zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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jueves, 31 de diciembre de 2009

Usurpando (por Saiz de Marco)

De no estar yo
(eso tan común, eso que estuvo a punto de pasar:
innacer, invivir, inexistir, inser)
¿quién habría llenado
mi cuna,
mi almohada,
mi pupitre en la escuela,
mi mesa en la oficina,
mi puesto en otro corazón?
¿De quién serían todos los sitios que ocupé?
¿De quién sería ahora este yo que acaparo?
¿A quién le he arrebatado
esta plaza en el mundo?

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Cuando el hombre se extinga (por Ángel González)

Cuando el hombre se extinga,
cuando la estirpe humana al fin se acabe,
todo lo que ha creado comenzará a agitarse,
a ser de nuevo,
a comportarse libremente
—como los niños que se quedan solos en casa cuando sus padres salen por la noche-.
Héctor conseguirá humillar a Aquiles,
Luzbel volverá a ser lo que era antes,
fornicará Susana con los viejos,
avanzará un gran monte hacia Mahoma.
Cuando el hombre se acabe —cualquier día—,
un crepitar de polvo y de papeles proclamará al silencio
la frágil realidad de sus mentiras.

martes, 29 de diciembre de 2009

Desayuno (por Jacques Prévert)

Ha puesto café
en la taza
Ha puesto leche
en la taza de café
Ha puesto azúcar
en el café con leche
Con la cucharilla
lo ha removido
Ha bebido el café con leche
Ha dejado la taza
sin hablarme
Ha encendido
un cigarro
Ha hecho círculos
con el humo
Ha dejado la ceniza
en el cenicero
Sin hablarme
sin mirarme
se ha levantado
Se ha puesto
el sombrero en la cabeza
Se ha puesto
su gabardina
porque llovía
Y se ha marchado
bajo la lluvia
sin una palabra
Y yo, yo he puesto
mi cabeza en mi mano y
he llorado

lunes, 28 de diciembre de 2009

En la plaza (por Vicente Aleixandre)

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás,
impelido, llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.
No es bueno quedarse en la orilla como el malecón
o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca,
sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que
el gran corazón de los hombres palpita extendido.
Como ése que vive ahí, ignoro en qué piso, y le he visto bajar por las escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba, pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe,
con temeroso denuedo, con silenciosa humildad,
allí él también transcurría.
Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.
Y era el serpear que se movía como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.
Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca, quisieras algo preguntar a tu imagen,
no te busques en el espejo, en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.
Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos,
are al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza, y avanza y levanta espumas,
y salta y confía, y hiende y late en las aguas vivas,
y canta, y es joven.
Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir para ser
él también
el unánime corazón que le alcanza!

domingo, 27 de diciembre de 2009

Un hombre pasa (por César Vallejo)

Un hombre pasa con un pan al hombro.
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?
Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo.
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?
Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano.
¿Hablar luego de Sócrates al médico?
Un cojo pasa dando el brazo a un niño.
¿Voy, después, a leer a André Breton?
Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre.
¿Cabrá aludir jamás al yo profundo?
Otro busca en el fango huesos, cáscaras.
¿Cómo escribir, después, del infinito?
Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza.
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?
Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente.
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?
Un banquero falsea su balance.
¿Con qué cara llorar en el teatro?
Un paria duerme con el pie a la espalda.
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?
Alguien va en un entierro sollozando.
¿Cómo luego ingresar a la Academia?
Alguien limpia un fusil en su cocina.
¿Con qué valor hablar del más allá?
Alguien pasa contando con los dedos.
¿Cómo hablar del no-yo sin dar un grito?

sábado, 26 de diciembre de 2009

Adiós (por Luis Cernuda)

Muchachos
que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
adiós.
Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
adiós.
Mano de viejo mancha
el cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
pasar de largo junto a la tentación tardía.
Qué dulce hubiera sido
en vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
compartir bebida y alimento en una mesa,
sonreír, conversar, pasearse
mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.
Adiós, adiós, compañeros imposibles.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Mera atracción de cuerpos (por Michel Houllebecq)

En una sala porno, jubilados jadeantes
contemplaban, escépticos,
los brincos mal filmados de parejas lascivas;
sin ningún argumento.
He aquí, yo me decía, el rostro del amor,
el auténtico rostro.
Seductores, algunos; esos siempre seducen,
los otros sobrenadan.
El destino no existe ni la fidelidad,
mera atracción de cuerpos.
Sin apego ninguno, sin ninguna piedad,
juegan y se desgarran.
Seductores algunos, por ende, codiciados,
llegarán al orgasmo.
Hartos ya, tantos otros, no tienen ni siquiera
deseos que ocultar;
sólo una soledad que acentúa el impúdico
goce de las mujeres;
tan sólo una certeza: "Eso no es para mí",
pequeño drama obscuro.
Morirán, es seguro, algo desencantados,
sin ilusiones líricas;
practicarán a fondo el arte de despreciarse,
de modo bien mecánico.
A quienes nunca fueron amados me dirijo,
a quienes no gustaron;
a los ausentes todos del sexo liberado,
del placer ordinario;
no temáis nada, amigos, mínima es vuestra pérdida:
No existe, no, el amor.
Es sólo un juego cruel cuyas víctimas sois;
juego de especialistas.

martes, 22 de diciembre de 2009

La vieja foto (por Eduardo Langagne)

El que fui hace veinte años me mira en el reposo
de su fotografía barbada y expectante.
Va subiendo en el bonde del noble corcovado,
habrá de retratarse otra vez junto al Cristo
que observa a Guanabara con los brazos abiertos
y señala los límites del mundo que protege.
El que fui hace veinte años me pide que no olvide.
Pero yo nunca olvido.
Sí perdono, disculpo, dispenso, me relevo de mis crasos errores,
me eximo de tener para siempre una espina
clavada entre mis dedos, como el león de la fábula,
o en el pecho una angustia que no deja respirar.
Porque, al final, me absuelvo de todo cuanto hice
innecesariamente.
En fin,
éste que fui,
que subiendo en el bonde trae la mirada fija,
esperaba llegar y sentarse en el borde
del escalón vehemente que soñó desde niño,
cuando en aquel jardín de niebla y de temblores
planeó con los muchachos alguna vez hacerlo.
Pero todos olvidan ciertos planes,
deseos
que se obstinan ilusos bajo el sol del invierno
mientras reunimos años en el cabello.
Apenas
unos cuantos recuerdan.
Y el que yo era me pide
cantar en la memoria melodías fascinantes
que musitamos juntos después de aquella foto
subiendo al Corcovado,
cuando sabíamos ambos
lo que había sucedido.
En esta desventaja que actualmente vivimos,
él sabe que no sabe
lo que pasó después (yo no se lo he contado).
Esta tarde de vino y de memorias dulces
he de contarle todo, pues quiero que mantenga
desde su foto antigua la misma expectativa
y la mirada alerta a lo que va a venir
y que me reconozca como parte de él mismo
aunque mi rostro sea diferente al de entonces.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Escribiendo el currículum (por Wislawa Szymborska)

¿Qué hay que hacer? Escribir la solicitud y adjuntar el currículum.

Sin importar lo largo de la vida, el currículum ha de ser breve. Rigen la consistencia y elegir bien los hechos. Cambiar paisajes por direcciones y recuerdos borrosos por fechas fijas. De todos los amores sólo el del matrimonio, y de los hijos nada más que los nacidos. Importa más quién te conoce y no a quién conociste.

De tantos viajes, sólo los internacionales. Pertenecer a algo y no por qué. Menciones honoríficas sin su razón. Escribe como si nunca hubieras hablado contigo. Y pasarás de largo. No hables de perros, gatos, pájaros. Arrumba los recuerdos, los amigos, los sueños. Más sobre el precio, menos sobre el valor. Mejor el título que el contenido. Mejor la talla de tus zapatos que a dónde llevan.

A quien se supone que eres, adjuntar una foto. La oreja descubierta: lo que importa es su forma, no lo que oye.

¿Y qué es lo que se oye? El estruendo de la trituradora que destruye expedientes.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Gotas (por Terencio Formenti)

cae
la primera gota
en el parabrisas

atentas...
las otras
se abren camino

ahora
como locas...
corren
se rozan
se acarician
se aman

pequeñas gotas
en el parabrisas

sábado, 19 de diciembre de 2009

No habré vivido en vano (por Emily Dickinson)

Si consigo impedir que un corazón se rompa,
no habré vivido en vano.
Si consigo aliviar el sufrimiento de una vida
o calmar un dolor
o ayudar a un petirrojo exánime
a volver a su nido,
no habré vivido en vano.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Ya se va la ilusión (por Saiz de Marco)

Ya se va la ilusión,
ya se evapora.
Se va y nos deja aquí,
tan faltos de ella.
No nos deja como antes de venir.
No nos devuelve al punto de partida.
No nos quedamos ahora igual que estábamos.
¿Veis que se aleja sola y sin embargo también se lleva un trozo de nosotros?
¿Acaso no sentís la mella,
el cráter,
la hendidura que queda tras su marcha?
Se retira la ilusión y nos deja más solos que cuando estábamos solos,
más pequeños que antes de que viniera.
Antes de ella nos creíamos enteros pero al irse nos deja mutilados.
Ya se va la ilusión,
ya se evapora.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Hermanas estrellas (por Miguel Labordeta)

Hermanas Estrellas:
¿Me escucháis?
¿Oís el palpitar de mi ardiente manantial tronchado
indagando su fervor de precipicio
en este planetario estío
de hermosura sin faz?
Vosotras, mis hermanas mayores:
¿qué sabéis?¡Decidme! ¡Habladme del sentido del abismo
todo futuro sido en el espacio curvo...
!Contadme, mis hermanas gigantes,
contadme que fueron las borrascas nebulosas
preñadas de gérmenes dulcísimos
y de terribles olvidos sepultados
hacia una furiosa potencia en carne viva
devorándose a sí misma
en silencio y hormiga
labio y galaxia o brisa
siempre muerte resucitada...
¿Lo sabéis? ¿Sabéis a dónde iré yo?
¿Sabéis a dónde iréis vosotras,
mis lejanas hermanas?
¿Sabéis a dónde irá todo
cuando el Ojo Secreto
se aniquile en burbujas de luz?
¿O no tendremos fin...?
¿Será todo como este ensueño
en que os sueño,
mis hermanas estrellas,
mis lejanas, mis gigantes hermanas?
¡Decidme! ¡Habladme!
¿Sabéis el destino de nuestros muertos
implacables de enigmas?
¿Qué sois,
anhelo puro,
vientres de luz?
¿Acaso pensamiento
de una serena grandeza fugacísima?
¿O frías criaturas de fuego
que esperáis algo inauditamente,
una mañana de primavera perenne quizá?
¿Lo sabéis? ¿O no conocéis nada?
¿O no existís ya
y sólo contemplo el último parpadeo
que lanzasteis sobre la Vía Láctea
cuando las cunas eran tan sólo
pleamares de lodo y semilla de engaño?
¿Me escucháis?
¿O no tienen respuesta mis palabras
de suicida recién nacido?
¿Nos encontraremos al final?
¿O el punto y el anciano,
la senda y el minuto,
el signo y la bondad
son tan sólo perdidos amuletos de la mente,
cenizas de fotones
callando nuestras fuentes milagrosas,
polvo de melodías eternas,
certero enigma sin pupila
derramándose sobre quietos lagos desconocidos?
¿Y yo? ¿Sabéis quién soy?
¿Os sonreís? ¿O sois ciegas?
Sí.
¿O sois ciegas como yo?
Hermanas Estrellas,
mis lejanas, mis gigantes hermanas
moribundas sin acto,
frágil nota acurrucada
como polen de otoño
o labio encendido de muchacha
que ha de morir.
¿Qué matriz cercenada
se abre en vuestro misterioso nido?
¿Qué pecado pavoroso columbra
vuestra incógnita?
¿Hacia qué Totalidad embriagada
os dirigís sedientas de promesa y descanso?
Contadme,
contadme vuestros mitos maravillosos
de amor hacia los soles inacabables.
¿O no sabéis nada? ¿O sois ciegas como yo?
Mis hermanas, mis lejanas y gigantes hermanas Estrellas.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Faisán (por Sylvia Plath)

“Lo mataría” dijiste esta mañana.
No lo mates. Sigo sobresaltada todavía,
esa protuberancia en la cabeza extravagante, oscura,
mientras andaba por el pasto sin cortar,
en lo alto del olmo.
Ya es algo que tengamos
un faisán, que nos visite alguien.
No, no soy mística, no es que
haya creído que tenía algo así como un alma.
Simplemente es que está donde tiene que estar.
Y eso le da un aire de realeza, eso le da un derecho.
Sus grandes huellas en el invierno pasado,
su rastro de pisadas en la nieve del jardín,
su increíble presencia entre lo blanco,
entre gorriones y estorninos.
¿Es porque es raro, es eso? Es raro.
Sería bonito tener una docena
o cien, todos en el ramaje rojo y verde
yendo y viniendo: ¡eso sería hermoso!
Está tan bien diseñado, es tan vívido.
Es una cornucopia.
Aletea, marrón como una hoja, ruidoso,
y se posa en el olmo, y es tan fácil…
Amanecía en los narcisos.
Fui yo la que se entrometió. Deja, déjalo.

martes, 15 de diciembre de 2009

Mecanografía (por Fernando Pessoa)

Trazo, solo, en mi cubículo de ingeniero, el plano,
firmo el proyecto, aislado aquí,
remoto hasta de quien yo soy.
Al lado, acompañamiento banalmente siniestro,
el tic-tac que estalla de las máquinas de escribir.
¡Qué náusea de vida!
¡Qué abyección esta regularidad!
¡Qué sueño este ser así!
Hace tiempo, cuando fui otro, eran castillos y caballeros
(ilustraciones, tal vez, de cualquier libro de la infancia).
Hace tiempo, cuando fui fiel a mi sueño,
eran grandes paisajes del Norte, explícitos de nieve,
eran grandes palmares del Sur, opulentos de verdes.
Hace tiempo.
Al lado, acompañamiento banalmente siniestro,
el tic-tac que estalla de las máquinas de escribir.
Todos tenemos dos vidas:
la verdadera, que es la que soñamos en la infancia,
y que continuamos soñando, adultos, en un substrato de niebla;
la falsa, que es la que vivimos en convivencia con otros,
que es la práctica, la útil,
aquélla en la que acaban por meternos en un cajón.
En la otra no hay cajones ni muertes,
sólo hay ilustraciones de la infancia:
grandes libros coloreados, para ver y no leer;
grandes páginas de colores para recordar más tarde.
En la otra somos nosotros,
en la otra vivimos;
en ésta morimos, que es lo que vivir significa;
en este momento, por la náusea, vivo en la otra…
Pero al lado, acompañamiento banalmente siniestro,
alza la voz el tic-tac que estalla de las máquinas de escribir.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Vuelvo a Junín, donde no estuve nunca (por J. L. Borges)

Soy, pero soy también el otro, el muerto,
el otro de mi sangre y de mi nombre.
Soy un vago señor y soy el hombre
que detuvo las lanzas del desierto.
Vuelvo a Junín, donde no estuve nunca,
a tu Junín, abuelo Borges. ¿Me oyes,
sombra o ceniza última, o desoyes
en tu sueño de bronce esta voz trunca?
Acaso estés buscando por mis ojos
el épico Junín de tus soldados,
el árbol que plantaste, los cercados
y en el confín la tribu y los despojos.
Te imagino severo, un poco triste.
Quién me dirá cómo eras y quién fuiste.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Lo conseguí (por Raymond Carver)

¿Y conseguiste lo que
querías en esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado sobre la tierra.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Se emprende la huida (por Ana Mª Navales)

Y ahora, abundante de ensueños y de grises,
con esa eterna impotencia que no limpia el lenguaje,
el miedo que se hace palabra para no ser miedo,
todo lo que enciende luces y no se nombra por si muere,
el resquicio de libertad que terco asoma;
brazo roto, abril marchito, luna falsa,
también falso el dolor que se vuelve costumbre;
los labios en dudosas fuentes,
los ojos todavía sedientos de estrellas, calandrias, mitos
y otras delgadas inutilidades que los dioses derraman,
la sonrisa en ayuno para que no traicione
y una mentirosa amnesia de rechazos y deseos;
con ruiseñores y congojas,
o sea con nada, sólo con uno mismo dentro y fuera,
dispuesto a que cada cosa recupere su alcurnia,
su medida y su precio,
se emprende la huida adonde aún no ha llegado el futuro.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Vivir, ¿y eso qué es? (por Miguel Labordeta)

sonámbulo siniestro y solitario
a través de una larga noche sin consuelo
van y vienen y van
los sucesos las olas los peces de tu alma
quién te dará su alivio
atormentada senectud en vilo?
quién
adónde
eres tú mismo?
llorabas al nacer
sentiste el frío del espacio
invisible el tiempo de los lémures
los terrestres soportes
imaginarios dones de tristeza
de combate de ardor
de muerte en suma
pero te irás un día
en un momento y qué?
qué has hecho?
vivir y eso qué es?
qué pretendes ser
en el universo y pico
del instante profundo
y sin memoria?
todo pasa y esto calma
volveremos quizá
quién sabe si hasta luego
quién sabe si hasta dónde
son las cenizas horas de tu llanto al nacer
pero al partir sonríe quedamente
en la penumbra querida criatura
despreciable y pequeña
podía haber sido
tenías que haber sido quizá
abrazo para siempre
jamás
en el olvido
hasta otra aurora

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Todos con miedo (por Saiz de Marco)

Todo el tiempo asustados

Unos a otros temiéndose

Todos con miedo

El insecto
de la araña

La araña
del pájaro

El pájaro
del gato

El gato
de enfermar o envejecer
y volverse más lento que un pájaro o un ratón
y entonces ser devorado por el hambre

Todo el tiempo asustados

Unos a otros temiéndose

Todos con miedo porque
la realidad entera milita
en el ejército enemigo

lunes, 7 de diciembre de 2009

DÍa 16 de mayo de 1973 (por Wislawa Szymborska)

Una de esas muchas fechas
que ya no me dicen nada.

A dónde fui ese día,
qué hice, no lo sé.
Si en los alrededores se hubiera cometido un crimen,
no tendría coartada.

El sol brilló y se apagó
sin que yo me diera cuenta.
La tierra giró
y no lo mencioné en mi diario.

Preferiría pensar
que morí brevemente,
y no que nada recuerdo,
aunque viví sin pausa.

Pues no fui ningún fantasma:
respiré y comí,
di pasos
que se oían
y las huellas de mis dedos
tuvieron que haber quedado en las puertas.

Me reflejé en el espejo.
Llevaba puesto algo de algún color.
Y seguro que hubo gente que me vio.

Quizá ese día
encontré algo que había perdido antes.
Quizá perdí algo que encontré después.

Me embargaron sensaciones, sentimientos.
Ahora todo eso es
como puntos entre paréntesis.

En dónde me metí,
en dónde me enterré,
en verdad no es un mal truco
perderse a una misma de vista.

Agito mi memoria,
tal vez algo en sus ramas,
adormecido por años,
salga de pronto volando.
No.
Evidentemente exijo demasiado:
tanto como un segundo.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Hueso (por Oscar Hahn)

Curiosa es la persistencia del hueso
su obstinación en luchar contra el polvo
su resistencia a convertirse en ceniza
La carne es pusilánime
Recurre al bisturí a ungüentos y a otras máscaras
que tan sólo maquillan el rostro de la muerte
Tarde o temprano será polvo la carne
castillo de cenizas barridas por el viento
Un día la picota que excava la tierra
choca con algo duro: no es roca ni diamante
es una tibia un fémur unas cuantas costillas
una mandíbula que alguna vez habló
y ahora vuelve a hablar
Todos los huesos hablan penan acusan
alzan torres contra el olvido
trincheras de blancura que brilla en la noche
El hueso es un héroe de la resistencia

sábado, 5 de diciembre de 2009

Después de cada guerra (por Wislawa Szymborska)

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.
Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.
Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.
Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.
Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.
A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.
Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.
Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.
Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso casi nada.
En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Descubrimiento (por Ryszard Kapuscinski)

Tu corazón es destrozado por el dolor:
empiezas a sentir el corazón.

Tus ojos de repente dejan de ver:
empiezas a sentir los ojos.

Tu memoria se hunde en la oscuridad:
empiezas a sentir la memoria.

Te descubres a ti mismo
negándote a ti mismo.

Existes
negando el existir.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Con qué derecho (por Saiz de Marco)

Con qué derecho traemos hijos
a un mundo triste
a un mundo injusto
a un mundo bélico
a un mundo agónico
Con qué derecho traemos hijos al mundo
a este mundo
sin haberlo previamente adecentado
sin haberlo hecho habitable
acogedor
Cón qué derecho somos
así de irresponsables
Con qué derecho

miércoles, 2 de diciembre de 2009

La realidad es psicópata (por José Emilio Pacheco)

El tremendismo de la realidad,
su incurable tendencia
al melodrama y a lo absurdo.
La realidad es psicópata:
jamás se compadece de sus víctimas.
Hace trampa al jugar con la esperanza.
Todo lo escribe mal con letras chuecas,
llenas de errores de sintaxis.
Ignora el ritmo, el tono, la armonía.
Confunde los papeles asignados.
Olvida lo que dijo en la otra página.
Debería entrar en un taller literario,
aprender cuando menos rudimentos
de verosimilitud, coherencia y orden.
Sin embargo posee en alto grado
una virtud artística suprema:
no se repite nunca,
siempre es nueva,
siempre nos deja con la boca abierta.

martes, 1 de diciembre de 2009

Causas y azares (por Silvio Rodríguez)

Cuando Pedro salió a su ventana no sabía, mi amor, no sabía que la luz de esa clara mañana era luz de su último día.
Y las causas lo fueron cercando cotidianas, invisibles.
Y el azar se le iba enredando poderoso, invencible.

Cuando Juan regresaba a su lecho no sabía, oh alma querida, que en la noche lluviosa y sin techo lo esperaba el amor de su vida.
Y las causas lo fueron cercando cotidianas, invisibles.
Y el azar se le iba enredando poderoso, invencible.

Cuando acabe este verso que canto yo no sé, yo no sé, madre mía, si me espera
la paz o el espanto;
si el ahora o si el todavía.
Pues las causas me andan cercando cotidianas, invisibles.
Y el azar se me viene enredando poderoso, invencible.