zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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jueves, 31 de mayo de 2018

Cargada de silencio (por Menna Elfyn)


A las doce, la mesa estaba cargada de silencio;

no tenía nada que decirle a nadie,

ningún chisme que desatara una ráfaga pasajera,

ni cuentos chinos como nubes de cuajo y suero,

ninguna historia como rayo fulminante.

Yo no hablaba, absorbida en mi carne.


«Cuéntanos algo de ti» decía Padre

ante nuestro pan de cada día

y yo, titubeante, pinchaba un pedazo

sosteniendo el tenedor en alto para que no se cayera.

Pero era más fácil cincelar el asado con un cuchillo afilado

que partir el pan de la conversación,

más doloroso pasar el tiempo charlando

que alcanzar un plato caliente, seleccionar los guisantes, esperar el turno.


El lenguaje era ayuno.


La frase me vuelve ahora:

el impromptu «cuéntanos algo de ti»

en el banquete de los delegados.

Jamás creí

que me pasaría la vida fileteando palabras.


Me conformo con ser muda

sentada frente a un consejo demasiado cargado

y sin juicio salvo el exceso:

pero tengo hambre de migas

que, cuando sacudes el mantel de la vida,

no son más que


palabras en la fría y dura respiración del viento.



miércoles, 30 de mayo de 2018

Siempre tienen alguna relación entre sí (por Alberto Cisnero)


ya no recuerdo cómo fue. después pasaron
muchos días. no hacen al tema. las luces
de las posadas, un curso de agua
translúcida, otro paisaje de niebla. más allá,
más arriba y más lejos el cielo es negro. por azar
o por juego, justo cuando la vida mudó color
y gala. y capturado el corazón. un secreto
que lo excede. la luz que irradia 
el candil, prevenida
frente a un extraño,
condesciende a uno.

recordarás un día. el contacto de mi mano
en la tuya. el que ahora te ofrezco. sólo
diremos que era en junio, hace muchos años.
recuerdo un día sólo porque viene con tu nombre
mezclado. y lejos y muy cerca. y pronto.
como una ola, pronto. y donde todo acaba
o todo comienza. como mi padre me miraba
un día. suelo asentir a lo que decís. y sé
que eso me alboroza. ahora ya soy viejo
y lo comprendo, hija.

he visto en los antigales las tinajas
de mis muertos. obviaron la emoción lexicógrafa, el
bostezo, un énfasis que chorreara, para trinar en el
agua. tributaron. palearon. firmaron
con una cruz. supieron y conservaron
sus nombres verdaderos y completos. compartieron
el mismo pedazo de pan.
ninguno adosó a sus atuendos emblema
de múltiples colores. vivieron y dieron su fin.
quichuistas todos en las casas.
bestias del mismo pelo.

necesito dormir hasta la próxima ciudad
en la que el ómnibus se detenga. todo plan resulta perfecto si nadie se equivoca. aprendimos
esa lección al punto de cometer un error tras otro.
una respuesta en la cabeza: se acabaron
las costumbres. ya no sirven. ya no queda nada.
cedo a la negra noche. a la ruina de un hogar
cuyos horcones encierran el color del mistol pulverizado. desde la primera huella,
a cada paso delante, aplico el cartabón, 

convertido en su espejo.

detrás del volante. sobre la ruta seis.
en un repente. la gran noche campo afuera
y la luna de invierno. una antigua habladuría
o una primera certeza o un obsequio. confituras de maicena. a miles. en un poblado del camino
tuve un rancho alguna vez. después pasó
el tiempo. me empeñé en las tabletas etruscas. porque mancillan lo que en la punta de la lengua
a ocluirse torna. hay también palabras veloces como la luz. o bala o rayo o síncope.
para un repente con la mano en el pecho.

las casas se derrumbaron. desaparecieron
las últimas poblaciones. se inundaron
los prados. el único producto exportado
es la luna. estaba incluido en los cálculos.
tengo mis privilegios. o soy cómplice
o soy testigo. eso quiere decir que estoy
pensando en vos. en no olvidarte al pensar.
las cosas que haga un tipo siempre tienen
alguna relación entre sí. esta noche
ya bebí demasiado. que alguien
me encierre, por favor.

en este cuadrilátero no queda nada entre
el firmamento y yo. con el viento
me gustaría llegar tan lejos hasta alcanzar
cada uno de los añicos o puntos transitorios
de luz que involucra no extenderse mucho
en las frases antes de necesitar un tónico
para los nervios. la luz es siempre la misma
y ninguno decidirá regresar y buscar ayuda.
nadie usurpará ese rincón. miro la mano
que vos sostuviste en alguna parte, alguna
vez, y sonrío. tiempo tan prontamente
conturbado.

hoy, recién hoy, me di cuenta de que tenemos
todo el tiempo. y el mejor lugar del mundo, merlina. lanzás una canción al aire y yo
que nada sé, cedo y recuerdo en el mismo instante. porque aparecen tu imagen y tu voz
y te encuentro aquí y allá. veremos pasar
y pasar el disco cobrizo del péndulo
como una luna plena. y finalmente
todos se irán. pero nosotros no.

intentás contar los puntitos, la noche
estrellada. pero siempre perdés la cuenta.
tal vez tengan algo para vos. un montón
de arena y mucho cielo azul. aunque el brillo
no resista más y caiga hacia adentro
como si estuviera lleno de piedras.
te escribo porque no estás
sola en el mundo.



martes, 29 de mayo de 2018

Porque la belleza subsiste (por William Wordsworth)


Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté oculto por siempre a mis miradas.

Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
que en mi juventud me deslumbraba.

Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo.

En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre;
en los consoladores pensamientos
que brotaron del sufrimiento humano,
y en la fe que mira a través de la
muerte.

Gracias al corazón humano,
por el que vivimos,
gracias a su ternura, sus
alegrías y sus temores, la flor más humilde al florecer
puede inspirarme ideas que, a menudo,
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.




lunes, 28 de mayo de 2018

Ni siquiera (por Saiz de Marco)


ni siquiera juntando las brasas, los rescoldos, las humeantes pavesas hasta recomponer la figura que fueron,
la disposición previa de todas las cenizas antes de haber ardido

ni siquiera encajando y uniendo unos con otros los múltiples añicos por el suelo esparcidos de aquello que se ha roto

ni siquiera cambiando las piezas defectuosas,
supliéndolas por otras salidas de la fábrica

ni siquiera rehaciendo los muros arruinados,
volviendo a levantarlos con las piedras caídas en todos los derrumbes


ni siquiera inyectando clorofila en las hojas desprendidas del árbol, savia en las ramas secas del tronco corroído

ni siquiera curando los trozos desgastados, los caducados órganos,
e implantándolos luego en un cuerpo de estreno


ni siquiera insuflando oxígeno en las fibras y disolviendo todo el coágulo de dentro

ni siquiera trabando de nuevo el armazón,
devolviéndolo entero a su forma inicial

no, ni siquiera



domingo, 27 de mayo de 2018

Mi lengua natal ya no me engaña (por Marina Tsvetáieva)


Nostalgia de la patria: ¡qué fastidio!
Después de largo tiempo delatado
ya me es indiferente
dónde sentirme sola.

Caminar sobre piedras,
a casa con la cesta.
La casa que no es mía:
hospital o cuartel.

Me da igual quién me mire
como a un león cautivo.
Cuál es el clan humano
que me ha expulsado -siempre-.

Muy dentro de mí misma,
oso polar si hielo.
Dónde no poder convivir (¡ni lo intento!).
Dónde me humillarán -da lo mismo-.

No, mi lengua natal ya no me engaña,
ni materna, me engaña su llamada.
Ya me es indiferente en qué lenguaje
no seré comprendida por el hombre.

(Lector, devorador de toneladas
de periódicos, adicto al cotilleo...).
Él es del siglo veinte;
yo: ¡fuera de los siglos!

Enhiesta como un tronco,
resto de la alameda.
Todo y todos iguales;
igual indiferencia.

Lo natal, lo pasado,
rasgos todos y marcas:
toda fecha borrada-
donde ha nacido el alma.

Mi tierra me ha perdido,
y el que investigue, astuto,
el ámbito de mi alma -¡mi alma toda!
no encontrará la traza.

Las casas son ajenas y los templos vacíos.
Me da todo lo mismo.
Mas si aparece un árbol
en el camino, un árbol de frutos dulces...


sábado, 26 de mayo de 2018

En cada conciencia (por Agostinho Neto)


¡Miedo en el aire!

En cada esquina
centinelas vigilantes incendian miradas
en cada casa
apresuradamente se sustituyen los viejos cerrojos
de las puertas
en cada conciencia
se agita el temor de oírse a sí misma

La Historia está por ser contada
de nuevo

¡Miedo en el aire!

Sucede que yo
hombre humilde
todavía más humilde en la piel negra
me atraigo a África
para mí
con los ojos secos.



viernes, 25 de mayo de 2018

Y así se entrega a lo fugaz (por Hermann Hesse)


Que lo hermoso y lo encantador
sean tan sólo aliento y tormenta,
que lo delicioso, lo maravilloso
y lo propicio no duren:
que las nubes, flores, pompas de jabón,
que los fuegos artificiales y las risas de los niños,
la mirada de una mujer en el espejo
y tantas cosas tan prodigiosas
desaparezcan, apenas descubiertas,
que duren no más que un instante:
¡ah, eso lo sabemos con tristeza!
Lo duradero e inmóvil
no nos parece tan valioso:
piedras preciosas de fuego gélido,
pesada barra de oro reluciente;
las mismísimas estrellas,
que permanecen alejadas y extrañas, no nos resultan
semejantes a nosotros, seres transitorios:
no llegan a lo más profundo del alma.
Es como si lo hermoso y lo amable tendiera a la destrucción,
cerca siempre de la muerte,
y que lo más valioso, las notas musicales
que desde el nacimiento
corren y se extinguen,
son nada más que ligero aliento, torrentes, huida.
Y dolorosamente derribados por un leve soplo,
no permanecen más que el tiempo
que dura un latido;
sonido tras sonido, casi apenas entonados,
manan y se esfuman.

Y así se entrega a lo fugaz
lealmente nuestro corazón,
a la vida, a lo que surge de continuo,
y no a lo que, rígido, dura.
Muy pronto lo que permanece nos fatiga,
joyas, rocas y el cielo estrellado,
a nosotros, errantes del eterno cambio,
almas y pompas de jabón,

al tiempo unidos, y fugaces,
a quienes el rocío de una hoja rosa,
a quienes el cortejo de unas aves,
la muerte de las nubes,
el brillo de la nieve, el arco iris,
la mariposa voladora;
nosotros, a quienes el roce del sonido
de una risa fugaz
nos parece una fiesta
o nos causa dolor.
Amamos cuanto nos es semejante, y entendemos
lo que el viento escribe sobre la arena.


jueves, 24 de mayo de 2018

La lluvia (por Nurit Zarji)


Bajo la lluvia la casa titila como una burbuja.
Una materia arcaica zumba entre el cielo y la tierra,
cierra el paso al aire,
promete que ninguna plegaria llegará a destino.

Los techos desaparecen. El gato y la mosca
son empujados hacia los sótanos de la tierra.
La isla del mundo se ahoga en la lluvia.
La lluvia se ahoga en la lluvia.

Son lavados con furia
los arbustos, los troncos, las ramas,
todo se lava menos mi soledad.



miércoles, 23 de mayo de 2018

Sálvalo (por David Huerta)


Señor, salva este momento.
Nada tiene de prodigio o milagro
como no sea una sospecha
de inmortalidad, un aliento
de salvación. Se parece
a tantos otros momentos...
Pero está aquí entre nosotros
y crece como una luz amarilla
de sol y de encendidos limones
-y sabe a mar, a manos amadas,
huele como una calle de París
donde fuimos felices. Sálvalo
en la memoria o rescátalo
para la luz que declina
sobre esta página,
aunque apenas la toque.


martes, 22 de mayo de 2018

La verdad y su opuesto (por Chantal Maillard)


Cuando cumplí seis años, a cambio de su amor,
mi madre me arrancó la terrible promesa
de no mentir jamás.
Así, igual que un soberano controla
al pueblo al que gobierna,
ella me dio la libertad que al necio se le otorga:
actuarás dentro del margen
que yo-mis leyes establecen.
No había escapatoria:
su ministro de asuntos interiores
tenía su despacho montado en mi conciencia.
Yo la echaba de menos,
por eso no traicioné su confianza;
fui fiel a mi promesa.
Pero también, y con el tiempo,
fui fiel a mis instintos;
extensiva se hizo la verdad
al deseo que impulsa nuestros actos
Creo que confundí aquella instancia,
el orden imperioso del sentir
con el orden común de los Estados,
pues provoqué una guerra.
Después del gran naufragio, ella me preguntó:
¿no podrías acaso haber mentido?
En ese instante, entonces, usurpé la corona.
Ser libre no es un don, es una reconquista,
y es preciso callar para construir
aquella historia que se guarda
como un largo secreto del que nadie es testigo.
Ser libre es tener cuidado de un misterio
sobre el cual se construye nuestra vida.
Hay seres que comprenden temprano este principio;
me produce ternura descubrir sus engaños
y comprobar la paz que de ellos resulta;
admiro las mentiras bien trabadas,
la coherencia del engarce, el arte dirigido
hacia un fin; me conmueve
la soledad de aquel que las inventa
y consiente al imperio de su lógica.
El que miente edifica el mundo que conviene
para salvaguardar la ficción de los otros,
la legítima ficción que necesitan para evitar
la angustia de sentirse tan solos sin leyes,
sin verdades, sin ese amor
que creen recibir a cambio de su alma.
Aprendo del que calla, del que miente y engaña
el fuego soterrado que aún gime en mi pecho,
aprendo a dirigir su grito en mis infiernos
para el mejor gobierno de los mundos.
Desde ahora mi mano es la que guía
el fiel de la balanza: la verdad y su opuesto
son las onzas que pongo en los platillos
según el juego lo requiera.


lunes, 21 de mayo de 2018

Fontanelas (por Anne Michaels)


Greda y hayas. El mar de invierno
se busca a sí mismo en la nueva oscuridad
volviéndose casi incoloro.

Trajimos a nuestra hija aquí
antes de ser mortal. Antes de saber yo
que una persona puede ser una oración. Antes de
haber bañado alguna vez a un niño, antes de
sentir que la muerte de otro
podía ser la mía propia.

Hemos avanzado, cada año
un poco más adentro, hasta el lugar
donde la tierra es geología, donde los objetos se definen
por el espacio que los ocupa.
Donde las proteínas se ensamblan
en las almas. Hemos venido en invierno,
bajo la lluvia. A las islas, a la abadía, siempre
con frío, siempre mirando
para recordar. Fotografiando las ruinas
cerca de Roan Fell. En North. Beach y
en Melmerby Fell. Todos los lugares donde la tierra
se desmigaja por los bordes.
Parajes que vimos
desde el amor. Desde el amor
a la hierba alta de un arenal que ruge bajo dos mil
millas atlánticas de luz de luna, su olor borrado
por la sal como si una mujer invisible
nos abrazara en la oscuridad; el rastro
del trébol en el aliento de la vaca, en la dulce leche,
trenzado por el viento en la hierba alta,
sus raíces anudando arena. Islas fértiles
de lava porosa e islas tan secas que la lluvia
abolla la turba, huellas
parietales en la gneis
como apacibles lagos
en un cerebro infantil.

Islas ulteriores. No áridas
sino meticulosas. Ni una flor silvestre
marchita.

El angosto cauce un desfiladero de dos mil
millones de años. Las recónditas islas de basalto
un verde de cincuenta millones de años donde los pavos
fertilizaban jardines frondosos y alzaban rápidamente
el vuelo desde macizos setos de rododendro,
mientras los azúcares y fosfatos, la timina
y citosina, la guanina y adenina
se alineaban y dividían en sus tres grados de fluidez;
en el invierno, bajo la lluvia.

No hay canción que el mar
no tuviera en su boca.


*


El color de la mermelada
en las montañas de noviembre,
sombras minerales. Un hilo de carretera se pega a la costa.
Tienda, hotel, destilería.
Los misteriosos senderos de la turba
pueden volcar un camión como si fuera de juguete;
las mareas tragan un barco en segundos.
Un mar glacial mordisquea las cuevas y deja atrás
playas fermentadas para varar todo su grosor por encima de las olas.
Desde Ardlussa, donde termina la carretera,
siete millas por el bosque tupido de robles
hasta la mortecina granja de Orwell,
los silenciosos ojos de cinco mil ciervos rojos
cercándole en la noche.

Desde Ardlussa, donde termina la carretera.


*

Juntos hemos velado por la caliza y la apoptosis,
por las teorías refutadas y los abates Gloria y
Breuil, que iban tras la pista de niños en las cuevas pintadas
de Altamira y Lascaux. Por Jaques Loeb y
Jaques Monod, cuya fe era la biología,
sabedores de que el temor es como una manzana,
más dulce allí donde se recoge la luz,
bajo la piel. Por todo
lo que la ciencia abre para saber
lo que hay dentro, Iréne Carie buscando la verdad
en una placa de parafina. Por pruebas tan increíbles
como la propia muerte de uno. Por icebergs
tan viejos como la piedra. Por la esfinge de granito
y por los doscientos cincuenta kilos de sacerdote
de Isis,
izado en la oscuridad
del puerto de Alejandría tras un baño en el mar
de seiscientos años.

Y por todo cuanto

la huella de una mano ha trazado en la cueva,
y por los nueve meses, y el doble
de tiempo que tardan las fontanelas en cerrarse.

He observado a una mujer mientras nadaba
en North Beach, su vientre rosa
un eclipse surgiendo de las olas; más tarde,
la historia que contó, tan cerca de mí
el olor del café, el ruido del hielo, el suave chasquido
de los billares a lo largo de su Europa y sus bosques,
con prisa por hablar antes de que el amor le hiciera olvidar
por dónde empezar. Mucho antes de
las primeras veinte células, antes
del cuerpo lúteo, antes
del corazón microscópico,
mucho antes de las manos y los ojos.

Regresé a North Beach y a
sus palabras, en el lago
el vacío invernal, la marea arrastrando una rama
por la arena mientras los nérveos pliegues
se derretían. Antes del cerebro, antes de que las branquias
se convirtieran en huesos y orejas; "la primera
información genética compartida con los peces".


La distancia que recorre un niño,
decenas de miles de años
una célula. Células que saben
cómo cicatrizar una herida de lado a lado,
desde el interior. Células que saben
ensamblarse o volver a
ensamblarse unas a otras.
Para regenerar la sangre y la piel,
como una estrella de mar que pierde sus brazos
y los hace brotar de nuevo.
El cuerpo es un palacio de la memoria;
como la "escritura interior" de Simónides,
donde cada detalle de cada estancia se corresponde
con uno de los novecientos setenta versos
de la Eneida de Virgilio,
o como las tribus que utilizan todo el Sáhara
para recordar una historia.

Catálogo de la entropía.

La huella primitiva, las islas de sangre.
Proteína sagrada.


*


Vinimos a la fotografía de la noche. Al desfiladero,
a la pelicula ennegrecida por los últimos átomos
del dia. Luego miraremos con el rostro
casi en el papel para ver las olas,
pliegues de sombra más oscuros que la oscuridad
revelada. Anula nuestra
invisibilidad el blanco
del aliento.

Tarea difícil, este aguardar
la oscuridad, la lenta disgregación
de la luz del sol, imposible registrar
el instante que sucede al anterior
como lo es nombrar el instante en que el embrión
se convierte en feto; el único momento del día
en que la teoría del quantum parece razonable. Cuando la clave
es una sensación. Pienso en el crepúsculo de Heisenberg,
su paseo por Faelled Park con la intención fija
de liberar el universo de las olas,
apretando la cabeza con las manos, concentrado
en sus p's y q's. O en su paseo por el puerto
de Copenhague contemplando un carguero "fabuloso
e irreal en la brillante tiniebla azul...
las leyes biológicas ejerciendo su poder
no sólo en las moléculas proteínicas sino
en el acero y la corrientes eléctricas..."
O a las cuatro de la mañana leyendo
en el suelo el Timeo de Platón, ni
de día ni de noche, el instante en que comprendió
"que las más pequeñas partículas de materia
deben reducirse a una fórmula matemática."
Como lugares sagrados levantados con
piedras laicas — el priorato devastado del Muro de Adriano
o el monasterio cisterciense levantado entre altares
paganos a Júpiter y Silvano —
el espíritu se enreda en el mecanismo del quantum.
Células hijas, organelos, mórula.
La forma del vientre
prefigura la forma de la cabeza.
Desde Ardlussa a North Beach.
Desde la piedra al átomo.
Desde el átomo a la piedra.

La química de la observación;
Mirar hasta que el río
nos trague, hasta que la rojez
de la piedra colme nuestras venas.
Mirar hasta que seamos
vistos. Pero esto es sólo un deseo.
Abandonamos el calor de nuestras sombras
en el musgo conmocionado por la helada.
Incluso tu cámara

ve más; el detalle que ansías.

Nos forzamos a ver
lo que ve la cámara, lo que el ojo no puede; y es tan válido
como una filosofía. Un abrazo
del fracaso, como si
en el mismo instante, es imposible,
atrapáramos el reflejo visible
de lo que es invisible.
El blanco de nuestro aliento en la oscuridad.

Cómo fotografiar esto,
la oscuridad cuando uno ha hablado
demasiado. La oscuridad
de un sentimiento repentino. La oscuridad
del amor.

El mar un papel desplegado;
la lluvia colmando cada pliegue.
Un surco brillante de sal,
un surco de espuma.
Fosfeno.

Oscuridad con esperanza.


*

Un domingo de invierno.
En la superficie,
peregrinando por la caliza, los espeólogos se tumban,
el aliento de la tierra en el pelo,
el aliento de la profundidad oscura,
diez metros y treinta mil
años. De cabeza
se sumergen en la corriente del aire.

Dieron un grito en una estancia
demasiado profunda para el alcance de las lámparas,
el sudor mineral de un espacio
de la blancura de una película proyectada en la oscuridad.
Desplegaron un sendero de plástico negro
a lo largo del suelo reluciente de calcita;
así su andadura no perturbaría
los huesos esparcidos, los dientes y
huellas de animales arcanos.

Bisontes y mamuts en carbón de leña y ocre.
En el pasadizo de los caballos
se quedaron sin palabras,
un regocijo
impronunciable.

Al lado de sus pies,
bajo la mirada fija de los melancólicos caballos,
la huella de dos manos.

Ascendieron hasta el limpio
escalofrío del desfiladero, a oscuras,
la afilada luz de las estrellas
cristalizando su aliento.
Aturdidos, no podían sino descender otra vez.
Y otra vez más al olor del lodo húmedo;
esa tercera vez a través del pasadizo,
casi a medianoche, al final
llevando a alguien que no se lo creería
sin verlo por sí misma


la hija de un espeólogo.


«Habíamos perdido toda noción del tiempo."



*



Llevas tu cámara

bajo tierra.

La lluvia hiere la nieve. Largos cortes de lodo

ennegrecen el sendero. Encendemos las lámparas

y bajamos. Tus sesenta trillones de células

y los míos. En las cuevas de Aldéne y de

Fontanet los niños del paleolítico jugaban

mientras sus padres pintaban. Pequeñas huellas

de sus pies y sus rodillas en el lodo.

Miles de años después, los niños regresan:

María, que encontró el bisonte

en el cielo de piedra de Altamira;

Marcel que siguió a su perro, Robot,

hasta la boca de Lascaux.


Ocho semanas después, las manos.

Una boca sin labios.


Veinticinco semanas después, los filamentos

siguen un rastro de aliento

químico en la corteza del cerebro

y conectan orejas y ojos.

Treinta semanas después un susurro del quantum:

el pensamiento.



A ligera diferencia

del tiempo geológico,

lleva generaciones

convertirse en isleño.

Sólo los espíritus se ganan un sitio.



El viento restriega el aire, tan limpio

que incluso el corazón más abrumado

recuerda todo lo que ama.


*


Bañamos a nuestra hija,

una oración de cada lado,

como si la laváramos

con una canción.

Dedos tan frágiles como cuchillas de hierba.

Miles de huevos

ya en su interior.


*

Amar como si también

hubiéramos elegido el dolor.


*


Todo amor es un viaje por el tiempo.


Orilla pulida, cuevas pintadas,

desfiladeros de caliza.

Ciruelas y agua fría en el desierto.



El río en invierno. Esta lejanía.



domingo, 20 de mayo de 2018

Dímelo (por John Jairo Junieles)



La vida es una mujer con sus dos manos para hacer lo que haga falta.

Un marcado aire de familia me une con esta modista que lleva

treinta años frente a una Singer,

que escucha radionovelas, y que aún conserva en un armario

los tres ombligos de sus hijos.


¿De qué madera está hecha esta canoa que lleva medio río sin

quejas, y piensa que todo mal lleva al bien amarrado en la cola?.

¿Cuántas muertes me faltan a mí para parecerme a ella?,

para decir como dice ella: “Si vives como si tuvieras fe,

la fe te será otorgada”.


Años antes de que yo naciera madre colgó una estampa que

aún pervive: Dos niños recogen flores a la orilla de un despeñadero

y un Ángel de la Guarda conjura el peligro con su presencia.


Dime madre con tus ojos el secreto,

dime cómo se llega alegre hasta el final,

a pesar de los abismos,

dímelo a mí, que soy la única pluma sucia de tus alas.


sábado, 19 de mayo de 2018

Habría querido (por Véronique Tadjo)


No es nada fácil ser un cocodrilo,
especialmente si uno no quiere serlo

Ese que ves en la página opuesta,
no se siente bien en su piel de cocodrilo
Le habría gustado ser diferente
Habría querido
llamar la atención de los niños
y jugar con ellos
Hablar con sus padres
dar paseos por la aldea
Pero, pero, pero…

Cada vez que sale del agua
los pescadores tiran lanzas
los niños huyen
las chicas abandonan sus jarros

Su vida es una vida
de soledad y de tristeza
Una vida sin amigos y sin cariño
Sin ningún lugar que visitar

En todas partes, extranjero
Un cocodrilo
vegetariano
bueno y generoso
que tiene un horror
terrible de la sangre



viernes, 18 de mayo de 2018

Cuando los petirrojos vengan (por Emily Dickinson)



Si no estuviera viva

cuando los petirrojos vengan,

a ese de corbata carmesí

dale una miga en mi memoria.

Y si no pudiera yo darte las gracias

por estar muy dormida,

has de saber que lo estaré intentando

con labios de granito.




jueves, 17 de mayo de 2018

Ruiseñor mío (por Juan Ramón Jiménez)


Hombres en flor (corbatas variadas, primores
de domingo), mi alma ¿qué es para vuestro traje?
Jueces de paz, Peritos agrícolas, Doctores:
perdonad a este humilde ruiseñor del paisaje.

Yo no he querido nunca molestaros, cantándo-
os. Sí: este ramo blanco de rosas del ensueño,
puede hacer una música nueva y clásica, cuando
sonreís con los labios; pero yo no os desdeño.

¿Qué es mi voz ante vuestra decorada levita?
¿Vale, acaso, la pena, una pura sonata,
de achicar las orejas?; o una estrella marchita
que volara, ¿qué es para vuestra corbata?

…Y tú, ruiseñor mío, endulza tu tristeza,
escóndete en tu pino, consuélate y olvida;
sé igual que un muerto, y dile, penando, a la belleza,
que has sido como un huérfano en medio de la vida.



miércoles, 16 de mayo de 2018

Forcejean (por Jairo Rojas)


El cuerpo es un maestro
—dice—
mientras él forcejea con los brazos
que se le alzan solos
que buscan poseídos la hojilla
para abrir todas las carnes desde su pecho oscurecido
mientras, también, pugna con las piernas que se desplazan al lugar
donde quemarse
donde quemar la vida quieren

ahí se oye toda la lucha de siempre

la intensión es la fuerza que despereza el cuerpo
se sabe

el cuerpo: amigo de la muerte
inquilino del alma
causa de la lápida que visitan pájaros y gatos
sombra de los movimientos del pensamiento
templo que se autodestruye por falta de fuego
que oye el gallo que anuncia la noche
embriagado con la pereza
mal acostumbrado a las vibraciones más groseras
que olvida su próxima fecha de vencimiento
indistinto del cielo
que vio luz saliendo unido a Ella
espejo de todos los que pasarán por este mundo
maestro
que hace resistencia
que se la pasa viendo lo invisible

forcejean recorriendo los astros del cuarto
tumbando los discos del alba los libros que muchos pobres no leerán
porque sólo pensarán en dinero,
le agarra ese bello pelo largo hecho de viento
lo tira a la esquina
y se muere de la risa cuando cae (n)
él y su templo

así se aprende la lección
con mano dura sobre la mano dura, alzada
para saber quién es el que Manda.


martes, 15 de mayo de 2018

Seáis quienes seáis (por Saiz de Marco)


A todos los que hicisteis que no abrace lo injusto,
que la crueldad me angustie,
que hacer daño me dañe,
que golpear me golpee,
que me humille humillar,


donde quiera que estéis y seáis quienes seáis,

yo os declaro mis únicos,
mis verdaderos Dioses.



lunes, 14 de mayo de 2018

Inclinándome (por José Luis Parra)


Inclinándome, sí,
al clima de los años, al peso de las ruinas
de la carne, encorvado en mis carencias,
como el sauce que roza en la corriente
el reflejo fugaz de lo vivido.

Inclinándome, sí,
con reverencia, agradeciendo
la presencia del escaso auditorio,
el temple y alegrías que me han dado
en esta feria bufa, ignominiosa.

Inclinándome, sí,
ante el misterio y su verdad ambigua
y su belleza fugitiva y ciega,
no con rendida servidumbre
sino con refinada cortesía.

Y cuando la certeza al fin se imponga
de que no habrá más horas ni más días,
salir como una sombra
salir, pero inclinándome,

salir sin titubeos de la escena.



domingo, 13 de mayo de 2018

Si rompiera las puertas de la carne (por Emily Dickinson)



¿Y si dijera que no voy a esperar?

¿Si rompiera las puertas de la carne

y las cruzara huyendo hacia ti?

¿Y si extrajera esta mortalidad

y auscultara dónde duele -basta eso-

y entrar así en las aguas libremente?

No podrán atraparme -nunca más-.

Que llamen o que imploren mazmorras y pistolas.

Ahora están vacías de sentido

como lo que me hizo reír hace una hora,

como encajes o artistas ambulantes

o como aquéllos que murieron ayer.



sábado, 12 de mayo de 2018

Cuadrado círculo (por Juan Ramón Jiménez)


Cielo que miro, azul y oro, sobre el triste
patio blanco y cerrado, pozo de mi torpeza;
en tu breve alegría total, cuanto es existe;
eres cuadrado círculo de toda la belleza.

Sí, lo eres todo, gloria y mundo (duda y fe);
y me dices (y a un tiempo me alzas y me sepultas)
que en ti tendré yo siempre, y que nunca tendré,
todo lo que me muestras, todo lo que me ocultas.


viernes, 11 de mayo de 2018

Pronto se hará la luz (por Arthur Schopenhauer)



La larga noche invernal no nos abandonará nunca;

el sol se detiene, como si jamás fuera a regresar;

el estruendo de las lechuzas grazna a porfía;

las armas suenan en los débiles muros.

Y tumbas abiertas envían a sus espíritus:

quieren danzar a mi alrededor,

asustar a mi alma para que nunca sane.

Pero no quiero hacia ellos dirigir mi mirada.

¡El día, el día deseo anunciar a voces!

La noche y los fantasmas huirán de él:

pues así lo anuncia la estrella del alba.

Pronto se hará la luz, también en las más abisales profundidades:

el mundo se llenará de brillo y color,

de un intenso azul la ilimitada lejanía.



jueves, 10 de mayo de 2018

Tus (por Paul Celan)


Tus ojos, huellas de luz de mis pasos;
tu frente, temida por el brillo de las dagas;
tus cejas, travesía de las pérdidas;
tus pestañas, mensajeros de cartas largas;
tus rizos, cuervos, cuervos, cuervos;
tus mejillas, campo de armas de la mañana,
tus labios, huéspedes tardíos;
tus hombros, estatua del olvido;
tus pechos, amigos de mis serpientes;
tus brazos, árboles ante la puerta del castillo;
tus manos, tablas de juramentos muertos;
tus caderas, pan y esperanza;
tu sexo, ley del incendio del bosque;
tus muslos, alas en el abismo;
tus rodillas, máscaras de tu cortesía;
tus pies, campos de batalla de las ideas;
tus plantas, gruta del fuego;
la huella de tu pie, el ojo de nuestra despedida.


miércoles, 9 de mayo de 2018

Pero llegaste tú (por Wu Kieng)


Maldije la lluvia que, azotando mi techo,
no me dejaba dormir.
Maldije al viento que me robaba
las flores de mis jardines.

Pero llegaste tú y alabé a la lluvia.
La alabé cuando te quitaste la túnica empapada.
Pero llegaste tú y alabé al viento.
Lo alabé porque apagó la lámpara.


martes, 8 de mayo de 2018

SINDICATOS CONTRA TRABAJADORES

Por su extraordinaria claridad y por la transcendencia de su mensaje, zUmO dE pOeSía inserta el enlace del artículo de Félix Ovejero:


https://elpais.com/elpais/2018/05/02/opinion/1525276481_160250.html



Ese instante (por Alejandra Pizarnik)


Ese instante que no se olvida,
tan vacío devuelto por las sombras,
tan vacío rechazado por los relojes,
ese pobre instante adoptado por mi ternura,
desnudo desnudo de sangre de alas,
sin ojos para recordar angustias de antaño,
sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma,
ponle tus cabellos escarchados por el fuego;
abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies,
a tus pies donde mueren las golondrinas
tiritantes de pavor frente al futuro.
Dile que los suspiros del mar
humedecen las únicas palabras
por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada,
acurrucado en la cueva del destino
sin manos para decir nunca,
sin manos para regalar mariposas
a los niños muertos.



lunes, 7 de mayo de 2018

En qué noche merodea tu error (por Ahmed Hijazi)


En un mundo lleno de equivocación,
si tu cuerpo delgado
en un movimiento demasiado rápido o lento
se precipitara a la tierra hecho añicos
¿en qué noche… esta u otra…
merodea tu error?


Se atenúan las luces del techo,
cesa el público su estrépito,
y llegas ataviado de luz,
héroe cabalgante, recorriendo la ciudad
con tus ojos, despidiéndote de ella,
clamando el amor del pueblo en noble silencio…
Subes a las primeras cuerdas,
los tambores al ritmo de tus pasos
colman la arena del tumulto
y retumban “¡Que empiece la función!”.
¿En qué noche merodea tu error?
Te devoran el terror y la aventura,
tus pies, tus brazos se reaniman,
tambalean, se reponen,
se detienen ante el cañón fatal:
como serpientes enroscadas,
como gatos enloquecidos,
negros, blancos, atacan y retroceden
en el círculo de arena.
Inicias tu arte del terror,
sitúas al público ante el momento de angustia,
vas por la morada de la muerte… arrogante… audaz,
saltas de cuerda en cuerda,
dejas un refugio, y aún no encuentras otro.
El temor congela los rostros… atentos,
compasivos, lascivos
hasta que con calma te detienes,
alzando las manos ante el público.

¿En qué noche merodea tu error…?
Abajo, pesado de tanto esperar, rumia en la oscuridad
el indomable monstruo fabuloso
resplandeciente como el pavo real,
engañoso como la serpiente,
ágil como el tigre,
majestuoso
como león al acecho, en el momento de peligro
mientras prepara el gran salto
invisible bajo tus pies
muerde la roca,
espera tu caída,
el segundo del cálculo fallido,
el lapsus en la improvisación.

Entonces aletea el recuerdo
buscando cubrir esta repentina desnudez
venerable, sola.

El orgullo se posa en tu cabeza
como ave saciada,
ebrio de silencio olvidas el trapecio,
las cuerdas vibran bajo tus pies como
la cuerda de un arco.

Un grito apuñala la noche como el cuchillo de un ladrón.

En el centro de todas las cosas
la luz vacila sobre el cuerpo caído,
el pie, el brazo colgando y sin orgullo.
Y sonríes
como si supieras los secretos,
como si confirmaras la profecía.



domingo, 6 de mayo de 2018

Madre (por Carlos Oquendo de Amat)



Madre

Tu nombre viene lento como las músicas humildes

y de tus manos vuelan palomas blancas

Mi recuerdo te viste siempre de blanco

como un recreo de niños que los hombres miran desde aquí distante

Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura

A tu lado el cariño se abre como una flor cuando pienso

Entre ti y el horizonte

mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos

Porque ante ti callan las rosas y la canción


sábado, 5 de mayo de 2018

Carnaval (por Marin Sorescu)



Vamos a intercambiar pensamientos,

árbol, ya que ni siquiera conozco tu nombre

y con tu pensamiento

dame todas tus hojas

para que las dejes en mis manos

y en mis ojos, y en mi frente.


Al final

habrá un hermoso carnaval

de despedida

y todos se pondrán sus máscaras

para celebrarlo.



Quiero aparecer con un simple disfraz,

de árbol verde.



viernes, 4 de mayo de 2018

Refugio (por Charles Simic)


Ríndete al momento
ahora que has encontrado refugio
en el repentino chaparrón
bajo estos pequeños árboles de sombra.

Escucha los fuertes pinchazos
como si una costurera soñadora y despistada
estuviera cosiendo juntos
el tiempo y la eternidad para ti.

En la acuosa luz verde esmeralda
del final de la tarde,
las hojas, también, encuentran difícil
no estremecerse un poco
mientras escuchan la lluvia.


jueves, 3 de mayo de 2018

Y somos casi hermanos (por Robert Malatesta)



Mi perro y yo miramos las estrellas

y somos casi hermanos.

Yo soy el que más sabe de los dos, las estrellas

no notarán la diferencia.

Desde esta posición

quien pretende saber

es como aquel que salta

y por ello se cree cerca del cielo.

Mi perro y yo miramos las estrellas,

ninguno de los dos

llegará más allá de sus narices.

No obstante, qué bueno bajo el rocío,

contemplar las estrellas es tan bello

y simple, que mi perro y yo, hermanados,

sabiendo casi nada

lo comprendemos todo. 



miércoles, 2 de mayo de 2018

Mirándolos mientras duermen (por Sharon Olds)


Cuando llego a casa tarde y es de noche y entro a besar a los niños
veo a mi hija con el brazo doblado alrededor de la cabeza,
su cara sumergida en lo inconsciente;
tan centrada por completo en su yo oscuro,
la boca que resopla con ligereza como alguien saciado
pero con una mueca leve de no haber tenido suficiente,
los ojos tan cerrados que uno pensaría que han girado sobre
el iris para mirar la parte posterior de la cabeza,
el globo ocular desnudo y marmóreo bajo el
párpado anhelante grueso y satisfecho,
descansa sobre la espalda en posición cerrada y de abandono
y el hijo en su habitación, oh, el hijo, está de lado en la cama,
una rodilla arriba como si estuviera escalando
peldaños escarpados en la noche,
y bajo el temblor fino de los párpados
sabes que sus ojos están abiertos de par en par,
mirando y vidriosos, con su azul
codicioso y cristalino en toda esta oscuridad, y
la boca está abierta, respira con dificultad por la subida
y jadea, la frente está arrugada
y pálida, los dedos largos encogidos,
la mano abierta, y en el centro de cada mano
la palma seca y sucia del niño
en calma, como si fuera una galleta. Lo miro en su
búsqueda, los músculos finos de sus brazos
apasionados y tensos, la miro a ella
con su rostro como el rostro de una serpiente que se hubiera
tragado un ciervo,
contenta, contenta, y sé que si la despierto
sonreirá y volverá el rostro hacia mí
medio dormida y abrirá los ojos y
sé que si lo despierto a él
se sacudirá rápidamente y dirá No y se incorporará
y mirará a su alrededor en una inconsciencia
azulada, oh Señor, cómo
conozco a estos dos. Cuando el amor viene a mí y me pregunta
¿Qué sabes? Respondo Esta niña, este niño.


martes, 1 de mayo de 2018

La O azul (por Jairo Rojas)



lo que me digo para usted

es que el agua saltó de más arriba de las regiones

del frío

y ahora anda unida al extenso firmamento

azul sobre azul

y a su huella vamos hundiendo la cabeza

en su pecho

cortando nuestra lengua torpe para escuchar su color

a

es lo que hay:

puntos de agua rara donde crecimos

y picos que bajan en la noche

a

subimos-bajamos

subimos-bajamos

/////

a

lo que me digo, entonces, hermano

es que nos dejemos hundir

en el centro de su nombre de agua

que no hemos podido tocar

que crucemos la ciudad fluvial para conocernos

que sigamos la ruta

de los que ya no están aquí y siguen

caminando

que no tengamos miedo de hundirnos en el templo

y postremos la cabeza en el agua

para tener, por fin, los pies sobre la tierra

sobre

azul sobre agua azul

a

dices: “nos escogió el aire

y los cielos derretidos, tan pequeños y vastos”

a

sonrío

toma la montaña y muévela –insisto a tu voz-

que el pensamiento tiemble con las piernas

sus varices caigan

hiérelo, como nunca, con la O azul / del agua / de arriba

a

blanco-silencio-azul-agua-blanco-

a

sea este el lugar donde empezó todo

donde nos cruzó la noche grande

para ver qué hacíamos