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miércoles, 8 de octubre de 2014

Otro mar (por Lola Mascarell)


La noche y el azar me han arrojado

en honda soledad frente a una playa,

no importa en qué ciudad, ni en qué momento,

ni importa ya que agosto se termine.
 

Se extiende ante mis ojos, taciturno,

un mar triste e inmóvil,

un mar que de tan calmo

confunde su horizonte con el cielo.


¿Quién se quiere hacer cargo de esta tumba,

de un mar que ni se mueve ni respira,

de una quietud tan vasta, quién podría

pararse frente a él y estar tranquilo?


La huella de otro mar lleno de espuma,

de un mar bramando en él se superpone,

repite su condena

perdida en otro agosto ya lejano.


No podrás ver el mar mientras no laves

la sal de aquel verano en tus pestañas.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que era Pessoa quien decía que, aunque volviera ahora a aquella playa, no volvería a aquella playa.
El pasado nunca vuelve. A lo sumo, un sucedáneo o simulacro de él.

hAiKu dijo...


Tan diferente,
desde fuera de mí,
se ha de ver todo.

(RAFAEL BALDAYA)

casa de citas dijo...


La religión elimina todo lo que se le resiste. En primer lugar, la Razón, La Inteligencia, el Espíritu Crítico. El resto sigue por reacción en cadena.

(MICHEL ONFRAY)

TóTUM REVOLúTUM dijo...

Quien se enamora de verdad, nace de nuevo.

Cide Hamete Benengeli dijo...



Más quisiera contigo
vivir en guerra,
que tener paz con otra
que me quisiera.

Lloviendo amares dijo...

Tu alma, con sus sombríos pensamientos,
se hallará sola en la siniestra tumba.
Nadie querrá saber lo que en secreto
tu corazón y tu conciencia ocultan.

Sé silencioso en soledad tan grande,
que no es tal soledad, pues te circundan
los espíritus todos de la muerte,
que ya en vida rondaban en tu busca.

Ellos querrán ensombrecerte el alma
con sus negros arcanos y sus dudas.
Sé silencioso en soledad tan grande;
cierra los labios como la misma tumba.

Y la noche, aunque clara y luminosa,
se volverá de pronto cueva oscura;
desde sus altos tronos las estrellas
no alumbrarán tu soledad adusta.

Pero sus rojos globos sin fulgores
han de ser a tu tedio y a tu angustia
como incendio voraz, como una fiebre,
de los que no has de verte libre nunca.

No podrás desechar los pensamientos
ni las visiones que tu mente turban,
y que antes en tu espíritu dejaban
la huella del rocío en la llanura.

La brisa, que es de Dios el puro aliento,
soplará en torno de la helada tumba,
y en la colina tenderá su velo
la niebla vaporosa y taciturna.

Las tinieblas, las sombras invioladas
símbolo y prenda son: hablan y auguran.
Sobre las altas copas de los árboles
tiende el misterio su cerrada túnica.

(Edgar Allan Poe)