viernes, 17 de febrero de 2012
Las poetas suicidas me llaman (por Ana Pérez Cañamares)
Las poetas suicidas me llaman.
Yo no las escucho.
Come fruta, me digo,
vigila los deberes de tu hija,
recuerda la fecha en que vivimos,
repasa tu nómina,
no olvides la cita del ginecólogo.
A veces hago caso a la madre muerta que enterré en mí.
Otras me tumbo en las orillas de los ríos que os tragaron
y el sueño me evita
y la oscuridad se adensa a mi alrededor
como una mermelada irrespirable.
Os acercáis, pero yo
no os oigo. Aprieto los dedos sobre los oídos,
me agarro a los barrotes que me sostienen.
No sé planchar, pero hoy es quince de septiembre,
cada tres días llamo a mi padre y le pregunto qué ha comido,
aunque confieso que sin ningún sentimiento.
No oigo voces, aunque la mía, a veces,
suena insistente,
como la radio que sube por los patios.
No os voy a escuchar.
Quizá estáis calladas,
y es sólo esa mezcla de vanidad y homenaje que me enajena
lo que hace que os confunda con el silencio.
No importa.
Cada una de vuestras muertes
dio a luz una palabra
y de momento recuerdo dejar mi locura
doblada junto a la ropa
cada vez que me sumerjo en el agua,
en la noche
o en uno de vuestros versos.
Yo no las escucho.
Come fruta, me digo,
vigila los deberes de tu hija,
recuerda la fecha en que vivimos,
repasa tu nómina,
no olvides la cita del ginecólogo.
A veces hago caso a la madre muerta que enterré en mí.
Otras me tumbo en las orillas de los ríos que os tragaron
y el sueño me evita
y la oscuridad se adensa a mi alrededor
como una mermelada irrespirable.
Os acercáis, pero yo
no os oigo. Aprieto los dedos sobre los oídos,
me agarro a los barrotes que me sostienen.
No sé planchar, pero hoy es quince de septiembre,
cada tres días llamo a mi padre y le pregunto qué ha comido,
aunque confieso que sin ningún sentimiento.
No oigo voces, aunque la mía, a veces,
suena insistente,
como la radio que sube por los patios.
No os voy a escuchar.
Quizá estáis calladas,
y es sólo esa mezcla de vanidad y homenaje que me enajena
lo que hace que os confunda con el silencio.
No importa.
Cada una de vuestras muertes
dio a luz una palabra
y de momento recuerdo dejar mi locura
doblada junto a la ropa
cada vez que me sumerjo en el agua,
en la noche
o en uno de vuestros versos.
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5 comentarios:
Muy buena, nadie se suicida si no es víctima de una enfermedad mental o física muy grave. Por cierto he leído en un blog de Miami que el poeta e ilustrador Carlos Killian se suicidó en Buenos Aires. La noticia la dio un familiar con la frase " Carlos cometió suicidio " , lo cierto es que le reproche la frase y el hombre no ha respondido , igual fui un poco duro pero suicidarse no es un delito y tampoco podemos dejar que pisoteen el castellano, estigmatizar los suicidias es cuando menos cutre y de malas personas. saludos
Yo creo que casi todos los suicidas son enfermos mentales, pero también creo que la opción de suicidarse es legítima y nadie tiene derecho a prohibir o impedir a otro que elija esa opción. Yo, personalmente, no la descarto, en particular si me viera en una situación como la de Ramón Sampedro, quien legítimamente (y comprensiblemente) eligió morir.
La honra, igual que el vidrio, se rompe de un golpecillo.
Gira la Tierra
y en su corteza todos,
vivos o muertos.
(CUQUI COVALEDA)
Nos suenan tan naturales y tan inevitables los nombres de los personajes de la literatura, que nos cuesta recordar que fueron acuñados por alguien.
(MUÑOZ MOLINA, en "Como la sombra que se va").
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