zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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martes, 31 de mayo de 2011

Ya sin mí (por Ángel González)

Largo es el arte; la vida en cambio corta
como un cuchillo.

Pero nada ya ahora
—ni siquiera la muerte, por su parte
inmensa—
podrá evitarlo:

exento, libre,
como la niebla que al romper el día
los hondos valles del invierno exhalan,
creciente en un espacio sin fronteras,

este amor ya sin mí te amará siempre.

lunes, 30 de mayo de 2011

No es mi muerte lo que me preocupa (por Charles Bukowski)

Esperando la muerte
como un gato
que va a saltar sobre
la cama

me da tanta pena
mi mujer

Ella verá este
cuerpo
blanco
rígido
Lo zarandeará una vez y luego
quizás
otra:

¡ Hank !

Hank no
responderá.

No es mi muerte lo que
me preocupa, es mi mujer
que se quedará con este
montón de
nada.

Quiero que
sepa
sin embargo
que todas las noches
que he dormido a su lado

incluso las discusiones
más inútiles
siempre fueron
algo espléndido

Y esas difíciles
palabras
que siempre temí
decir
pueden decirse
ahora:

Te amo.

domingo, 29 de mayo de 2011

Negando (por Ryszard Capuscinski)

Tu corazón es destrozado por el dolor:
empiezas a sentir el corazón.

Tus ojos de repente dejan de ver:
empiezas a sentir los ojos.

Tu memoria se hunde en la oscuridad:
empiezas a sentir la memoria.

Te descubres a ti mismo
negándote a ti mismo.
Existes
negando el existir.

sábado, 28 de mayo de 2011

A Toisha me la mataron de un cañonazo (por Camilo J. Cela)

En este instante en que un dolor inmenso
es incapaz de hacerme mover un solo dedo,
yo te prometo, oh dulce esposa mía asesinada,
oh madrecita sin haber parido, oh muerta,
colgar tu atroz recuerdo cada noche de un pelo,
y que desiertos de tinieblas moradas
o amargas noches de insomnio y sobresalto
sean incapaces de ahogarme como a un niño.

viernes, 27 de mayo de 2011

De agua (por Princesa Inca)

Esta soledad de piel de cuchillo, donde se abren los ojos para mirar
y el alma ensancha su nombre para resucitarse.
Al filo de un cuerpo que no se reconoce y juega a morir
mientras silbando pasan los hombres, los trenes, los nombres.
Agarrada a la imagen muda e inmóvil
contando los días para volver al precipicio.
Los huesos entumecidos, los dedos huyen hacia el cuerpo apedreado
dejándose caer inertes y movedizos al suelo.
Nombrada la víspera del suicidio, ahogada de sangre ajena,
natural de una tierra de nadie, angosta, fría e inútil.
Un mordisco se apresura a realizarse en otra cara, un beso se juega la trayectoria de sí mismo, creándose en el vacío,
y, como una cura de sueño, morir inevitablemente, mojarse de amores divididos, crearse una calle para caminarla y desmayarse en sus esquinas
y porque el cuerpo deja ver morados de golpes en batallas invisibles,
y la boca se enoja de no comerse los labios,
y los labios se enojan de no comerse la boca,
así se sucede la vida en un universo distraído.
Los pájaros han muerto después de visitar la ventana de dos amantes malditos
y el agua ensombrece su discordia de río susurrando paraísos y rastros de sangre,
y porque ese amor nuestro estaba hecho de agua precisamente huyó al infinito,

precisamente por eso,
de agua, de agua, de agua, somos y seremos para siempre.

jueves, 26 de mayo de 2011

Cabe en muy pocas palabras (por Edgar Bayley)

todo lo visto y vivido
cabe en muy pocas palabras:
en la luz de una mañana
en un trompo saltarín
en una tarde de sol
en una silla vacía
en cada piedra y la casa

todo lo visto y vivido
fulgura
se va ocultando
tras las hojas
y entre el viento
al borde de la bahía

todo lo visto y vivido
cabe en la sal
y en la mano
de quien saluda
y me lleva
al caracol y la araña
a la verdad de este día
a mi sendero y mudanza

miércoles, 25 de mayo de 2011

Por último (por César Vallejo)

Al cabo, al fin, por último,
tomo, volví y acábome y os gimo, dándoos
la llave, mi sombrero, esta cartita para todos.
Al cabo de la llave está el metal en que aprendiéramos
a desdorar el oro, y está, al fin
de mi sombrero, este pobre cerebro mal peinado,
y, último vaso de humo, en su papel dramático,
yace este sueño práctico del alma.

¡Adiós, hermanos san pedros,
heráclitos, erasmos, espinosas!
¡Adiós, tristes obispos bolcheviques!
¡Adiós, gobernadores en desorden!
¡Adiós, vino que está en el agua como vino!
¡Adiós, alcohol que está en la lluvia!

¡Adiós también, me digo a mí mismo,
adiós, vuelo formal de los milígramos!
¡También adiós, de modo idéntico,
frío del frío y frío del calor!
Al cabo, al fin, por último, la lógica,
los linderos del fuego,
la despedida recordando aquel adiós.

martes, 24 de mayo de 2011

Persisto (por Eloy Sánchez Rosillo)

Hay en este ir dejando que transcurra
la vida sin dar fruto, en esta voluntaria
renuncia a hacer en la que tantas veces
me mantengo y que no tiene, en mi caso,
ninguna relación con la pereza,
ni con el yermo escepticismo, ni
con esa sequedad del corazón que a muchos,
a mi edad, para siempre les niega la palabra,
hay en este abstenerse deliberado, acaso,
no sé, como un extraño amor por el peligro,
como un oscuro afán irreprimible
de tentar a la suerte andando por el borde
de un abismo espantoso. En ocasiones, pasan
largos meses enteros en los que nada escribo,
en que me opongo inexplicablemente
a cumplir el deber que justifica
mi existir. Y me digo: “Hace ya muchos años
que dejé de ser joven; va acortándose el tiempo
del que tal vez disponga para llevar a cabo
la labor pendiente: los poemas
que porfían y aspiran al aire y a la luz
y que sin forma habitan en las sombras
de mi silencio. No hay mayor tristeza
que la de aquello que queriendo alzarse
no crece y se transforma en flor, en vida
que se afirma y que canta”. Sin embargo, persisto
en la inactividad, mirando, absorto,
lleno de culpa y de desasosiego,
al fondo del abismo: la nada que desdice
mis viejas ilusiones, la fe que me sostuvo,
mi voluntad de ser frente a la muerte.

lunes, 23 de mayo de 2011

A mí que siempre tuve que aprender sola (por Alejandra Pizarnik)

Y las damas vestidas de rojo para mi dolor y con mi dolor insumidas
en mi soplo, agazapadas como fetos de escorpiones en el lado más
interno de mi nuca, las madres de rojo que me aspiran el único calor
que me doy con mi corazón que apenas pudo nunca latir, a mí que
siempre tuve que aprender sola cómo se hace para beber y comer y
respirar y a mí que nadie me enseñó a llorar y nadie me enseñará ni
siquiera las grandes damas adheridas a la entretela de mi respiración
con babas rojizas y velos flotantes de sangre, mi sangre, la mía sola, la
que yo me procuré y ahora vienen a beber de mí luego de haber
matado al rey que flota en el río y mueve los ojos y sonríe pero está
muerto y cuando alguien está muerto, muerto está por más que sonría
y las grandes, las trágicas damas de rojo han matado al que se va río
abajo y yo me quedo como rehén en perpetua posesión.

domingo, 22 de mayo de 2011

El virus (por María Eloy García)

el virus toma entonces las riendas
de mi maquinaria
es obvio que me ha reconocido
que entre otros mi envoltorio proteico
es engullible
hace cientos de copias de sí mismo
estallan a la madre
me hacen huésped
y ciudad de su gobierno
se autodeterminan
bajo mi tímida estructura
su nacionalismo no encuentra límites
a todas mis células
me marcan por fin con el estigma
de su envoltura-icosaedro
y cuando me tienen sin tiempo
parasitan y comercian mi descuido
soy la sometida desde entonces
al desorden del que nunca puede irse

sábado, 21 de mayo de 2011

Una noche (por Charles Simic)

Una noche caminábamos tú y yo juntos.
La luna era tan brillante
que podíamos ver la senda entre los árboles.
Luego las nubes la escondieron
y tuvimos que tantear el camino
hasta que sentimos la arena bajo los pies desnudos
y escuchamos el rumor de las olas.

¿Recuerdas que me dijiste:
“Todo, fuera de este momento, es mentira”?
Nos desnudábamos en la oscuridad
al borde del agua
cuando arranqué el reloj de mi muñeca
y sin ser visto ni decir
nada, lo arrojé al mar.

viernes, 20 de mayo de 2011

Ridículas (por Fernando Pessoa)

Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fueran ridículas.
También escribí en mi tiempo
cartas de amor, como las demás, ridículas.
Las cartas de amor, si hay amor, tienen que ser ridículas.
Pero, al fin y al cabo, sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son ridículas.
Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor ridículas.
La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor sí que son ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas, como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente ridículos.)

jueves, 19 de mayo de 2011

Arrumbados (por Saiz de Marco)

Oh sueños que dejé tan arrumbados
varados en la costa del olvido
que no os di de comer ni de beber
que no os vestí ni cuidé de vosotros
como un padre que abandonó a sus hijos
que no os abrí la puerta de mi casa
y ni siquiera me digné ayudaros a que os buscarais la vida ahí fuera
pobrecillos por mí tan maltratados
tan dejados de la mano de dios
del microdiós que os soñaba o sea yo
¿cómo podría deciros que lo siento?
¿cómo me haría perdonar de vosotros?

miércoles, 18 de mayo de 2011

Equilibristas sin hilo (por Princesa Inca)

está la luz escondida para resucitarnos este mundo doblado,
crudo y angosto los huesos se ocultan
pero acabarán por vivir
acabarán las pupilas llorando o esperando una felicidad movediza
hemos salido otra vez del pozo y otra y otra enemistados con el frío y el miedo
aprenderemos una vez más a resucitar enemigos de nosotros mismos
suaves rostros que gritan en el vacío
guerreros en el vacío títeres en el vacío visitantes sin palabras ni rostro
cuántas veces volveremos a nacer desnudos y sorprendidos de nuestro parto
equilibristas sin hilo
aguas movedizas nuestro lamento buscando la luz a tientas
hechos de vidrio origen y motivo del desastre
la voz como tormenta el corazón sin latido huyendo, tocando, moviendo, lamiendo
con una armadura de dolor en las bocas
títeres de un universo no conocido
de un mediodía no conocido de un lamento no conocido
asombrados de vivir cada mañana dolidos de vivir cada mañana extasiados de vivir cada mañana
ajenos a la luz y la vida buscando buscando buscando
nuestra propia sombra extraña y perdida

martes, 17 de mayo de 2011

Una historia vulgar (por Vicente Gallego)

Qué extraño es de repente todo esto cuando te pasa a ti:
que se arruine la carne, que el entusiasmo falle,
esos dos baluartes que jamás se rindieron,
ni siquiera cuando todo tembló en algún momento.
La realidad te alcanza,
y el mundo te parece un chicle masticado que molesta retener en la boca sin sabor.
Vas llegando donde jamás pensaste que llegaras,
porque no piensa el joven seriamente
—y ése ha sido el regalo más grande de la vida—
que su destino sea el deterioro.
Es vulgar esta historia como aquéllas que leías distante en los versos ajenos:
otro hombre comprende que ha gastado para siempre
la parte más hermosa y también la más breve de su tiempo.
Es vulgar esta historia, y al mundo no le importa.
Lo que tiene de nuevo es que por fin
ese hombre eres tú.

lunes, 16 de mayo de 2011

Aliento (por Mark Strand)

Cuando los veas diles que sigo aquí,
que una pierna me sostiene y otra anda en las nubes,
que es el único modo,
que las mentiras que les cuento no son las mentiras que me cuento,
que por estar aquí y allí soy ya casi horizonte,
que como el sol sale y se oculta sé cuál es mi sitio,
que es el aliento lo que me salva,
que hasta las sílabas forzadas del ocaso son aliento,
que si el cuerpo es un sepulcro es también un depósito de aliento,
que el aliento es un espejo empañado por palabras,
que el aliento es lo que queda del grito de socorro
al adentrarse en el oído del extraño y sobrevive mucho tiempo a la palabra,
que aliento es otra vez principio,
que toda resistencia se desprende de él como el sentido se desprende de la vida,
como la oscuridad se desprende de la luz,
que aliento es lo que les doy cuando les envío mi amor.

domingo, 15 de mayo de 2011

Un hombre afortunado (por David González)

son las 09.00.
procuro no hacer ruido al levantarme.

ángeles duerme.

voy al cuarto de baño
y me lavo las manos
y la cara. entro en la cocina
y enciendo el fogón eléctrico
para que vaya calentando mientras

abro mi estuche
y saco el medidor de glucosa
y le inserto una tira reactiva
y saco el pinchador
y le inserto una lanceta.

pínchate en la parte lateral de los dedos,
me aconsejó una enfermera en el hospital,
así no perderás sensibilidad en las yemas.

acerco la gota de sangre
al extremo de la tira reactiva.
al cabo de medio minuto
aparece una cifra
en la pantalla líquida
del medidor de glucosa.
164.
o sea: 34 mg por encima
del nivel normal de azúcar en sangre,
que antes de las comidas
no debería sobrepasar los 130
ni descender por debajo de 70.

a continuación, cojo la pluma precargada
(y digo pluma porque su aspecto y tamaño
son los de una pluma estilográfica)
y le retiro el capuchón
y la giro suavemente
hacia delante y hacia atrás
hacia arriba y hacia abajo
10 veces,
hasta que la insulina se mezcla uniformemente.

luego enrosco una aguja en el extremo de la pluma,
selecciono las unidades de insulina (12)
y me inyecto en el brazo izquierdo, por debajo de la piel.

las 09.10.

ángeles todavía duerme.
su cabeza dentro del hueco
que ha dejado en la almohada la mía.

vuelvo a la cocina
y me preparo el desayuno:
12 gramos de margarina,
60 de pan integral
y 200 cc de leche desnatada, sola,
con café, malta o té. con café.

miro a través de la ventana
mientras desayuno en silencio:

una mujer sacude una alfombra,

pasa el camión del butano,

el perro de un viejo marica
ataca ladrando a un patriarca gitano,
el gitano amenaza al perro con un bastón,
el perro retrocede pero no deja de ladrar.

ángeles se da la vuelta en la cama.
la miro.
cómo duerme.
cómo sueña.

y sé

que todo está bien
que no tengo ningún derecho a quejarme
que soy un hombre afortunado
que no le puedo pedir más a la vida

que es suficiente

Con que ella

esté

ahí.

sábado, 14 de mayo de 2011

La criatura perfecta (por Zbigniew Herbert)

La piedra

La piedra es la criatura
perfecta

igual a sí misma
vigilante de sus fronteras

exactamente repleta
de pétreo sentido

con un aroma que a nada recuerda
a nadie espanta no despierta codicia

su ardor y frío
son justos y están llenos de dignidad

siento su duro reproche
cuando la apreso en mi mano
y su noble cuerpo
absorbe el falso calor

Las piedras no se dejan domesticar
hasta el final nos mirarán
con su mirada tranquila clarísima

viernes, 13 de mayo de 2011

Está bien, nena (por Charles Bukowski)

sabes: otra vez estoy borracho
aquí
escuchando a Tchaikovsky
en la radio.
por Dios, lo escuché 47 años
atrás
cuando era un escritor muerto de hambre
y aquí está
otra vez
y ahora soy un éxito menor como
escritor
y la muerte se pasea
por todos lados
en esta habitación
fumando mis cigarros
sorbiendo de mi
vino
mientras Tchaik se abre camino
por su Patética,
qué viaje ha sido
y la suerte que he tenido fue
porque lancé los dados
bien:
pasé hambre por mi arte, pasé hambre para
ganar 5 malditos minutos, 5 horas,
5 días
sólo escribir la palabra
justa;
la fama, el dinero, no importaba
quería la palabra impresa
y ellos me querían en una perforadora,
una fábrica de producción
ellos querían que fuera un empleado de una
inmobiliaria.

bueno, dice la muerte, mientras se pasea,
te voy a agarrar de todas formas
no importa lo que hayas sido:
escritor, taxista, cafiche, carnicero,
paracaidista, te voy a
agarrar…

está bien nena, le digo

sorbamos juntos ahora
mientras la 1 a.m. se desliza a las 2
a.m. y
sólo ella conoce el
momento, pero he podido estafar-
la: tuve mis
5 malditos minutos
y mucho
más.

jueves, 12 de mayo de 2011

Me habita un grito (por Sylvia Plath)

Dice: conozco el fondo. Lo conozco con mi profunda raíz.
Tú le temes.
Yo no: estuve ahí.

¿Es el mar lo que oyes en mí,
la ansiedad del mar?
¿O es la voz de la nada, tu locura?

El amor es una sombra.
Cómo mientes y lloras por él.
Escucha: estos son sus cascos: se fue, como un caballo.

Resonando, resonando,
Toda la noche galoparé como él, impetuosamente,
hasta que tu cabeza sea una piedra y tu almohada un poco de césped.

¿O he de traerte el sonido de los venenos?
Esta gran calma es la lluvia.
Y éste es su fruto blanco acerado, se parece al arsénico.

He sufrifo la atrocidad de las puestas de sol.
Abrasados hasta la raíz,
mis filamentos rojos arden y resisten, una mano de alambres.

Ahora me rompo en pedazos que vuelan como clavos.
Un viento tan violento
no tolerará espectadores. Debo aullar.

También la luna es cruel: me arrastraría
sin piedad, si fuese estéril.
Su resplandor me hiere. O tal vez la he atrapado.

La dejo ir. La dejo ir.
Disminuida y aplastada como después de una cirugía general.
¡Cómo me poseen tus pesadillas, y me enriquecen!

Me habita un grito.
De noche se agita
buscando con sus garras algo para amar.

Me aterra esta cosa oscura
que duerme en mí;
Todo el día siento su suave insidia, su malignidad.

Las nubes pasan y desaparecen.
¿Son así los rostros del amor, tan pálidos e irrecuperables?
¿Por eso se conmueve mi corazón?

Ése es todo mi saber.
¿Qué es eso, esa cara asesina
ahorcada entre las ramas?

Sus ácidos ofídicos besan.
Petrifica la voluntad. Estos son los lentos y torpes deslices
que matan.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Hace años (por Ernesto Cardenal)

Vi hace muchos años desde un bus en Virginia o Alabama
una muchacha rosada, con pantalones azules
subida a una escalera, cortando manzanas
(la madre llamando desde dentro)
y otra muchacha, la hermana, pantalones azules
pintando de blanco el porche de la casa.
Y miraron hacia el bus que pasaba y aceleraba.
El tiempo ha pasado como el bus de la Greyhound
pero quedaron, a pesar de los años, la pintura
fresca en el porche
la brocha chorreando
la mano en la manzana, las miradas.
Hace años, una mañana, Virginia o Alabama,
el estado está olvidado.

martes, 10 de mayo de 2011

Asistido (por José Jiménez Lozano)

Mas yo sólo recuerdo
haber sido asistido a veces,
de tarde en tarde, por un ángel:
un solitario petirrojo
que quizás tenía hambre
y añoranza, frío,
quizás miedo,
y desde el seto volaba hasta el alféizar
de mi ventana, inquieto,
como si me trajera, clandestino,
su socorro.

lunes, 9 de mayo de 2011

Triunfar, triunfar, triunfar (por D. H. Lawrence)

Me parece que durante cinco mil años por lo menos
los hombres han querido triunfar, triunfar, triunfar,
triunfar sobre sus iguales, triunfar sobre los obstáculos,
triunfar sobre lo malo,
hasta que ahora la palabra misma es nauseabunda, no la
podemos oír más.

Si miráramos en nuestros corazones, veríamos
que detestamos la idea del triunfo,
que estamos asqueados de ella.

domingo, 8 de mayo de 2011

El otro lado (por Ramón Gómez de la Serna)

El otro lado del río siempre estará triste de no estar de este lado.

Esa pena es de lo más insubsanable del mundo y no se arregla ni con un puente.

sábado, 7 de mayo de 2011

La fortuna una vez más (por Henri Michaux)

La fortuna de grandes alas, la fortuna me había llevado por equivocación
con los otros hacia su país alegre, cuando de pronto, pero de pronto,
cuando por fin yo respiraba feliz, unos diminutos e infinitos petardos
en la atmósfera me dinamitaron y luego unos cuchillos que surgían
de todas partes me cosieron a puntazos, de modo que volví a caer en
el suelo duro de mi patria, ahora para siempre mi patria.
La fortuna de alas de paja, la fortuna me había elevado por un instante
por encima de las angustias y los gemidos, cuando un grupo en número
de mil, escondido al reparo de mi distracción en la polvareda
de una alta montaña, un grupo acostumbrado desde siempre a la lucha
a muerte, de pronto se nos echó encima como un bólido, y yo volví a caer
en el suelo duro de mi pasado, pasado ahora para siempre presente.
La fortuna una vez más, la fortuna de paños frescos me había hospedado
con dulzura, y cuando yo sonreía a todos los que me rodeaban, distribuyendo
todo lo que poseía, de pronto, asido por algo desconocido que vino por
debajo y por detrás, de pronto, como una polea que se desengancha,
me sacudí, fue un salto inmenso, y volví a caer en el suelo duro de mi
destino, destino ahora para siempre el mío.
La fortuna una vez más, la fortuna de lengua de aceite, había lavado mis heridas,
la fortuna como un cabello que uno toma y que trenzaría con los suyos, me había
asido y unido indisolublemente a ella, cuando de pronto, como yo me bañaba en la
alegría, de pronto la Muerte vino y me dijo: “Es tiempo ya. Ven.” La Muerte, ahora
la Muerte para siempre jamás.

viernes, 6 de mayo de 2011

Inextinguibles ojos (por Marcel Proust)

Constelad por siempre el cielo de mi memoria,
inextinguibles ojos de aquéllas que amé.
Soñad como los muertos, fulgid como aureolas.
Como una noche de mayo brillará mi corazón.

jueves, 5 de mayo de 2011

Una especie de abismo (por Michel Houellebecq)

Yo ya me sentí viejo al poco de nacer:
los demás luchaban, deseaban, suspiraban,
en mí no sentía más que una añoranza imprecisa.
Nunca tuve nada parecido a una infancia.

En la profundidad de ciertos bosques, sobre una alfombra de musgo,
repugnantes troncos de árbol sobreviven a su follaje;
en torno a ellos se forma una atmósfera de luto.
En su piel ennegrecida y sucia medran los hongos.

Yo no serví jamás a nada ni a nadie:
lástima. Vives mal cuando es para ti mismo.
El menor movimiento constituye un problema,
Te sientes desgraciado y, sin embargo, importante.

Te mueves vagamente, como un bicho minúsculo.
Ya apenas eres nada, pero, ¡qué mal lo pasas!
Llevas contigo una especie de abismo
mezquino y portátil, levemente ridículo.

Dejas de ver la muerte como algo funesto.
De vez en cuando ríes, sobre todo al principio.
Intentas vanamente adoptar el desprecio.
Luego lo aceptas todo y la muerte hace el resto.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Varsovia (por Ana Pérez Cañamares)

Estoy tomando una cerveza
frente a lo que fue tu casa.
Ahora tu casa es un símbolo
y los símbolos no son habitables.
Para ti debió de ser
lo que nunca tendrían
que dejar de ser las casas:
entrechocar de platos
risas que estallan
sábanas estiradas para proyectar
la película velada del sol:
una película que habla de felicidad
o cuanto menos
de la seguridad de un refugio.
Refugio del trasiego y los ruidos de la calle
nunca del horror.
A través de los visillos
el horror no se presupone.

Me cuentan historias. Soldados
lanzando niños a través de las ventanas.
Soldados cortando barbas y patillas
a navaja, en la calle: carnavales de humillación.
Me cuentan historias, pero tu casa
no parece propiedad del infierno.
Está vieja, sí, y hay algún agujero de bala
bajo un alféizar, como marcas de los dedos de dios
al hundirse en barro sólido. Señalando
a los elegidos o a los condenados.
A pesar de todo, como todas las casas,
sigue teniendo algo
de tierno y de inexpugnable.

Estoy bebiendo una cerveza.
No a mi salud ni a la tuya.
¿Qué podría decir de ti?
De ti no tengo recuerdos
y siento pudor de imaginarte.
Tengo memoria de la humanidad.
Aún la tengo. Y tengo también una casa.
La recuerdo ahora: los platos
las sábanas, las cortinas:
tesoros que me delatan como ilusa propietaria.
Una puerta blindada: el foso
que ningún ejército ha puesto a prueba.
Pero más allá o más acá de las casas
hay un lugar. Un lugar que
aunque queramos compartir
aunque quieran invadir
no es un territorio ni una ruina.
Es el lugar al que escapaste
un segundo antes de que la puerta
fuera derribada. O un segundo después.
Cuando comprendiste que las casas
pueden parecernos un universo
pero ni siquiera son un país.
Y un grito en otro idioma abre
de par en par las ventanas
que lo expulsan a la calle como un vómito.
Las casas no pueden digerir
la violencia de los extraños.

Tiene que haber un lugar.
El lugar que no me revela tu foto.
El lugar que otros no destruyen
con palabras o con bombas.
Rata allí no significa nada.
El dolor puede nublarlo
pero no lo tapia.
Es el gueto que levantamos
dentro de nosotros.
La tumba que elegimos ocupar.
No la que nos señalan.

El búnker dentro de ti.

martes, 3 de mayo de 2011

Para mí, una brizna de hierba (por Walt Whitman)

Para mí, una brizna de hierba no vale menos que la
tarea diurna de los astros,
e igualmente perfecta es la hormiga, y así un grano de
arena y el huevo del jilguero;
y la rana arbórea es una obra maestra, digna de
egregias personas,
y la mora pudiera adornar los aposentos del cielo,
y en mi mano la articulación más menuda se ríe
de todas las máquinas,
y la vaca, rumiando con inclinada testuz, es más bella
que cualquier escultura;
y un ratón es un milagro capaz de asombrar a millones de
infieles.

lunes, 2 de mayo de 2011

Final de año (por Jorge Luis Borges)

Ni el pormenor simbólico
de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar
las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que, a despecho de infinitos azares,
de que, a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros:
inmóvil.

domingo, 1 de mayo de 2011

Cuando digo (por Saiz de Marco)

¿Sabes cómo te digo que te quiero cuando digo
"qué calor hace",
"¿quieres beber agua?",
"ya ha anochecido"...?

Entre las gentes,
a un lado de tus gentes y mis gentes te he dicho
"se hace tarde"
y tú debías saber que te decía "te quiero".