cajón desastre dijo...

VOSOTROS LOS NORMALES

Tal vez en algún sitio y en un pliegue del tiempo los Pol Pots, los Stalins, los Hitlers…, los tiranos y monstruos de la Historia (o quizá sus espectros lavados, depurados) nos recriminarán:

-Yo era un pobre pirado con la cabeza ida, un tipo "iluminado", un loco de remate (y además lo sabíais: se notaba a la legua).

Pero vosotros no.

Vosotros erais cuerdos, personas razonables, seres equilibrados.

Y aun así me dejasteis realizar mis delirios, disponer a mis anchas, salirme con la mía.

Me permitíais todo. Todo me consentíais.

En nada me coartabais.

¿Acaso no debisteis vosotros, los normales, ponerme a buen recaudo, impedir mis desmanes y mantenerme a raya?

¿Por qué no os rebelasteis?

Vosotros que podíais ¿por qué no hicisteis nada?

¿Por qué nunca objetabais mis consignas absurdas, mis sanguinarias órdenes, mis demencialidades?

Si a otros los repudiabais y teníais por lunáticos -y hasta los encerrabais en algún manicomio-, ¿por qué, en cambio, conmigo no hicisteis nada de eso?

¿Por qué me obedecíais siempre y sin rechistar?

¿Por qué no me salvasteis de mí mismo -y de paso os librasteis de mí-… vosotros, los normales?

(SAIZ DE MARCO)



ORáKULO dijo...

La verdadera dignidad es el respeto de sí mismo, y el que la tiene, no puede hacer nada que le haga despreciable a sus propios ojos.