zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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martes, 31 de enero de 2017

Su sombrero (por Arvid Torgeir Lie)


Ella se ha ido. Su sombrero de verano se queda solo
con sus anchas alas en una silla,
está completamente inmóvil sin el rostro de ella.
El sombrero cayó de pronto sobre la silla
y ya no puede decir ni una palabra.
Y ella se ha ido con todo su ser.
A veces el sombrero se prepara para escapar,
otras veces está paciente y quieto.
Voy a su lado y le consuelo diciéndole:
-Espera un poco,
en unos días saldremos a buscarla.



lunes, 30 de enero de 2017

Surco de luz (por Carlos Sahagún)


Cuántas veces mi sueño te recogió con trenzas,

herida de niñez, bajo la lluvia.

Un portal entornado era mi vida,

tu soledad era una hazaña oscura.

Desconsoladamente llegabas del otoño

y naufragabas entre tanta bruma,

astro indeciso y ciego que cruzabas

sobre mi juventud, perdiendo altura.

Y tu imagen se hundía sin rumbo en mi memoria

atravesando noches y lagunas.

Allí la guarda el sueño: en él navega,

surco de luz entre las sombras últimas.


domingo, 29 de enero de 2017

Su oscuro amor (por William Blake)


¡Oh Rosa, estás enferma!
El gusano invisible
que vuela en la noche,
en la clamorosa tormenta,

ha descubierto tu cama
de alegría carmesí,
y su oscuro amor secreto
destruye tu vida.

sábado, 28 de enero de 2017

Con sus mismas espinas (por Gonzalo Rojas)


A veces pienso quién, quién estará viviendo ronco mi juventud
con sus mismas espinas, liviano y vagabundo,
nadando en el oleaje de las calles horribles, sin un cobre,
remoto, y más flexible: con tres noches radiantes en las sienes
y el olor de la hermosa todavía en el tacto.

Dónde andará, qué tablas le tocará dormir a su coraje,
qué sopa devorar, cuál será su secreto
para tener veinte años y cortar en sus llamas las páginas violentas.
Porque el endemoniado repetirá también el mismo error
y de él aprenderá, si se cumple en su mano la escritura.



viernes, 27 de enero de 2017

Breve como la belleza (por Roberto Bolaño)



Una mujer inteligente

Una mujer hermosa

Conocía todas las variantes, todas las posibilidades

Lectora de los aforismos de Duchamp y de los relatos de Defoe


En general con un autocontrol envidiable

Salvo cuando se deprimía y se emborrachaba

Algo que podía durar dos o tres días

Una sucesión de burdeos y valiums

Que te ponía la carne de gallina

Entonces solía contarte las historias que le sucedieron

Entre los 15 y los 18

Una película de sexo y de terror

Cuerpos desnudos y negocios en los límites de la ley

Una actriz vocacional y al mismo tiempo una chica con extraños rasgos de avaricia


La conocí cuando acababa de cumplir los 25 En una época tranquila

Supongo que tenía miedo de la vejez y de la muerte La vejez para ella eran los treinta años

La Guerra de los Treinta Años

Los treinta años de Cristo cuando empezó a predicar

Una edad como cualquier otra le decía mientras cenábamos A la luz de las velas

Contemplando el discurrir del río más literario del planeta


Pero para nosotros el prestigio estaba en otra parte En las bandas poseídas por la lentitud En los gestos exquisitamente lentos del desarreglo nervioso En las camas

oscuras En la multiplicación geométrica de las vitrinas vacías Y en el hoyo de la realidad

Nuestro lujo

Nuestro absoluto

Nuestro Voltaire

Nuestra filosofía de dormitorio y tocador

Como decía, una muchacha inteligente

Con esa rara virtud previsora

(Rara para nosotros latinoamericanos)

Que es tan común en su patria

En donde hasta los asesinos tienen una cartilla de ahorros

Y ella no iba a ser menos

Una cartilla de ahorros y una foto de Tristán Cabral

La nostalgia de lo no vivido


Mientras aquel prestigioso río arrastraba un sol moribundo y sobre sus mejillas rodaban lágrimas aparentemente gratuitas.


No me quiero morir susurraba mientras se corría En la perspicaz oscuridad del dormitorio Y yo no sabía qué decir En verdad no sabía qué decir Salvo acariciarla y

sostenerla mientras se movía Arriba y abajo como la vida Arriba y abajo como las poetas de Francia

Inocentes y castigadas

Hasta que volvía al planeta Tierra


Y de sus labios brotaban

Pasajes de su adolescencia que de improviso llenaban nuestra habitación

Con duplicados que lloraban en las escaleras automáticas del metro

Con duplicados que hacían el amor con dos tipos a la vez mientras afuera caía la lluvia Sobre las bolsas de basura y sobre las pistolas abandonadas en las bolsas

de basura La lluvia que todo lo lava Menos la memoria y la razón


Vestidos, chaquetas de cuero, botas italianas, lencería para volverse loco

Para volverla loca

Aparecían y desaparecían en nuestra habitación fosforescente y pulsátil


Y trazos rápidos de otras aventuras menos íntimas Fulguraban en sus ojos heridos como luciérnagas


Un amor que no iba a durar mucho

Pero que a la postre resultaría inolvidable

Eso dijo

Sentada junto a la ventana

Su rostro suspendido en el tiempo

Sus labios: los labios de una estatua


Un amor inolvidable

Bajo la lluvia

Bajo ese cielo erizado de antenas en donde convivían

Los artesonados del Siglo XVII

Con las cagadas de palomas del Siglo XX

Y en medio Toda la inextinguible capacidad de provocar dolor

Invicta a través de los años

Invicta a través de los amores

Inolvidables


Eso dijo, sí Un amor inolvidable Y breve


¿Como un huracán? No, un amor breve como el suspiro de una cabeza guillotinada La cabeza de un rey o un conde bretón Breve como la belleza La belleza absoluta

La que contiene toda la grandeza y la miseria del mundo


Y que sólo es visible para quienes aman.



jueves, 26 de enero de 2017

Bella ciclista (por José Antonio Muñoz Rojas)


Entre autobuses, entre corazones,

entre los olmos, entre los vallados,

entre almas atónitas, por puentes,

exhalada tu firme bicicleta.

Te sigue el río de la carretera

tierno su duro arbitrio conmovido,

respondiendo a tu llanto con lamentos:

Te pierdes. No te pierdes. Me persiguen.

¡Qué júbilo sin prisa en lo que es llano!

¡Qué salto en los collados repentinos!

¡Qué dejarse caer por las cañadas,

exhalada, tras ti, la carretera!

Siguiéndote va, helada cuando tuerces,

y ¡qué lento suspiro cuando un valle

te traga, qué alto grito

cuando una loma a punto te devuelve!

Bella ciclista, tu ave de pedales

conduces por un aire de jardines,

de prados aguardando entre los troncos

a que estalle, final, la primavera.

El viento en tus oídos te proclama

única emperatriz de los ciclistas.

Te persigue, te pide los cabellos;

tú se los das y te los va peinando.

Nadie me espera, nadie me despide.

Mis cabellos y el viento, los pedales,

los troncos y los ríos son los puentes;

sin partida o llegada, siempre voy.

Siempre va, siempre va, aunque suspiren

árboles melancólicos y lloren

los ojos de los puentes, ríos de llanto:

No pesa el corazón de los veloces.



miércoles, 25 de enero de 2017

Como huésped de sí misma (por Emily Dickinson)


Está la soledad de los espacios,

la soledad del mar,

la de la muerte, pero todas

parecen multitud si se comparan

con ese emplazamiento más profundo,

la intimidad polar

del alma como huésped de sí misma —

finita infinitud.



martes, 24 de enero de 2017

Enterraremos todo (por Roberto Juarroz)


Lo enterraremos todo,
los brazos, el movimiento y la pala,
la pasión de los viernes,
la bandera de andar solos,
la pobreza, esa deuda,
la riqueza, esa otra.

Lo enterraremos hasta con sabiduría,
cortando sabiamente los terrones,
o cortándolos sin darnos cuenta, sabiamente.

Un resto de mirada
quedará flotando como un pincel absurdo
sobre la tregua doblemente fiel de todo ausente.
Y menos mal que no habrá nadie
para escarbar luego bien hondo
y descubrir que no hay nada enterrado.



lunes, 23 de enero de 2017

Pero no me estremezco (por Ana Akhmatova)


Cuando la luna es una tajada de melón en la ventana

y alrededor es la calina cerrada la puerta y la casa encantada

por las azules ramas de glicinas y en la fuente de arcilla hay agua fría

y la nieve del paño y arde una bujía de cera

tal como en la niñez, mariposas zumban

la calma, que no oye mi palabra, retumba

entonces algo de lo negro de rincones rembrandtianos se ovilla de pronto

y se esconde allí a mano, pero no me estremezco, ni me asusto siquiera...

la soledad me hizo prisionera en sus redes

el gato negro el alma me mira, como ojos centenarios

y en el espejo mi doble es tal vez mi contrario.

Voy a dormir dulcemente, buenas noches, noche. 


domingo, 22 de enero de 2017

Dos imperiosas llamadas (por Vicente Aleixandre)


No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente, tu encendida frente,

las huellas de unos besos,

ese resplandor que aún de día se siente si te acercas,

ese resplandor contagioso que me queda en las manos,

ese río luminoso en que hundo mis brazos,

en el que casi no me atrevo a beber, por temor después a ya una dura vida

de lucero.


No quiero que vivas en mí como vive la luz,

con ese ya aislamiento de estrella que se une con su luz,

aislamiento de estrella

a quien el amor se niega a través del espacio

duro y azul que separa y no une,

donde cada lucero inaccesible

es una soledad que, gemebunda, envía su tristeza.


La soledad destella en el mundo sin amor.

La vida es una vívida corteza,

una rugosa piel inmóvil

donde el hombre no puede encontrar su descanso,

por más que aplique su sueño contra un astro apagado.


Pero tú no te acerques. Tu frente destellante, carbón encendido que me

arrebata a la propia conciencia,

duelo fulgúreo en que de pronto siento la tentación de morir,

de quemarme los labios con tu roce indeleble,

de sentir mi carne deshacerse contra tu diamante abrasador.


No te acerques, porque tu beso se prolonga como el choque imposible de las estrellas,

como el espacio que súbitamente se incendia,

éter propagador donde la destrucción de los mundos es un único corazón que totalmente se abrasa.

Ven, ven, ven como el carbón extinto oscuro que encierra una muerte;

ven como la noche ciega que me acerca su rostro;

ven como los dos labios marcados por el rojo,

por esa línea larga que funde los metales.


Ven, ven, amor mío; ven, hermética frente, redondez casi rodante


que luces como una órbita que va a morir en mis brazos;

ven como dos ojos o dos profundas soledades,

dos imperiosas llamadas de una hondura que no conozco.

¡Ven, ven, muerte, amor; ven pronto, te destruyo;

ven, que quiero matar o amar o morir o darte todo;

ven, que ruedas como liviana piedra,

confundida como una luna que me pide mis rayos!


sábado, 21 de enero de 2017

Donde vives (por Saiz de Marco)


No donde habitas sino

donde nunca estuviste:


aquella vieja búsqueda de un lugar no encontrado

(acaso inexistente,

imposible tal vez),


la región en que ansías estar pero no puedes

(al acercarte tú se desdibuja,

se aleja,

se traslada),


ese horizonte que huye,

el recinto que hay junto a un cartel de

“prohibido el paso”,


esa zona quimérica que nunca has recorrido…


En tu no-residencia

(justo donde no estás) es


donde vives.


viernes, 20 de enero de 2017

Y moría de reminiscencias (por Cristina Peri Rossi)


No podía dejar de amarla porque el olvido no existe
y la memoria es modificación, de manera que sin querer
amaba las distintas formas bajo las cuales ella aparecía
en sucesivas transformaciones y tenía nostalgia de todos los lugares
en los cuales jamás habíamos estado, y la deseaba en los parques
donde nunca la deseé y moría de reminiscencias por las cosas
que ya no conoceríamos y eran tan violentas e inolvidables
como las pocas cosas que habíamos conocido.


Cada otoño que viene (por Fernando Pessoa)


Detrás de los primeros menos-calores del estío terminado, han venido, en los acasos de las tardes, ciertas coloraciones más suaves del cielo amplio, ciertos retoques de brisa fría que anuncian al otoño. No era todavía el desverdecer del follaje, o el desprenderse de las hojas, ni esa vaga angustia que acompaña a nuestra sensación de muerte exterior, porque lo ha de ser también la nuestra.

Era como un cansancio del esfuerzo existente, un vago sueño sobrevenido a los últimos gestos del hacer. Ah, son las tardes de una tan afligida indiferencia que, antes que comience en las cosas, comienza en nosotros el otoño.

Cada otoño que viene está más cerca del otoño que tendremos, y lo mismo es verdad del verano y del estío; pero el otoño recuerda, por lo que es, el acabarse de todo, y en el verano o en el estío es fácil, de mirar, que lo olvidemos. No es todavía el otoño, no está todavía en el aire el amarillo de las hojas caídas o la tristeza húmeda del tiempo que va a ser más tarde invierno.

Pero hay un resquicio de tristeza anticipada, una angustia vestida para el viaje, en el sentimiento en el que estamos vagamente atentos a la difusión colorida de las cosas, al otro tono del viento, al sosiego más viejo que se arrastra, si cae la noche, por la presencia inevitable del universo.

Sí, pasaremos todos, pasaremos todo. Nada quedará de lo que gastó sentimientos y guantes, de lo que habló de la muerte y de la política local. Como es la misma luz la que ilumina las faces de los santos y las polainas de los transeúntes, así será la misma falta de luz la que dejará en lo oscuro la nada que quede de haber sido unos santos y otros gastadores de polainas.

En el vasto remolino, como el de las hojas secas, en que yace indolentemente el mundo entero, tanto importan los reinos como los vestidos de las costureras, y las trenzas de la niñas rubias van en el mismo giro mortal que los cetros que han figurado a los imperios.

Todo es nada, y en el atrio de lo Invisible, cuya puerta abierta muestra apenas, enfrente, una puerta cerrada, bailan, esclavas de ese viento que las revuelve sin manos, todas las cosas, pequeñas y grandes, que han formado, para nosotros y en nosotros, el sistema sentido del universo.

Todo es sombra y polvo removido, no hay más voz que la del ruido que hace lo que el viento levanta y arrastra, ni más silencio que el de lo que el viento abandona. Unos, hojas leves, menos presas de la tierra por más leves, van altos por el vórtice del atrio y caen más lejos que el círculo de los pesados. Otros, casi invisibles, polvo igual, diferente sólo si lo viésemos de cerca, se hacen cama a sí mismos en el remolino.

Otros todavía, miniaturas de troncos, son arrastrados circularmente y terminan acá y allá.

Un día, al final del conocimiento de las cosas, se abrirá la puerta del fondo, y todo lo que fuimos —basura de estrellas y de almas— será barrido hacia fuera de casa, para que lo que existe vuelva a empezar.

El corazón me duele como un cuerpo extraño. Mi cerebro duerme todo cuanto siento. Sí, es el principio del otoño el que trae al aire y a mi alma esa luz sin sonrisa que va orlando de amarillo muerto el redondeamiento confuso de las pocas nubes del poniente. Sí, es el principio del otoño, y el conocimiento claro, en la hora límpida, de la insuficiencia anónima de todo.

El otoño, sí, el otoño, el que hay o el que va a haber, y el cansancio anticipado de todos los gestos, la desilusión anticipada de todos los sueños. ¿Qué puedo yo esperar y de qué? Ya, en lo que pienso de mí, voy entre las hojas y los polvos del atrio, en la órbita sin sentido de ninguna cosa, haciendo ruido de vida en las losas limpias que un sol angular dora de final no sé dónde.

Todo cuanto he pensado, todo cuanto he soñado, todo cuanto he hecho o no he hecho, todo esto se irá en el otoño, como las cerillas usadas que tapizan el suelo en diferentes sentidos, o los papeles estrujados en falsas pelotas, o los grandes imperios, las religiones todas, las filosofías con que han jugado, al hacerlas, los hijos soñolientos del abismo.

Todo cuanto ha sido mi alma, desde todo a lo que he aspirado a la casa vulgar en que vivo, desde los dioses que he tenido hasta el patrón Vasques que también he tenido, todo se va en el otoño, todo en el otoño, en la ternura indiferente del otoño. 



jueves, 19 de enero de 2017

Otrarme (por Rafael Baldaya)


Cuántas veces quise

desear lo que no deseo,

amar lo que no amo,

creer en lo que no creo,

sentir lo que no siento,

apreciar lo que no aprecio,

gustar de lo que no gusto…


Y también lo contrario:

no desear lo que deseo,


no rechazar lo que rechazo,

no sentir lo que siento,

no…, no …, no…


Cuántas veces quise

mandar en mis creencias,

mis pasiones,

mis miedos…:

reinar en mi entresijo.


Cuántas veces quise

ser otro en lo profundo

-no tan sólo hacia el borde-;

ser en el centro otro

-y no sólo por fuera-;

ser otro enteramente

-no un retoque o una pátina-


como un yo trasplantado.


Cuántas veces quise

¡cuántas!


del todo reemplazarme:

no el que soy, sino otro;

ser distinto de mí…



pero algo resistente,


vigoroso,

obstinado -como un muro por dentro-,

algo con más poder 

me lo impidió.



miércoles, 18 de enero de 2017

Jamás sentí que hubiera llegado (por Wole Soyinka)


Aunque llegué al final del viaje,
jamás sentí que hubiera llegado.
Tomé la carretera
que sube despacio la cuesta de las preguntas, y que me lleva
incluso a descender a la tierra que conduce a casa. Yo sé
que mi carne está limpiamente mordisqueada, perdida
para el perturbado pez entre las vainas susurrantes.
Yo los dejé atrás en mi ruta.

Y así también con el pan y el vino
necesito la repartición de derrota y carestía.
Yo los dejé atrás en mi ruta.
Jamás sentí que hubiera llegado.
Aunque amor y bienvenida me atrapan en casa.
Los usurpadores pasan mi copa en cada banquete 
como en una última cena.

martes, 17 de enero de 2017

Cráneo de tigre (por Charles Tomlinson)



Congelado en una mueca, todo amenaza cavernosa,

el ataque sigue siendo su único fin todavía:

tómalo con las manos, y te enseñará la fuerza

del empuje que al matar llevaría.


La mente se casa demasiado pronto con una media verdad. Este caparazón

está vaciado de la memoria saciada de su propia paz,

de su reposo bestial y de su orgullo relajado,

bajo la calma del sol y de las hojas.


Donde ser tigre es

moverse a través del terreno incierto con flexible paso:

qué poco esta pura y armada boca puede decir

de la bestia viviente.



lunes, 16 de enero de 2017

Pequeña luz (por Pier Paolo Pasolini)


Cercana a los ojos y los cabellos sueltos

sobre la frente, tú, pequeña luz,

dispersa, enrojeces mi cuaderno.

De adolescente, en tu pálida llamarada,

ardía hasta la noche, y era extraño

escuchar al viento y a los grillos solitarios.

Entonces, en la olvidada habitación

dormían mis padres, y mi hermano,

inmóvil, descansaba tras un muro delgado.

¿Dónde está él ahora, luz roja?

No hablas, sin embargo iluminas; y suspira

el grillo en el silencio de los campos.

Y mi madre se peina al espejo

de una manera antigua como tu luz,

pensando en su hijo ya sin vida.


domingo, 15 de enero de 2017

Un sitio para ti (por Leonard Cohen)


En Dusko’s aún están cantando, sentados bajo el viejo pino, en la profunda noche de estrellas fijas y fugaces.

Si te acercas a la ventana los oirás.

Es el final de una boda,

o quizá un muchacho se marche en barco por la mañana.

Hay un sitio para ti en la mesa, vino, y manzanas de la península, un lugar para tu voz en las canciones.

Ponte algo,

y si tuvieras que decirle a alguien que te marchas,

díselo, o que te acompañe, pero date prisa: han venido a buscarte — te están llamando —

no van a estar toda la vida esperándote.

Ni siquiera te están esperando ahora.


sábado, 14 de enero de 2017

Jabón (por José Emilio Pacheco)


El objeto más bello y más limpio de este mundo es el jabón oval que sólo huele a sí mismo. Trozo de nieve tibia o marfil inocente, el jabón resulta lo servicial por excelencia. Dan ganas de conservarlo ileso, halago para la vista, ofrenda para el tacto y el olfato. Duele que su destino sea mezclarse con toda la sordidez del planeta.

En un instante celebrará sus nupcias con el agua, esencia de todo. Sin ella el jabón no sería nada, no justificaría su indispensable existencia. La nobleza de su vínculo no impide que sea destructivo para los dos.

Inocencia y pureza van a sacrificarse en el altar de la inmundicia. Al tocar la suciedad del planeta ambos, para absolvernos, dejarán su condición de lirio y origen para ser habitantes de las alcantarillas y lodo de la cloaca.

También el jabón por servir se acaba y se acaba sirviendo. Cumplido su deber será laja viscosa, plasta informe contraria a la perfección que ahora tengo en la mano.

Medios lustrales para borrar la pesadumbre de ser y las corrupciones de estar vivos, agua y jabón al redimirnos de la noche nos bautizan de nuevo cada mañana. Sin su alianza sagrada, no tardaríamos en descender a nuestro infierno de bestias repugnantes. Lo sabemos, preferimos ignorarlo y no darle las gracias.

Nacemos sucios, terminaremos como trozos de abyecta podredumbre.

El jabón mantiene a raya las señales de nuestra asquerosidad primigenia, desvanece la barbarie del cuerpo, nos permite salir una y otra vez de las tinieblas y el pantano.

Parte indispensable de la vida, el jabón no puede estar exento de la sordidez común a lo que vive. Tampoco le fue dado el no ser cómplice del crimen universal que nos ha permitido estar un día más sobre la Tierra.

Mientras me afeito y escucho un concierto de cámara, me niego a recordar que tanta belleza sobrenatural, la música vuelta espuma del aire, no sería posible sin los árboles destruidos (los instrumentos musicales), el marfil de los elefantes (el teclado del piano), las tripas de los gatos (las cuerdas).

Del mismo modo, no importan las esencias vegetales, las sustancias químicas ni los perfumes añadidos: la materia prima del jabón impoluto es la grasa de los mataderos. Lo más bello y lo más pulcro no existirían si no estuvieran basados en lo más sucio y en lo más horrible. Así es y será siempre por desgracia.

Jabón también el olvido que limpia del vivir y su exceso. Jabón la memoria que depura cuanto inventa como recuerdo. Jabón la palabra escrita. Poesía impía, prosa sarnosa. Lo más radiante encuentra su origen en lo más oscuro. Jabón la lengua española que lava en el poema las heridas del ser, las manchas del desamparo y el fracaso.

Contra el crimen universal no puedo hacer nada. Aspiro el aroma a nuevo del jabón. El agua permitirá que se deslice sobre la piel y nos devuelva una inocencia imaginaria.


viernes, 13 de enero de 2017

Ni lo uno ni lo múltiple (por A. R. Ammons)


Mantener el equilibrio

entre lo uno y lo múltiple sin

perder en la operación ni lo uno ni lo múltiple:

guárdate de la consistencia excesiva, la imposición

arbitraria

y descendente del uno abstracto

en las realidades de lo mucho:

de ese modo la unidad

no deriva del equilibrio de lo múltiple

sino de la destrucción de lo diverso:

es una unidad

inaccesible al cambio,

cercenada de las posibilidades reordenadoras de

la variedad:

cuando intenté resumir

los acontecimientos que esta tarde

hubo en un momento en la orilla del riachuelo,

la corriente ganando ímpetu aparente,

vencejos

revoloteantes

lanzándose a ensartar los bajos,

una banda

de mojarras

titubeando entre aguas hondas y someras,

el siseo con que la arena

formaba imágenes nuevas,

a ese compás y esa simetría,

la hierba componiendo

semicírculos de viento

en arena,

el escarabajo muerto en una huella,

titilando

bajo ráfagas de viento,

los tábanos

en su canción y su vértigo,

cuando procuré pensar cuántos

millones de retazos de eventos

han alterado el curso del riachuelo marino,

cuando me propuse hacer solo

una relación

de las olas del movedizo riachuelo azul,

quedé librado a un poder superior a mis fáciles fracasos,

librado a pensar

cómo puede tanta libertad

conservar ese ancho aspecto de calma

y equilibrio casi consignable:

una unidad que no aventa diferencias,

una unidad no insustancial y flaca como la abstracción,

no anodina como la teoría:

pienso en California, sus ciudades y praderas,

desiertos y campos de petróleo,

autopistas, bosques, riscos blancos,

valles, costas,

cabos rocosos;

y en los despintados

faros de Maine

en extremos de península,

las trampas y las ollas de langostas,

los lagos de agua dulce; en Chicago

colgado como una bolsa de huevos del borde

del lago Michigan, con

su Museo de Arte, su Prudential Building, su hotel

Knickerbocker (donde paraba Cummings);

en Carolina del Norte, los

estrechos de Pamlico y Albermarle, los bancos de arena,

las golondrinas en los cables de teléfono;

en el condado de Columbus

donde hierven

cacahuetes frescos

en ollas de acero, para que la sal

se filtre por las cáscaras hervidas (una exquisitez

tan grande

como los espárragos de Jersey o

las alcachofas): y sin parar atravesando pueblos,

por caminos de polvo, zanjones, barrancos de grava, y

más, hasta las casas, los ciudadanos y sus historias,

invenciones, anhelos:

pienso cómo enriquecen las diferencias, por inasimilables

que sean en total al arte: el pequeño

comerciante de

Kansas City declara un dividendo extra

y la hija

que es maestra en Duquesne

compra un Volkswagen, segundo coche para la familia:

de lo múltiple, uno:

de lo vario, una unidad preponderante, expresión de

la diversidad:

ningún libro de leyes, a falta de la inalcanzable realidad,

puede anticipar todos los acontecimientos,

controlar todos los acontecimientos: solo el libro de leyes

fundado contra sí mismo,

fundado en la libertad de que cada acontecimiento ocurra en sí,

perdura en el inevitable equilibrio que adoptarán los acontecimientos.



jueves, 12 de enero de 2017

Hay un tiempo (por E. E. Cummings)


hay en el tiempo una noble y benévola proporción
junto con una increíble generosidad
(aunque la carne y la sangre le acusen de coerción
o la mente y el alma le culpen de engaño)

su conducta no es lógica o ilógica
su sabiduría anula la discordia y el acuerdo
-los saharas tienen sus siglos; diez mil
de ellos son más pequeños que el momento de una rosa-

hay un tiempo para reír y un tiempo para llorar
para la esperanza la desesperación la paz y el deseo


un tiempo para crecer y un tiempo para morir
una noche para el silencio y un día para el canto

pero sobre todo (como me dicen
tus más que ojos) hay un tiempo para la eternidad


miércoles, 11 de enero de 2017

Mi beso (por Juan Ramón Jiménez)


Te besaré en la sombra,
sin que mi cuerpo toque
tu cuerpo.

Echaré las cortinas,
que no entre ni la niebla
del cielo.

Que en la muerte absoluta
de todo sólo exista,
nuevo mundo, mi beso.


martes, 10 de enero de 2017

El misterio (por Omar Jayam)


Envié mi alma a través del Infinito
a indagar el misterio de su ser.
Y volvió ella diciendo: -Yo soy el cielo,
también soy el infierno.


lunes, 9 de enero de 2017

Como organizadas decadencias (por Emily Dickinson)


El desmoronamiento no es acto de un instante

una pausa esencial

El deterioro y sus procesos

son como organizadas decadencias

Primero telarañas en el alma

una película de polvo

agujero en el eje

o elementales óxidos

La ruina es ordenada –un trabajo diabólico,

consecutivo, lento-

Ningún hombre cayó en un solo instante

Deslizarse es la ley que rige el choque



domingo, 8 de enero de 2017

Cómo miraré (por Gabriela Negreanu)


Te esperé con ojos de piedra de pájaro de perro

con ojos humanos te miré

sin maquillaje de ojos te miré

como la luna pasa por sus fases

como la hoja pasa por las estaciones

como crece el disco rojo en el horizonte

dejando la noche a la noche


Con tus ojos a mis ojos miré


Cómo miraré a partir de ahora las estaciones,

cómo a partir de ahora miraré sólo

las piedras, los árboles, la luna


sábado, 7 de enero de 2017

Si me pareciera a ellas (por Muhammad ibn Abbad al-Mutamid)


Lloré al paso de las perdices en bandada,
libres, sin cárcel, no lastradas por grilletes,
y no fue, Dios me libre, de pura envidia,
que fue melancolía, ¡si me pareciera a ellas!
y volase suelto, sin la familia dispersa
y las entrañas en carne viva, ni hijos muertos
haciendo manar el llanto de mis ojos.
¡Tengan buena suerte!, que no se rompió su grupo
ni saboreó ninguna la separación de los suyos,
que no han pasado —como yo— la noche,
el corazón en un puño, a cada estremecerse
de la puerta de la cárcel, o gemir de los cerrojos.
Y no es esto algo que haya discurrido.
Sólo describo lo que desde siempre alberga
el corazón del hombre. Mi alma anhela
el encontronazo con la muerte;
otro quizá amaría la vida cargado de grilletes.
Que Dios preserve a las perdices en sus crías,
que a las mías las traicionaron el agua y la sombra.


viernes, 6 de enero de 2017

Apiádate (por Miguel D' Ors)


Mira la tarde, mira qué canción
multicolor: las mobylettes felices
como estrellas fugaces, quinceañeras
azules con bermudas y suspensos, gaviotas
acariciando el tiempo,
la playa allá como una bienvenida...
¿Cuánto le habrá costado
al Universo, cuántos siglos, abrazos, guerras...
este momento?
Apiádate.
No sueltes
en medio de esta hora
el paquidermo mustio de tu filosofía.


jueves, 5 de enero de 2017

Roscón de reyes (por Angélica Becker)


Tenía un roscón de Reyes llamado la vida,
del que comía a todas horas, buscando el regalo escondido
en su masa tan dulce.
Es bella la vida, decía, mas yo
no la hubiera elegido,
y seguía comiendo
de su roscón de Reyes, que casi despreciaba.
Mas a veces
le quedaba un pedazo pequeño en la mano,
que deshacía
con ávidos dedos: ¿Quién me lo dio? ¿Qué contiene?
Pero tan sólo
veía la dorada superficie de dulces migas sin fondo
misterioso, sin contenido
oscuramente profundo que hubiera podido indicarle
una verdad.
(No quiso
utilizar el microscopio que a mano tenía para tales
experiencias.
Temía las verdades profundas porque son
peligrosas.)
De modo
que seguía comiendo el dulce pan de sus días,
preguntando siempre
a la vida por su regalo,
sin hallarlo jamás entre el fino pastel sabroso.

miércoles, 4 de enero de 2017

De pronto se rasgaron (por Steve Kowit)


Esta tarde, los resistentes Levis
que me puse a diario durante más de un año
y que parecían en perfectas condiciones hasta el final,
de pronto se rasgaron.
Cómo o por qué, quién sabe,
pero ahí estaba: una gran rasgadura cerca del cierre.
Hace un mes mi amigo Nick
salió de una cancha de raquetbol,
se bañó,
se puso su ropa de calle,
y a la mitad del camino a su casa cayó muerto.
Escuchen ustedes que leen esto
y arrodíllense cada vez que puedan
como hacía el poeta Christopher Smart
y besen la tierra y manténganse alegres
y aprovechen su tiempo
y sean amables con todos,
hasta con aquéllos que no lo merecen.
Porque, aunque no crean que pasará,
ustedes también van a irse un día.
Yo, que mis Levis se desgarraron
cerca del cierre
sin razón alguna,
les aseguro que éste es el caso.
Rueden la noticia.


martes, 3 de enero de 2017

Fue hermosa (por Eloy Sánchez Rosillo)


A veces recuerdo la tibieza de aquellos días,

la gracia de aquel cuerpo dormido,

la blancura del lecho en un rincón del cuarto,

el libro abandonado, entreabierto,

la lámpara sumisa, la ventana,

el sonido lejano de la lluvia,

los lentos rumores de la noche.

y pienso entonces que fue hermosa la vida,

y acaricio en mi pecho las heridas del tiempo.


lunes, 2 de enero de 2017

Piedritas (por Claudia Prado)


Busco piedras lisas

para vos en la orilla del lago,

las busco con la vista

y estiro la mano hasta alcanzarlas

a través de la distancia

engañosa del agua.

De a ratos parece

que voy a descubrir el secreto

de la erosión y el moldeado:

las que necesito son verdes o esas

rojas que fueron ladrillos

o estas blancas de arcilla porosa,

piedritas iguales

a las que había cerca de casa.

Aparecen solas,

simples en su cama de arena

o en un montón variado, el borde

trabado bajo una roca grande.

A veces una lleva a otra, el color

empieza a repetirse

y no puedo detenerme

si no las alzo a todas, hago

movimientos rápidos

porque los dedos no toleran

la temperatura del agua,

pero sólo cuando la giro al sol

puedo saber si ésta

que brilla en mi palma

es la que buscaba,

una piedra tan lisa, tan plana

que pueda volar

desde tu mano chiquita,

rebotar una, dos, cinco veces

y volver a perderse


domingo, 1 de enero de 2017

Cómo te hizo crecer (por Saiz de Marco)


¿qué fuerza te infundieron

los golpes recibidos?


¿qué hallazgo se debió

a tu ceguera?


¿a qué acierto llevaron

tus errores?


¿qué logro se fraguó en

tu descalabro?


¿cómo te hizo crecer

tu caída?


y


¿de qué te curó

tu enfermedad?