zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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miércoles, 29 de febrero de 2012

Ya nada ahora (por Ángel González)

Largo es el arte; la vida en cambio corta
como un cuchillo.
Pero nada ya ahora
—ni siquiera la muerte, por su parte
inmensa—
podrá evitarlo:
exento, libre,
como la niebla que al romper el día
los hondos valles del invierno exhalan,
creciente en un espacio sin fronteras,
este amor ya sin mí te amará siempre.

martes, 28 de febrero de 2012

Ahora que ya remonto (por Piedad Bonnett)

Ahora que ya remonto la mitad del camino de mi vida,
yo que siempre me apené de las gentes mayores,
yo, que soy eterna pues he muerto cien veces
de tedio, de agonía,
y que alargo mis brazos al sol en las mañanas
y me arrullo en las noches
y me canto canciones para espantar el miedo,
¿qué haré con esta sombra que comienza a vestirme
y a despojarme sin remordimientos?
¿Qué haré con el confuso y turbio río que no encuentra su mar,
con tanto día y tanto aniversario,
con tanta juventud a las espaldas,
si aún no he nacido, si aún hoy me cabe un mundo entero
en el costado izquierdo?

lunes, 27 de febrero de 2012

Soy vertical (por Sylvia Plath)

Soy vertical.
Pero preferiría ser horizontal.
No soy un árbol con las raíces en la tierra
absorbiendo minerales y amor materno
para que cada marzo florezcan las hojas,
ni soy la belleza del jardín
de llamativos colores que atrae exclamaciones de admiración
ignorando que pronto perderá sus pétalos.
Comparado conmigo, un árbol es inmortal
y una flor, aunque no tan alta, es más llamativa,
y quiero la longevidad de uno y la valentía de la otra.
Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,
los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.
Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.
A veces pienso que cuando estoy durmiendo
me debo parecer a ellos a la perfección,
oscurecidos ya los pensamientos.
Para mí es más natural estar tendida.
Es entonces cuando el cielo y yo conversamos con libertad,
y así seré útil cuando al fin me tienda:
entonces los árboles podrán tocarme por una vez,
y las flores tendrán tiempo para mí.

domingo, 26 de febrero de 2012

Salgamos de una vez (por Carlos Marzal)

Vamos a volar pájaros,
salgamos de una vez.
Hay demasiado adentro en este día,
y adentro es fealdad,
adentro es húmedo.

Vayámonos a azules, a intemperies,
cúmulos de algodón,
las musarañas
de estarnos en las nubes,
por sus cerros.

Doctoremos la vista en lo que corre.

Marchémonos a nidos,
nos espera
nuestra felicidad, arborescente.
Basta con arrullarla entre las manos,
y sentirla latir
–es una alondra–,
para que exulte, viva,
y que exultemos.

Vayámonos a piedras,
a ese lago que aguarda pensativo,
y quebremos sin más
sus turbias aguas lúgubres.
Delincamos,
contra toda esa luz que nos delata,
ahora que nos queremos sigilosos.

Descamisemos
a nuestro más vestido;
descorbatémoslo de tanto nudo
como lo tiene ahogado, con el aire
que todo lo enrarece, en la garganta.
Que aprenda a respirar en lo que fluye.
Cierra ese libro abstracto,
y sal a comprender lo que has leído.

Pongámonos a carne pasajera,
vámonos a mirones.
¿Quién sabe qué sentido es el del verde
con que nos quiere verdes el deseo?
A ver qué levantamos,
con un poco de suerte, hasta la boca,
con un poco de arrojo, hasta la muerte.

¿Estamos a gozar,
o estamos secos
de toda sequedad, sin una gota?

¿Estamos a vivir
o es que no estamos?

sábado, 25 de febrero de 2012

El día que has perdido (por Riszard Kapuscinski)

El día que has perdido
ya no lo recuperarás
el mundo ha seguido adelante
te has quedado atrás
tienes vacías las manos
y los ojos vacíos

Sentado en el parque
en un banco
observas una hormiga
pero también está ocupada y se va
te has quedado solo
nadie hay a tu alrededor

viernes, 24 de febrero de 2012

Que soy naturaleza (por Federico García Lorca)

¡Ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida!
¡silencio sin confín, lirio maduro!
Huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
Dejo el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo,
¡que soy amor, que soy naturaleza!

jueves, 23 de febrero de 2012

Entre dos oscuridades, un relámpago (por Vicente Aleixandre)

Sabemos adónde vamos y de dónde venimos. Entre dos oscuridades, un relámpago.
Y alli, en la súbita iluminación, un gesto, un único gesto,
una mueca más bien, iluminada por una luz de estertor.
Pero no nos engañemos, no nos crezcamos.
Con humildad, con tristeza, con aceptación, con ternura,
acojamos esto que llega. La conciencia súbita de una compañia,
allí en el desierto.
Bajo una gran luna colgada que dura lo que la vida,
el instante de darse cuenta entre dos infinitas oscuridades,
miremos este rostro triste que alza hacia nosotros
sus grandes ojos humanos,
y que tiene miedo, y que nos ama.
Y pongamos los labios sobre la tibia frente y rodeemos
con nuestros brazos el cuerpo débil, y temblemos,
temblemos sobre la vasta llanura sin término donde sólo brilla
la luna del estertor.
Como en una tienda de campaña
que el viento furioso muerde,
viento que viene de las hondas profundidades de un caos,
aquí la pareja humana, tú y yo, amada,
sentimos las arenas largas que nos esperan.
No acaban nunca, ¿ verdad ? En una larga noche, sin saberlo,
las hemos recorrido;
quizá juntos, oh, no, quizá solos, seguramente solos,
con un invisible rostro cansado desde el origen
las hemos recorrido.
Y después, cuando esta súbita luna colgada bajo la que nos hemos reconocido
se apague,
echaremos de nuevo a andar. No sé si solos, no sé si
acompañados.
No sé si por estas mismas arenas que en una noche hacia atrás
de nuevo recorreremos.
Pero ahora la luna colgada, la luna como estrangulada,
un momento brilla.
Y te miro. Y déjame que te reconozca.
A ti, mi compañia, mi sola seguridad,
mi reposo instantáneo,
mi reconocimiento expreso donde yo me siento
y me soy.
Y déjame poner mis labios sobre tu frente tibia
- oh, cómo la siento -.
Y un momento dormir sobre tu pecho
como tú sobre el mío,
mientras la instantánea luna larga nos mira
y con piadosa luz nos cierra los ojos.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Chopin (por Marcel Proust)

Chopin, mar de suspiros, de quejas, de sollozos
que mariposas cruzan en un vuelo sin tregua
jugando en la tristeza o danzando en la ola.
Sueñe, ame, sufra, grite o calle, encante, meza,
entre cada dolor siempre interpones
el raudo y dulce olvido de tu juego
como de flor en flor las mariposas vuelan.
Cómplice tu alegría de tu pena.
A raudal más gozoso, mayor la sed de lágrimas.
Pálido y dulce hermano de la luna y del mar,
príncipe del dolor, gran señor traicionado:
te exaltas todavía, más bello cuanto más pálido,
ante ese sol que inunda tu habitación de enfermo
que llora de sonreírle y que sufre de verle:
¡ sonrisa de pesar, lágrimas de esperanza !

martes, 21 de febrero de 2012

Página en blanco (por Mario Benedetti)


Página en blanco
aquí te dejo todo
haz lo que quieras
Yo me echaré una siesta
Ojalá me despiertes
con algo original
y sugestivo
para que yo lo firme

lunes, 20 de febrero de 2012

Y más tarde la lluvia (por Marga Clark)

Y más tarde la lluvia
salpicó mi tristeza en su dulce abandono
y cubrí mis heridas
con la suave ternura del papiro y del loto.
Y recordé esos versos de mi adolescencia
que tanto exaltaron mi espíritu inquieto:
¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!
Y respiré esa brisa que tú respirabas
y exprimí del junco la última gota que
alivió mi inquina y mi resquemor.
Y más tarde la lluvia inundó las arenas
y el cálido cactus se empapó de recuerdos.
Miré tu mirada
enjuagando mi rostro con tus lágrimas frías
y sentí la agonía de tu muerte en la mía
como si fuera amor.
Y sentí tu agonía
tu muerte y la mía
y sentí tu mirada
como si fuera amor.

domingo, 19 de febrero de 2012

Otro poema de los dones (por Jorge Luis Borges)

Gracias quiero dar al divino Laberinto de los efectos y de las causas
por la diversidad de las criaturas que forman este singular universo,
por la razón, que no cesará de soñar con un plano del laberinto,
por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
por el amor, que nos deja ver a los otros como los ve la divinidad,
por el firme diamante y el agua suelta,
por el álgebra, palacio de precisos cristales,
por las místicas monedas de Ángel Silesio,
por Schopenhauer, que acaso descifró el universo,
por el fulgor del fuego,
que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
por la caoba, el cedro y el sándalo,
por el pan y la sal,
por el misterio de la rosa, que prodiga color y que no lo ve,
por ciertas vísperas y días de 1955,
por los duros troperos que en la llanura arrean los animales y el alba,
por la mañana en Montevideo,
por el arte de la amistad,
por el último día de Sócrates,
por las palabras que en un crepúsculo se dijeron de una cruz a otra cruz,
por aquel sueño del Islam que abarcó mil noches y una noche,
por aquel otro sueño del infierno
de la torre del fuego que purifica
y de las esferas gloriosas,
por Swedenborg, que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
por los ríos secretos e inmemoriales que convergen en mí,
por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
por la espada y el arpa de los sajones,
por el mar, que es un desierto resplandeciente
y una cifra de cosas que no sabemos
y un epitafio de los vikings,
por la música verbal de Inglaterra,
por la música verbal de Alemania,
por el oro, que relumbra en los versos,
por el épico invierno,
por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei per Francos,
por Verlaine, inocente como los pájaros,
por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
por las rayas del tigre,
por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
por la mañana en Texas,
por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
por Séneca y Lucano, de Córdoba
que antes del español escribieron
toda la literatura española,
por el geométrico y bizarro ajedrez
por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
por el olor medicinal de los eucaliptos,
por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
por el olvido, que anula o modifica el pasado,
por la costumbre, que nos repite y nos confirma como un espejo,
por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
por la noche, su tiniebla y su astronomía,
por el valor y la felicidad de los otros,
por la patria, sentida en los jazmines o en una vieja espada,
por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,
por el hecho de que el poema es inagotable
y se confunde con la suma de las criaturas
y no llegará jamás al último verso
y varía según los hombres,
por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos por morir tan despacio,
por los minutos que preceden al sueño,
por el sueño y la muerte, esos dos tesoros ocultos,
por los íntimos dones que no enumero,
por la música, misteriosa forma del tiempo.

sábado, 18 de febrero de 2012

Cortar este dolor ¿con qué tijeras? (por Miguel Hernández)

Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos en mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella,
y me busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no se por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo ahí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y “ahí te quedas”, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
que inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra el corazón.

Hoy descorazonarme,
yo el más descorazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.


No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.

viernes, 17 de febrero de 2012

Las poetas suicidas me llaman (por Ana Pérez Cañamares)

Las poetas suicidas me llaman.
Yo no las escucho.

Come fruta, me digo,
vigila los deberes de tu hija,
recuerda la fecha en que vivimos,
repasa tu nómina,
no olvides la cita del ginecólogo.

A veces hago caso a la madre muerta que enterré en mí.
Otras me tumbo en las orillas de los ríos que os tragaron
y el sueño me evita
y la oscuridad se adensa a mi alrededor
como una mermelada irrespirable.

Os acercáis, pero yo
no os oigo. Aprieto los dedos sobre los oídos,
me agarro a los barrotes que me sostienen.

No sé planchar, pero hoy es quince de septiembre,
cada tres días llamo a mi padre y le pregunto qué ha comido,
aunque confieso que sin ningún sentimiento.

No oigo voces, aunque la mía, a veces,
suena insistente,
como la radio que sube por los patios.

No os voy a escuchar.
Quizá estáis calladas,
y es sólo esa mezcla de vanidad y homenaje que me enajena
lo que hace que os confunda con el silencio.

No importa.
Cada una de vuestras muertes
dio a luz una palabra
y de momento recuerdo dejar mi locura
doblada junto a la ropa
cada vez que me sumerjo en el agua,
en la noche
o en uno de vuestros versos.

jueves, 16 de febrero de 2012

A ninguno le preocupa (por Anise Koltz)

En mi corazón
cada rincón está dedicado
a un dios diferente

Aprendo sus letanías
y les echo incienso

A ninguno le preocupa

La tierra gira y zumba
como un insecto monstruoso

miércoles, 15 de febrero de 2012

Descubrimiento (por Riszard Kapuscinski)

Tu corazón es destrozado por el dolor:
empiezas a sentir el corazón

Tus ojos de pronto dejan de ver:
empiezas a sentir los ojos

Tu memoria se hunde en la tiniebla:
empiezas a sentir la memoria

Te descubres
negándote
Existes
negando el existir

martes, 14 de febrero de 2012

Ferrocarril de Matallana (por Antonio Gamoneda)

A las ocho del día en febrero
aún es de noche.
No hay aún luz en los vagones, sólo
oscuridad y aliento.
No nos vemos: sentimos
la compañía y el silencio.
En el andén estalla la campana.
Nos sobresalta la crueldad de un silbido.
Tiemblan las sombras.
Todo vuelve
a un antiguo sentido.
Nos dan la luz amarillenta y floja.
Salimos
de la oscuridad como del sueño:
torpemente vivos.
Éste es un tren de campesinos viejos
y de mineros jóvenes. Aquí
hay algo desconocido.
Si supiésemos qué, algunos de nosotros
sentiríamos vergüenza, y otros esperanza.
Se está haciendo de día. Ya
veo los montes dentro de la sombra,
los robles, del mismo color del monte,
la yerba vieja, sepultada en escarcha,
y el río, azul y silencioso
como un brazo de acero entre la nieve.
Cruzan los pueblos de sonido humilde:
Pardavé, Pedrún, Matueca… Cuando bajo del tren,
siento frío.
He dejado mi casa. Ahora estoy
solo.
¿Qué hago aquí?, ¿quién me espera en
este lugar excavado en el silencio?
No lo sé; con el tren se aleja
algo que es cierto aunque no puede ser pensado;
es algo mío y no me pertenece.
Está dentro y fuera de mi corazón.

lunes, 13 de febrero de 2012

Ausencia (por Wislawa Szymborska)

Faltó poco
y mi madre podría haberse casado con el señor Zbigniew Wola.

Y si hubieran tenido una hija, no habría sido yo.
Quizá habría tenido mejor memoria para los nombres
y las caras,
y para las melodías oídas una sola vez.
Habría reconocido sin problemas qué pájaro era cuál.
Habría tenido excelentes notas en física
y química,
peores en lengua,
pero habría escrito a escondidas poemas
claramente más interesantes que los míos.

Faltó poco
y mi padre podría haberse casado en ese mismo momento
con la señorita Jadwiga R.

Y si hubieran tenido una hija, no habría sido yo.
Quizá habría sido más terca en lo de salirse con la suya.
Y se habría lanzado sin temor a aguas profundas,
capaz de abandonarse a emociones gregarias.
Vista continuamente en varios lugares al mismo
tiempo,
pero rara vez entre libros, más a menudo en la calle
jugando a la pelota con los chicos.

Quizá incluso se habrían encontrado ambas
en la misma escuela, en la misma clase.
Pero no habrían sido amigas,
no habrían tenido ningún parentesco,
y en las fotos de grupo estarían lejos una de otra.

Niñas, poneos ahí
-habría dicho el fotógrafo-.
Las más bajas delante, las más altas detrás.
Y sonreíd cuando os dé la señal.
Pero contad antes
si estáis todas.
-Sí señor, estamos todas.

domingo, 12 de febrero de 2012

Puliendo mis uñas (por Mario de Sa-Carneiro)

En la sensación de estar puliendo mis uñas,
súbita sensación inexplicable de ternura,
todo está incluido en mí piadosamente.
Mientras tanto estoy aquí solo en el café:
de mañana, como siempre, en bostezos amarillos.
De vuelta, las mesas apenas ingratas y duras,
esquinadas en su desgracia bocal, cuadrangular y librepensadora...
Afuera, día de mayo en luz. El sol.
Día brutal, provinciano y democrático
que mis ojos delicados, refinados, erguidos y citadinos
no pueden tolerar y apenas forzados soportan las náuseas.
Toda mi sensibilidad se ofende con este día
que tendrá rapsodas entre los amigos con quienes transito a veces,
morenos, naturales, de bigotes generosos,
que escriben, pero tienen partido político
y asisten a congresos republicanos, van a las mujeres,
gustan de vino tinto, de puerros o de sardinas fritas...
Y yo siempre con la sensación de pulir mis uñas
y de pintarlas con un barniz parisiense,
me voy enterneciendo más y más hasta llorar por mí mismo...
Mil colores en el aire, mil vibraciones palpitantes,
brumosos planos torcidos, abatiendo flechas,
volúmenes listos, discos flexibles,
llegan tenuemente a perfilarme toda la ternura que pudiera haber sentido,
todos los escenarios a los que fui penetrando...
Es como, poco a poco, se me encauza la obsesión débil
de una sonrisa que espejos vagos reflejaron...
Leve inflexión a torturar...
Fino escalofrío cristalizado...
Dislocamiento inalcanzable...
Veloz chispa atmosférica...
Y todo, todo así me ha conducido en el espacio
por innumerables intersecciones de planos
múltiples, libres, resbaladizos.
Es allí, en el gran espejo de fantasmas
donde ondula y borbotea todo mi pasado,
se desmorona mi presente
y mi futuro ya es polvo.

sábado, 11 de febrero de 2012

Alocución a las 23 (por Ángel González)

Ciudadanos perfectos a estas horas,
honorables cabezas de familia
que lleváis a los labios vuestra servilleta
antes de pronunciar las palabras rituales
en acción de gracias por la abundante cena:

vuestra responsabilidad de sólidos pilares
de la civilización y de Occidente,
del consumo de bicarbonato sódico
y del paternalismo hacia la servidumbre,
exige de vuestra parte
cierta ignorancia de hechos también ciertos,
un esfuerzo final en bien de todos,
la tozuda incomprensión de algunas realidades,
la fe más meritoria, en resumen,
que consiste en no creer en lo evidente.

Yo podría jurar que la tierra está fija
–ya lo juré otras veces–
y que el sol gira en torno a ella;
yo podría negar que la sangre circula
–lo seguiré negando, si hace falta–
por las venas del hombre; yo podría
quemar vivo a quien diga lo contrario
–lo estoy quemando ahora–.

No es que sean importantes los asuntos
objeto de polémica:
lo importante es la rígida
firmeza en el error.

Pues las mentiras viejas se convierten
en materia de fe, y de esa forma
quien ose discutirnos
debe afrontar la acusación de impío.

Con esto, y una buena cosecha de limones,
y la ayuda impagable de nuestros coaligados,
podemos esperar algunos lustros
de paz como ésta de hoy,
en una noche semejante a ésta de hoy,
tras una cena lo mismo que ésta de hoy.

Tal como siempre, pues, pedid conmigo:
Más fe, mucha más fe.
Que en cierto modo,
creer con fuerza tal lo que no vimos
nos invita a negar lo que miramos.

viernes, 10 de febrero de 2012

La mesa (por Fabio Morábito)

A veces la madera
de mi mesa
tiene un crujido oscuro,
un desgarrón
difuso de tormenta.
Una periódica migraña
la tortura.
Sus fibras ceden,
se descruzan,
buscan un acomodo
más humano.
Es la madera
que recuerda
viejos brazos.
Y que recuerda
que reverdecían.

jueves, 9 de febrero de 2012

Delicuescencia (por Vicente Gallego)

Reventado clavel blanco y distante,
lepra inversa del cielo sois vosotras,
altas nubes de junio.
¿Qué sonora alegría le regala
de cristal afinado
vuestra espuma inocente a la mañana nuestra,
y de dónde nos llega esa emoción, tan misteriosa y nítida,
que produce observaros en el día del hombre?
Formas breves de un sueño sois vosotras,
confirmación liviana de estos ojos
que os contemplan flotar
calladamente
sobre la cima hueca de la vida.
Delicuescencia pura y noble sois,
blancas nubes serenas,
felicidad sin causa
bajo el cobre encendido de este sol impasible.
Como nosotros mismos sois vosotras
y por eso miraros nos conmueve,
altas nubes de junio:
humo limpio de un tiempo en que juntos ardemos.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Si ésta fuera la hora (por José Ángel Valente)

Me cruzas, muerte, con tu enorme manto
de enredaderas amarillas.
Me miras fijamente.
Desde antiguo
me conoces y yo a ti.
Lenta, muy lenta, muerte, en la belleza
tan lenta del otoño.
Si esta fuese la hora
dame la mano, muerte, para entrar conmigo
en el dorado reino de las sombras.

martes, 7 de febrero de 2012

También (por Saiz de Marco)

Pequeña flor marchita:
comprendo, me doy cuenta ahora de que
no sólo amé tus pétalos sino
también tus espinas.
Sí, tus agrestes espinas,
tus defensivas uñas,
las garras de tu tallo que alguna vez me hirieron
-o con las que me herí-,
también las amé a ellas.

lunes, 6 de febrero de 2012

Juntos (por Roberto Juarroz)

Hemos amado juntos tantas cosas
que es difícil amarlas separados.
Parece que se hubieran alejado de pronto
o que el amor fuera una hormiga
escalando los declives del cielo.
Hemos vivido juntos tanto abismo
que sin ti todo parece superficie,
órbita de simulacros que resbalan,
tensión sin extensiones,
vigilancia de cuerpos sin presencia.
Hemos perdido juntos tanta nada
que el hábito persiste y se da vuelta
y ahora todo es ganancia de la nada.
El tiempo se convierte en antitiempo
porque ya no lo piensas.
Hemos callado y hablado tanto juntos
que hasta callar y hablar son dos traiciones,
dos sustancias sin justificación,
dos sustitutos.
Lo hemos buscado todo,
lo hemos hallado todo,
lo hemos dejado todo.
Únicamente no nos dieron tiempo
para encontrar el ojo de tu muerte,
aunque fuera también para dejarlo.

domingo, 5 de febrero de 2012

Y la tierra entreabierta (por Antonin Artaud)

Ese flujo, esa náusea, esas tiras: aquí comienza el fuego. El fuego de lenguas. El fuego tejido en flecos de lenguas, en el reflejo de la tierra que se abre como un vientre que está por parir, con entrañas de miel y azúcar. Con todo su obsceno tajo ese vientre fláccido bosteza, pero el fuego bosteza por encima con lenguas retorcidas y ardientes que llevan en la punta rendijas parecidas a la sed. Ese fuego retorcido como nubes en el agua límpida, con la luz al lado que traza una recta y algunas pestañas. Y la tierra entreabierta por todas partes muestra áridos secretos. Secretos como superficies. La tierra y sus nervios, y sus prehistóricas soledades, la tierra de geologías primitivas, donde se descubren secciones del mundo en una sombra negra como el carbón.

La tierra es madre bajo el hielo del fuego. Ved el fuego en los Tres Rayos, coronado por su melena en la que pululan ojos. Miríadas de miriápodos de ojos. El centro ardiente y convulso de ese fuego es como la punta descuartizada del trueno en la cima del firmamento. Centro blanco de las convulsiones. Un resplandor absoluto en el tumulto de la fuerza. La espantosa punta de la fuerza que se quiebra con estruendo azul.

Los Tres Rayos forman un abanico cuyas ramas caen rectas y convergen hacia el mismo centro. Ese centro es un disco lechoso recubierto por una espiral de eclipses.

La sombra del eclipse forma un muro sobre los zigzags de la alta albañilería celeste.

Pero por encima del cielo está el Doble-Caballo. La evocación del Caballo se empapa en la luz de la fuerza sobre un fondo de muro deteriorado y exprimido hasta la trama. La trama de su doble pecho. El primero de los dos es mucho más extraño que el otro. Él recoge el resplandor del cual el segundo es sólo la pesada sombra.

Más bajo aún que la sombra del muro, la cabeza y el pecho del caballo proyectan una sombra como si toda el agua del mundo hiciera subir el orificio de un pozo.

El abanico desplegado domina una pirámide de cimas, un inmenso concierto de vértices. Una idea de desierto planea sobre esos vértices por encima de los cuales flota un astro desmelenado, horriblemente, inexplicablemente suspendido. Suspendido como el bien en el hombre o el mal en el comercio de hombre a hombre, o la muerte en la vida. Fuerza giratoria de los astros.

Pero detrás de esa visión de absoluto, ese sistema de plantas, de estrellas, de terrenos partidos hasta los huesos, detrás de esa ardiente floculación de gérmenes, esa geometría de búsquedas, ese sistema giratorio de vértices, detrás de ese arado hundido en el espíritu y ese espíritu que separa sus fibras, y descubre sus sedimentos, detrás de esa mano de hombre, en fin, que deja impreso su duro pulgar y dibuja sus tanteos, detrás de esa mezcolanza de manipulaciones y cerebro y esos pozos en todas las direcciones del alma y esas cavernas en la realidad, se alza la Ciudad amurallada, la Ciudad inmensamente alta a la que no basta todo el cielo para hacerle un techo donde las plantas crecen en sentido inverso y con una velocidad de astros despedidos.

Esa ciudad de cavernas y de muros que proyecta sobre el abismo absoluto arcos perfectos y subsuelos como puentes.

Cómo se quisiera en la concavidad de esos arcos, en la arcada de esos puentes insertar la curva de un hombro desmesuradamente grande, de un hombro en el cual se difunde la sangre. Y colocar su cuerpo en reposo y su cabeza en la que hormiguean los sueños sobre el reborde de esas cornisas gigantescas donde se escalona el firmamento.

Pues un cielo de Biblia está allá arriba por donde se deslizan blancas nubes. Pero las suaves amenazas de esas nubes. Pero las tormentas. Y ese Sinaí del que dejan asomar las pavesas. Pero la sombra que hace la tierra y la iluminación apagada y blancuzca.

Pero finalmente esa sombra en forma de cabra y ese macho cabrío. Y el aquelarre de las Constelaciones.

Un grito para recoger todo eso y una lengua para ahorcarme.

Todos esos reflujos comienzan en mí.

Mostradme la inserción de la tierra, la bisagra de mi espíritu, el atroz nacimiento de mis uñas. Un bloque, un inmenso bloque artificial me separa de mi mentira. Y ese bloque tiene el color que cada uno quiere.

El mundo deja allí su baba como el mar sobre las rocas y como yo con los reflujos del amor.

Perros, habéis terminado de hacer rodar vuestros guijarros sobre mi alma. Yo. Yo. Dad vuelta la página de los escombros. También yo espero el pedregullo celeste y la playa sin márgenes. Es necesario que ese fuego comience en mí. Ese fuego y esas lenguas y las cavernas de mi gestación. Que los bloques de hielo retornen a encallar bajo mis dientes. Tengo el cráneo espeso, pero el alma lisa, un corazón de materia encallada. Carezco de meteoros, carezco de fuelles ardientes. Busco en mi garganta nombres, y algo como la pestaña vibrátil de las cosas. El olor de la nada, un tufo de absurdo, el estiércol de la muerte total. El humor ligero y rarefacto. También yo no espero sino al viento. Que se llame amor o miseria casi no logrará hacerme encallar sino en una playa de osamentas.

sábado, 4 de febrero de 2012

Animales (por Jude Stéfan)

Animales como los corzos en su
monte solitario el caballo que
pace o sobre la viga la lechuza
Vosotros también vivís en cuerpos a veces
larga vida hechos de carnes y
pieles en que los ojos harían creer también
en un alma cuando vosotros nos miráis
como nosotros animados pero el silencio
os salva de la muerte en nosotros que habla
acreditando su potencia y más justos
Vosotros pasáis más estables osamentas sin
recuerdos.

viernes, 3 de febrero de 2012

Pero no se abren las puertas (por Tomas Tranströmer)

Ha llegado un tren. Allí está, un vagón tras el otro,
pero no se abren las puertas, nadie baja ni sube.
¿Acaso tiene puertas? Allí dentro hormiguean,
de aquí para allá, seres cautivos.
Por las inconmovibles ventanas observan.
Y afuera anda un hombre, a lo largo del tren, con una maza.
Golpea las ruedas, resuena débilmente. Salvo aquí:
aquí crece el tono incomprensiblemente: un golpe de trueno,
tañido de campanas de iglesia, tono de la vuelta al mundo
que eleva todo el tren y las mojadas piedras del paraje.
Todo canta. Esto lo recordaréis. ¡Continuad el viaje!

jueves, 2 de febrero de 2012

La conciencia (por Idea Vilariño)

Esta limitación esta barrera
esta separación
esta soledad la conciencia
la efímera gratuita cerrada
ensimismada conciencia
esta conciencia
existiendo nombrándose
fulgurando un instante
en la nada absoluta
en la noche absoluta
en el vacío.

Esta soledad
esta vanidad la conciencia
condenada impotente
que termina en sí misma
que se acaba
enclaustrada
en la luz
y que no obstante se alza
se envanece
se ciega
tapa el vacío con cortinas de humo
manotea ilusiones
y nunca toca nada
nunca conoce nada
nunca posee nada.
Esta ausencia distancia
este confinamiento
esta desesperada
esta vana infinita soledad
la conciencia.

HASTA SIEMPRE, WISLAWA

Se nos ha ido Wislawa Szymborska, la gran señora de la poesía. En su honor publicamos este poema suyo. Por siempre, para siempre..., ¡hasta siempre!, amiga Wislawa.

zUmO dE pOeSíA

La realidad exige
que lo digamos bien claro: la vida sigue su curso.
Sucede así en Cannas y en Borodinó,
en los llanos de Kosovo y en Guernica.
Hay una gasolinera
en una pequeña plaza de Jericó, hay bancos recién pintados
cerca de Bila Hora. Las cartas van y vienen
entre Pearl Harbor y Hastings,
pasa un camión de muebles
bajo la mirada del león de Queronea
y solo un frente atmosférico amenaza los florecientes jardines cercanos a Verdún.
Hay tanto de Todo que lo que hay de Nada queda muy bien cubierto.
De los yates de Accio
llega la música y en la cubierta, al sol, bailan las parejas.
Pasan siempre tantas cosas
que seguro que tienen que pasar en todas partes.
Donde hay piedra sobre piedra
hay un carro de helados cercado por los niños.
Donde estaba Hiroshima de nuevo está Hiroshima
y se siguen produciendo
objetos de uso cotidiano.
No le faltan encantos a este hermoso mundo
ni tampoco amaneceres
para los que merece la pena despertarse.
En los campos de Macejowice
la hierba es verde,
y en la hierba, como pasa en la hierba,
la escarcha, transparente.
Quizá no haya un lugar que no haya sido un campo de batalla,
los aún recordados,
los hoy ya olvidados,
bosques de cedros y bosques de abedules,
nieves y arenas, pantanos irisados
y barrancos de negro fracaso
donde en caso de urgencia
satisfacemos ahora nuestras necesidades.
Qué moraleja sale de todo esto: parece que ninguna.
Lo que de verdad sale es la sangre que seca rápida
y siempre algunos ríos, algunas nubes.
En esos desfiladeros trágicos
el viento se lleva los sombreros,
y es inevitable: la imagen nos da risa.

miércoles, 1 de febrero de 2012

La espalda del hombre (por Fernando Pessoa)

Bajando hoy por la Calle Nueva de Almada, me fijé de repente en la espalda del hombre que bajaba delante de mí. Era la espalda vulgar de un hombre cualquiera, la chaqueta de un traje modesto en una espalda de transeúnte ocasional. Llevaba una cartera vieja bajo el brazo izquierdo, y ponía en el suelo, al ritmo de ir andando, un paraguas cerrado, que cogía por el puño con la mano derecha.

Sentí de repente por aquel hombre algo parecido a la ternura. Sentí en él la ternura que se siente por la común vulgaridad humana, por lo trivial cotidiano del cabeza de familia que va a trabajar, por su hogar humilde y alegre, por los placeres alegres y tristes de que forzosamente se compone su vida, por la inocencia de vivir sin analizar, por la naturaleza animal de aquella espalda vestida.

Volví los ojos a la espalda del hombre, ventana por la que vi estos pensamientos.

La sensación era exactamente idéntica a la que nos asalta ante alguien que duerme. Todo lo que duerme es niño de nuevo. Tal vez porque en el sueño no se puede hacer mal, y no se da cuenta de la vida, el mayor criminal, el más redomado egoísta es sagrado, por una magia natural, mientras duerme. Entre matar a quien duerme y matar a un niño no encuentro diferencia sustancial.

Ahora duerme la espalda de este hombre. Todo él, que camina delante de mí con pasos iguales a los míos, duerme. Va inconsciente. Vive inconsciente. Duerme, porque todos dormimos. Toda vida es un sueño. Nadie sabe lo que hace, nadie sabe lo que quiere, nadie sabe lo que sabe. Dormimos la vida, eternos niños del Destino. Por eso siento, si pienso con esta sensación, una ternura informe e inmensa por toda la humanidad infantil, por toda vida social durmiente, por todos, por todo.