lunes, 30 de noviembre de 2009
Nunca fuimos realmente niños (por Miguel Labordeta)
Acuérdate de cuando fuimos niños
los turbios niños
de cuando fuimos vivos
por pura complacencia del destino.
Mudos.
Turbios niños.
Callados
cuando fuimos niños.
Creciendo
silenciosamente educados.
Nunca
fuimos realmente niños
en mitad del dolor amargo
de las guerras.
¿Y ahora?
Nunca seremos nada.
Nunca.
Es imposible así
con este aire de injusticia
brutal acometida
ante los ojos.
Acuérdate de cuando turbios
niños fuimos despoblados.
Nada como entonces
a pesar de todo.
los turbios niños
de cuando fuimos vivos
por pura complacencia del destino.
Mudos.
Turbios niños.
Callados
cuando fuimos niños.
Creciendo
silenciosamente educados.
Nunca
fuimos realmente niños
en mitad del dolor amargo
de las guerras.
¿Y ahora?
Nunca seremos nada.
Nunca.
Es imposible así
con este aire de injusticia
brutal acometida
ante los ojos.
Acuérdate de cuando turbios
niños fuimos despoblados.
Nada como entonces
a pesar de todo.
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5 comentarios:
Lo bueno de la infancia es que en ella todo era nuevo y fascinante. Era un mundo entero por descubrir, con los ojos abiertos de par en par. Luego todo empezó a repetirse, una y otra vez como una letanía rutinaria. García Márquez decía que, después de haber cumplido los ocho años, en su vida ya no le pasó ninguna cosa interesante.
No rectificar es mucho peor que equivocarse, porque la equivocación no se busca de propósito, pero en cambio no rectificar es una decisión voluntaria.
La necesidad también legisla.
De noche me salgo al campo
y me jarto de llorar
por ver que te quiero tanto
y tú no me quieres ná.
Dichoso aquél cuya fama no brilla más que su verdad.
(TAGORE)
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