zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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domingo, 31 de agosto de 2014

No era alegría o tristeza (por Nazim Hikmet)


Durante todo el viaje, la nostalgia no se ha separado de mí.

No digo que fuese como mi sombra:

permanecía a mi lado también en la oscuridad.

No digo que fuese como mis manos o mis pies:

cuando se duerme, se pierden las manos y los pies

y yo no perdía la nostalgia ni siquiera durante el sueño.

Durante todo el viaje, la nostalgia no se ha separado de mí.

No digo que fuese hambre o sed o deseo

de frescura en la canícula o de calor en el hielo:

era algo que de lo que se puede alcanzar la saciedad.

No era alegría o tristeza, no estaba atada

a la ciudad, a las nubes, a las canciones, a los recuerdos.

Estaba en mí y fuera de mí.

Durante todo el viaje, la nostalgia no se ha separado de mí

y del viaje nada me queda sino aquella nostalgia.


sábado, 30 de agosto de 2014

Ese nombre (por Joan Margarit)


Ha apoyado la frente en el cristal
frío, empañado, con trasluz de invierno.
Escribe el nombre de ella y, a través
de las líneas que traza con el dedo,
la ha visto en un paraje solitario
con el mar y las rocas en la noche.
Al fondo, las estrellas: de pronto, las gaviotas
alzan el vuelo como un resplandor
al paso de un falucho. Se ha engañado:
detrás de la ventana hay una calle
que el alba hace más triste, sin un alma,
con coches aparcados.
Tras las líneas comienza a amanecer:
el sol naciente borrará ese nombre
en la escarcha rosada del cristal.

viernes, 29 de agosto de 2014

Si te encontrase (por Luis García Montero)

Quizá tu no me viste,
quizá nadie me viese tan perdido,
tan frío en esta esquina. Pero el viento
pensó que yo era piedra
y quiso con mi cuerpo deshacerse.

Si pudiera encontrarte,
quizá, si te encontrase, yo sabría
explicarme contigo.

Pero bares abiertos y cerrados,
calles de noche y día,
estaciones sin público,
barrios enteros con su gente, luces,
teléfonos, pasillos y esta esquina,
nada saben de ti.

Y cuando el viento quiere destruirse
me busca por la puerta de tu casa.

Yo le repito al viento
que si al fin te encontrase,
que si tú aparecieses, yo sabría
explicarme contigo

jueves, 28 de agosto de 2014

Televisión (por Manuel Rivas)


A esa hora llegaba mi vieja,
justo cuando el bajo de The Cult
daba aquellos pasos de comanche.
Mi madre,
boqueando después de fregar las oficinas del Fénix Español,
se ponía las zapatillas,
se sentaba en el sofá,
suspiraba en lo más hondo
y cambiaba a la primera cadena.
Anda, vago, sal a la calle y espabila.
Apareció el Empire State
y mi vieja dijo con ternura:
Pobre de la que tenga que fregar todo eso.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Porque ella me comprende (por Paul Verlaine)

Tengo a menudo un sueño extraño y penetrante:
Una desconocida que amo y que me ama,
y que en cada ocasión no es por entero ella
ni es por entero otra, y me ama y me comprende.

Porque ella me comprende, y así mi corazón,
claro para ella sola, ya no es un enigma,
para ella sola, ay, y el sudor de mi rostro
ella sola lo sabe enjugar mientras llora.

¿Es rubia, pelirroja, morena? No lo sé.
¿Su nombre? Mi recuerdo es que es dulce y sonoro
como el de mis amados que desterró la Vida.

Sus ojos se parecen a los de las estatuas,
y su voz, que es serena, lejana y grave, tiene
la inflexión de otras voces queridas que han callado.


martes, 26 de agosto de 2014

Las otras (por Saiz de Marco)

Somos tus otras vidas,
tus vidas no vividas

lo único que buscamos es una explicación

¿por qué no nos viviste?

¿por qué a nosotras no y sin embargo sí
ese camino andado,
tu vida recorrida,
la ruta que sí has hecho?

¿en qué sentido ella nos sacaba ventaja?

¿por qué oculta razón la preferiste?

eh dinos,
¿qué te atrajo?,
¿qué te movió a escogerla?
¿qué promesas te hizo?,
¿cómo te engatusó?

ya que nunca has querido tomarnos,
elegirnos;
ya que nunca has probado a marchar por nosotras…
al menos cuéntanos si mereció la pena

¿tenía ella lo que no teníamos las demás?

¿te dio algo que nosotras no pudiéramos darte?

Somos las rechazadas,
las que dejaste a un lado

lo único que queremos es una explicación


lunes, 25 de agosto de 2014

Qué monada (por Wislawa Szymborska)

Le dio por la felicidad,
le dio por la verdad,
le dio por la eternidad
¡miradlo!

Apenas distinguió entre realidad y sueño,
apenas comprendió que él era él,
apenas chapuceó con su mano nacida de una aleta
una piedra de lumbre y una nave espacial,
capaz de ahogarse en una cucharada de océano,
poco gracioso incluso para la vacuidad,
sólo ve con sus ojos,
sólo oye con sus oídos,
su gran logro lingüístico es el condicional,
usa su razón para increpar a la razón,
en una palabra: es un cero a la izquierda,
pero por la cabeza le rondan la libertad, la omnisciencia y el ser
fuera de la carne tonta,
¡miradlo!

Porque parece existir,
haber llegado a ser de verdad
bajo una de las estrellas provincianas.
Vivaz y bastante movido a su manera.

Pese a ser un bastardo de un cristal
está harto estupefacto.
Pese a haber vivido una infancia difícil entre las necesidades de la manada, no está mal individualizado.
¡Miradlo!

¡Adelante, aún por un instante,
por un abrir y cerrar de una menuda galaxia!
Que por fin se vea a grandes rasgos
quién será, dado que existe.
Porque es tenaz.
Muy tenaz, a decir verdad.
Con ese aro en la nariz, con esa toga, con ese jersey.
En fin, es una monada.
Pobrecito.
Todo un hombre.

domingo, 24 de agosto de 2014

Terminado (por Juan Ramón Jiménez)


¿Nada todo? Pues ¿y este gusto entero
de entrar bajo la tierra, terminado
igual que un libro bello?
¿Y esta delicia plena
de haberse desprendido de la vida,
como un fruto perfecto de su rama?
¿Y esta alegría sola
de haber dejado en lo invisible
la realidad completa del anhelo,
como un río que pasa hacia la mar,
su perenne escultura?

sábado, 23 de agosto de 2014

Blues de la escalera (por Antonio Gamoneda)

Por la escalera sube una mujer
con un caldero lleno de penas.
Por la escalera sube una mujer
con el caldero de las penas.

Encontré a una mujer en la escalera
y ella bajó sus ojos ante mí.
Encontré la mujer con el caldero.

Ya nunca tendré paz en la escalera.

viernes, 22 de agosto de 2014

Inmóviles calaveras de caballo (por García Lorca)

Me he perdido muchas veces por el mar
con el oído lleno de flores recién cortadas,
con la lengua llena de amor y de agonía.
Muchas veces me he perdido por el mar
como me pierdo en el corazón de algunos niños.

No hay noche que, al dar un beso,
no sienta la sonrisa de las gentes sin rostro
ni hay nadie que, al tocar un recién nacido,
olvide las inmóviles calaveras de caballo.

Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos del hombre no tienen más sentido
que imitar a las raíces bajo tierra.

Como me pierdo en el corazón de algunos niños
me he perdido muchas veces por el mar.
Ignorante del agua voy buscando
una muerte de luz que me consuma.

jueves, 21 de agosto de 2014

Qué íbamos a hacer (por Paul Éluard)


Que íbamos a hacer, la puerta estaba bajo guardia
Que íbamos a hacer, estábamos encerrados
Que íbamos a hacer, habían cerrado la calle
Que íbamos a hacer, la ciudad estaba bajo custodia
Que íbamos a hacer, ella estaba hambrienta
Que íbamos a hacer, estábamos desarmados
Que íbamos a hacer, al caer la noche desierta
Que íbamos a hacer, teníamos que amarnos.

miércoles, 20 de agosto de 2014

El verdugo (por Sigfrido Radaelli)


Todo está oscuro. Voy bajando escalones duros,
irregulares,
tanteando paredes húmedas.
¿Cuántas mañanas, cuántas noches?
Algunas veces escuché yo mismo mi propio aullido.
¿Es así la tortura
y es así el dolor que aparece de pronto y se niega
a desaparecer.
que me acosa por un lado y en seguida por otro,
finalmente por todos los lados al mismo tiempo?
No hay que doblegarse, de lo contrario estoy
perdido
¿Y la humillación de ser torturado sin defensa
posible,
irse mutilando de a poco?
Quiero darme vuelta,
moverme, levantarme.
Agazapado, fulmíneo,
el dolor regresa.
Es inútil, estoy atrapado.
huyo de todo esto desvaneciéndome.
Busco a tientas el reloj, enciendo la luz.
Estuve dormido algunos minutos. He descansado
un poco, lo suficiente.
Ahora puedo volver a pensar. No importa ya cómo
ni por qué,
pero yo soy el torturado, la víctima.
Mi defensa es imposible, lo sé también,
y esto es lo que me ultraja.
Después de un largo día, de nuevo la noche.
Cumplo sus etapas conocidas de memoria:
un poco de radio, un poco de televisión,
un poco de lectura.
Tomo las medicinas, bebo agua,
apago la luz.
La escalera es circular, interminable, siempre hacia
abajo.
Tanteo los costados,
de vez en cuando me detengo para levantar la vista.
Entre los recovecos, la escasa luz del comienzo
ha desaparecido.
Siempre hay un escalón debajo del último.
Sigo bajando.
Al volver a mirar hacia arriba
distingo la luz de un relámpago.
De nuevo la oscuridad total.
Las paredes me acosan,
se hunden en mí.
Siento golpes por todas partes.
Arriba otra luz. Rápidamente distingo una mano,
Me tomo de esa mano
que al parecer está cómoda conmigo.
Todo es tan fugaz. De nuevo el acoso,
el dolor.
Indefenso, me hundo en esta tortura.
¿Es una represión dirigida a mí, un castigo,
una injuria, un espanto?
Lejos, lejísimos, creo escuchar una serie de truenos.
¿Me llaman?
Quedo detenido en el fondo un buen rato. Me doy
la vuelta,
intento regresar.
Subo despacio. Cuento los escalones,
las paredes se alejan.
Todo a mi alrededor está vacío.
Estoy solo. Solo con mi terror.
Subo por un desfiladero, entre ciénagas.
Arriba, lejos, nuevamente una luz.
Cruza el vuelo de un ave.
Silencio total.
Hay que seguir subiendo, poco a poco,
despacio.
En alguna parte alguien sabe lo que está
pasando.
¿Juzga, condena?
Siento una enorme tristeza. Sé que toda
subversión es inútil.
Sé que estoy resignado para siempre.

martes, 19 de agosto de 2014

Fragmentos (por Fernando Pessoa)

El florecer del encuentro casual
de los que han de seguir siendo extraños...

La mirada única sin interés recibida al acaso
de la extranjera rápida...

La mirada de interés del niño llevado de la mano
por la madre distraída...

Las palabras episódicas cambiadas
con el viajero episódico
en el episódico viaje...

Dolor grande de que todas las cosas sean fragmentos...
Camino sin fin...

lunes, 18 de agosto de 2014

Como quien deja un libro (por Sergio Manganelli)


Para ser claro
renuncio a las frases alusivas,
a la caligrafía pálida
sobre el cuaderno mudo de las tumbas,
rechazo el podio hipócrita
de la bondad post mortem,
y a esa memoria tan desmemoriada.

Yo no quiero que apunten
en mi lápida la palabra yace,
me niego espeluznado.
No anhelo ese cheque grosero
con el que expían de mármol de hospital
lo que siempre te negaron avaros.

Ni acepto que se luzca
bajo una lluvia
de mierda de palomas
ese verbo impiadoso
en tercera persona.

No le abro los postigos,
ni a sus endebles secuaces
el adjetivo inerte
el absurdo abatido
menos aún al implacable muerto
-auxiliares morbosos de crónicas de sangre-
prefiero que sentencien
se pudre
se funde
se disuelve
pero jamás
yace.

Porque la muerte
puede ser otra cosa,
menos sucia y severa,
mejor que la tapa biselada y sorda,
quizás algo tan simple
como tumbarse al sol,
sobre el pasto o la arena
en una tarde franca y sin ruinas,
con vino y con regazo,
y sonrisas con huella
y dialecto de besos
y un murmullo entrañable
que recite poemas.

Quizás yacer
no sea esa quietud
de corazones secos,
ni el sueño, ni el olvido,
sino un íntimo zafarrancho,
un arrebato de vida sin permiso,
un insomnio de goce,
con marea de lluvia
y peces sin abismo.

Una muchacha fresca,
pechos de hierbabuena,
que te besa la ausencia
sin placebo y sin pena.

Ojalá no sea
el hartado celeste
de los castos y pulcros,
tampoco el infierno ceniza,
el hoyo de un ambiente
con renta anticipada,
sino jugar rayuela
hasta llegar al cielo,
y que don dios gorrión
disponga tiernamente:
“levántate y vuela”.

Puede que signifique
cerrar la vida apenas,
como quien deja un libro,
hasta que en una noche
de miedo a la tormenta,
o duda desvelada,
lo hojeen conmovidos
esos ojos más nuevos
que guardan mi mirada.

domingo, 17 de agosto de 2014

Rimbaud (por José Luis Piquero)


Yo no quiero ser yo. La vida entera
la gasté en reinventarle, como un fénix doméstico.
Me fui sobreviviendo como pude.

Yo no sé quién soy yo. Tal vez la máscara
debajo de la cara. La pregunta.

Yo no pude ser yo. Y el minucioso
trabajo de vivir sin heroísmo se quedó para otros.
La verdad es la triste descripción del secreto.
No quise ser verdad. Quiero ser Nadie.

sábado, 16 de agosto de 2014

Un tambor que no sabe (por Antonio Colinas)


¡Qué lento pasa el tiempo, y qué medido!
Lo va fijando un tambor oscuro
que suena en la noche
de la tierra.
¿Quién lo hace resonar?
Son los cascos nerviosos
de los caballos.
Ellos producen un inconfundible
sonido al galopar.
Lo sabemos también
por esa rebelión
mansa de sus relinchos.

Duerme inconsciente el mundo
sin saber que es tambor que resuena
como tierra, como cuero, como aire,
como un terciopelo
tenso, o como un grueso tafetán.
Un tambor que no sabe
que se avisa a sí mismo
como eco de peligro
o retemblor de sangre.
Tambor pausado, oscuro, el del galope
sonámbulo
de los caballos nocturnos.
¿La tierra está llamando
al cielo sordamente
o es el cielo el que avisa a la tierra
con paciente dulzura?

Como un tambor resuena
la noche y los relinchos
braman ardientes.
¿Con ellos se lamenta
la tierra o es el cielo?

Vivo tambor nocturno el del galope
de los caballos
sin jinete
sobre la tierra muerta.

viernes, 15 de agosto de 2014

Hasta formar un solo árbol (por Luis Rosales)


Cuando llegue la noche y sea la sombra un báculo,
cuando la noche llegue tal vez el mar se habrá dormido,
tal vez toda su fuerza no le podrá servir para mover sólo un grano de arena,
para cambiar de rostro una sonrisa,
y quizá entre sus olas podrá nacer un niño
cuando llegue la noche.
Cuando la noche llegue y la verdad sea una palabra igual a otra,
cuando todos los muertos cogidos de la mano formen
una cadena alrededor del mundo,
quizás los hombres ciegos comenzarán a caminar
como caminan las raíces en la tierra sonámbula;
caminarán llevando un mismo corazón de mano en mano,
y cuando al fin se encuentren
se tocarán los rostros y los cuerpos en lugar de llamarse por sus nombres,
y sentirán una fe manual repartiendo entre todos su savia,
y crecerán los muertos y los vivos,
unos dentro de otros
hasta formar un solo árbol que llenará completamente el mundo,
cuando llegue la noche.

jueves, 14 de agosto de 2014

Mi camino sin camino (por Han Yu)


Una senda abrupta serpea
por entre las rocas de la montaña.
Al caer el crepúsculo
llego al antiguo templo silencioso,
en que revolotean murciélagos.
Me siento en las escaleras
del salón principal.
Ha cesado la lluvia
y el aire rebosa de frescura.
Se mecen anchas hojas de plátanos.
Lucen radiantes botones de la gardenia.
El monje elogia los frescos budistas
y me aconseja que los visite.
A la débil luz de unas velas
los contemplo. Borrosos,
apenas se distinguen.
Luego me prepara el lecho,
desenrollando una estera.
Me sirve arroz y sopa,
que, siendo magra y frugal,
es suficiente y me quita el hambre.
Reposo en la noche oscura
y en un silencio absoluto:
Todos los insectos descansan.
Una clara luna surge de la sierra,
arrojando sus rayos plateados
sobre la puerta y las ventanas.
Al alba continúo solo
mi camino sin camino.
La senda, velada por brumas,
ora aparece, ora se evapora;
unas veces sube, y otras desciende.
La montaña, cubierta de flores,
se viste de rojo, matizada
de verde por unas cascadas.
De trecho en trecho se yerguen
robustos pinos y robles.
He llegado a un arroyo y lo vadeo
con los pies descalzos
por encima de las piedras.
Cantan aguas saltarinas.
La brisa me acaricia,
abriéndome la túnica.
¡Qué feliz será vivir así!
¿Por qué hemos de estar a merced de otros,
como caballos sujetos con bridas?
Quisiera decir a mis amigos:
¡Pasemos la vejez aquí,
sin nunca hablar de regresar!

miércoles, 13 de agosto de 2014

Nada pertenece a la memoria (por Wislawa Szymborska)

Todo es mío y nada me pertenece,
nada pertenece a la memoria,
todo es mío mientras lo contemplo.

Las diosas, apenas recordadas,
corren el riesgo de perder sus cabezas.

De la ciudad de Samokov sólo queda la lluvia,
la lluvia y nada más.

Desde el Louvre hasta la uña
París se entela.

Del bulevar Saint-Martin queda una escalinata
que conduce a la difuminación,

y, de los puentes de Leningrado,
sólo, y con suerte, uno y medio.

¡Pobre Upsala,
con ese trocito de su imponente catedral!

Desdichado bailarín de Sofía,
cuerpo sin rostro.

Primero, su rostro sin ojos,
después, sus ojos sin pupilas,
y las pupilas de un gato, luego.

El águila caucasiana sobrevuela
un desfiladero reconstruido,
y el oro sin ley del sol
y las piedras falsificadas.

Todo es mío y nada me pertenece,
nada pertenece a la memoria,
todo es mío mientras lo contemplo.

Inagotables, inabarcables,
peculiares por una hebra,
un grano de arena, una gota de agua:
paisajes.

Imposible retener, ni de una brizna,
una imagen completa.

Un saludo y un adiós
en una sola mirada.

Y un solo movimiento del cuello
para lo que sobra y lo que falta.

martes, 12 de agosto de 2014

Lo que le hace el fuego (por Sebastián Pedrozo)


Cuando tenía diez años

Nos mudamos a una casa con estufa a leña

Yo no sabía qué era el fuego

Hasta que mi padre me llevó a cortar leña

Nos metimos en el monte

Él tenía un machete

Yo una bolsa de arpillera

Cortó ramas altas de una acacia

La mejor brasa, dijo

Volvimos cansados y sucios

Encendimos el fuego.

Allí se hizo la cena

Y no me despegué más

De las llamas

De la madera

Del calor

Mi primer invierno

Lo pasé quemando cosas

Soldados de plástico

Las muñecas de mi hermana

Pan viejo

Insectos

El pelo acumulado en el cepillo de mi madre

Aceite de moto

Las cuerdas con que ataban a los pollos de las patas

Un reloj de pulsera

Un cuaderno doble raya

Con un poema de Constancio C. Vigil

Hasta una medalla que había ganado en karate en el 86



Todo era vencido por el amarillo

Todo mudaba de forma

Derretido

A la mañana

Buscaba en los restos del incendio

Los objetos incinerados

Es curioso lo que le hace el fuego

A la gente

La vuelve silenciosa

Y lenta

Nada me detuvo

Salía a buscar más y más leña

Hasta que un día tosí

Y un dolor horrendo me cruzó la espalda

Caí rendido en una cama

Y la fiebre me devoró

Sentía la congestión

El agua en los pulmones

Golpetear sin tregua

Siempre

Por las noches



Una vez vino a verme

Mi maestra de quinto año

Ahí supe que era grave

Que la vida es frágil si uno se aferra

Con desesperación a la fe



Los excesos

Dijo mi padre

Te matan de a poco

Pero hacen los detalles

Por los que te recuerda la gente.

lunes, 11 de agosto de 2014

Sentado en esta sombra (por Álvaro Valverde)


Abro la verja del jardín sin nadie.
Espera mi llegada el viejo limonero
y al verlo me parece
que no hubiera pasado en parte alguna
todo este largo tiempo,
que siempre hubiera estado
sentado en esta sombra, silencioso,
viendo pasar los días
con la mirada turbia de los que nada esperan,
pero al fin sobreviven.
Con tanta asiduidad he recordado
este mismo lugar
que no es extraño
sentir la vuelta a casa
como un hecho casual como si ahora
volviera una vez más y simplemente
cerrara una vez más la misma puerta.
La casa es hacia dentro el laberinto
que siempre he perseguido. Permanece
sitiada por los muros
azules de la infancia,
por ecos de una edad sobrevenida.
En la azotea,
el puerto sigue siendo un sueño antiguo
y arriba en las estrellas
leo de nuevo
el rumbo del viaje que comienza.

domingo, 10 de agosto de 2014

Nada tiene más fuego (por José Ángel Valente)

El amarillo, el verde, el encendido
rojo sólo para morir
bajo el tendido velo del otoño.

La luz no está en la luz, está en las cosas
que arden de luz tenaz bajo la lluvia.

Nada tiene más fuego en sus entrañas
que la melancolía ardiente de esta hora.

Nada tiene más fuego que la ausencia.

¿Llorar?
Lloradme nunca.
Me he perdido
con el aire en las bóvedas tan bajas
de un cielo que, piadoso, me disuelve.


sábado, 9 de agosto de 2014

Sobre todo ese (por Martín López-Vega)



Piensa en el poeta que quieres ser.


—El que hace hablar a las figuras antiguas

para explicar su historia, guerreros, sacerdotes.


—Por qué no, y que hable también

alguno de los animales mágicos. Pero no basta.



—El que se fija en un detalle

(una espada, un vestido ceremonial)

para reconstruir una lección sobre el mundo.

—Puede ser, pero no cualquier detalle,

y que sea una pregunta lo encontrado,

no una respuesta.



—El que se quiere artista contemporáneo

y cambia las figuras de la jarra por otras actuales:

guerreros por cantantes,

parturientas por presentadoras de tv.

—Qué divertido, juguemos también a eso.



—El que se mira en el todo y la parte

como en un espejo en el que por fin

entender algo de sí mismo.

—Desde luego, nos vamos acercando.



—El campesino que hunde sus manos en la tierra

y extrae de ella, como un regalo extraterrestre,

una vieja copa que ha cruzado intacta los siglos,

sin conocer la palabra sítula ni tener muy claro

quiénes fueron los celtas, y la limpia y la contempla

en su ajena belleza, como si la muchacha

más hermosa de Eslovenia fuese de repente suya

por una incomprensible errata del cosmos.



—Ese, sobre todo ese quiero ser.

viernes, 8 de agosto de 2014

El camino del revés (por Roberto Juarroz)

Apuntalar la construcción de la mirada
con vigas de ceguera,
para que no se venga abajo
como una figura histérica en el viento
cuando lo visible se convierta naturalmente en invisible.

Ya que si sólo ponemos otras manos detrás de las manos,
otros pies debajo de los pies,
otra sombra a la vuelta de la sombra,
podemos encontrar el tacto del revés,
el camino del revés,
la forma del revés
al que estamos irremediablemente destinados.

Porque lo invisible no es la negación de lo visible,
sino tan sólo su inversión y su meta.
La sombra de una flor también perfuma.
Un recuerdo abre y cierra los párpados.
El amor es la contraseña del tiempo.

El revés es la zona
donde se encuentra todo lo perdido.

jueves, 7 de agosto de 2014

La adulación (por Sigfrido Radaelli)

Has escuchado la caricia de un canto,
un canto insidioso
que te halaga, te hace feliz.
Tus oídos se acostumbran a la mentira
y exigen, insaciables, su cuota de alabanza.
El deleite
sigue creciendo.
Te encumbras un poco más
y él desciende, sin temor, obsecuente.
La boca que te hablaba servil
ahora destila una miel asquerosa,
pero la recibes,
llegas por extraño conducto hasta tu entraña
y sientes un goce altísimo y secreto.
Ignoras quizás
que este placer está reservado a los necios.
Nada te importe,
oh cínico,
porque eres al fin el cómplice.


miércoles, 6 de agosto de 2014

Nacerme a cada paso (por Begoña Abad)


Sin acto de amor que me conciba,
sin madre que me espere,
sin saber para qué,
sigo empeñada en nacer
a cualquier hora,
de cualquier manera,
por olvidarme de los días
en los que nacía muerta
o en los que me moría
de a poquitos silenciosos.
Nacerme a cada paso
aunque sea de nalgas
y con dos vueltas de cordón
enrollado en el alma,
nacerme y respirarte...

martes, 5 de agosto de 2014

Viento que se detiene (por Octavio Paz)


Bajo un sol inflexible
llanos ocres, colinas leonadas.
Trepé por un breñal una cuesta de cabras
hacia un lugar de escombros:
pilastras desgajadas, dioses decapitados.
A veces, centelleos subrepticios:
una culebra, alguna lagartija.
Agazapados en las piedras,
color de tinta ponzoñosa,
pueblos de bichos quebradizos.
Un patio circular, un muro hendido.
Agarrada a la tierra -nudo ciego,
árbol todo raíces- la higuera religiosa.
Lluvia de luz. Un bulto gris: el Buda.
Una masa borrosa sus facciones,
por las escarpaduras de su cara
subían y bajaban las hormigas.
Intacta todavía,
todavía sonrisa, la sonrisa:
golfo de claridad pacífica.
Y fui por un instante diáfano
viento que se detiene,
gira sobre sí mismo y se disipa.

lunes, 4 de agosto de 2014

Fiesta (por Máximo Simpson)


Esta fiesta comienza desde abajo:
cuando los pies se encuentran,
cuando los pies se aman,
se entrelazan,
se besan, se visitan,
se tocan,
se interrogan,
un escozor los une,
un azoro, un anhelo, un calosfrío;
y cuando los pies se miran,
cuando los pies son manos y son alas,
cuando los pies se alejan y retornan,
cuando los pies se acechan y se abrazan,
cuando los pies se rinden
al oscuro temblor que los convoca,
ya las sábanas gimen,
ya las sábanas cantan,
y un secreto rumor de profecía
asciende por los cuerpos
hacia el día que adviene.



domingo, 3 de agosto de 2014

Al pasar la barca (por Lola Mascarell)


Qué lejos se oye hoy aquella letra,

qué distancia en el aire,

los frágiles compases,

la vieja cantinela de la comba.


Qué quieta permanece en el recuerdo

la niña de las trenzas,

qué inmóvil en su orilla va contando

las vueltas uniformes,

los giros casi mágicos del cabo.

Y el dulce cosquilleo que le sube

trepando por las tripas

apenas la arrebata de ese trance.

Muñeca embelesada, se ha lanzado

al eco persistente de la cinta,

al hueco que dibuja sobre el cielo

el ritmo sincopado de la cuerda.


Qué quieta permanece en el recuerdo

la niña de las trenzas,

sumida en ese círculo vacío

que juega a recogerla en sus entrañas:

el látigo del tiempo

que llega y que se marcha mientras ella

sortea los vaivenes de su envite

con técnica cadencia.


Y así pasa la tarde entre las brisas,

pretérita y absorta. Qué lejana

su voz y su distancia.

Qué inmóvil permanece en el recuerdo

su dicha sin objeto.

La barca impetuosa de las horas,

azota su minúscula alegría,

su cándida ignorancia

de niña tan bonita,

que salta y se detiene y va cantando

que no paga dinero todavía.

sábado, 2 de agosto de 2014

Déjame con los pájaros (por Ida Gramcko)


Arráncame las áridas raíces,
déjame suspendida en el espacio,
entre los vientos firmes.
Allí se está como en un gran regazo
maternal y sin límites.
Déjame con los pájaros,
indagan lo invisible.
¡Ah, más allá del cielo se alza un árbol
que sus alas indómitas persiguen!
No lo han visto jamás y, sin embargo,
creen sentir su rumor en los confines.
Rumor de hojas distantes... Pero ¿acaso
no lo vieron, gigante, en el origen
primero de la vida, y en sus cantos
no es la voz de la ausencia lo que aflige?
Deja que suba a lo alto
y que mi canto vibre.
Canto la ausencia de algo,
de una estrella enterrada en nubes grises.
La sombra azul del árbol
se dilata y me ciñe.
Déjame con los pájaros.
Soy una flor delimitada y triste.
Arráncame los pétalos y el tallo
y la fragancia, y líbrame.


viernes, 1 de agosto de 2014

Y me espanto de olvidarte (por Denise León)


Una línea de pájaros se aleja
lacerada
de esta ciudad ronca
donde tu nombre no alumbra.
Esta ciudad
que queda lejos de tu sangre
y de la sombra de tu sangre
en mi corazón.
Tiembla la memoria
que te nombra
y me espanto de olvidarte
cada noche
en esta ciudad.