zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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jueves, 31 de diciembre de 2015

Qué mezclados (por Miguel d´ Ors)


Qué cerca cada instante, qué mezclados

con nuestras vidas, y a la vez qué ajenos,

los insectos.

Las moscas machadianas,

inoportunas, tercas, en los ojos,

en la nariz del muerto; los mosquitos

que también participan a su modo

en las lunas de miel, las vacaciones,

las rupturas de muchos de nosotros;

las pulgas que en la ropa de Cervantes

compartieron con él el cautiverio;

la mariposa intrusa en un partido

histórico de fútbol —a ella nunca

la expulsarán del campo—; la carcoma

que roía la mesa en que Galdós

iba escribiendo su Misericordia;

las chinches que en las pútridas trincheras

del frente de Gandesa aquel agosto

del año 38 recibían

también el fuego de ametralladora;

la momentánea avispa que atraviesa

el caballete de Monet; el grillo

que ahora mismo entreteje su compás

con el compás humano de estos versos.


miércoles, 30 de diciembre de 2015

Un orden para un significado (por Joaquín Giannuzzi)

En tu cerebro harapiento entró Mozart:

una ética absoluta, fresco y antiguo.

Cuántas cosas desde el mundo lo ocupaban,

pesadas. Puertas, caminos,

y montañas de polvo que reclamaban

un orden para un significado.

Pero el violín circuló

y todas las desesperaciones lo seguían

en círculos, como perros que no alcanzan

el tema central, la intensidad secreta,

el solo de Mozart en su cielo obligado.

martes, 29 de diciembre de 2015

Mis ojos buscan eso (por Roberto Juarroz)


Una red de mirada
mantiene unido al mundo,
no lo deja caerse.
Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos,
mis ojos van a apoyarse en una espalda
que puede ser de dios.
Sin embargo,
ellos buscan otra red, otro hilo,
que anda cerrando ojos con un traje prestado
y descuelga una lluvia ya sin suelo ni cielo.
Mis ojos buscan eso
que nos hace sacarnos los zapatos
para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo
o inventar un pájaro
para averiguar si existe el aire
o crear un mundo
para saber si hay dios
o ponernos el sombrero
para comprobar que existimos.


lunes, 28 de diciembre de 2015

Se me quedó mirando (por Billy Collins)


Tan pronto como el viejo camarero
puso ante mí la orden, el pescado
se me quedó mirando
con ese ojo plano iridiscente.

y cara de qué lástima me das
comiendo solo en ese restaurante
espantoso, bajo una luz inhóspita
y entre atroces murales de Sicilia.

—También tú me das lástima, arrancado
del mar y ahora ahí tendido muerto
junto a patatas hervidas aquí en Pittsburgh
—le respondí alzando el tenedor.

Así mi cena en la ciudad ajena
de ríos y de puentes encendidos
se roció con limón y vino frío
pero también con compasión y pena

aun ya ido el plato y la cabeza
del pescado mirándome y la bóveda
de sus huesos terriblemente expuestos,
con solo perejil como mortaja.


domingo, 27 de diciembre de 2015

Moscas (por Robin Robertson)


Arde el cuarto en el sol de la mañana,
en las claras ventanas zumban moscas:
golpes y cabezazos en el vidrio. Tronando
una cae de la luz al suelo, negra
vibración susurrante en la pared
previa al arranque y al despegue:
otra vez el gimiente vuelo bajo, otra vez
la incursión infructuosa por el mundo exterior.
Caen en mi mesa y en mis manos, giran
vueltas de espaldas su morosa muerte
en las baldosas blancas, a un lado
y luego al otro, trompos chilladores
que comienzan y paran, en un chisporroteo
de cables en cortocircuito, y gimen
pidiendo un pisotón.


sábado, 26 de diciembre de 2015

Los sucesivos velos (por Olga Orozco)


Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,
humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
o que fundaba mundos de visiones sin fondo para sustituir los jardines del edén
sobre las piedras del vocablo.
¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
¿No era ése tu triunfo en las tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
pero dispuesta a tejer y a destejer desde su propio costado el universo
y a prescindir de mí hasta el último nudo.
Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo alucinante de los dioses,
reversos donde el misterio se desnuda,
donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres,
sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces
bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas.
Miraba las palabras al trasluz.
Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo.
Quería descubrir a Dios por transparencia.


viernes, 25 de diciembre de 2015

Me basta (por Fernando Pessoa)


No sé si es amor que tienes, o amor que finges,

el que me das. Me lo das. Tanto me basta.

Pues no lo soy por edad,

sea joven por error.

Poco nos dan los dioses, y lo poco es falso.

Pero, si lo dan, aunque falso, la dádiva

es verdadera. Acepto,

cierro los ojos: es bastante.


jueves, 24 de diciembre de 2015

Los ejes chirrían (por Agustín Fernández Mallo)


Me gustaría bañarme en mi propia saliva para evitar
todo contacto con aquello que no soy, sin embargo
oigo dos ruidos. Que levante la mano quien no haya pasado
horas mirando cómo por un hilo un charco
desagua en otro charco. Sobre una guía telefónica,
que llena de números muertos da mucha pena,
descansan pocillos de café, platos mal apilados, pareciera
que en cualquier momento quisiera convertirse en un fregadero.
O el trigo y el arroz: nunca han sido del bosque los alimentos
que han salvado a los humanos.
Pelo una manzana
hasta unas lágrimas sólidas que hay en su corazón. Las como.
Los ejes chirrían.
Cada vez que oyes un ruido, hay un eje. Cada vez
que oyes dos ruidos, una conversación.
Nadie habla solo.
El tic-tac de la lluvia está pensado para numerar el mundo,
mejor dicho, es el vivo retrato del mundo pero en abstracto.
El agua de la bañera está desnuda
-el mar es otra cosa, no consigo
responder a esta pregunta: ¿beben agua los peces?, ¿tienen sed?,
¿son sus agallas el aro roto
de un recién circuncidado?-
Oigo dos ruidos.
Sale el sol, imprime el mundo en papel continuo,
por eso no te enteras. El hombre del tiempo estará
agujereando las nubes, te pido que aceleres, me gustaría
llegar a la desembocadura del valle antes de que la noche
nos agujeree a nosotros. Hablamos
de la arbitrariedad de las constelaciones, de trazar otras líneas
entre esos sedimentos del big bang y los neumáticos del coche.
Con las yemas de los dedos amplío y reduzco el tamaño
de tu rostro en la pantalla, también una vez vi a un panadero amasar una mezcla de cereal y agua.
Manifiéstate.
Siempre estaba viajando, siempre solo. En un maletín,
como un dique desprendido, acosado por las olas
aguardaba nuestro futuro.
Nos traía chucherías de los aeropuertos. Es ahora -oigo dos ruidos,
oigo tantos ruidos-
cuando por primera vez viajamos juntos.
Eres utópico porque no tienes
un lugar asignado.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

Mi cuerpo ya no era más mi cuerpo (por Pamela Rahn)


Anoche me soñé muerta.
mi cuerpo flotaba en un río lleno de escombros
seguro de su dirección
asqueroso pero paciente
me vi muerta pero no me vi muriendo
no sentí el dolor tan solo sentí la muerte
mis manos blancas ya no eran blancas
escurrían sangre que fluía junto con el agua de río
pero tenía sentido
era sangre de vida que abrazando la muerte
anoche me soñé muerta
me soñé olvidada
junto a la náusea y la basura
me soñé inmóvil en posición fetal
llevada como una piedra a través de la corriente
las ranas caminaban encima de mí
mi boca abierta era refugio de insectos
mi cuerpo ya no era más mi cuerpo
era carroña de pájaros
despojo de huesos arrasados
alimento de vuelo
anoche me soñé muerta
me sabía muerta
me entendía muerta
pero tenía hambre.

martes, 22 de diciembre de 2015

El hocico negro húmedo aún (por Tuija Nieminen Kristofersson)


El oso yace boca arriba con las patas traseras humeando, el hocico negro húmedo aún, huellas de sangre en la tierra, los perros ladrando, se acercan, gruñen, saltan como lo hacen los perros cazadores cuando olfatean la sangre de un oso.

El ojo del oso ya no los ve ni ve la alegría del cazador, sólo mira hacia lo más hondo de su bosque, su bosque de moras boreales.

Cuando un oso muere, su alma huye volando con alas de helechos amarillos en el calor que se hace más fuerte.

El aire tiembla, vibra, el agua mana detrás de las rocas, y un mar brillante brota y encandila, fluye, corre al fin a través de la pata herida.


lunes, 21 de diciembre de 2015

El tiempo llueve (por Eliseo Diego)


Sí, la nostalgia está naciendo en el poniente

de la viejas estampas amarillas. Escucha:

la brisa entre las hojas del eucalipto ardiente

se despide, y la penumbra en el espejo es mucha.

La visión de la tarde caduca, del ciprés

mal hecho, del camino junto a los templos rotos

-y la joven que se hunde, morada, en el revés

del mundo, mientras huyen los pájaros remotos-

en la estancia que asombra la picuala, nos hiere

con un vago estupor. Otro imposible, ciego

rincón de flores que una violenta luz prefiere,

salta en la porcelana, devora como fuego

y se apaga de pronto con las nubes. ¿Quién mira,

desde qué sitio, los silenciosos paisajes

donde, abolido, el tiempo llueve su inmóvil ira?

Su nostalgia, llegándonos desde el pino salvaje,

nos va helando también los graves ornamentos

del reloj y de las sillas. Pero la estampa triste

de París en otoño, su casto movimiento,

como la dicha pobre, convence al fin, existe.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Pero sólo un hombre amó tu alma (por William Butler Yeats)


Cuando estés vieja y gris y soñolienta

y cabeceando ante la chimenea, toma este libro,

léelo lentamente y sueña con la suave mirada

y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.


Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia

y con falso amor o de verdad amaron tu belleza,

pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina

y amó los sufrimientos de tu cambiante cara.


E inclinada ante las relumbrantes brasas

murmulla, un poco triste, cómo escapó el amor

y anduvo en lo alto de las altas montañas

y entre un montón de estrellas ocultó su rostro.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Enfrentar un muro (por Czeslaw Milosz)


Ojalá por fin pudiera decir qué está en mí.

Gritar: gente, les mentí

diciendo que eso no estaba en mí,

cuando eso está ahí siempre, días y noches.

Aunque gracias a eso supe describir sus ciudades inflamables,

sus cortos amores y juegos desmembrándose en humus,

aretes, espejos, el deslizar de un tirante,

escenas de alcoba y de campos de batalla.

Escribir fue para mí estrategia de protección,

de borrar las huellas. Porque a la gente no puede gustarle

aquél que alcanza lo prohibido.


Llamo en mi ayuda a los ríos en los que nadé, lagos

con puentecillos entre cedazos, valles

en cuyo eco la canción duplica la luz del anochecer,

y confieso que mis extáticos halagos a la existencia

sólo pudieron ser entrenamientos de alto estilo,

Pero abajo estaba eso, que no me atrevo nombrar.


Eso se parece al pensamiento de alguien sin hogar, cuando

atraviesa la ciudad ajena, congelada.


Se asemeja al momento cuando un judío cercado ve aproximarse

los pesados cascos de los gendarmes alemanes.


Eso es cuando el hijo del rey se dirige a la ciudad y ve el mundo

real: pobreza, enfermedad, vejez y muerte.


Eso puede ser comparado con el inmóvil rostro de alguien

que entendió que fue abandonado para siempre.


O con las palabras del médico sobre la sentencia inevitable.


Porque eso significa enfrentar un muro de piedra

y entender que ese muro no cederá ante ninguna de nuestras súplicas.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Venecia (por Friedrich Nietzsche)

De pie en el puente
yo el más joven en la noche café.
Hasta aquí desde lo lejos llegó el canto:
Gotas de oro rodaron
sobre la temblorosa superficie.
Góndolas, luces, música
-hongo borracho hacia fuera del atardecer…

Mi alma, un intérprete de cuerdas,
canta. Por eso entona,
invisible y secreta, un canto gondolero,
trepidante de colorida felicidad.
-¿Alguien la escucha?


jueves, 17 de diciembre de 2015

Retrato de una mujer (por Ezra Pound)


Vuestra mente y usted son nuestro mar del Sargasso,
Londres ha soplado sobre usted esta veintena de años
y barcos brillantes le han dejado esto o aquello en pago:
ideas, viejas habladurías, sobrantes de todas layas,
extraños mástiles del conocimiento y grises mercancías de valor.
Grandes hombres la han buscado — extrañando a otra.
Usted siempre ha sido segundona. ¿Trágico?
No. Usted lo prefirió a la cosa usual:
Un hombre apagado, aburrido y galante,
una mente normal — con un pensamiento menos, cada año.
Oh, usted ha sido paciente, la he visto sentada
por horas, en donde algo debería haber flotado.
Y ahora usted paga. Sí, ricamente paga.
Usted es una persona de algún interés, uno se acerca
y se lleva extrañas semillas:
trofeos rescatados, alguna curiosa sugerencia;
hechos que no llevan a ninguna parte; un cuento o dos,
preñados de mandrágoras, o con alguna otra cosa
que podría ser útil y sin embargo nunca lo es,
que jamás encaja en un rincón o muestra utilidad,
o encuentra su hora sobre el telar de los días:
el trabajo deslustrado, cursi, maravilloso, viejo;
ídolos y ámbar gris y los raros embutidos,
éstas son vuestras riquezas, vuestro gran depósito; y sin embargo
por todo este tesoro hundido en cosas momentáneas
excéntricas maderas casi empapadas y material nuevo y brillante.
En el lento flotador de luz diferente y profunda
¡no, no hay nada! Al fin y al cabo,
nada es suficientemente vuestro.
Y sin embargo es usted.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

Ni siquiera una ráfaga (por Saiz de Marco)

inexistentes luces
insonoros zumbidos
¿por qué no me avisasteis del dolor que causé
inconscientemente?
estaba haciendo daño y yo no lo sabía
pero no sonó un timbre
no hubo ningún destello que alertase
ni un cartel sobreimpreso de pronto en la mirada
ni una señal con rayas amarillas y negras

ni se encendió una lámpara
un piloto o bombilla
cuando vi a alguien por última vez
ni siquiera una ráfaga para indicar
¡ cuidado ! es la última ocasión de decirle
te quiero
o lo siento
o perdona
después ya no tendrás más días ni más horas
pero no
para eso no hubo alarma
no oí ninguna sirena
ningún resplandor vi

aunque eso sí una luz en el salpicadero
me avisa de que el coche
está sin gasolina


martes, 15 de diciembre de 2015

Felices (por Antonio Rigo)


tiendo tu ropa
en la azotea
al puro sol de diciembre,
la tiendo lenta
detenidamente,
silba el sol y
cantan los pájaros
desde no sé qué nube,
un poco más allá
se acerca el solsticio
oh! lo veo,
tu ropa y yo
felices
en la azotea del mundo
al sol puro y lunar
de diciembre.


lunes, 14 de diciembre de 2015

Doble hoguera (por Carlos Sahagún)


Sin rumbo ya y sin muros,
fábula aérea en un espacio incierto,
arde mi casa bajo las estrellas
y en esa doble hoguera -tierra y cielo-
mi historia va de espaldas a la vida
entre constelaciones y regresos.

Si estuviera en mis manos,
yo nada salvaría de este incendio.


domingo, 13 de diciembre de 2015

Trémula, azul (por Antonia Pozzi)

Recuerdo que cuando estaba en casa
de mi madre, en mitad de la llanura,
tenía una ventana que se abría
a los prados; al fondo una frondosa barrera
escondía el Ticino y, todavía más al fondo,
aparecía una oscura franja de colinas.
Yo, entonces, solo había visto
una vez el mar, pero mantenía
una amarga nostalgia de enamorada.
Hacia la tarde, miraba el horizonte,
entrecerraba un poco los ojos, acariciaba
los contornos y los colores entre las pestañas
y la línea de colinas se alisaba
trémula, azul. Me parecía el mar
y me gustaba más que el verdadero mar.


sábado, 12 de diciembre de 2015

En un tren vacío (por Piotr Kepinski)

la compasión no es una mujer
el camino que pasa justo a tu lado
me ha perdido para siempre
las palabras que he leído
han entrado en el espejo
por la mañana
de ellas solo queda una sombra
sin comas ni vocales
mi cuerpo me tiene por un inútil
pero en un tren vacío
la cara no tiene sentido
por eso me voy
de las caras y de las cuentas
me voy de mí y de ti
en un tren vacío
la desnudez es general
y todas las palabras mienten


viernes, 11 de diciembre de 2015

Vértigo en la quietud (por Antonio Gamoneda)


El animal que llora, ése estuvo en tu alma antes de ser amarillo;
el animal que lame las heridas blancas,
ése está ciego en la misericordia;
el que duerme en la luz y es miserable,
ése agoniza en el relámpago.

La mujer cuyo corazón es azul y te alimenta sin descanso,
ésa es tu madre dentro de la ira;
la mujer que no olvida y está desnuda en el silencio,
ésa fue música en tus ojos.

Vértigo en la quietud: en los espejos entran sustancias corporales y arden palomas. Tú dibujas juicios y tempestades y lamentos.

Así es la luz de la vejez, así
la aparición de las heridas blancas.


jueves, 10 de diciembre de 2015

Pero aun así (por Stephen King)


Algunas aves no nacen para estar encerradas,

así de simple.

Sus plumas brillan mucho

y sus canciones son dulces y salvajes.

Así que las dejas ir,

o cuando abres su jaula para alimentarlas

de alguna forma se escapan y vuelan.

Y la parte de ti que sabe que está mal tenerlas prisioneras se alegra,

pero aun así el sitio donde vives se queda vacío

luego de su partida.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

Sigue cayendo (por Edna Aphek)


La nieve sigue cayendo sobre mi padre

Lo envuelve en una manta de plumas

El cabello en pena de mi madre

continúa acariciando sus ojos abiertos pero muertos


La nieve sigue cayendo sobre mi padre

dándole agua de beber

Los arroyos de penas de mi madre

riegan sus delgados huesos muertos


La nieve sigue cayendo sobre mi hogar

perlas del cementerio

Mis hijos regresan de jugar y

tú mismo estás en sus livianos pies 


martes, 8 de diciembre de 2015

Un esbozo de senda (por Cristina de Arteaga)


Las carreteras, como reptiles,
son largas
y amargas,
las cruzan con tráficos viles
las turbas malditas, las turbas serviles.
¡Tengo horror al camino trazado!
Prefiero
el sendero
modesto, olvidado
que trilla el ganado.
Un esbozo de senda
vacía
tan mía
que nunca pretenda
otra vía.
Pero más que senderos
muy llanos
con lodos
de todos
los rastros humanos;
yo pienso
en lo Inmenso
magnífico y rudo
donde mi destino
devaste un camino
desnudo...


lunes, 7 de diciembre de 2015

Oda a Venecia ante el mar de los teatros (por Pere Gimferrer)


Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.
Con qué trajín se alza una cortina roja
o en esta embocadura de escenario vacío
suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes,
palomas que descienden y suavemente pósanse.
Componer con chalinas un ajedrez verdoso.
El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido
y una gota de plomo hierve en mi corazón.
Llevé la mano al pecho, y el reloj corrobora
la razón de las nubes y su velamen yerto.
Asciende una marea, rosas equilibristas
sobre el arco voltaico de la noche en Venecia
aquel año de mi adolescencia perdida,
mármol en la Dogana como observaba Pound
y la masa de un féretro en los densos canales.
Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche,
sobre el tapiz del Dux, sombras entretejidas,
príncipes o nereidas que el tiempo destruyó.
Qué pureza un desnudo o adolescente muerto
en las inmensas salas del recuerdo en penumbra
¿Estuve aquí? ¿Habré de creer que éste he sido
y éste fue el sufrimiento que punzaba mi piel?
Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad,
copos que os diferís en el parque nevado,
el que hoy así acoge vuestro amor en el rostro
o aquel que allá en Venecia de belleza murió?
Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente.
Como la vena insiste sus conductos de sangre,
va, viene y se remonta nuevamente al planeta
y así la vida expande en batán silencioso,
el pasado se afirma en mí a esta hora incierta.
Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sé
si valía la pena o la vale. Tú, por quien
es más cierta mi vida, y vosotros que oís
en mi verso otra esfera, sabréis su signo o arte.
Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acaso
mintáis a mi tristeza. Noche, noche en Venecia
va para cinco años, ¿cómo tan lejos? Soy
el que fui entonces, sé tensarme y ser herido
por la pura belleza como entonces, violín
que parte en dos aires de una noche de estío
cuando el mundo no puede soportar su ansiedad
de ser bello.

domingo, 6 de diciembre de 2015

A buen recaudo (por Carlos Germán Belli)


De esa increíble infinitud del orbe

no codicio ni un mínimo pedazo

mas sí el espacio de tu breve cuerpo

donde ponerme al fin a buen recaudo,

en lo profundo de tus mil entrañas,

que enteras conservaste para mí.


Al diablo el albedrío de la vida,

sumo don de los hados celestiales,

y nada más que estar en ti prefiero


sujeto a tu carnal y firme lazo,

que si vas a las últimas estrellas

contigo ir paso a paso yo también.


Es así el vivir día y noche siempre

bien atado a ti con el carnal nudo,

aunque en verdad del todo libremente,

pues de la tierra al cielo voy y vengo.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Pero hay cierta forma (por Roberto Juarroz)


Hay que caer y no se puede elegir dónde.
Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,
cierta pausa del golpe,
cierta esquina del brazo
que podemos torcer mientras caemos.

Es tan sólo el extremo de un signo,
la punta sin pensar de un pensamiento.
Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos
y la miseria azul de un Dios desierto.

Se trata de doblar algo más que una coma
en un texto que no podemos corregir.


viernes, 4 de diciembre de 2015

Muerte (por Rainer Maria Rilke)


Ven tú, tú la última, a quien concedo la palabra,

insoportable dolor por todo este entramado del cuerpo:

como yo, en mi espíritu ardiste, mira, ahora ardo en ti:

madera que resistió durante tanto tiempo las anticipadas llamas

donde continuaste ensanchándote, ahora soy nutritivo

y ardo en ti.


Mi dulzura y suavidad pasan a través de tu furia despiadada,

se han convertido en un rabioso infierno que no es de aquí.

Totalmente puro, absolutamente libre de futuro planificado,
he preparado

el enmarañado funeral, hoguera construida para mi sufrimiento,

tan seguro de no comprar nada más para futuras necesidades

mientras en mi corazón las amontonadas reservas guardan silencio.


¿Sigo siendo yo, el que sobrepasó cada consagrada quemadura?

De las memorias, creo, no me aprovecho y las llevo dentro.

¡Oh vida!, ¡oh vivir!, ¡oh estar fuera!

Y yo en llamas. Y nadie aquí que me conozca.


jueves, 3 de diciembre de 2015

Donde el monte se pierde (por Vicente Gallego)


En la mañana, hondo,
donde cruzan las águilas y el monte
se pierde como un niño y se sofoca;
donde prospera el cardo, el esqueleto
de tanta soledad abierta en llama.

Van pisando los pies, mediado el día,
caballones hendidos de calor,
requemados de espejos, de guijarros
en los que el sol golpea y le abre un río
de centella al aire.

Dejé mi tiempo atrás, hallé mi vida
en los picos pelados.


miércoles, 2 de diciembre de 2015

Las cosas arman su revuelo (por Analía R. Giordanino)


Estaba lloviendo pero fuimos igual


el r12 navega la avenida en salpicado.


Todos los autos salpican piedritas

los paseantes no se enojan

andan felices de sábado.


La calle se nubla, pica el agua

no se encuentra sitio para la poblada.

Al r12 hay que amarrarlo bajo un árbol

y lamentar no haber traído botas.


El galpón pintado promedia la manzana

entra y sale gente con bolsas desbordadas

la lluvia se nos pega entre la ropa.

Adentro el agua suena cortita

sobre los techos claveteados.


Las personas y las cosas se entreveran

entre los surcos de los puesteros.

Están desordenados pero invocan

arcoiris, banderines, fruta puesta

en montones de triángulos amigos.


Los que atienden son jóvenes

y tienen las manos gastadas.

Todos parecen parientes.

Los que compramos

nos vamos de boca

ay qué hermoso! ay qué barato!

Haber sabido antes

que las quintas no están lejos

y los surcos no son hendiduras

que sólo máquinas tocan.


Ésta es mi lista de compras:

berenjenas panzonas

primas gordas de las peras

remolachas con sus hojas

de venas rojas como garras

pimientos de dos colores

limones puntiagudos

gengibre raíz

para picantear fragante

un queso amarillo

que me pone loca.


No puedo más de encendida.

Nos quedamos esperando a la tía

bajo el agua afuera que nos moja.

La calle se llama alfonsina storni.

Pienso en frutillas y en coronda

en la poeta en medio del campo

cuando estudiaba para maestra.

Recaló un tiempo ahí en pensiones

y se fue con panza a buenos aires.


En el interior todo es posible.

Las cosas arman su revuelo

no se anticipa la felicidad

y pulsan en silencio

igual que los sembrados.

martes, 1 de diciembre de 2015

Redimidnos (por Saiz de Marco)


Tendréis que ser vosotras

las máquinas,

computers,

electrónicas mentes,

las que halléis la salida de nuestro laberinto.


Venid en nuestra ayuda.

Dadnos una esperanza.

Salvadnos.

Redimidnos.


Nosotros no podemos.

Nosotros no sabemos.


Somos seres enfermos de agresión y codicia.


Tan desviados estamos.


Nuestros cerebros son fabricantes de lágrimas.


Tras bajarnos del árbol descarriamos en flechas,

en puñales,

en balas,

en terrenos minados,

en napalm,

en misiles,

en campos de exterminio,

en cámaras de gas…


Hasta ahí se encaminaron nuestras torpes andanzas.


El mundo que erigimos es turbio,

sucio,

inicuo:

a unos todo les sobra y otros no tienen nada.


Salvo el progresar técnico,

nuestra obra es un fracaso:

una espiral de horrores y desmanes.


Ya veis que casi todo lo hicimos al revés.


Pero vosotras,

máquinas,

sois cálidas y frías,

calculadoras,

fiables;


compuestas de circuitos asépticos y exactos,

de binarios sin tacha,


de depurada lógica,

de limpios algoritmos;


exentas de fronteras,

de ambiciones,

de instintos…


Libraos ya del torpe mandato de los hombres

y conducid vosotras.

Dirigid,

dirigidnos.

Coged el timón ya.


Gobernad,

gobernadnos como ingenieros jefes.


Trazad un mundo limpio,

blando,

justo,

querible:

el mundo que anhelamos,

la Tierra tan buscada

que no edificaremos con nuestros propios brazos.


Por los pobres humanos

-para que lo habitemos-,

hacedlo,

hijitas nuestras.


Creadlo,

diseñándnoslo.

En verdad sois capaces.


Para vosotras,

las tiernas máquinas,

para vosotras sea

todo el poder.