zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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viernes, 30 de abril de 2010

Si nuestro amor resiste (por Saiz de Marco)

Si nuestro amor resiste
el asedio del cazo,
la agresión de la mopa,
el roce de eso ya lo habías dicho,
la erosión de me duele la espalda,
el acoso del tubo de dentífrico,
el envite de la tapa del váter,
el asalto de la factura del gas,
el desafío de la ropa tendida…,
si nuestro amor resiste todo eso,
si nuestro amor aguanta y sobrevive y
-aunque maltrecho- aún puede respirar,
entonces lo miraremos
sorprendidos,
extrañados,
y le diremos
“explícanos:
¿cómo has logrado tú solo
-con tus pequeños músculos desprovistos de acero-
imponerte a esa banda de
salteadores de caminos?”.

jueves, 29 de abril de 2010

Voy a soltarla (por Jacques Prévert)

Dónde vas carcelero
con esa llave manchada de sangre
Voy a liberar a la que amo
si aún queda tiempo
y a la que encerré
tiernamente cruelmente
en lo más secreto de mi deseo
en lo más hondo de mi tormento
en las mentiras del porvenir
en las necedades de los juramentos
Voy a soltarla
quiero que sea libre
incluso para olvidarme
incluso para irse
incluso para volver
y aun para amarme
o amar a otro
si le gusta otro
Y si me quedo solo
y ella se ha ido
guardaré solamente
guardaré siempre
en mis dos manos cruzadas
hasta el fin de mis días
la dulzura de sus senos modelados por el amor.

miércoles, 28 de abril de 2010

Reniega de la luz que nos falsea (por Juan Ramón Mansilla)

Deja en paz el día, no, no lo cojas.
Reniega de la luz que nos falsea,
del tiempo que se desprende la piel
reptando como sierpe contra el tiempo.
Sea la claridad de esta mañana
la irradiación oscura de la noche,
que descienda con la llovizna el recuerdo
como el polvo dorado de una sombra.
Si todo ha de cumplirse, si fugaz
el soplo de la brisa en el instante,
que el instante nos brinde permanencia.
Acaso un dios distinto se conduela
y en el dulce fulgor de la penumbra
otra noche nos dé de contrabando.

martes, 27 de abril de 2010

Cuando el que amo camina conmigo (por Walt Whitman)

Pienso en la duda terrible de las apariencias,
En la incertidumbre en que nos hallamos, pienso que quizá
somos juguetes de una ilusión.
Que acaso la esperanza y la fe no son más que especulaciones,
que acaso la identidad de ultratumba sólo es una bella
fábula;
quizá las cosas que percibo, los animales, las plantas, los
hombres, las colinas, las aguas brillantes y corrientes,
los cielos del día y de la noche, los colores, las densidades, las formas,
quizá todas esas cosas no son (lo son seguramente) sino
apariciones, y nos falta por conocer aún lo verdaderamente real
(¡Cuántas veces estas cosas se desprenden de ellas mismas
como para confundirme y burlarme!
¡Cuántas veces pienso que yo ni hombre alguno sabemos
la menor palabra de ello!).
Pudiera ser que las cosas me parecieran lo que son (seguramente no son sino aparentes)

según mi criterio presente,
y que ellas no serían (seguramente resultaría así) tales como me
parecen ahora, quizá no serían nada consideradas con criterios enteramente distintos.
Sin embargo, para mí estas cuestiones y otras del mismo orden son curiosamente resueltas por los que me aman, mis amigos queridos.
Cuando el que amo camina conmigo o está sentado junto
a mí, oprimiendo largo rato mi mano con la suya,
cuando el aire sutil, lo impalpable, el sentido que las palabras y la razón no expresan, nos rodean y nos invaden,
entonces me siento poseído de una sabiduría inaudita e
indecible, permanezco silencioso, no pregunto nada.
No puedo resolver el problema de las apariencias ni el de
la identidad de ultratumba,
pero camino o me paro indiferente, me siento contento.
El que oprime mi mano me ha traído la paz y me ha llenado.

lunes, 26 de abril de 2010

Y el mirlo canta (por Juan Ramón Jiménez)

Cuando el mirlo, en lo verde nuevo, un día
vuelve, y silba su amor, embriagado,
meciendo su inquietud en fresco de oro,
nos abre, negro, con su rojo pico,
carbón vivificado por su ascua,
un alma de valores armoniosos
mayor que todo nuestro ser.

No cabemos, por él, redondos, plenos,
en nuestra fantasía despertada.
(El sol, mayor que el sol,
inflama el mar real o imaginario,
que resplandece entre el azul frondor,
mayor que el mar, que el mar.)
Las alturas nos vuelcan sus últimos tesoros,
preferimos la tierra donde estamos,
un momento llegamos
en viento, en ola, en roca, en llama,
al imposible eterno de la vida.

La arquitectura etérea, delante,
con los cuatro elementos sorprendidos,
nos abre total, una,
a perspectivas inmanentes,
realidad solitaria de los sueños,
sus embelesadoras galerías.
La flor mejor se eleva a nuestra boca,
la nube es de mujer,
la fruta seno nos responde sensual.

Y el mirlo canta, huye por lo verde,
y sube, sale por lo verde, y silba,
recanta por lo verde venteante,
libre en la luz y la tersura,
torneado alegremente por el aire,
dueño completo de su placer doble;
entra, vibra silbando, ríe, habla,
canta... Y ensancha con su canto
la hora parada de la estación viva.
y nos hace la vida suficiente.

¡Eternidad, hora ensanchada,
paraíso de lustror único, abierto
a nosotros mayores, pensativos,
por un ser diminuto que se ensancha!
¡Primavera, absoluta primavera,
cuando el mirlo ejemplar, una mañana,
enloquece de amor entre lo verde!

domingo, 25 de abril de 2010

Llévame en tu espiral (por Lorenzo Oliván)

Quisiera perseguir lo que persigues,
ver las curvas del aire desde dentro
-el alma de qué piel-,
tocarlas como a un cuerpo que se forma
delante de mis propias manos ávidas
y dar salida al insistente ritmo
de la vida que brota
en sucesión
sin fin.
¿Persiste en este mundo
el aliento primero, el de su origen?
¿La inicial ebriedad de las esferas
se mira ahora en ebriedad de alcohol,
y de música humana
y de tabaco?
Sensual constelación
del humo acariciándose,
abstraído de sí,
fundido en son de jazz,
sé tú mi órbita.
Llévame en tu espiral, envuélveme
en tu armonioso anillo, álzame al ala
intacta, en que adivine
una nueva versión del paraíso,
abierto a un acuciante desear,
donde el soplo de dios vibra en un saxo
y alguien busca
y encuentra
tu amor
serpiente.

sábado, 24 de abril de 2010

Soy vertical (por Sylvia Plath)

Soy vertical.
Pero preferiría ser horizontal.
No soy un árbol con las raíces en la tierra
absorbiendo minerales y amor materno
para que cada marzo florezcan las hojas,
ni soy la belleza del jardín
de llamativos colores que atrae exclamaciones de admiración
ignorando que pronto perderá sus pétalos.
Comparado conmigo, un árbol es inmortal
y una flor, aunque no tan alta, es más llamativa,
y quiero la longevidad de uno y la valentía de la otra.
Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,
los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.
Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.
A veces pienso que cuando estoy durmiendo
me debo parecer a ellos a la perfección,
oscurecidos ya los pensamientos.
Para mí es más natural estar tendida.
Es entonces cuando el cielo y yo conversamos con libertad,
y así seré útil cuando al fin me tienda:
entonces los árboles podrán tocarme por una vez,
y las flores tendrán tiempo para mí.

viernes, 23 de abril de 2010

Campo de batalla (por Ángel González)

Hoy voy a describir el campo
de batalla
tal como yo lo vi, una vez decidida
la suerte de los hombres que lucharon
muchos hasta morir,
otros
hasta seguir viviendo todavía.

No hubo elección:
murió quien pudo,
quien no pudo morir continuó andando,
los árboles nevaban lentos frutos;
era verano, invierno, todo un año
o más quizá, era la vida
entera
aquel enorme día de combate.

Por el Oeste el viento traía sangre,
por el Este la tierra era ceniza,
el Norte entero estaba
bloqueado
por alambradas secas y por gritos,
y únicamente el Sur,
tan sólo
el Sur,
se ofrecía ancho y libre a nuestros ojos.

Pero el Sur no existía:
ni agua, ni luz, ni sombra, ni ceniza
llenaban su oquedad, su hondo vacío:
el Sur era un inmenso precipicio,
un abismo sin fin de donde,
lentos,
los poderosos buitres ascendían.

Nadie escuchó la voz del capitán
porque tampoco el capitán hablaba.
Nadie enterró a los muertos.
Nadie dijo:
"dale a mi novia esto si la encuentras
un día"

Tan sólo alguien remató a un caballo
que, con el vientre abierto,
agonizante,
llenaba con su espanto el aire en sombra:
el aire que la noche amenazaba.

Quietos, pegados a la dura
tierra,
cogidos entre el pánico y la nada,
los hombres esperaban el momento
último,
sin oponerse ya,
sin rebeldía.


Algunos se murieron,
como dije,
y los demás, tendidos, derribados,
pegados a la tierra en paz al fin,
esperan
ya no sé qué
-quizá que alguien les diga:
"amigos, podéis iros, el combate..."
Entre tanto,
es verano otra vez,
y crece el trigo
en el que fue ancho campo de batalla.

jueves, 22 de abril de 2010

A las cosas del olvido (por Jorge Luis Borges)


Hay que arrimar una escalera para subir. Un tramo le falta.
¿Qué podemos buscar en el altillo
sino lo que amontona el desorden?
Hay olor a humedad.
El atardecer entra por la pieza de plancha.
Las vigas del cielo raso están cerca y el piso está vencido.
Nadie se atreve a poner el pie.
Hay un catre de tijera desvencijado.
Hay unas herramientas inútiles.
Está el sillón de ruedas del muerto.
Hay un pie de lámpara.
Hay una hamaca paraguaya con borlas, deshilachada.
Hay aparejos y papeles.
Hay una lámina del estado mayor de Aparicio Saravia.
Hay una vieja plancha a carbón.
Hay un reloj de tiempo detenido, con el péndulo roto.
Hay un marco desdorado, sin tela.
Hay un tablero de cartón y unas piezas descabaladas.
Hay un brasero de dos patas.
Hay una petaca de cuero.
Hay un ejemplar enmohecido del Libro de los Mártires de Foxe, en intrincada letra gótica.
Hay una fotografía que ya puede ser de cualquiera.
Hay una piel gastada que fue de tigre.
Hay una llave que ha perdido su puerta.
¿Qué podemos buscar en el altillo
sino lo que amontona el desorden?
Al olvido, a las cosas del olvido, acabo de erigir este monumento,
sin duda menos perdurable que el bronce y que se confunde con ellas.

miércoles, 21 de abril de 2010

Este domingo (por Tania Alegría)

Este domingo sabe a muerte antigua.
La tarde se extravió en el cementerio.
Desde un sepulcro una memoria artera
me hace señas con brazos de espantajo.
Este domingo huele a brujería.
En mi desván mental mora un diabillo
con síndrome servil de penitencia
que se alimenta de oración y amonio.
Este domingo suena a perro herido.
Lleva un puñal clavado en las costillas,
una guitarra afónica en el pecho,
un retazo de tango y un rencor.
Este domingo suda pesadumbre.
Voy de puntillas sorteando azares
por no borrar del patio de la infancia
una rayuela enferma de tristeza.

martes, 20 de abril de 2010

¿Valió la pena? (por Adam Zagajewski)

¿Valió la pena?
¿Valió la pena esperar en los consulados
un momento de buen humor de la funcionaria,
y en la estación esperar el tren retrasado,
ver el Etna con su capucha japonesa,
y París al alba, cuando de la oscuridad emergían
las convencionales cariátides de Hausmann,
entrar en restaurantes baratos,
donde el ajo olía triunfal?
¿Valió la pena ir en metro
bajo tierra de no sé ya qué ciudad
y observar las sombras de mis antepasados,
volar con un pequeño avión sobre un incendio,
o apenas respirar durante tres meses,
casi no existir, haciendo trémulas preguntas
olvidando la incomprensible acción de la clemencia,
leer en los periódicos sobre la traición, el asesinado?
¿Valió la pena pensar y recordar, sumirse
en el sueño más profundo, donde se prolongaban
grises pasillos, comprar negros libros,
anotar tan sólo imágenes sueltas
de un caleidoscopio más rico que la catedral
de Sevilla, que no he visto?
¿Valió la pena partir y volver, valió la pena?
Sí no sí no
No tachar nada.

lunes, 19 de abril de 2010

La mirada del otro (por José Emilio Pacheco)

El pez en el acuario
mudo observa
el espacio que mide con su vuelo.
Del agua sólo sabe:
“esto es el mundo”.
De nosotros lo azoran los enigmas.
“¿Quiénes serán? Extraños prisioneros
de la Tierra y el aire.
Si vinieran aquí se asfixiarían.
“Los compadezco. Pobres animales
que dan vueltas eternas al vacío.
“Viven para ser vistos.
Son carnada
de un poderoso anzuelo inexplicable.
“Algún día
he de verlos inertes, boca arriba,
flotantes en la cima de su Nada”.

domingo, 18 de abril de 2010

Adiós (por Luis Cernuda)

Muchachos
que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
adiós.
Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
adiós. Mano de viejo mancha
el cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
pasar de largo junto a la tentación tardía.
Qué dulce hubiera sido
en vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
compartir bebida y alimento en una mesa,
sonreír, conversar, pasearse
mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.
Adiós, adiós, compañeros imposibles.

viernes, 16 de abril de 2010

Después de cada guerra (por Wislawa Szymborska)

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien ha de poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso tiene poco de fotogénico
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.

En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

jueves, 15 de abril de 2010

Cuento cuentos (por Déborah Vukusic)

cuento cuentos
me cuento cuentos a mí misma
cada noche
para recordarme la ilusión que perdí
los niños quieren que les lean el mismo cuento
una y otra vez
se lo apreden de memoria
y cuando los padres se equivocan
o se saltan algún párrafo
para conducirles más deprisa al sueño
protestan y piden que vuelvan atrás
así se cambian los papeles
y son los niños
quienes dicen a los padres
lo que deben hacer o decir

cuento cuentos
me cuento el mismo cuento cada noche
para decirle al futuro
cómo tiene que ser

miércoles, 14 de abril de 2010

Como un armario viejo (por Anise Koltz)

De cara a la muerte
mi padre evoca su pasado
Su corazón se abre
como un armario viejo
que cruje
Repentinamente
nos ahogamos
bajo una capa
de polvo espeso

martes, 13 de abril de 2010

El hombre de los globos (por Saiz de Marco)

Por la Calle Tristeza y aledaños cruza a veces
el hombre de los globos.
Y basta ver su manojo de globos para que
las calles muden de nombre:
a Calle del Sosiego
o de la Risa.

De vez en cuando el hombre de los globos
regala a quienes pasan
globos verdes
o naranjas
o rojos
o violetas...

Y de pronto sus caras se encienden
como la de un niño cuando va a la feria:
como ese niño grandullón que somos.

Con un nudo se los atan al brazo
y olvidan,
mientras tienen gas los globos,
el primitivo nombre de la calle.

(Oiga, señor, déme ese globo azul.
Sí, por favor: ¡ lo necesito tanto !)

Ojalá que al doblar aquella esquina
veamos venir al
hombre de los globos.

lunes, 12 de abril de 2010

Los clavos (por Jean Portante)

No hace mucho que saco las viejas fotos
de sus cajas Gracias a ellas
he llegado hasta aquí pero ellas también
me deben alguna cosa Nada
falta en los rostros que clavo
en las paredes de mi habitación Tu sonrisa
no sufre cuando con el martillo en una
mano en la otra se alarga el
episodio siguiente Esto sucede
cerca de un pozo en el centro del patio de un
castillo medieval Hace tiempo que
nadie ha venido a beber Los visitantes
de hoy tienen todo lo necesario en
sus botellas de plástico También se dice
que desde la última sequía los habitantes
de los alrededores han tirado allí a sus muertos
Pero no es de eso de lo que te
quería hablar Ese clavo sobre
tu cabeza no es ni una aureola ni un
castigo Es apenas el camino
que he recorrido antes de colgar mi vida
a un muro lejano y blanco y desde él
te espío y me espías y no tenemos
los dos acaso un martillo en la
mano y en la otra los clavos comunes
de nuestra historia

domingo, 11 de abril de 2010

Si le hubiera cortado las alas (por Mikel Laboa)

Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío,
no se habría escapado.
Pero así
ya no sería más un pájaro
y lo que yo amaba era
un pájaro.

sábado, 10 de abril de 2010

Los sobrios (por Aldo Luis Novelli)

bebía mi tercera cerveza en un bar de malamuerte
cuando se acercó arrastrando los pies
-¿me daría unas monedas señor?
-¿y para qué son amigo?
-bueno, le aseguro que no son para comprar un litro de leche
-bien, y dígame ¿que hace usted con su vida?
-beber ¿y usted señor?
-yo... soy poeta... creo
-ah, no está muy seguro, yo estoy seguro de ser borracho
-de acuerdo y ¿qué hace un borracho cuando está sobrio para hacer de este mundo perverso y absurdo un lugar mejor?
-mire señor, yo no sé muy bien la diferencia entre estar sobrio o borracho, pero de algo estoy seguro, los sobrios destruyeron el mundo
-tiene razón amigo, el poeta es usted, tome este billete, pero con una condición, no lo vaya a gastar en leche.

viernes, 9 de abril de 2010

Ya viví (por Charles Chaplin)

Ya perdoné errores casi imperdonables.
Traté de sustituir personas insustituibles,
de olvidar personas inolvidables.
Ya hice cosas por impulso.
Ya me decepcioné con algunas personas,
pero también yo decepcioné a alguien.
Ya abracé para proteger.
Ya me reí cuando no podía.
Ya hice amigos eternos.
Ya amé y fui amado pero también fui rechazado.
Ya fui amado y no supe amar.
Ya grité y salté de felicidad.
Ya viví de amor e hice juramentos eternos,
pero también los he roto y muchos.
Ya lloré escuchando música y viendo fotos.
Ya llamé sólo para escuchar una voz.
Ya me enamoré de una sonrisa.
Ya pensé que iba a morir de tanta nostalgia y...
Tuve miedo de perder a alguien especial
y termine perdiéndolo
pero sobreviví
y todavía vivo,
no paso por la vida.
Y tú tampoco deberías sólo pasar...
Vive.
Es bueno ir con determinación a la lucha,
abrazar la vida y vivir con pasión,
perder con clase y ganar con osadía,
porque el mundo pertenece a quien se atreve
y la vida es muy valiosa como para hacerla insignificante.

jueves, 8 de abril de 2010

A orillas de tu vientre (por Miguel Hernández)

¿Qué exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?
A mi lecho de ausente me echo como a una cruz
de solitarias lunas del deseo, y exalto
la orilla de tu vientre.
Clavellina del valle que provocan tus piernas.

Granada que ha rasgado de plenitud su boca.
Trémula zarzamora suavemente dentada
donde vivo arrojado.
Arrojado y fugaz como el pez generoso,

ansioso de que el agua, la lenta acción del agua
lo devaste: sepulte su decisión eléctrica
de fértiles relámpagos.
Aún me estremece el choque primero de los dos;

cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,
impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,
nos inspiraba el mar.
Soto que atrae, umbría de vello casi en llamas,

dentellada tenaz que siento en lo más hondo,
vertiginoso abismo que me recoge, loco
de la lúcida muerte.
Túnel por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.

Recóndito lucero tras una madreselva
hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada
del íntimo destino.
En ti tiene el oasis su más ansiado huerto:

el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
De ti son tantos siglos de muerte, de locura,
como te han sucedido.
Corazón de la tierra, centro del universo,

todo se atorbellina, con afán de satélite
en torno a ti, pupila del sol que te entreabres
en la flor del manzano.
Ventana que da al mar, a una diáfana muerte

cada vez más profunda, más azul y anchurosa.
Su hálito de infinito propaga los espacios
entre tú y yo y el fuego.
Trágame, leve hoyo donde avanzo y me entierro.

La losa que me cubra sea tu vientre leve,
la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
la eternidad la orilla.
En ti me precipito como en la inmensidad

de un mediodía claro de sangre submarina,
mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,
y el clamor se hace hombre.
Por ti logro en tu centro la libertad del astro.

En ti nos acoplamos como dos eslabones,
tú poseedora y yo. Y así somos cadena:
mortalmente abrazados.

miércoles, 7 de abril de 2010

La que ha estado esperando (por Raymond Carver)

Deja la autopista y baja la colina.
Una vez abajo, gira a la izquierda.
Sigue orientado a la izquierda.
La carretera hará una Y.
De nuevo a la izquierda.
Deja una cala a la izquierda.
Sigue en la misma dirección.
Justo antes de que se acabe la carretera, verás otra carretera.
Coge ésa y no otra…
Hay una casa de madera con un tejado frágil a la izquierda.
No es ésa la casa. Es la siguiente, justo sobre una elevación…
Ésa es la casa en la que una mujer permanece a la puerta con el sol en su pelo.
La que ha estado esperando todo este tiempo.
La mujer que te quiere.
La que puede que te diga “¿dónde te has metido?”.

martes, 6 de abril de 2010

En el umbral de mi casa (por Rabindranath Tagore)

Durante muchos años
con enorme dispendio
viajando por lugares innúmeros
fui a ver elevadas cumbres,
fui a ver océanos.
Sólo que nunca me detuve a mirar
ante el umbral mismo de mi casa
la gota de rocío que tiembla
sobre la espiga del maíz.

lunes, 5 de abril de 2010

En el buzón del tiempo (por Mario Benedetti)

Llega un milenio y se va otro…
por el camino como yo te consumes
y como todos te desapareces,
pero tu vuelo siempre da en el blanco…
Por esta calle ya pasó mi entierro…
Lo voy siguiendo ahora desde lejos,
al paso de los años…
En el buzón de tiempo las palabras
se fraccionan en sílabas y llantos
otras se juntan como peces
que huyeron de su orilla
y algunas más se reconocen
en las navajas del silencio…
Cada siglo es un mito o un escándalo
pero sólo al final nos deja atónitos
sin saber qué ocurrió
qué está ocurriendo
qué dejamos atrás en los jamases
cuál es el mundo real
el que se apaga
o el que nos deja el corazón sin dioses…
en qué muelle en qué azar en qué crepúsculo
destaparán su siglo los venales
para brindar por íntegros y libres…
tengo los pies desnudos para entrar en el siglo
y el corazón desnudo y la suerte sin alas
vamos a no estrenarlo con quimeras exangües
sino con el dolor de la alegría.