zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

Ver una entrada al azar

sábado, 31 de marzo de 2018

Pregunta (por May Swenson)


Cuerpo, mi casa
mi caballo, mi sabueso
qué voy a hacer
cuando te rindas

dónde voy a dormir
cómo voy a cabalgar
qué voy a cazar

adónde podré ir
sin mi montura
precipitada y ansiosa
cómo voy a saber
si adelante en el bosque
hay un tesoro o un peligro
cuando el Cuerpo mi buen
perro sabio esté muerto

Cómo será
estar en el cielo
sin techo ni puerta
con el viento por ojos

con las nubes de atuendo
¿cómo voy a esconderme?


viernes, 30 de marzo de 2018

Eres la abuela, eres mamá, eres Marosa (por Marosa di Giorgio)


Árbol de magnolias,
te conocí el día primero de mi infancia,
a lo lejos te confundes con la abuela, de cerca, eres el aparador
de donde ella sacaba el almíbar y las tazas.
De ti bajaron los ladrones;
Melchor, Gaspar y Baltasar;
de ti bajaban los pastores y los gatos;
los pastores, enamorados como gatos,
los gatos, serios como hombres, con sus bigotes y sus ojos de enamorados
Esclava negra sosteniendo criaturitas, inmóviles, nacaradas.
Virgen María de velo negro,
de velo blanco, allá en el patio.
Eres la abuela, eres mamá, eres Marosa, todo eres, con tu
eterna
juventud, tu vejez eterna,
niña de comunión, niña de novia,
niña de muerte.
De ti sacaban las estrellas como tazas,
las tazas como estrellas.
Estuvo oculto en tus ramos el Libro del Destino.
Te has quedado lejos, te has ido lejos.
Pero, voy retrocediendo hacia ti,
voy avanzando hacia ti.
Te veré en el cielo.
No puede ser la eternidad sin ti.


jueves, 29 de marzo de 2018

Ascendente y profunda (por Blanca Varela)


Junto al pozo llegué,
mi ojo pequeño y triste
se hizo hondo, interior.

Estuve junto a mí,
llena de mí, ascendente y profunda,
mi alma contra mí,
golpeando mi piel,
hundiéndola en el aire,
hasta el fin.

La oscura charca abierta por la luz.

Éramos una sola criatura,
perfecta, ilimitada,
sin extremos para que el amor pudiera asirse.
Sin nidos y sin tierra para el mando.


miércoles, 28 de marzo de 2018

Comparado conmigo (por Saiz de Marco)


Cicatriza mi herida.
Se desprende la costra de sangre coagulada.
Caen los rotos tejidos.
Nueva carne reemplaza y suple a la ya muerta.
La piel se regenera.
Se va, célula a célula, rellenando el desgarro...
como lo haría un orfebre.

Tú eres el artesano,
yo te miro en silencio un rato cada día.
Me lo paso bien, cuerpo, viendo cómo lo haces.
Quizá sólo por eso valió la pena herirme.

Con qué garbo trabajas,
yo en cambio no sabría restañarme y coserme.
(Ni latir,
ni hormonar,
ni pulsar tantas teclas sin cometer errores.)

Comparado conmigo, eres un tipo listo.
Se te da bien hacer lo que yo no podría.
Qué raro:
tú tan hábil, y yo en cambio tan torpe.​

Toda la vida has sido
(también tú, como todos)
más capaz,
más idóneo,
más resuelto que yo.



martes, 27 de marzo de 2018

Pero soy siempre yo (por Fernando Pessoa)



No soy igual en lo que digo y escribo.

Cambio, pero no cambio mucho.

El color de las flores no es el mismo bajo el sol

que cuando una nube pasa

o cuando entra la noche

y las flores son color de sombra.


Pero quien mira ve bien que son las mismas flores.

Por eso cuando parezco no estar de acuerdo conmigo

fijaos bien en mí:

si estaba vuelto para la derecha

me volví ahora para la izquierda,

pero soy siempre yo, asentado sobre los mismos pies.

El mismo siempre, gracias al cielo y a la tierra

y a mis ojos y oídos atentos

y a mi clara sencillez de alma.


lunes, 26 de marzo de 2018

Y comencé a caer (por Emily Dickinson)


Sentí un funeral en mi cabeza,

los dolientes que iban y venían,

pisaban — y pisaban — hasta que pareció

que el sentido se iba abriendo paso —

cuando todos estaban ya sentados,

la liturgia, semejante a un tambor —

redobló — y redobló — llegué a pensar

que mi mente se estaba entumeciendo —

y después les oí levantar una caja

y un crujido me atravesaba el alma

con sus botas de plomo, otra vez,

y entonces el espacio comenzó a repicar,

igual que si los cielos fueran una campana,

y el ser, sólo un oído,

y yo, con el silencio, una especie de raza

extraña, solitaria, naufragada —

y entonces una tabla se quebró en la razón,

y comencé a caer, y caer más

y me di contra un mundo, en cada choque,

y en ese instante terminé de saber


domingo, 25 de marzo de 2018

Sobre este mismo pliegue (por Miguel D' Ors)



Manos pakistaníes
que en un insospechado rincón del tiempo,
anónimas y remotas, pasasteis sobre este mismo pliegue
en que ahora están las mías; que por unos momentos
dejasteis vuestra áspera tibieza
sobre este colorido que ahora mismo,
aquí en mi casa de Granada, España,
acaba de salir de su paquete,
como el pollo del huevo,
hacia la luz de un mundo con que muchos
sueñan en Pakistán
y luego os alejasteis para siempre,
al fondo de una oscura cadena de trabajo.
¿A quién pertenecíais, manos menesterosas?,
¿qué vida estaba tras vosotras, qué
ilusiones, qué rostros,
qué penas y qué nombres? ¿qué puñado
de monedas ilusas
contasteis un minuto después de haber cerrado
este envoltorio? ¿Erais las manos de
una mujer de tez verdimorena
y cabello tirante,
llegadas de la frente sudorosa de un hijo
enfermo entre un oscuro
revoltijo de trapos, o de una
pobre escudilla, o de las ubres secas
de una cabra encerrada entre cartones?
¿O las manos de un niño -al que le estaban grandes
la camisa y los ojos-, que llegaban
ateridas después de atravesar la noche
desde un barrio harapiento, soñando con un día
del futuro, quién sabe, detener
penaltis en alguna
liga de fútbol europeo? Manos
que ahora mismo las mías adivinan y sienten
ligadas a una vida
desconocida pero que misteriosamente
es la mía también, y estrechan, en un gesto
de secreta unidad,
por encima del tiempo y la distancia.
Canción, por donde vayas
proclama que entre todas mis horas hubo una
en que en una camisa comprada en las rebajas
vi que todas las vidas son una misma Vida.



sábado, 24 de marzo de 2018

Cógelo (por Juan Ramón Jiménez)


¡Allá va el olor
de la rosa! ¡Cójelo en tu sinrazón!

¡Allá va la luz
de la luna! ¡Cójela en tu plenitud!

¡Allá va el cantar
del arroyo! ¡Cójelo en tu libertad!


viernes, 23 de marzo de 2018

Algo que tengas y no sepas (por Carlos Edmundo de Ory)


Dame algo más que silencio o dulzura
Algo que tengas y no sepas
No quiero regalos exquisitos
Dame una piedra

No te quedes quieto mirándome
como si quisieras decirme
que hay demasiadas cosas mudas
debajo de lo que se dice

Dame algo lento y delgado
como un cuchillo por la espalda
Y si no tienes nada que darme
¡dame todo lo que te falta!



jueves, 22 de marzo de 2018

El cinturón de Hipólita (por Martha Asunción Alonso)


Una vez, siendo niña, descubrí a la mujer
que me enseñó a montar en bicicleta
tiñéndose las canas: se había puesto, porque la resistencia mancha,
una camisa azul de su marido
muerto.
El cinturón de Hipólita es aquella camisa.
Mi primera maestra, Doña Cati,
enseñó a leer a tres generaciones de españoles
a través de sus gafas, ya estando jubilada: Mi-pa-pá
es-el-más-gua-po-del-mun-do-y-mi-ma-má-la-más-fuer-te
del-pla-ne-ta-tie-rra.

El cinturón de Hipólita es aquel par de gafas.

El día de su boda con el poeta Manuel Altolaguirre,
la poeta Concha Méndez caminó
flotando, con su traje de menta, hacia el altar
de los Jerónimos: su ramo de novia era un manojo
fresco de perejil.

El cinturón de Hipólita es aquel ramo verde.

Y el modo en que mi madre, a los cincuenta, le cambiaba las pilas
a su audífono para asistir a clases
en la universidad (las manos son las mismas que, con catorce
años, dejaran los compases y dictados
para ponerse a amasar pan).

El cinturón de Hipólita nunca lo robó Hércules.

Hércules robó el oro,
pero no la riqueza. ¿Cómo expoliar aquello que se mama,
capital invisible, indivisible, cual río
sangre abajo? Robó Heracles
el oro. Nos dejó

la nobleza.


miércoles, 21 de marzo de 2018

Primavera (por E. E. Cummings)


La primavera es como una quizá mano
que llega cuidadosamente saliendo de ninguna parte
arreglando una ventana
hacia dentro de la cual todos miran
mientras todos se quedan absortos ella arregla y cambia
coloca cuidadosamente allí una cosa extraña
y aquí una cosa conocida
y cambiándolo todo cuidadosamente.
La primavera es como una quizá mano en una ventana
cuidadosamente acá y allá
moviendo nuevas y viejas cosas
mientras todos miran absortos cuidadosamente
moviendo una quizá fracción de flor aquí
colocando una pulgada de aire allí
y sin romper nada.


martes, 20 de marzo de 2018

El incendio (por Santiago Sylvester)


¿Qué haríamos si después
de tantas palabras inútiles (apuestas
por la paz, reflexiones, mensajes de amor,
promesas de justicia)
un hombre aprovecha la caída de las hojas,
rodea la ciudad
y le prende fuego?

Seguramente hartos
con el trajín de los bomberos
diríamos "basta", desaprobando una conducta
que sólo quiere, como la prepotencia,
mostrarnos su propio exceso.
Y seguiríamos hablando, esperando el invierno,
arropados, como otras veces,
con nuestra manera particular
de sobrevivir correctamente entre las llamas.



lunes, 19 de marzo de 2018

Mientras recuerdo las pálidas lagunas (por Ernesto Sábato)



Salude al Respetable Público.

Así,

muy bien,

tenga su terrón de azúcar.

Hop, hop!

Damas y Caballeros,

estrictamente para familias,

poderoso león de la selva: sueñas,

dócilmente ejecutas piruetas

preestablecidas

con leve y tierna y secreta ironía.

Pobres, al fin de cuentas,

hay chicos que me quieren,

así, una vueltita, salto al aro uno dos hop!

excelente

y sueño con la selva

en sus crepúsculos antiguos

mientras distraídamente hago las pruebas

correcta y buenamente salto por el aro en llamas

me ponen sobre una silla

rujo abstraído

mientras recuerdo las pálidas lagunas

en las praderas

a las que un día he de volver

ya para siempre

(lo sé, lo creo, lo necesito)

devorando a un domador

a título simbólico

como adecuada despedida

en un acto de locura

dicen los diarios

inesperadamente su cabeza desapareció entre las fauces

chorreando sangre qué horror!

cundió el pánico

mientras por el momento

sueño

con aquella patria violenta pero candorosa

el orgulloso principado

las ceremonias del huracán y de la muerte

prófugo de la vergüenza

desnacido de la suciedad de cerdo

a la castidad del pájaro y la lluvia

a la altiva soledad.

Pasen, Damas y Caballeros,

esta fiera está amaestrada

espectáculo rigurosamente para familias

aquí lo pueden ver, hop!

salude al Respetable Público

mientras medito en la selva dura pero bella,

en sus noches de luna

en mi madre.



domingo, 18 de marzo de 2018

Y yo sentí la gravedad y la luz (por Antonio Gamoneda)


Existían tus manos.

Un día el mundo se quedó en silencio;
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos,
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel
el movimiento de la tierra.

Tus manos fueron suaves en las mías
y yo sentí la gravedad y la luz
y que vivías en mi corazón.

Todo era verdad bajo los árboles,
todo era verdad. Yo comprendía
todas las cosas como se comprende
un fruto con la boca, una luz con los ojos.



sábado, 17 de marzo de 2018

Dejen descansar a la furtiva (por Robert Desnos)


La furtiva se sienta en el pasto crecido
para descansar de un recorrido agotador
a través de un campo desierto.
Perseguida, acosada, espiada, denunciada, vendida,
fuera de toda ley, de todo alcance.
A la misma hora en que se ponen las cartas sobre la mesa
y un hombre dice a otro:
«Hasta mañana».
Pero mañana estará muerto o se habrá ido lejos.
En la hora en que tiemblan las cortinas blancas en la noche profunda,
cuando el lecho trastornado de las montañas
abierto ante su invitada desaparecida
espera a algún gigante de más allá del horizonte,
la furtiva se sienta, se duerme la furtiva.
No hagan ruido, dejen descansar a la furtiva
en una esquina de esta página.

Teman que se despierte,
más enloquecida que un pájaro que se golpea contra los muros.
Teman que muera en su casa,
teman que pulverice todas las ventanas rotas,
teman que se esconda en un ángulo oscuro,
teman despertar a la furtiva dormida.



viernes, 16 de marzo de 2018

Ese niño (por Isabel Bono)


alguien me oyó decir
quiero ser ese niño
que limpia sus labios de arena
en los puños del jersey

ese otro
que abandona sus zapatos en la orilla
despreocupado

esa niña, vestido al viento
que no sabe de modales
que grita incansable

quiero ser esos niños
que corren por la playa

no uno, todos



jueves, 15 de marzo de 2018

Sin (por Saiz de Marco)


de un piñón ha nacido
ha sido después brote
ha generado tallo

tronco
ramas
robustamente se ha alzado quince metros
ha florecido en marzo cada año
ha dado piñas
la resina ha manado de su cuerpo
ha cobijado pájaros y ardillas
día a día ha respirado
se ha nutrido a través de sus raíces
a la lluvia y al sol ha recibido
ha tenido sus propios descendientes
ha ido haciéndose viejo
300 va a cumplir

tres siglos ya de vida

y todo
todo
sin jamás pena o rabia
sin sueños ni deseos
sin temor ni dolor
(ni falta que le han hecho)


sin ojos en sus hojas
sin saberse en su savia
todo el tiempo in-sintiéndose

siempre en el otro lado

sin rozar ni un momento

sin siquiera asomarse a la consciencia


miércoles, 14 de marzo de 2018

Limpios (por Rafael Baldaya)


Todo lo impuro,
nuestra inmundicia,
nuestra mezquindad interna,
se van cuando morimos,
se salen de nosotros al tiempo que expiramos

Muerte depuradora,
qué bien que luego vengas a limpiarnos por dentro

Y otra vez seré puro,
sin suciedad,
sin costra,
sin las salpicaduras de barro
del camino

Qué bien que finalmente
todos seremos puros,
limpios todos de nuevo como antes de nacer



martes, 13 de marzo de 2018

Casi reían (por Alfred Corn)


Un cementerio tierra adentro:

en la cumbre de una larga, cálida colina,

tierra enrojecida y hojas de roble oscuro;

grave formalidad de piedras inclinadas, fechadas

en los años sesenta y ochenta. “Mr. Daniel.

–Su muerte hizo más necesario al cielo.”

Debatimos la interpretación de este epitafio.

No lejos, bajo la pordiosera sombra

de un madroño con musgo comestible, una piedra cariada

se asfixiaba bajo una telaraña de algarroba.

Unas descoloridas flores de plástico morían de hambre en el arenoso suelo,

verde-amarillo y rosa. Adiviné las verdaderas facciones

de la muerte, casi reían, y después escuché

un cascabeleo de chapulines en los tibios tallos.

¿Eran serpientes venenosas? Me sentí contento de sentir miedo

de nuevo –no gracias a la muerte, que vuelve el vivir

casi innecesario.

Cada quien buscamos

monumentos con nuestros nombres. Hallaste uno.

Los pensamientos eran acacias cuando me senté y los observé,

cabezas de alfileres lanzadas entre los indolentes árboles.

Cuando nos fuimos, lamentaron las piedras que no pudiéramos quedarnos.



lunes, 12 de marzo de 2018

Nuestro vuelo (por Joan Payeras)



Como el vuelo de la ceniza

que gira y gira

a las órdenes del viento

y de repente cae

quieta por unos instantes

como fundida con la tierra

antes de iniciar de nuevo el vuelo

ligero azaroso sutil


nuestro vuelo como el vuelo de la ceniza

con idéntica insignificancia

con idéntica belleza



domingo, 11 de marzo de 2018

Como los que se helaron se acuerdan de la nieve (por Emily Dickinson)


Después de un gran dolor llega una sensación solemne
y los nervios se aquietan, ceremoniosos como tumbas-
El corazón acartonado se pregunta si fue él quien pudo aguantar tanto,
y ¿fue ayer o hace siglos?

Los pies, mecánicos, recorren
por el suelo, o el aire, o la nada
un camino sin gracia
y descuidado,
un contento de cuarzo, como una piedra.

Es la hora del plomo-
recordada, si es que se sobrevive,
como los que se helaron se acuerdan de la nieve-
Primero el frío- después el estupor- después abandonarse.




sábado, 10 de marzo de 2018

En un laboratorio (por Wislawa Szymborska)


Quizá todo esto
está sucediendo en un laboratorio.
Bajo una lámpara de día
y miles de millones de lámparas de noche.

Quizá somos una generación piloto.
Vertidos de un recipiente a otro,
agitados en matraces,
observados por algo más que un ojo,
cada uno por separado
cogidos al final con pinzas de uno en uno.

O quizá de otro modo:
ninguna intervención.
Los cambios se producen solos
según lo establecido.
La aguja del gráfico dibuja lentamente
los zigzags previstos.

Quizá hasta ahora nada tenemos de curioso.
Los monitores de control están pocas veces conectados.
Sólo si hay una guerra, y más bien de las grandes,
algunos vuelos sobre el terrón de la Tierra,
o visibles migraciones del punto A al B.

O quizá al revés:
sólo les gustan las secuencias.
He aquí a una niña en una gran pantalla
mientras se cose un botón de la manga.

Los sensores silban,
el personal acude.
¡Qué ser es ése
con su pequeño corazón latiendo dentro!
¡Qué graciosa seriedad
al enhebrar la aguja!
Alguien grita exaltado:
¡Informad al Jefe
que venga y lo vea él mismo!



viernes, 9 de marzo de 2018

Pero me acuerdo de cómo lavabas (por Patricio Foglia)


una parte de mis días
la dedico a lavar los platos
un poco de detergente sobre la esponja
un poco de agua
después la espuma para recorrer
las ollas los vasos
yo encuentro
en la mecánica de la limpieza
mi nieve incesante
mi reposo
mi mente en blanco
mamá
nunca fuiste la típica
madre ama de casa
pero me acuerdo de cómo lavabas
de tus guantes
impecables tus uñas pintadas
a lo mejor este sea un homenaje
una extraña despedida cotidiana
la forma en que me convierto
poco a poco
yo mismo en mi propia madre



jueves, 8 de marzo de 2018

Medallas (por Charles Simic)


En la chatarrería
hay una pequeña cesta de mimbre
llena de medallas
de viejas guerras
que nadie recuerda.

Le di la vuelta a una
para sentir el alfiler
que una vez atravesó
el orgulloso pecho del héroe.



miércoles, 7 de marzo de 2018

Balzac (por Raymond Carver)


Pienso en Balzac con su gorro de dormir tras
pasarse treinta horas en el escritorio,
se alza de su rostro una neblina,
la bata se le pega
a sus velludos muslos cuando
se rasca, demorándose
ante la ventana abierta.
Afuera, en el bulevar,
las manos blancas y bruscas de los acreedores
estiran bigotes y corbatas,
las damas jóvenes piensan en Chateaubriand
mientras pasean con sus parejas,
los carruajes traquetean vacíos, oliendo
a cuero y a la grasa de los ejes.
Como un enorme caballo de tiro, Balzac
bosteza, resopla, se mueve con pesadez
hasta el baño
y, abriendo la bata,
apunta al orinal de principios de siglo
un gran chorro de pis. La cortina de encaje atrapa
la brisa. ¡Espera! Una última escena
antes de irse a dormir. Su cerebro rebulle mientras
vuelve al escritorio — la pluma,
el frasco de la tinta, las cuartillas revueltas.



martes, 6 de marzo de 2018

Seguro que se llama Encarni o Chary (por Miguel d' Ors)


Mira que es ordinaria y gorda. ¡Y esa falda!
Seguro que se llama Encarni o Chary
(no serás tan cenizo de suponerla Yénifer).
Seguro que se sabe todos los culebrones.
Seguro que habla azín —y con el chicle
asomando por medio de cada tontería—.
Peluquera o cajera, muy sincera,
moderna con su pircin,
chismosa, con un punto rociero
y loca por «salir»: todos los requisitos
de la mujer que tú siempre has soñado
en tus más negras pesadillas.

Y,
sin embargo —confiésalo—, por un instante, sólo
el tiempo de un destello,
algo dentro de ti la ha envidiado: esa mano
apoyada en su hombro,
la mano de ese novio de barriada,
también vulgar y chata, hecha al ladrillo
y el soplete, esa mano que, pese a todo, tú
sabes que, a su manera, es el Amor.



lunes, 5 de marzo de 2018

Mi posible (por Juan Ramón Jiménez)


¿Soy yo quien anda esta noche por mi cuarto, o el mendigo
que rondaba mi jardín, al caer la tarde?

Miro en torno y veo que todo es lo mismo y no es lo mismo…
¿La ventana estaba abierta? ¿Yo no me había dormido?
¿El jardín no estaba verde de luna?… El cielo era limpio
y azul... Y hay nubes y viento y el jardín está sombrío…

Creo que mi barba era negra… Yo estaba vestido
de gris… Y mi barba es blanca y estoy enlutado… ¿Es mío
este andar? ¿Tiene esta voz que ahora suena en mí, los ritmos
de la voz que yo tenía?

¿Soy yo, o soy el mendigo
que rondaba mi jardín al caer la tarde?…

Miro en torno… Hay nubes y viento… El jardín está sombrío…

…Voy y vengo… ¿Y yo, !yo!, no me había ya dormido?
Mi barba está blanca… Y todo no es lo mismo y es lo mismo.


domingo, 4 de marzo de 2018

Sólo que el tiempo lo ha invadido todo (por Nicanor Parra)


A recorrer me dediqué esta tarde
las solitarias calles de mi aldea
acompañado por el buen crepúsculo
que es el único amigo que me queda.
Todo está como entonces, el otoño
y su difusa lámpara de niebla,
sólo que el tiempo lo ha invadido todo
con su pálido manto de tristeza.
Nunca pensé, creédmelo, un instante
volver a ver esta querida tierra,
pero ahora que he vuelto no comprendo
cómo pude alejarme de su puerta.
Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
en la torre más alta de la iglesia;
el caracol en el jardín, y el musgo
en las húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, éste es el reino
del cielo azul y de las hojas secas
en donde todo y cada cosa tiene
su singular y plácida leyenda:
hasta en la propia sombra reconozco
la mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
que presenció mi juventud primera,
el correo en la esquina de la plaza
y la humedad en las murallas viejas.
¡Buena cosa, Dios mío! nunca sabe
uno apreciar la dicha verdadera,
cuando la imaginamos más lejana
es justamente cuando está más cerca.
Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
que la vida no es más que una quimera;
una ilusión, un sueño sin orillas,
una pequeña nube pasajera.
Vamos por partes, no sé bien qué digo,
la emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
cuando emprendí mí singular empresa,
una tras otra, en oleaje mudo,
al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
y cuando estuve frente a la arboleda
que alimenta el oído del viajero
con su inefable música secreta
recordé el mar y enumeré las hojas
en homenaje a mis hermanas muertas.
Perfectamente bien. Seguí mi viaje
como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
me detuve delante de una tienda:
el olor del café siempre es el mismo,
siempre la misma luna en mi cabeza;
entre el río de entonces y el de ahora
no distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
que mi padre plantó frente a la puerta
(ilustre padre que en sus buenos tiempos
fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
era un trasunto fiel de la Edad Media
cuando el perro dormía dulcemente
bajo el ángulo recto de una estrella.
A estas alturas siento que me envuelve
el delicado olor de las violetas
que mi amorosa madre cultivaba
para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
no podría decirlo con certeza;
todo está igual, seguramente,
el vino y el ruiseñor encima de la mesa,
mis hermanos menores a esta hora
deben venir de vuelta de la escuela:
¡Sólo que el tiempo lo ha borrado todo
como una blanca tempestad de arena!


sábado, 3 de marzo de 2018

En tu pequeño cráneo (por Saiz de Marco)


No cuentas hasta diez;
ni aun atisbas que tienes dos riñones;
jamás aprenderías a tocar la guitarra;
no sabes leer un texto;
careces de sintaxis:
todo lo más emites unos pocos sonidos sin articulación;
ignoras la noción de continente;
desconoces que la Tierra da vueltas
(de hecho, no sabes qué es el Tierra);
tu yo no reconoces delante del espejo;
no puedes escribir;
pero bajo tu pelo y en tu pequeño cráneo
guardas un recoveco para el amor.


viernes, 2 de marzo de 2018

LO QUE NO OLVIDARÉ


Quienes hacemos zUmO De PoEsÍa nos proponemos recopilar las vivencias más intensas, o emotivas, o fascinantes de la vida de muchas personas, para editarlas en formato de libro (físico o digital) con fines solidarios.

Por ello te pedimos y agradecemos que nos relates, mediante un comentario en nuestro blog (ya sea con tu nombre, con tu nick, o como anónimo), tu experiencia real más impactante o marcadora: aquello que personalmente más te ha impresionado, conmovido o hecho sentir en tu vida.

No tiene por qué ser un suceso insólito ni extraordinario: sólo aquello que, aunque pueda parecer trivial o anecdótico, a ti (por la razón que sea) te impactó o sobrecogió.

Cuando dispongamos de un número suficiente de historias vividas, editaremos esos relatos (por supuesto, sin propósito lucrativo).

Anímate y envía a ZuMo De PoEsÍa tu experiencia vivida más sorprendente o emocionante.

(Esta solicitud aparecerá periódicamente en el blog.)



En camino (por Milo de Angelis)



Todo estaba ya en camino. Desde entonces hasta aquí. Todo

el tiempo, luminoso, rozaba los labios. Toda

la respiración se concentraba en el collar. Las sombras

de Lambrate cerraron la puerta. Toda la habitación,

absorta, se convirtió en el primer latido. El negro

de tus cabellos contra el amarillo del último rayo.

Desde entonces hasta aquí. Era el primer día del verano.

El silencio nos llenaba la frente. Todo estaba

ya en camino, desde entonces, todo estaba aquí, único

y perdido, nuestro y remoto. Todo pedía

permanecer a la espera de volver a su verdadero nombre.



jueves, 1 de marzo de 2018

Con nuestra sombra (por Matthias Johannessen)


Los cráteres descansan
su sueño
milenario

la lava se viste de musgo
bajo el silencio
helado

la sombra del coche
se acerca velozmente
todo ello en el camino
se funde
en luz de luna de la noche clara

así nos encontramos con nuestra sombra
y la seguimos
con un volcán apagado en el pecho.