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viernes, 31 de julio de 2020

El problema está en lo que construimos (por Lew Welch)


Viví aquí casi cinco años antes de poder enfrentarme al día del Medio Oeste con algo parecido a la dignidad. Es un lugar que te deja saber por qué la Biblia es como es: la gente orgullosa no puede vivir aquí.

Es un terreno demasiado plano. Feo, hosco y grande, machaca a los hombres más allá de la humildad. Se doblegan a los 35, probablemente encogidos por el cielo pesado y terrible. En un territorio como éste no puede haber otro Dios que Yahvéh.

En las fábricas y refinerías del sur, Chicago lanza un gas natural en llamas que oscilan como mecheros en chimeneas de cien pies de altura. El hedor te acuchilla los ojos. Todo el cielo es un fondo verde y amarillo para el esqueleto, acero de una ciudad bombardeada.

¿Te acuerdas de las películas en la escuela? ¿Los hombres con máscaras haciendo cosas pesadas tras una cortina de chispas de acero? ¿La pantalla oscura relampagueando luz y la puerta del horno que se abre con una explosión naranja como de atardecer? ¿O una naranja?

Fotografiado por un hada, entusiasmada como una niña, o un nazi al que le encantaría que hubiese gente detrás de esa puerta (de ahí su remota belleza), pero Sievers, cuyo padre se pasó la mayor
parte de su vida allí, recuerda a un "negro con camiseta roja meando en la arena oscura".

Pasaron cinco años hasta que pude permitirme reconocer su ferocidad. Los amigos me ayudaron. Entonces le puse cariño a mi casa. Por fin descubrí algunos lagos tranquilos y una granja en la que me dejaban cazar faisanes.

De pie sobre la barca una noche vi el lago aplanarse por completo. Menores que gotas de lluvia, y sólo aquí y allá, podían verse anillos de peces comiendo a cientos de yardas — ¡y la Perca que cogí
esa tarde izada de su lago del norte como si fuera tropical! Una joya en su oreja, un vientre dorado tan brillante que jurarías que lleva dentro una luz. Su color se desvaneció con su vida. Un pequeño pez
verde...

Bien mirado, es un planeta amable y generoso, incluso aquí. Mucho más amable aquí que en otra docena de lugares. El problema está siempre y sólo en lo que construimos sobre él.

Nadie más a quien culpar. Ni puedes arreglarlo ni hacer que desaparezca. No ayuda apelar a algún Tonante mal pergeñado que amenaza sobre un peñasco inimaginable...

Es nuestro. Hasta en el más pequeño de los detalles, la existencia de todo depende sola y finalmente de nuestra tolerancia.

Conduciendo de vuelta, vi Chicago erguido sobre sus gases y comprendí de nuevo que no se hizo al hombre para enfrentarse a esta despiadada monstruociudad, sin parecido a nada.

Resuella en la orilla de su Gran Lago como un rinoceronte, rojo, ciego. Ya ha comenzado a destruirnos.

No puedes arreglarlo. No puedes hacer que desaparezca. No sé qué vas a hacer tú, pero sí sé lo que voy a hacer yo. Voy a alejarme de ella. Tal vez una pequeña parte morirá si no estoy aquí alimentándola.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

De nuevo veo problemas de traducción. Hecha sin alma, como con un traductor automático y mecanicista. Es una pena porque el texto tiene garra y con una traducción menos literal ganarìa mucho.

CCAy dijo...


Estoy de acuerdo con Anónimo. Pero ¿un traductor de poesía debe traducir fielmente, o debe mantener el aliento poético cuando las palabras lo pierden en su traducción literal (aun a costa de alejarse de la traducción exacta y académica)? Es una pregunta que siempre me hago.

caZa de citas dijo...


Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.

(UNAMUNO)