El paraíso de los nombres propios
no tiene lugar ni flanco
no da la cara ni muere
sabemos que su ser es
y que yace en el no ser apátrida
de un jardín de damasco
cada fruta guarda avara
un nombre propio y un recuerdo
el recuerdo es el no ser
desconcertado con su canto
el nombre propio es
apropiadamente
la carne mal llamada y ya dispersa
en el polvo del desierto
lavado por el viento
de su azúcar y su sal
es el mal habido verbo de los orígenes
con su genio a cuestas
y su costosa estirpe de personas
irresponsables
su capital y su comercio de sal
es el fondo de comercio de esos seres
desheredados por la existencia
sin casa ni familia
en que es lo que les es propio fue
tener un día un nombre
nombre sin día
nocturno
y, sin más, olvidado.
2 comentarios:
Gracias al nombre propio somos alguien. El nombre nos hace personas, seres individualmente existentes. Sin nombre seríamos solo parte de la masa o conjunto.
La manera más directa de despersonalizar y cosificar a alguien es privarle de nombre. Por eso los nazis asignaban y tatuaban un número a cada recluso en los campos de concentración y exterminio. Para que no fueran personas, sino cosas u objetos.
La maldad y perversión humanas no conoce límites.
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