zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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viernes, 28 de febrero de 2014

Himnos de la creación -Rig Veda libro X, himno 129- (Anónimo)


No había inexistencia ni existencia, entonces.
Entonces no había lo existente ni lo no-existente.
No había reino del aire, ni del cielo, más allá de él.
¿Qué había dentro y dónde? ¿Y qué daba amparo?
¿Había agua allí, insondable profundidad de agua?
No había entonces muerte, ni había algo inmortal,
no había allí ningún signo que dividiera los días y las noches.
Aquello Insondable respiraba por su propia naturaleza.
Aparte de eso, no había nada.

En el principio la oscuridad escondía la oscuridad.
Este Todo era fluido, indeterminado.
El vacío estaba cubierto por el vacío.
Ese Uno nació por la omnipotencia de la intensión.

El deseo descendió sobre él en el principio,
siendo la primera semilla del pensamiento.
Los sabios, que han buscado en el corazón,
encontraron el nexo entre existencia e inexistencia.

Luego se extendió a través del vacío.
¿Había un abajo? ¿Había un arriba?
A continuación la naturaleza, la energía;
el poder de la fuerza abajo, el propósito arriba.

¿Quién lo conoce exactamente?, ¿quién puede exponerlo aquí?
¿De dónde nació?, ¿de qué se derramó?
Aquello era anterior a los dioses,
ellos vinieron después.

¿Quién sabe dónde tiene su origen toda la creación?
Él formó todo, o tal vez no.
Aquél que está más allá del cielo supremo
lo sabe todo, o tal vez no.

jueves, 27 de febrero de 2014

La mitad muda de la música (por Tomas Tranströmer)

Tenue rebota el canto del urogallo en las esferas celestes.
La música, libre de culpa en nuestra sombra, como
el agua de la fuente se eleva entre las fieras,
artísticamente petrificadas en torno al surtidor.

Con los arcos de violín disfrazados de bosque.
Con los arcos como jarcias en un aguacero
bajo los cascos del aguacero se hunde el camarote
y en nuestro interior, en suspensión de giróscopo, la alegría.

En la noche se refleja la calma del mundo
cuando se preparan los arcos pero no se tocan.
Inmóviles en la niebla los árboles del bosque
y la tundra reflejándose en sus propias aguas.

La mitad muda de la música está aquí, nos envuelve
como el aroma de la resina a los abetos heridos por rayos.
Un verano subterráneo en cada hombre.
Allí, en la encrucijada, se libera una sombra

y se aleja galopando adonde apunta la trompeta de Bach.
De repente la gracia proporciona confianza. Abandonar
su propio disfraz de yo en esta ribera,
donde la ola rompe y se hunde, rompe 


y se hunde.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Nuestras sombras movidas (por Jorge Teillier)

Sentados frente al fuego que envejece
miro su rostro sin decir palabra.
Miro el jarro de greda donde aún queda vino,
miro nuestras sombras movidas por las llamas.

Ésta es la misma estación que descubrimos juntos,
a pesar de su rostro frente al fuego
y de nuestras sombras movidas por las llamas.
Quizás si yo pudiera encontrar una palabra.

Ésta es la misma estación que descubrimos juntos:
aún cae una gotera, brilla el cerezo tras la lluvia.
Pero nuestras sombras movidas por las llamas
viven más que nosotros.

Sí, ésta es la misma estación que descubrimos juntos.
—Yo llenaba esas manos de cerezas, esas
manos llenaban mi vaso de vino—.
Ella mira el fuego que envejece.

martes, 25 de febrero de 2014

Y luego nos borramos (por Eloy Sánchez Rosillo)


Después de muchos años
pasé en el autobús hoy por la puerta
de mi casa de niño, mientras iba
a algún otro lugar de la ciudad.
La casa sigue en pie, con su aspecto de entonces,
aunque desvencijada y ya sin nadie.
Unos momentos sólo
tuve para mirarla, y entreví
a mi madre que, aún joven, salía sonriente
de ese portal, conmigo de la mano,
hacia un día del mundo.
El sol de la mañana cayó sobre nosotros
y luego nos borramos en la luz.

lunes, 24 de febrero de 2014

¡ Si disimularan ! (por Wislawa Szymborska)


Un amor feliz. ¿Es normal,

serio, útil?

¿Qué saca el mundo de dos personas

que no ven el mundo?


Encumbrados hacia sí mismos sin mérito alguno,

dos al azar entre un millón, pero seguros

de que así tenía que ocurrir. ¿Como premio de qué?, de nada;

la luz llega desde ninguna parte.

¿Por qué cae precisamente sobre ellos y no cae sobre otros?

¿Ofende eso a la justicia? Así es.

¿Viola principios cuidadosamente almacenados, derriba

de su cima a la moral? Viola y derriba.


Mirad qué felices:

¡si disimularan aunque fuera un poco,

si fingieran aflicción para animar a los amigos!

Escuchad cómo ríen. Es insultante.

Qué lenguaje utilizan, sólo en apariencia comprensible.

Y esas ceremonias suyas, esas celebraciones,

sus rebuscadas obligaciones de unos para con otros,

¡parece una conspiración a espaldas de la humanidad!


Resulta incluso difícil prever qué sucedería

si pudiera cundir su ejemplo.

Qué podrían hacer religiones, poesías;

qué se recordaría, qué se abandonaría,

quién querría permanecer en el círculo.


Un amor feliz. ¿Es necesario?

El tacto y el sentido común nos obligan a callar al respecto

como si de un escándalo en las altas esferas de la Vida se tratara.

Espléndidos bebés nacen sin su ayuda.

Nunca podría poblar la tierra,

no es, digamos, muy frecuente.


Que la gente que no conoce un amor feliz

afirme que no existe un amor feliz en ningún sitio.


Con esa creencia les será más llevadero vivir, y también morir.

domingo, 23 de febrero de 2014

Prevalece lo raro (por Hanni Ossott)


Prevalece el misterio

que haya amor

que haya odio

que existan cuerpos


Prevalece lo raro

las relaciones

los cantos gregorianos

el arte, el corno francés


Prevalece el incendio de nuestras pasiones

la rara faz de uno que no se ha ido

sino que se queda

e insiste

por amor y odio


Prevalecen las extrañas miradas

y los cuerpos que no pueden tocarse

por miedo

por extrañeza

por temor.


Prevalece la distancia entre los amigos

la palabra no dicha

el gesto guardado

los silencios

en medio de la ebriedad


Prevalece que haya los otros y lo otro

la otredad

el más allá de mí

y el más allá de ti

de lo que nunca puede alcanzarse


Prevalece este raro plenilunio

sábado, 22 de febrero de 2014

Como una fila de velas (por Konstantinos Kavafis)


Días por llegar están delante de nosotros

como una fila de velas encendidas…

doradas, cálidas y vívidas velas.


Días pasados caen detrás de nosotros,

una lóbrega fila de velas consumidas;

todavía humean las más próximas,

frías, fundidas y torcidas.


No quiero mirarlas: sus formas me entristecen,

me entristece recordar su luz original.

Miro adelante mis velas encendidas.


No quiero girarme, no quiero ver, aterrado,

con qué rapidez esa oscura fila se alarga,

con qué rapidez una nueva vela muerta sigue a otra.

viernes, 21 de febrero de 2014

Desprovistos de alas (por Arturo Gutiérrez)


Entre el suelo y el techo de un ascensor

cada rostro es territorio incierto para la mirada,

las lenguas se anudan,

las manos buscan el aire en los bolsillos.


En esta pequeña Babilonia

no hay un solo hombre,

siquiera uno de ellos,

que no lleve una pequeña piedra entre sus manos.

Las llaves, el reloj, algún espejo,

todo aquí es atentado contra la gravedad.


Vaya forma de pagar una terrible condena:

haber nacido desprovistos de alas

-a ras de suelo-

con tan torpe afición a las alturas.

jueves, 20 de febrero de 2014

Los que fueron ocultados (por Mª Alejandra Rendón)


La memoria

tiene sus rincones

espacios para poder llorar

y no rendirse.

Sus héroes verdaderos

esos que no nombramos

los que agotaron su aliento en cada pulso

aquí y allá

los que dieron paso a toda su sangre por una herida

los que no han dado forma a ninguna estatua

los de cruces desconocidas

los que nunca fueron encontrados

los que fueron hallados sin nombre, ni linaje

los que fueron ocultados

los que fueron soldados, ahora desconocidos

nos miran.

Con ojos que no caben en la muerte…

nos entregan una historia

una herida al sur

que nunca cicatriza.

miércoles, 19 de febrero de 2014

¿Dónde estuvo? (por Eugenio Montejo)


Tan altos son los edificios

que ya no se ve nada de mi infancia.

Perdí mi patio con sus lentas nubes

donde la luz dejó plumas de ibis,

egipcias claridades,

perdí mi nombre y el sueño de mi casa.

Rectos andamios, torre sobre torre,

nos ocultan ahora la montaña.

El ruido crece a mil motores por oído,

a mil autos por pie, todos mortales.

Los hombres corren detrás de sus voces

pero las voces van a la deriva

detrás de los taxis.

Más lejana que Tebas, Troya, Nínive

y los fragmentos de sus sueños,

Caracas, ¿dónde estuvo?

Perdí mi sombra y el tacto de sus piedras,

ya no se ve nada de mi infancia.

Puedo pasearme ahora por sus calles

a tientas, cada vez más solitario;

su espacio es real, impávido, concreto,

sólo mi historia es falsa.

martes, 18 de febrero de 2014

La que no se iba (por Julio Cortázar)


Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,

qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,

eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.


lunes, 17 de febrero de 2014

Tras una lectura de Leopardi (por Vicente Gallego)


Con la lectura lenta de unos versos

he burlado la espina de estas horas adversas,

y ahora elevo mis ojos con asombro:

¿cómo pudo aquel joven, hace casi dos siglos,

tener noticias claras de mi vida,

conocer mis afanes, registrar mi cansancio;

ante la noche hacerse una pregunta

cuya respuesta ignora todavía la noche,

y escribir todo eso con palabras

que supieron burlar las celadas del tiempo?

¿Y para qué apuntar entonces con torpeza

lo que otros dijeron con acierto,

y para qué vivirlo? Y sin embargo,

la vida sigue siendo hermosa y triste,

y esos versos de sombra, extrañamente,

han traído la luz hasta esta tarde.

domingo, 16 de febrero de 2014

Hasta qué hora son cuatro estas paredes (por César Vallejo)


Oh las cuatro paredes de la celda.
Ah las cuatro paredes albicantes
que sin remedio dan al mismo número.

Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.

Amorosa llavera de innumerables llaves,
si estuvieras aquí, si vieras hasta
qué hora son cuatro estas paredes.
Contra ellas seríamos contigo, los dos,
más dos que nunca. Y ni lloraras,
di, libertadora.

Ah las paredes de la celda.
De ellas me duele entretanto, más
las dos largas que tienen esta noche
algo de madres que ya muertas
llevan por bromurados declives,
a un niño de la mano cada una.

Y sólo yo me voy quedando,
con la diestra, que hace por ambas manos,
en alto, en busca de terciario brazo
que ha de pupilar, entre mi dónde y mi cuándo,
esta mayoría inválida de hombre.

sábado, 15 de febrero de 2014

El trabajo se hará por etapas (por Mark Strand)


Él entra a tientas por la puerta trasera,

camina en puntillas por la cocina,

la sala, el corredor,

sube las escaleras y entra

en la habitación. Se inclina

sobre mi cama y dice que ha venido

a asesinarme. El trabajo

se hará por etapas.


Primero, las uñas de mis pies

serán recortadas, luego los dedos de mis pies,

y así seguirá hasta que

nada reste de mí.

De su llavero, toma un pequeño instrumento

y comienza.

Escucho el Lago de los Cisnes

en el estéreo de un vecino, y comienzo a tararear.


No podría decir

cuánto tiempo ha pasado. Pero cuando despierto

le escucho decir que ha alcanzado mi cuello

y que no podrá continuar

porque está cansado. Le digo

que ha hecho suficiente,

que debe irse a casa y descansar.

Me da las gracias y se marcha.


Siempre me sorprende

qué fácilmente se sacian

algunas personas.

viernes, 14 de febrero de 2014

Pero entonces tú te acercas (por Alicia Torres)


A veces juego con la idea de matarte

(después de todo, querido,

nadie es inocente)

y entonces pienso en sacerdotes antiguos

ataviados de oro y lino blanco,

incienso rumbo a los cielos,

la precisión de la obsidiana afilada

en noches de luna menguante,

un pecho descubierto,

la tensión rápida y certera

de una mano educada para el puñal,

el placer de los dioses,

la satisfacción del deber cumplido.

Y hay orden de nuevo en el mundo,

la lluvia se derrama por los campos,

el viento hincha las velas aqueas

y la tierra es fértil otra vez,

pero entonces tú te acercas, querido,

con los brazos abiertos

y yo sonrío culpable

besándote la garganta,

las muñecas, la sien.

La vida, allí donde late vulnerable.

jueves, 13 de febrero de 2014

Ley de los hombres (por Paul Éluard)


La ardiente ley de los hombres

de la uva hacen vino

del carbón hacen fuego

de los besos hacen hombres


La dura ley de los hombres

quedar intacto a pesar

de las guerras y la miseria

a pesar de los peligros de muerte


La dulce ley de los hombres

transformar el agua en luz

el sueño en realidad

y los enemigos en hermanos


Una ley antigua y nueva

que se va perfeccionando

desde el fondo del corazón del niño

hasta la razón suprema

miércoles, 12 de febrero de 2014

De tiempo y agua (por Jorge Luis Borges)


Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,

ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Ítaca
verde y humilde. El arte es esa Ítaca
de verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.

martes, 11 de febrero de 2014

Porque hoy llegan los bárbaros (por Konstantinos Kavafis)


¿A qué esperamos, reunidos en el foro?

A los bárbaros que deben llegar hoy.

¿Por qué no ocurre nada en el senado?

¿Por qué los senadores están sentados sin legislar?

Porque hoy llegan los bárbaros.

¿De qué serviría que los senadores hicieran ahora leyes?

Una vez que estén aquí, ellos harán la legislación.

¿Por qué se ha levantado tan temprano nuestro Emperador?

¿Y por qué está sentado en el trono en la puerta de la ciudad,

con gran pompa y corona?

Porque hoy llegan los bárbaros

y el Emperador espera recibir a su jefe.

Incluso tiene un pergamino que darle,

repleto de títulos, con nombres imponentes.

¿Por qué salen hoy nuestros dos cónsules y pretores

vistiendo sus escarlatas togas bordadas?

¿Por qué se han puesto pulseras con tantas amatistas,

sortijas relucientes con magníficas esmeraldas?

¿Por qué hoy salen con elegantes varas

hermosamente trabajadas en oro y plata?

Porque hoy llegan los bárbaros

y cosas como éstas les deslumbran.

¿Por qué no vienen nuestros distinguidos oradores de costumbre

a hacer sus discursos, a decir lo que tengan que decir?

Porque hoy llegan los bárbaros

y les aburre la retórica y los discursos públicos.

¿Por qué esta repentina perplejidad, esta confusión?

(Qué serias se han vuelto las caras de la gente.)

¿Por qué las calles y las plazas se vacían tan deprisa,

todo el mundo volviendo a casa absortos en meditación?

Porque ha caído la noche y los bárbaros no han llegado.

Y algunos de nuestros hombres recién llegados de la frontera dicen

que ya no hay bárbaros.

¿Y ahora qué va a ser de nosotros sin los bárbaros?

Aquella gente era una especie de solución.

lunes, 10 de febrero de 2014

Ulises a Telémaco (por Joseph Brodsky)


Querido Telémaco,


La Guerra de Troya
ha terminado. No recuerdo quién venció.
Los griegos, debe ser: los griegos, quién si no,
pueden dejar en tierra extraña tantos muertos…
De todos modos, el camino que me lleva al hogar
resulta que se alarga demasiado.
Como si Poseidón, mientras perdíamos el tiempo,
hubiera dilatado el espacio.
Ignoro dónde estoy y lo que veo ante mí.
Al parecer, una isla, sucia, arbustos,
casas, gruñir de cerdos, un jardín
abandonado, cierta reina, hierba y pedruscos…
Telémaco, querido, en verdad
todas las islas se parecen una a otra
cuando es tan largo el viaje: el cerebro ya
va perdiendo la cuenta de las olas,
el ojo, tiznado de tanto horizonte, echa a llorar,
la carne de las aguas obtura el oído.
No recuerdo ya cómo acabó la guerra,
ni  recuerdo cuántos años tienes hoy.

Hazte hombre, Telémaco, y crece.
Sólo los dioses saben si hemos de encontrarnos.
Tampoco ahora ya eres el chiquillo
ante el cual detuve aquellos toros.
Hoy, de no ser por Palamedes, estaría a tu lado.
Pero tal vez sea mejor así: pues sin mí
te has librado de los males de Edipo,
y en tus sueños, Telémaco, ignoras el pecado.

domingo, 9 de febrero de 2014

Haikus (por Aitor Suárez)


Sin arquitecto
ni plan de obra se erige
la realidad.


.....

Nada sabemos,
nada de nada, sobre
nuestro futuro.

.....

Ni siquiera es
claro que haya un futuro
para nosotros.


.....

Recuerdos que no
se olvidan de querer
ser recordados.

.....


Qué gran hoguera
si ardieran los recuerdos
encenderíamos.


.....

Pasado, cállate.
¿No ves que con tu ruido
no oigo el presente?


.....

Al recordar,
el antes y el después
se hacen un lío.


.....

Mejor así:
que el tiempo nos prohíba
retroceder.


.....

Siempre perdido.
Donde quiera que esté
estoy perdido.


.....

Sabemos bien
nuestros nombres, sí, pero
no quiénes somos.


.....

¿Con qué derecho
sólo porque te has muerto
abro tus cartas?

.....


¿Con qué licencia
sólo porque no vives
leo tu diario?

.....
  
Lo que sea que
soñemos, lo soñamos
en soledad.


.....

Se nos olvida
celebrar casi todo
lo celebrable.


.....

Aunque no estás,
a veces de repente
oigo tu voz.


.....

Ante mis ojos
desfilaron mil cosas
y no las vi.


.....

Tenía sed
pero no bebí porque
no lo sabía.


.....

Aunque habite entre
terrícolas, la música
no es de este mundo.

.....

Sólo la música
traspasa la membrana
que envuelve todo.

.....

Conozco sólo
a qué lugar me trajo
este sendero.

.....

Había otros
a izquierda y a derecha.
¿Por qué elegí éste?

.....

Nunca sabrás
dónde te habrían llevado
los otros trenes.

.....

No deberíamos
tener que escoger siempre
sólo un trayecto.

.....

No debería
ser tan fácil herir
sin darnos cuenta.


.....

Nunca leeremos
la obra impedida a
Miguel Hernández.

.....

Matan a Lorca y
nos roban todo aquello
que hubiera escrito.

.....

La luz se extingue.
La oscuridad me acoge
en su regazo.

.....


De nada vale
padre o cónyuge o hermano
si no es tu amigo.

.....

Con mis “No puedo”
enmascaro mis “No
me viene en gana”

.....

¿Quién nos cubrió
todo lo que tuvimos
que des-cubrir?


.....

Sin una brújula
ni un vulgar mapa, nos
echan al mar.


.....

Sin instrucciones,
sin un triste manual,
nos traen aquí.


.....
  
Se va la vida
en aprender a usarla.
Luego, ya es tarde.


.....

¡Tantos yoes en
mi cadena de mando…!
¿Habrá algún jefe?

.....


Kafka, Pessoa,
con un blog cada uno
¿qué escribirían?


.....


Me despierto y
por un instante ignoro
cómo y quién soy.


.....

Me despierto y
segundos después cae
mi nombre en mí.


.....

No sólo me
reinicio. También me
reconfiguro.


.....

No nos avisan
de que es la última vez
que vemos a alguien.


.....

Nadie conoce
cómo es visto por fuera
desde otros ojos.


.....
  
Aunque abandones,
alimentaré el fuego
que tú encendiste.


.....

Los no engendrados,
los nunca concebidos,
son mayoría.


.....

Son muchos más
los nunca generados
que los que nacen.


.....


La mayor parte
de la gente existible
no nace nunca.


.....
  
Termina el año.
La Tierra se prepara
para otra vuelta.


.....

Piénsalo bien,
mono, antes de dar el
paso siguiente.


.....

Mono, aún estás
a tiempo de evitar
hacerte humano.


.....

Catorce años.
Ya nunca más oiré
tu voz de niño.


.....

Niña que naces,
¿cuál será tu primera
desilusión?


.....

Qué gran alivio
que ninguno conozca
mi yo de dentro.


.....

¿Cómo es posible?
Alguien que me conoce
se alegró al verme.


.....

Llaves guardadas.
Llaves de cerraduras
que ya no existen.


.....

Hice llorar.
Hice que alguien llorara.
No me perdono.


.....

Ojos de pez
en el supermercado
miran, me acusan.


.....

Amor gatuno,
el único que suena:
ron-ron-roneo.


.....

Sal de esa foto
o si no, por lo menos,
déjame entrar.


.....

Ajeno, extraño,
en la radiografía
veo mi esqueleto.

sábado, 8 de febrero de 2014

Si acaso (por Wislawa Szymborska)


Podía ocurrir.

Tenía que ocurrir.

Ocurrió antes. Después.

Más cerca. Más lejos.

Ocurrió; no a ti.


Te salvaste porque fuiste el primero.

Te salvaste porque fuiste el último.

Porque estabas solo. Porque la gente.

Porque a la izquierda. Porque a la derecha.

Porque llovía. Porque había sombra.

Porque hacía sol.


Por fortuna había allí un bosque.

Por fortuna no había árboles.

Por fortuna una vía, un gancho, una viga, un freno,

un marco, una curva, un milímetro, un segundo.

Por fortuna una cuchilla nadaba en el agua.


Debido a, ya que, y en cambio, a pesar de.

Qué hubiera ocurrido si la mano, el pie,

a un paso, por un pelo,

por casualidad.


¿Ah, estás? ¿Directamente de un momento todavía entreabierto?

¿La red tenía un solo punto, y tú a través de ese punto?

No dejo de asombrarme, de quedarme sin habla.

Escucha

qué deprisa me late tu corazón.

viernes, 7 de febrero de 2014

El vino del asesino (por Charles Baudelaire)


Ahora que ella ha muerto yo soy libre

y puedo emborracharme cuando quiera.

Cuando volvía a casa sin un céntimo

me destrozaba el alma con sus gritos.



Ahora soy dichoso como un rey;

el aire es puro, el cielo es admirable…

Recuerdo que también fue como éste

aquel verano en que la conocí.



Esta sed espantosa que me abrasa

para calmarse necesita al menos

de tanto vino como quepa allí,

en su tumba, lo cual no es decir poco:



en el fondo de un pozo la he arrojado,

y además he cubierto su cadáver

con piedras que formaban el brocal.

¡Intentaré olvidarla, si es posible!



Invocando amorosos juramentos

de los que nada puede desligarnos,

y para hacer las paces y volver

a la embriaguez de aquellos buenos tiempos,



le rogué que acudiera a aquella cita,

cita nocturna en un camino oscuro.

¡Y acudió! ¡Qué mujer más insensata!

¡Todos estamos más o menos locos!



Vi que era todavía muy hermosa,

aunque ya fatigada. En cuanto a mí,

la amaba demasiado. Y ésta fue

la razón de decirle: ¡Has de morir!



Nadie va a comprenderme. Sé que nunca

uno de esos obtusos borrachines

pensó en el desvarío de sus noches

hacer una mortaja con el vino.



Ninguno de esos crápulas, tan sólidos

como una de esas máquinas de hierro,

ni durante el invierno ni en verano

ha conocido el verdadero amor,



con sus encantamientos de negrura,

su cortejo infernal de mil temores,

sus frascos de veneno, con sus lágrimas,

sus ruidos de cadena y de osamenta.



¡Por fin me siento libre y estoy solo!

Esta noche estaré como una cuba;

y sin temor y sin remordimiento

me tenderé en el suelo una vez más



porque quiero dormir a pierna suelta.

Y las pesadas ruedas de los carros

con su carga de piedras y de fango

o los trenes rabiosos, bien podrían



mi culpable cabeza machacar

o dividir mi cuerpo en dos pedazos.

Yo me río de todo, del Demonio,

de Dios y de la corte celestial.

jueves, 6 de febrero de 2014

Retorna, retoña (por Eduardo Mitre)


Otra vez el otoño: pan dorado

recién salido del horno

del verano.


Por las calles:

hojas crocantes al paso:

delicia de o/irlas quebrando.


Sopla el viento: ruedan los días:

púlpitos disueltos,

ramas desposeídas.


Pero el otoño no es trágico,

como su nombre lo indica:

retorna, retoña en otoño.


Solo pido durar, estar

para verlo al año.


Y al otro.

miércoles, 5 de febrero de 2014

En el cielo de México (por W. B. Yeats)


Insurgentes son los que se alzan.


Elevándome,


desde el avión veo la avenida


que levanta su nombre,


esa larga luciérnaga


como un cristal naranja que soplaran,


llenos, los pulmones de la noche;


una pinza dorada y roja


que tira de ese tráfico de afanes


que vienen y van, van y vienen,


pero en cualquier caso alejándose


mientras asciendo.



Debajo de la nítida línea


–una Vía Láctea horizontal


o un espejo postrado de esa vía–,


otros pasajeros apretados


–casi todos de pie,


también insurgentes a su modo–


no ya como una suma de luciérnagas


sino como un gusano oscuro que recorre


otra negrura,


una noche distinta


que refleja igualmente el firmamento


entre las nubes densas.



Alfa Centauro, Chilpancingo,


Zócalo, Tepito, Sirio, Vega,


Indios Verdes, Altair, Lázaro Cárdenas,


Aldebarán, Antares, Chabacano.


Esa red de estaciones,


esa urdimbre de estrellas


–y yo en medio–


que no veo ahora, adivinadas


como una alta, sumida


astrología.

martes, 4 de febrero de 2014

¿Qué protege a los delfines? (por Henri Cole)


Los delfines parecen felices —tumbados sobre su espalda,

mostrando su reluciente dorso— mientras la entrenadora

acaricia sus carrillos y hace que chillen enérgicamente.

Cuando se hace la muerta, ellos la empujan con sus hocicos.

como a través de un cielo Tiepolo, y los niños gritan alegremente,

destrozando mis sentidos.

Recientemente, entre las cosas de Madre, encontré esto:


“Tengo miedo de él. Necesita atención psiquiátrica. Me incita
a creer cosas extrañas. Me ignora, me ataca. Muy tacaño. Quiere saber las condiciones de mi seguro”.

Aquí, en medio del revoltijo, la fidelidad y el amor no han sido

sustituidos por problemas y conflictos. 

¿Qué protege a los delfines de la angustiosa soledad? 

¿Por qué sus almas

no son conscientes de su insignificancia? Qué lejos

parecen del mundo moderno. 

La belleza permanece inalterable.

lunes, 3 de febrero de 2014

Rodillas que arrastré (por Juan Gelman)


Cada día me acerco más a mi esqueleto.

Se está asomando con razón.


Lo metí en buenas y en feas sin preguntarle nada,

él siempre preguntándome, sin ver

cómo era la dicha o la desdicha,

sin quejarse, sin

distancias efímeras de mí.


Ahora que otea casi

el aire alrededor,

qué pensará la clavícula rota,

joya espléndida, rodillas

que arrastré sobre piedras

entre perdones falsos, etcétera.


Esqueleto saqueado, pronto

no estorbará tu vista ninguna veleidad.


Aguantarás el universo desnudo.

domingo, 2 de febrero de 2014

Desayunador solitario (por Brian Patten)


Después del desayuno,
que es en general café y una vista
de la lluvia prolífica y de la catedral vieja y gris
pero con un buen olor de helechos y de hierba,
pienso en toda esa gente que ha venido a este cuarto.

¿Y han dormido aquí
tristes y desnudos
solos en parejas
que vinieron juntos y
fueron jóvenes y blancos con alguna
sugestión de inocencia?
¿O vinieron simplemente por venir
a chapucear un poco y a la larga se hundieron separados?
¿O fueron aún más viejos todavía y más allá del sexo,
perdidos en espejos, contemplando su decadencia y
qué sentido tenía la mañana para ellos?

Quizá algún día fue este cuarto el cuarto de criados.
¿Fue ella joven con pecas y senos de manzanas?
¿Rió alguna vez?
¿Se burlaba el criado de su gracia del siglo XIX
y su falda girando,
miraba ella a través del tragaluz
y deseaba ser libre, y
qué tomaba en el desayuno?

Al despertarme esta mañana pienso
lo bueno que sería tener alguien con quien compartir el desayuno.
¡Familias enteras despertándose!,
mil batas, pijamas, camisones
deambulando todos hacia el desayuno.
¡Qué seguros!, y
hay otros que al salir del extremo del alba
tienen apenas el dolor y la llovizna por desayuno,
despertándose siempre para ser saludados por la pobre fiesta de la luz del día.

¿Cuántas medias-vidas
refunfuñando detrás de estas ventanas
del sótano al altillo
quejándose y preguntando
quien irá a heredarme hoy?
¿Con quién compartiré mi desayuno?
Y es la misma respuesta que regresa.

¡Te heredará la lluvia —desayunador solitario!

sábado, 1 de febrero de 2014

¿Tuve un nudo en los ojos? (por Luis Rosales)


A veces se separan
los pasos que hemos dado y ves que todo
pierde su juventud:
la vida entera
cabe dentro de un odio.
Tratas de unir de nuevo
la sombra con el cuerpo y el reposo
con el cansancio de vivir:
no vives,
lo recuerdas tan sólo.
No hay respuesta posible a una pregunta,
¿tuve un nudo en los ojos
que me impidió mirar?
o bien un ciego
temblor, un transitorio
temblor de nácar, dentro
de la mirada roto,
igual que en el naufragio
se empieza a abrir el agua y ves que todo
está hundiéndose en ella,
y sólo quieres
no tocar nunca la verdad del fondo
para seguir cayendo,
como un grito
que abandonado sigue ardiendo solo.