Mil novecientos treinta. Aquí empieza una época
con el incendio del dirigible R 101 que se precipita a tierra
envuelto en negras ráfagas de humo
y en llamas que se ven desde el otro lado del Canal
Yo no ofrezco nada especial, yo no formulo hipótesis
yo sólo soy una cámara fotográfica que se pasea por el desierto
soy una alfombra que vuela
un registro de fechas y de hechos dispersos
una máquina que produce tantos o cuantos botones por minuto
Primero indico los cadáveres de Andrée y de sus infortunados compañeros
que permanecieron ocultos en la nieve septentrional durante medio siglo
para ser descubiertos un día del año mil novecientos treinta
año en que yo me sitúo y soy en cierto modo situado
Señalo el lugar preciso en que fueron dominados por la tormenta
he ahí el trineo que los condujo a los brazos de la muerte
y el bote lleno de documentos científicos
de instrumentos de observación
lleno de comestibles y de un sinnúmero de placas fotográficas
En seguida me remonto a uno de los picos más altos del Himalaya
al Kanchetunga, y miro con escepticismo la brigada internacional
que intenta escalarlo y descifrar sus misterios
veo como el viento los rechaza varias veces al punto de partida
hasta sembrar en ellos la desesperación y la locura
veo a algunos de ellos resbalar y caer al abismo
y a otros veo luchar entre sí por unas latas de conserva
Pero no todo lo que veo se reduce a fuerzas expedicionarias:
yo soy un museo rodante
una enciclopedia que se abre paso a través de las olas
registro todos y cada uno de los actos humanos
basta que algo suceda en algún punto del globo
para que una parte de mí mismo se ponga en marcha
En eso consiste mi oficio
Concedo la misma atención a un crimen que a un acto de piedad
vibro de la misma manera frente a un paisaje idílico
que ante los rayos espasmódicos de una tempestad eléctrica
Yo no disminuyo ni exalto nada
me limito a narrar lo que veo
Veo a Mahatma Gandhi dirigir personalmente
las demostraciones públicas en contra de la Ley de la Sal
veo al Papa y a sus Cardenales congestionados por la ira
fuera de sí, como poseídos por un espíritu diabólico
condenar las persecuciones religiosas de la Rusia soviética
y veo al príncipe Carol volver en aeroplano a Bucarest
miles de terroristas croatas y eslovenos son ejecutados en masa a mis espaldas
Yo dejo hacer, dejo pasar
dejo que se les asesine tranquilamente
y dejo que el general Carmona se pegue como lapa al trono de Portugal
Esto fue y esto es lo que fue el año mil novecientos treinta
así fueron exterminados los kulaks de la Siberia
de este modo el general Chang cruzó el río Amarillo y se apoderó de Pekín
de ésta y no de otra manera se cumplen las predicciones de los astrólogos
al ritmo de la máquina de coser de mi pobre madre viuda
al ritmo de la lluvia, al ritmo de mis propios pies descalzos
y de mis hermanos que se rascan y hablan en sueños
4 comentarios:
Todos somos inhibidos y conformistas: ovejunos. Y de eso se aprovechan los lobos, los canallas. Nuestra sumisión es su poder.
Gran poema de don Nica, maestro de maestros como Ginsberg y Bolaño , el poema es una lección de historia , parece más una crónica que un poema tal como sitúa fechas y hechos , pero tiene la impronta vital de Parra, y el recuerdo de su madre cosiendo es un punto de nolstagia muy potente, lo de los Kulaks es una interesante historia que desconocía.
Hay tres historias muy chulas que yo no conocía , la primera es la del dirigible , la segunda es la de Carol de Rumanía y la tercera la del presidente portugués. La referencia al Himalaya y Gandhi son delicatessen de chef con 4 estrellas Michelín.
En fin he pasado una hora aprendiendo con don Nicanor , el Kirk Douglas de la literatura , siempre reconforta leer a un hombre que ha vivido 103 años, que crack !!
VOSOTROS LOS NORMALES
Tal vez en algún sitio y en un pliegue del tiempo los Pol Pots, los Stalins, los Hitlers…, los tiranos y monstruos de la Historia (o quizá sus espectros lavados, depurados) nos recriminarán:
-Yo era un pobre pirado con la cabeza ida, un tipo "iluminado", un loco de remate (y además lo sabíais: se notaba a la legua).
Pero vosotros no.
Vosotros erais cuerdos, personas razonables, seres equilibrados.
Y aun así me dejasteis realizar mis delirios, disponer a mis anchas, salirme con la mía.
Me permitíais todo. Todo me consentíais.
En nada me coartabais.
¿Acaso no debisteis vosotros, los normales, ponerme a buen recaudo, impedir mis desmanes y mantenerme a raya?
¿Por qué no os rebelasteis?
Vosotros que podíais ¿por qué no hicisteis nada?
¿Por qué nunca objetabais mis consignas absurdas, mis sanguinarias órdenes, mis demencialidades?
Si a otros los repudiabais y teníais por lunáticos -y hasta los encerrabais en algún manicomio-, ¿por qué, en cambio, conmigo no hicisteis nada de eso?
¿Por qué me obedecíais siempre y sin rechistar?
¿Por qué no me salvasteis de mí mismo -y de paso os librasteis de mí-… vosotros, los normales?
(SAIZ DE MARCO)
La verdadera dignidad es el respeto de sí mismo, y el que la tiene, no puede hacer nada que le haga despreciable a sus propios ojos.
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