jueves, 2 de octubre de 2014
Nos abrazamos (por Glauce Baldovin)
Aún no sé cómo llegó a pesar de todos los años transcurridos.
La sentí frente a mí.
Yo tejía una bufanda con agujas de metal blanco
o de un gris casi blanco
y me pidió que siguiera tejiendo.
Quería ver cómo movía las manos.
Nunca le pregunté
por temor quizá a la respuesta
o porque estando con ella era tanto lo que teníamos que hablar,
tan sugestivo el silencio,
que ese detalle,
el por qué, el cómo,
perdía toda importancia.
Lo único que recuerdo
y que se repite a diario entre esfumado,
entre nebuloso,
es que las anémonas violetas que llenaban la jarra de plata
se marchitaron
de pronto
y los pétalos blanquecinos lilas de ceniza
cayeron a la mesa,
al suelo.
Se levantó el velo que le cubría el rostro
y sus ojos azules, negros de tan azules,
se clavaron en mis ojos.
Nunca más hablamos de ello
pero cuando me dijo
después de haber recorrido toda la casa,
de haberse detenido en los rincones en las colchas en los espejos,
“yo soy tu soledad”,
nos abrazamos entre llorando y riendo,
nos acariciamos la cabeza
y fue el momento mas tierno del que tengo memoria.
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3 comentarios:
Como cantaba Moustaki, je ne suis jamais seul avec ma solitude.
Ningún mal camino conduce a buen destino.
La crueldad es la fuerza de los cobardes.
(proverbio mauritano)
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