zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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viernes, 31 de julio de 2020

El problema está en lo que construimos (por Lew Welch)


Viví aquí casi cinco años antes de poder enfrentarme al día del Medio Oeste con algo parecido a la dignidad. Es un lugar que te deja saber por qué la Biblia es como es: la gente orgullosa no puede vivir aquí.

Es un terreno demasiado plano. Feo, hosco y grande, machaca a los hombres más allá de la humildad. Se doblegan a los 35, probablemente encogidos por el cielo pesado y terrible. En un territorio como éste no puede haber otro Dios que Yahvéh.

En las fábricas y refinerías del sur, Chicago lanza un gas natural en llamas que oscilan como mecheros en chimeneas de cien pies de altura. El hedor te acuchilla los ojos. Todo el cielo es un fondo verde y amarillo para el esqueleto, acero de una ciudad bombardeada.

¿Te acuerdas de las películas en la escuela? ¿Los hombres con máscaras haciendo cosas pesadas tras una cortina de chispas de acero? ¿La pantalla oscura relampagueando luz y la puerta del horno que se abre con una explosión naranja como de atardecer? ¿O una naranja?

Fotografiado por un hada, entusiasmada como una niña, o un nazi al que le encantaría que hubiese gente detrás de esa puerta (de ahí su remota belleza), pero Sievers, cuyo padre se pasó la mayor
parte de su vida allí, recuerda a un "negro con camiseta roja meando en la arena oscura".

Pasaron cinco años hasta que pude permitirme reconocer su ferocidad. Los amigos me ayudaron. Entonces le puse cariño a mi casa. Por fin descubrí algunos lagos tranquilos y una granja en la que me dejaban cazar faisanes.

De pie sobre la barca una noche vi el lago aplanarse por completo. Menores que gotas de lluvia, y sólo aquí y allá, podían verse anillos de peces comiendo a cientos de yardas — ¡y la Perca que cogí
esa tarde izada de su lago del norte como si fuera tropical! Una joya en su oreja, un vientre dorado tan brillante que jurarías que lleva dentro una luz. Su color se desvaneció con su vida. Un pequeño pez
verde...

Bien mirado, es un planeta amable y generoso, incluso aquí. Mucho más amable aquí que en otra docena de lugares. El problema está siempre y sólo en lo que construimos sobre él.

Nadie más a quien culpar. Ni puedes arreglarlo ni hacer que desaparezca. No ayuda apelar a algún Tonante mal pergeñado que amenaza sobre un peñasco inimaginable...

Es nuestro. Hasta en el más pequeño de los detalles, la existencia de todo depende sola y finalmente de nuestra tolerancia.

Conduciendo de vuelta, vi Chicago erguido sobre sus gases y comprendí de nuevo que no se hizo al hombre para enfrentarse a esta despiadada monstruociudad, sin parecido a nada.

Resuella en la orilla de su Gran Lago como un rinoceronte, rojo, ciego. Ya ha comenzado a destruirnos.

No puedes arreglarlo. No puedes hacer que desaparezca. No sé qué vas a hacer tú, pero sí sé lo que voy a hacer yo. Voy a alejarme de ella. Tal vez una pequeña parte morirá si no estoy aquí alimentándola.


jueves, 30 de julio de 2020

Siento que no estoy preparado (por Alastair Reid)


Al final del suculento verano
la casa está manchada de verde.
Me estiro en busca de la mano

de mi padre, la antigüedad de sus uñas.
A intervalos, aunque endeble,
aparece y prevalece una dulzura.

La tan aromática noche
parece llegarle a la garganta.
Es como si la noche tosiera.

En los demás cuartos de la casa
los muebles han enmudecido.
La edad se le ha encajado en la cara.

Voy acunándole el tembloroso mentón
y lo afeito, sintiendo que el hueso
va estirándole la piel de cera.

Nos hemos vuelto manos más que nada
y voces que entiendas.
Está la casa toda en pendiente.

Siento que no estoy preparado
para estar sin tu frágil y desperdiciado cuerpo,
los diversos caminos de tu pensamiento,

tu vida, sus venas trastabillantes.
Tarde a tarde, me resisto
a dejarte a solas con tu muerte.

Tampoco me habré de demorar
en la interminable, acumulativa pregunta
que, siendo tu hijo, habré de formular.

Pero una noche cualquiera,
pronto, para ti la oscuridad
no será día que amanezca,

y entonces empezaré contigo
la vacilante conversación
que sigue y sigue y sigue.


miércoles, 29 de julio de 2020

Estatuas (por Sergio Ballouk)


¿Cuántas estatuas de bandidos

comandantes de exterminios

capitanes de monte? ¿Cuántas?


¿Cuántos nombres de ricos en calles

plazas y viaductos, de gente

a la que no le gustaba la gente? ¿Cuántos?


¿Cuántos podridos por dentro

podridos en pie, como si en pie

resbalaran las tropas y el veneno? ¿Cuántos?


¿Cuántos todavía nos están viendo

aguardando el mejor momento

de entrar en una estatua de bronce? ¿Cuántos?


martes, 28 de julio de 2020

Persecución (por Sylvia Plath)


Una pantera macho me ronda, me persigue:

un día de estos al fin me matará.

Su avidez ha encendido los bosques,

su incesante merodeo es más altivo que el sol.

Más suave, más delicado se desliza su paso,

avanzando, avanzando siempre a mis espaldas.

Desde la esquelética cicuta, los grajos graznan estrago:

la caza ha comenzado; la trampa, funcionado.

Arañada por las espinas, ojerosa y exhausta,

atravieso penosamente las rocas, el blanco y ardiente

mediodía. En la roja red de sus venas,

¿qué clase de fuego fluye, qué clase de sed despierta?

La pantera, insaciable, escudriña la tierra

condenada por nuestro ancestral delito,

gimiendo: sangre, dejad que corra la sangre.

La carne ha de saciar la herida abierta de su boca.

Afilados, los desgarradores dientes; suave

la quemante furia de su pelaje; sus besos agostan,

dan sed; cada una de sus zarpas es una zarza;

El hado funesto consuma ese apetito.

en la estela de este felino feroz,

ardiendo como antorchas para su dicha,

carbonizadas y destrozadas, yacen las mujeres,

convertidas en la carnaza de su cuerpo voraz.

Ahora las colinas incuban, engendran una sombra

de amenaza. La medianoche ensombrece el tórrido soto;

el negro depredador, impulsado por el amor

a las gráciles piernas, prosigue a mi ritmo.

Tras los enmarañados matorrales de mis ojos

acecha el ágil; en la emboscada de los sueños,

brillan esas garras que rasgan la carne,

y, hambrientos, hambrientos, esos muslos recios.

Su ardor me engatusa, prende los árboles,

y yo huyo corriendo con la piel en llamas.

¿Qué bonanza, qué frescor puede envolverme

cuando el hierro candente de su mirada me marca?

Yo le arrojo mi corazón para detener su avance,

para apagar su sed malgasto mi sangre, porque

él lo devora todo y, en su ansia, continúa buscando comida,

exigiendo un sacrificio absoluto. Su voz

me acecha, me embruja, me induce al trance,

el bosque destripado se derrumba hecho cenizas;

aterrada por un anhelo secreto, esquivo

corriendo el asalto de su radiación.

Tras entrar en la torre de mis temores,

cierro las puertas a esa oscura culpa,

las atranco, una tras otra las atranco.

Mi pulso se acelera, la sangre retumba en mis oídos:

las pisadas de la pantera lamen los peldaños,

subiendo, subiendo las escaleras.


lunes, 27 de julio de 2020

Y me abrazo a los olmos (por Juan Ramón Jiménez)


Los brazos de los doce olmos desnudos,
mis olmos, mis amigos naturales,
me abrazan negros, blancos. Nieva.
¡Y qué abrazo
de bosque el de estos doce olmos,
en este olmo primero, junto a mí!

¡La melodía, blanca, negra, en negro blanco abrazo;
frío y cálido abrazo,
como el del perro, el animal que viene vaheando;
el blanco y negro estar a gusto aquí
desnudo, aunque vestido;
la unidad de lo blanco con lo negro solos,
dos negros con dos blancos;
la eternidad desnuda blanca, negra;
bosque mío de olmos con la nieve!

Y al fin, levanto más mis brazos y los abro
y me abrazo a los olmos en el olmo,
en su total de ramas desnudas blancas negras;
esta vibrante y armoniosa sinfonía
de ramas en enlace sucesivo;
bosque hecho abrazo con la nieve;
y me cierro con él, en un abrazo inmenso,
desnudo de blancura y de negrura,
un bosque natural de ser y ser
en un abrazo natural de amor,
con mi ser natural desnudo de árbol hombre.


domingo, 26 de julio de 2020

Antes de separarse (por Abraham Gragera)


Somos como los siglos

antes de separarse.

Espera un poco más, amor,

que el mar está lloviéndose aún,

que no llegamos tarde.


Que ya no teme la semilla

caer sobre la roca,

y el silencio y la oscuridad se besan,

y mi mano te busca,

y hay otros en nosotros que se tocan


sus pieles encendidas.

Estar desnudos es venir de lejos

y siempre estar llegando.

Espera un poco más, amor,

que nada es poco para los que esperan tanto.


Que el aire se hará llama,

como la voz aliento,

como ahora es de noche

y el ojo mira las estrellas,

y las estrellas miran hacia dentro.


sábado, 25 de julio de 2020

Cada ojo un tubo de ensayo (por Marcos Herrera)


La verdad
no existe.

Son los vidrios de la mitología que abandonaste
cuando decidiste operarte los ojos.

Cada ojo, un tubo de ensayo
en donde un dios
enclenque y mal pagado
mezcla líquidos,

colores fantásticos
que atacan sin que los veas,

como lobos a ovejas,

para que al amanecer
me abraces antes de que me despierte

y me digas que nunca más
vas a viajar a las profundidades.


viernes, 24 de julio de 2020

Pero el otro (por José Emilio Pacheco)


Alguien te sigue a veces en silencio.
Las cosas nunca dichas
se transforman en actos.
Atraviesas la noche en las manos del sueño,
pero el otro, implacable,
no te abandona: lucha
contra la irrealidad, la falsa vida
donde todo es ocaso.
Frágil perseguidor que eres tú mismo,
lo has obligado a ser, en guardia siempre,
el minucioso espejo que no olvida.



jueves, 23 de julio de 2020

Hoy lo volví a ver (por Roberto Bolaño)


La historia comienza con la llegada del sexto enfermo,

un tipo de más de sesenta, solo, de enormes patillas,

con una radio portátil y una o dos novelas de aquellas

que escribía Lafuente Estefanía.

Los cinco que ya estábamos en la habitación éramos amigos,

es decir, nos hacíamos bromas y conocíamos

los síntomas verdaderos de la muerte,

aunque ahora ya no estoy tan seguro.

El sexto, mi padre, llegó silenciosamente

y durante todo el tiempo que estuvo en nuestra habitación

casi no habló con nadie.

Sin embargo, una noche, cuando uno de los enfermos se moría

(Rafael, el de la cama nº 4)

fue él quien se levantó y llamó a las enfermeras.

Nosotros estábamos paralizados de miedo.

Y mi padre obligó a las enfermeras a venir

y salvó al enfermo de la cama nº 4

y luego volvió a quedarse dormido

sin darle ninguna importancia.

Después, no sé por qué, lo cambiaron de habitación.

A Rafael lo mandaron a morir a su casa y a otros dos

los dieron de alta.

Y a mi padre hoy lo volví a ver.

Como yo, sigue en el hospital.

Lee su novela de vaqueros y cojea de la pierna izquierda.

Su rostro está terriblemente arrugado.

Aún lo acompaña la radio portátil de color rojo.

Tose un poco más que antes y no da mucha importancia

a las cosas.

Hoy hemos estado juntos en la salita, él con su novela

y yo con un libro de William Blake.

Afuera atardecía lentamente y los coches fluían como

pesadillas.

Yo pensaba y pensaba en mi padre, una y otra vez,

hasta que éste se levantó, dijo algo

con su voz aguardentosa

que no entendí

y encendió la luz.

Eso fue todo. Él encendió la luz y volvió a la lectura.

Praderas interminables y vaqueros de corazones fieles.

Afuera, sobre el Monte Carmelo, pendía la luna llena.



miércoles, 22 de julio de 2020

Una nueva estrella (por Wislawa Szymborska)


Se ha descubierto una nueva estrella,
lo cual no quiere decir que se vea más claro
en el cielo, ni que ella nos faltase.

La estrella es grande y lejana,
tan lejana que es muy pequeña,
más pequeña que otras,
incluso más pequeña que ella misma.
El asombro no tendría nada de
sorprendente
si es que tuviéramos tiempo para
sorprendernos.

La edad de la estrella, su masa, su lugar en el universo,
bastan tal vez
para una tesis doctoral
y para un brindis.
En los medios cercanos al cielo: el astrónomo, su mujer, los padres, los colegas,
el ambiente es desenvuelto,
no se exige ninguna formalidad,
la conversación gira sobre las novedades del barrio
y se picotean cacahuetes.

La estrella es magnífica,
pero eso no es razón
para no beber a la salud de nuestras
damas,
incomparablemente más cercanas.
La estrella es intrascendente.
No tiene ningún efecto sobre el clima, la moda, los goles del partido,
los reajustes del gabinete, los presupuestos y la pérdida de valores.
No tiene ninguna influencia sobre la
propaganda
ni sobre la industria pesada.
No se refleja sobre el barniz de la mesa de debates.
Es irrelevante para los días contados de la vida.

Para qué preguntar
bajo cuántas estrellas nace el hombre
y bajo cuántas estrellas muere
un instante después.



martes, 21 de julio de 2020

Aquel niño (por Joan Margarit)


Aquel niño callado. Juega solo.
Permanece detrás de estos ojos de viejo,
resiste la embestida brutal del mediodía
oyendo los confusos versículos del mar
y el grito de los cuerpos desnudos y oxidados
al entrar en las aguas transparentes y frías
de la playa de piedras. Avergonzado, corre
de un escondite a otro de los cuentos.
Duerme dentro de mí, desvalida criatura:
duerme dentro de mí, una noche de reyes,
donde en silencio vuelan las escobas
y los lobos dejaron sus huellas en la nieve.
Afuera brilla un cielo lleno de albaricoques,
y el mar azul oscuro de ciruelas
se deshace en los negros cuchillos de las rocas.
El verano de alcohol frío en los ojos
me hace sentir mi vida como la pulpa oscura
y dorada de un fruto que se pudre
alrededor del hueso del recuerdo.
Dentro de mí ocúltate, desvalida criatura.
Dentro de mí protégete de la cruel claridad.
Recita la leyenda que habla del niño gris
y de la miserable bicicleta
montada por el triste ciclista del suburbio.
Te busca y está cerca. Pedalea hacia aquí.


lunes, 20 de julio de 2020

Tía Rose (por Allen Ginsberg)


Ahora -Tía Rose- podría verte
con tu cara delgada y tus dientes de conejo y el dolor
del reúma -y un largo, negro, pesado zapato
en tu huesuda pierna izquierda,

renqueando por el largo pasillo alfombrado, en Newark,

pasando el gran piano negro
en esa misma habitación,
donde se hacían las fiestas
y en la que yo cantaba himnos republicanos de la Guerra Civil
Española, con voz chillona y muy aguda
(histérico), mientras el comité
me escuchaba cantar,
y tú renqueabas por la habitación
recogiendo el dinero-

la tía Honey, el Tío Sam, alguien desconocido que tenía una insignia

de tela en el bolsillo
de la Brigada Lincoln
y una cabeza calva enorme y joven

tu triste cara larga,

tus lágrimas de frustración sexual
(qué llantos sofocados y caderas huesudas
debajo de la almohada de Osborne Terrace)

aquella vez que me senté en el inodoro, totalmente desnudo,

mientras tú me rociabas loción de camomila en la entrepierna
contra la hiedra venenosa -mis tiernos
vergonzosos vellos primerizos, morenos y rizados,
qué estarías pensando, secretamente en tu alma,

ahora que ya me conocías como hombre-

y yo era una ignorante muchachita de silencio familiar en el delgado
pedestal de mis piernas en el baño -el Museo de Newark.

Tía Rose–

Hitler murió, Hitler está en la Eternidad; Hitler está con
Tamerlán y Emily Brontë

Aunque te veo todavía, caminando espectral por Osborne Terrace,
atravesando el largo y oscuro corredor hacia la puerta de la calle,
renqueando un poco, una sonrisa dolorida dibujada en la cara,
enfundada en lo que debe haber sido un vestido de seda

estampado con flores

recibiendo al Poeta, mi papá, en su visita a Newark

te veo llegar al living
y bailotear sobre tu pierna mala
y festejar con un aplauso
que le hubiera aceptado publicar su libro
el editor de Liveright.

Hitler murió, y Liveright fue a la quiebra
El desván del pasado y El minuto infinito se agotaron

El tío Harry vendió ya su último par de medias de seda
Claire dejó de asistir a la escuela de danza interpretativa


Buba se pasa el día sentada en un asilo para ancianas,

como si fuera un monumento todo lleno de arrugas,
parpadeando a los recién nacidos

te vi en el hospital, la última vez,

el cráneo blanquecino sobresalía de la piel color ceniza
muchachita de venas azules inconsciente en una carpa
de oxígeno la guerra
en España acabó hace mucho

Tía Rose.


domingo, 19 de julio de 2020

Yo dejo hacer, dejo pasar (por Nicanor Parra)


Mil novecientos treinta. Aquí empieza una época

con el incendio del dirigible R 101 que se precipita a tierra

envuelto en negras ráfagas de humo

y en llamas que se ven desde el otro lado del Canal

Yo no ofrezco nada especial, yo no formulo hipótesis

yo sólo soy una cámara fotográfica que se pasea por el desierto

soy una alfombra que vuela

un registro de fechas y de hechos dispersos

una máquina que produce tantos o cuantos botones por minuto


Primero indico los cadáveres de Andrée y de sus infortunados compañeros

que permanecieron ocultos en la nieve septentrional durante medio siglo

para ser descubiertos un día del año mil novecientos treinta

año en que yo me sitúo y soy en cierto modo situado

Señalo el lugar preciso en que fueron dominados por la tormenta

he ahí el trineo que los condujo a los brazos de la muerte

y el bote lleno de documentos científicos

de instrumentos de observación

lleno de comestibles y de un sinnúmero de placas fotográficas


En seguida me remonto a uno de los picos más altos del Himalaya

al Kanchetunga, y miro con escepticismo la brigada internacional

que intenta escalarlo y descifrar sus misterios

veo como el viento los rechaza varias veces al punto de partida

hasta sembrar en ellos la desesperación y la locura

veo a algunos de ellos resbalar y caer al abismo

y a otros veo luchar entre sí por unas latas de conserva


Pero no todo lo que veo se reduce a fuerzas expedicionarias:

yo soy un museo rodante

una enciclopedia que se abre paso a través de las olas

registro todos y cada uno de los actos humanos

basta que algo suceda en algún punto del globo

para que una parte de mí mismo se ponga en marcha

En eso consiste mi oficio

Concedo la misma atención a un crimen que a un acto de piedad

vibro de la misma manera frente a un paisaje idílico

que ante los rayos espasmódicos de una tempestad eléctrica

Yo no disminuyo ni exalto nada

me limito a narrar lo que veo


Veo a Mahatma Gandhi dirigir personalmente

las demostraciones públicas en contra de la Ley de la Sal

veo al Papa y a sus Cardenales congestionados por la ira

fuera de sí, como poseídos por un espíritu diabólico

condenar las persecuciones religiosas de la Rusia soviética

y veo al príncipe Carol volver en aeroplano a Bucarest

miles de terroristas croatas y eslovenos son ejecutados en masa a mis espaldas

Yo dejo hacer, dejo pasar

dejo que se les asesine tranquilamente

y dejo que el general Carmona se pegue como lapa al trono de Portugal


Esto fue y esto es lo que fue el año mil novecientos treinta

así fueron exterminados los kulaks de la Siberia

de este modo el general Chang cruzó el río Amarillo y se apoderó de Pekín

de ésta y no de otra manera se cumplen las predicciones de los astrólogos

al ritmo de la máquina de coser de mi pobre madre viuda

al ritmo de la lluvia, al ritmo de mis propios pies descalzos

y de mis hermanos que se rascan y hablan en sueños


sábado, 18 de julio de 2020

Parra camina (por Roberto Bolaño)


Ahora Parra camina
ahora Parra camina por Las Cruces
Marcial y yo estamos quietos
y oímos sus pisadas
Chile es un pasillo largo y estrecho
sin salida aparente
El Flandes indiano que se quema allá a lo lejos
un incendio rodeado de huellas
o los restos de un incendio
y los restos de unas huellas
que el viento va borrando
o diluyendo
nadie te da la bienvenida a Dinamarca
todos estamos haciendo
lo indecible
nadie te da la bienvenida a Dinamarca
aquí está lloviendo
y las cruces exhiben huellas
de hormigas y de incendios
oh el Flandes indiano
el interminable pasillo de nuestro descontento
en donde todo lo hecho parece deshecho
el país de Zurita y de las cordilleras fritas
el país de la eterna juventud
sin embargo llueve y nadie se moja
excepto Parra
o sus pisadas que recorren
estos tierrales en llamas
petrificadas
estos camposantos arados por bueyes
inmóviles
Oh el Flandes indiano de nuestra lengua esquizofrénica
toda pisada deja huella
pero toda huella es inmóvil
nada que ver con el hombre o la sombra
que una vez pasó
o que en el último suspiro intentó
materializar la cobra
del sueño inmóvil
o de lo que en el sueño sobra
representaciones representaciones
carentes de sustancia
En el Flandes indiano de la fractura
infinita
pero nosotros sabemos que todos
nuestros asuntos
son finitos (alegres, sí, feroces,
pero finitos)
la revolución se llama Atlántida
y es feroz e infinita
mas no sirve para nada
a caminar, entonces, latinoamericanos
a caminar a caminar
a buscar las pisadas extraviadas
de los poetas perdidos
en el fango inmóvil
a perdernos en la nada
o en la rosa de la nada
allí donde sólo se oyen las pisadas
de Parra
y los sueños de generaciones
sacrificadas bajo la rueda
y no historiadas


viernes, 17 de julio de 2020

Decir no (por Idea Vilariño)


Decir no
decir no
atarme al mástil
pero
deseando que el viento lo voltee
que la sirena suba y con los dientes
corte las cuerdas y me arrastre al fondo
diciendo no no no
pero siguiéndola


jueves, 16 de julio de 2020

Cuestión de hechicería (por José Luis García Martín)


Si todo fue cuestión de hechicería,

si nunca fue verdad aquella historia,

si el jardín era polvo y sombra y nada,

aire en el aire, música y danzantes,

¿de dónde viene este dolor de ahora,

este hoyo que no se llena nunca,

esta falta de suelo en la mañana,

este dar tumbos a ninguna parte?

Qué poderosa se elevó tu mano

inmensa sobre el mundo y yo con ella,

súbito rey del universo todo.

Abrí los ojos. Vi que era mi vida

trampantojo y cartón y poco más.

Tan solo esa mentira fue verdad.


miércoles, 15 de julio de 2020

Apiádate (por Isidro Saiz de Marco)


Apiádate, Universo, de tus trozos sensibles:
de los que no son solo roca,
de los que no son solo agua,
de los que no son solo hierro,
de los que no son solo gas,
de los que no son solo luz,
de los que no son solo una tormenta eléctrica
o una erupción volcánica.

De tus trozos que sienten,
de tus trozos que sufren,
de tus trozos que saben -poco, sí, pero saben
y se saben-,
de tus trozos capaces de dolor y desgarro,
de tus pobres minucias cerebradas
por un tiempo conscientes como ésas de la Tierra
surgidas de tu hacer o de tu azar,
de esos fragmentos mínimos
en que prendió la vida,
de esos pequeños nódulos de materia blanduzca
que a fin de cuentas son pedazos tuyos:

-si es que Todo Tú piensas, sientes, sabes-
de tus trozos sensibles apiádate, Universo.


martes, 14 de julio de 2020

Sosiégate, corazón (por Fernando Pessoa)


¡Sosiégate, corazón! ¡No desesperes!
Tal vez un día más allá de los días
encuentres lo que quieres porque no lo quieres.
Entonces, libre de falsas nostalgias,
alcanzarás la perfección de ser.

¡Pero pobre sueño el que solo quiere no tenerlo!
¡Pobre esperanza la de existir tan solo!
Como quien se pasa la mano por el cabello
y en sí mismo se siente diferente,
¡ah, cuánto mal hace al sueño el concebirlo!

¡Sosiégate, sin embargo, corazón! ¡Duerme!
El sosiego no quiere razón ni causa.
Sólo quiere la noche plácida y enorme,
la grande, universal, solemne pausa
antes de que todo se transforme en todo. 


lunes, 13 de julio de 2020

Puerto Supe (por Blanca Varela)


Está mi infancia en esta costa, bajo el cielo tan alto,

cielo como ninguno, cielo, sombra veloz, nubes de espanto,

oscuro

torbellino de alas, azules casas en el horizonte.


Junto a la gran morada sin ventanas, junto a las vacas ciegas,

junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.


¡Oh, mar de todos los días,

mar montaña,

boca lluviosa de la costa fría!


Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres,

allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,

destapo las botellas y un humo

negro escapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.


Están mis horas junto al río seco, entre el polvo

y sus hojas palpitantes,

en los ojos ardientes de esta tierra

adonde lanza el mar su blanco dardo.


Una sola estación, un mismo tiempo de chorreantes dedos

y aliento de pescado.

Toda una larga noche entre la arena.


Amo la costa, ese espejo muerto en donde el aire

gira como loco,

esa ola de fuego que arrasa corredores,

círculos de sombra y cristales perfectos.


Aquí en la costa escalo un negro pozo,

voy de la noche hacia la noche honda,

voy hacia el viento que recorre ciego pupilas luminosas

y vacías,

o habito el interior de un fruto muerto, esa asfixiante seda,

ese pesado espacio poblado de agua y pálidas corolas.

En esta costa soy el que despierta entre el follaje de alas pardas,

el que ocupa esa rama vacía,

el que no quiere ver la noche.


Aquí en la costa tengo raíces, manos imperfectas,

un lecho ardiente en donde lloro a solas.



domingo, 12 de julio de 2020

Gong (por Efraín Barquero)


El tiempo ardía apagando los rostros
se inmovilizaban los años para escuchar el grave sonido
se ordenaban en círculo los animales de piedra
las puertas se abrían con lentitud crepuscular
yo avanzaba guiado por el centro de mí mismo
por el extraño peso de mi alma
se apagaban mis pasos como tragados por las aguas
mi aliento se disolvía velozmente
mis ojos palpaban como manos
mis oídos rechazaban lo exterior
nada me era más ajeno que mis pies
nada me era más distante que mis brazos
resonaban solos los espacios comprendidos
a sí mismos se escuchaban los largos aposentos
los dispuestos utensilios ocupaban otro orden
las aves emblemáticas habían adquirido otro poder
vivían las cosas un interior de frutas solas


sábado, 11 de julio de 2020

Tan grande, tan pequeño (por Wislawa Szymborska)


Hubo un tiempo en que conocíamos el mundo al dedillo:

era tan pequeño que cabía en el cuenco de unas manos,

tan simple que era posible describirlo con una sonrisa,

tan corriente como el eco de viejas verdades en una oración.

La historia llegó sin trompetas victoriosas:

nos arrojó tierra sucia a los ojos.

Nos esperaban lejanos caminos sin salida,

pozos envenenados, pan amargo.

Nuestro botín de guerra es el conocimiento del mundo:

es tan grande que cabe en el cuenco de unas manos,

tan complejo que es posible describirlo con una sonrisa,

tan extraño como el eco de viejas verdades en una oración.



viernes, 10 de julio de 2020

Por desbordarse (por Joseph Brodsky)


En medio de la cena se levantó y, tras abandonar
la mesa, salió fuera. La luna brillaba
como en invierno; las negras sombras del zarzal
volcadas sobre el perfil de la empalizada
se dibujaban en la nieve con tanta claridad
que parecía que allí hundieran sus raíces.
Alrededor, ni un alma. Latir del corazón.

Tal es el ansia de todo ser
viviente por superar cualquier frontera,
por desbordarse a lo alto y ancho, que
basta sólo con que asome una estrella,
sea cual sea, para que en ese mismo instante
el entorno se vuelva presa,
no de nosotros, sino de nuestros sueños.


jueves, 9 de julio de 2020

Blandula tenula vagula (por Ezra Pound)


¿Qué tienes tú que ver, alma mía, con el Cielo?
¿Acaso no querrías, cuando ya estemos libres,
buscar un lugar claro, donde el sol
suelte sobre nosotros, a través de las hojas
su gloria líquida? Y si en Sirmio
te encontrase, alma mía,
cuando esta vida esté ya terminada,
¿no hallaremos quizá una colina,
un lugar consagrado
por aéreos apóstoles de terrena delicia?
¿No estará nuestro culto dedicado a las olas,
zafiros claros, cobaltos o cianóticos
en trinidad de azules, impalpables,
los espejos inquietos del cambio permanente?
Alma mía, si Ella llega, ¿qué rumores traería
de refugios más altos, de laderas más deseables
que pudiera atraernos
más allá de la cima, entre nubes, de Riva?


miércoles, 8 de julio de 2020

Una canción en la tormenta (por Rudyard Kipling)


Asegúrate bien de que a tu lado peleen
los océanos eternos, aunque esta noche
el viento en contra y las mareas
nos hagan su juguete.
A fuerza de tiempo, no de guerra,
nos guiamos en medio del peligro:
sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que aparezca
en todo tiempo de angustia y también
en el de nuestra salvación.
El juego siempre vence al jugador
y el barco a su tripulación.

De la bruma salen rumbo a la tiniebla
las olas que brillan y se encrespan.
Estas aguas sin conciencia se comportan
casi como si tuvieran alma,
casi como si hubieran pactado sumergir
nuestra bandera debajo de sus aguas verdes:
sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que sea vista.

Asegúrate bien, a pesar de que las olas y el viento
que soplará guardan ráfagas aún más poderosas,
de que los que cumplimos las guardias asignadas
no descuidemos ni por un instante la vigilancia.
Y mientras nuestra proa rechaza flotando
cada carrera frustrada de las olas,
canta “Sea bienvenida la descortesía del Destino
dondequiera que se revele”.

No importa que la cubierta sea barrida
y se rompan la arboladura, el maderamen.
Podremos sacar provecho de cualquier pérdida
salvo de la pérdida del regreso.
Por eso, entre estos diablos y nuestra astucia
deja que la cortesía de las trompetas suene,
y sea bienvenida la descortesía del Destino
dondequiera que se halle.

Asegúrate bien, aunque en nuestro poder
no quede nada para dar
salvo lugar y fecha para encontrar el fin,
y deja de esforzarte por vivir,
que hasta que éstos se disuelvan, nuestra Orden se mantiene,
nuestro Servicio nos ata a esto.
Sea bienvenida entonces la descortesía del Destino
dondequiera que aparezca,
en todo tiempo de angustia y también
en el de nuestro triunfo.
El juego siempre vence al jugador
y el barco a su tripulación.



martes, 7 de julio de 2020

Como por una escalera (por Marina Tsvietáieva)






Pero a las teclas

las amaba: por su negrura y su blancura (¡casi amarillenta!),

por su negrura, tan evidente,

por su blancura (¡casi amarillenta!), tan secretamente triste,

porque unas eran anchas

y otras estrechas (¡ofendidas!),

porque era posible, sin moverse de lugar,

ir por ellas como por una escalera,

porque esta escalera ¡estaba debajo de mis manos!

y de esta escalera surgían de inmediato arroyos helados,

heladas escaleras de arroyos a lo largo de la espalda,

y calor en los ojos.



lunes, 6 de julio de 2020

Antes que la palabra (por Moya Cannon)


Hay sonidos
en los que podemos confiar
y en los que confiamos:

el viento en los árboles,
el suave chasquido de piedras, donde retrocede la marea,
un bebé que llora de noche.

Nadie se burló jamás de esos sonidos
ni trató de comprenderlos.
Son demasiado comunes para ser comprados o vendidos,
estaban aquí antes que la palabra,
y legalmente carecen de importancia.

Interminablemente repetidos,
inmutables,
son sonidos sin una historia.
Consuelan y perturban
la parte de arcilla del corazón.


domingo, 5 de julio de 2020

Espejo (por Sylvia Plath)


Soy plateado y exacto. No tengo prejuicios.
Todo lo que que veo lo trago de inmediato
tal como es, sin que me empañen ni el amor ni el disgusto.
No soy cruel, soy sincero,
el ojo de un pequeño dios de cuatro ángulos.
La mayor parte del tiempo la paso meditando sobre la pared de enfrente.
Es rosada, con manchas. Tanto la miré que
me parece que ya forma parte de mi corazón. Aunque con intermitencias.
Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.

Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mí,
buscando en mi extensión su verdadero ser.
Después se vuelve hacia esas mentirosas, las velas o la luna.
Veo su espalda y la reflejo fielmente.
Ella me recompensa con lágrimas y agitando las manos.
Soy importante para ella. Ella viene y va.
Es su cara, cada mañana, la que reemplaza la oscuridad.
En mí, ella ahogó a una muchacha, y en mí, una vieja
se alza hacia ella día tras día, como un pez terrible.


sábado, 4 de julio de 2020

Lo haré (por Fernando Pessoa)


Sí, lo haré...; y hora a hora pasa el día...
Lo haré, y día a día pasa el mes...
Y yo, lleno siempre apenas con cuanto haría,
veo que cuanto haría no fue hecho,
en la inútil nostalgia de mí mismo.

Lo haré, lo haré... Los meses son años
cuando son muchos – Años, toda la vida,
todo... Y siempre la misma sensación
de que cualquier cosa ha de alcanzarse,
y siempre está inerte el pie, quieta la mano...

Lo haré, lo haré, lo haré.... Sí, una hora cualquiera
tal vez me traiga el esfuerzo y la victoria,
pero será sólo si me los trae desde fuera.
Lo quise todo: la paz, la sensación, la gloria...
¿Qué oscuro absurdo llora en mi alma?


viernes, 3 de julio de 2020

¿Quién lo diría? (por Manuel Alejandro)


Se muere por mí la niña,
¿quién lo diría?


Tan feo yo, y ella tan bonita
como una espiga.

Su voz murmullo de hojas,
mi voz tan ronca.

Su cuerpo como las olas,
mi cuerpo roca.

Y dice morir sin verme,
¿qué te parece?

Más joven que yo mil veces,
mira qué suerte.

Su pelo color de vida,
el mío ceniza.

Que no viva por quererme,
nadie lo entiende.

Que sea su sueño verme,
no lo comprenden.

Y que diga morir sin verme,
¿qué te parece?

Se muere por mí la niña.
¡Ay, qué alegría!



jueves, 2 de julio de 2020

Casi feliz (por Carolina Escobar)


Entonces
con vos he sido casi feliz

Casi nos hallamos
casi nos asombramos
casi nacimos un sol sobre nuestra mañana
casi vaciamos y vimos crecer los mares
casi tallamos el umbral de nuestra puerta
casi tuvimos el sabor del aire tierno en la boca

La felicidad dura casi un segundo
casi nada
casi una eternidad
Némesis

Casi descubrimos todas las incertidumbres
casi parimos una criatura nueva
casi contradecimos a la madre
casi supimos que la dicha era nuestra

Casi



miércoles, 1 de julio de 2020

Tener un nombre (por Raúl Ruiz)


El paraíso de los nombres propios
no tiene lugar ni flanco
no da la cara ni muere
sabemos que su ser es
y que yace en el no ser apátrida
de un jardín de damasco
cada fruta guarda avara
un nombre propio y un recuerdo
el recuerdo es el no ser
desconcertado con su canto
el nombre propio es
apropiadamente
la carne mal llamada y ya dispersa
en el polvo del desierto
lavado por el viento
de su azúcar y su sal
es el mal habido verbo de los orígenes
con su genio a cuestas
y su costosa estirpe de personas
irresponsables
su capital y su comercio de sal
es el fondo de comercio de esos seres
desheredados por la existencia
sin casa ni familia
en que es lo que les es propio fue
tener un día un nombre
nombre sin día
nocturno
y, sin más, olvidado.