zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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domingo, 30 de junio de 2019

Mañana sin nosotros (por Wislawa Szymborska)


Se esperaba una mañana fría y con niebla.
Por el oeste
se avecinan nubes de lluvia.
La visibilidad será escasa.
Condiciones adversas para la circulación.

Según avance la jornada, la gradual
influencia de una cuña anticiclónica por el norte
hará posibles algunos claros.
A pesar de ello, ráfagas fuertes y racheadas de viento
pueden ir acompañadas de tormentas.

Por la noche,
cielos despejados en casi todo el país.
Sólo en la parte sureste
podrían darse algunas precipitaciones.

Las temperaturas bajarán considerablemente,
pero aumentará la presión atmosférica.

El día siguiente
se anuncia soleado,
si bien a los que sigan viviendo
todavía les será de utilidad el paraguas.


sábado, 29 de junio de 2019

Me lo pongo al entrar (por Anne Carson)


El suéter azul de papá
hoy cuelga del respaldo de la silla de la cocina
donde siempre me siento, cuelga
del mismo respaldo y de la misma silla donde solía sentarse.
Me lo pongo al entrar,
como él solía, sacudiendo
la nieve de sus botas.
Me lo pongo y me siento en la oscuridad.
Él no haría esto.
Lajas de frío caen desde el hueso de la luna.
Sus leyes eran un secreto.
Pero recuerdo el momento en que supe
que perdía el juicio dentro de sus leyes.
Estaba de pie en la curva de la entrada cuando lo vi.
Llevaba puesto el suéter azul con los botones abrochados hasta
el cuello.
No sólo porque era una calurosa tarde de julio
pero la mirada en su rostro...
como un niño a quien la tía vistió temprano en la mañana
antes de un largo viaje
en trenes fríos y venteados andenes
sentado muy tieso en la orilla de su asiento
mientras las sombras, como largos dedos,
sobre almiares dejados atrás,
aún lo estremecen
porque él viaja mirando hacia atrás.



viernes, 28 de junio de 2019

Así soy la máscara (por Fernando Pessoa)


Me he quitado la máscara y me miro al espejo.
Era el niño de hace cuántos años...
no había cambiado nada...

Esta es la ventaja de saberse quitar la máscara.
Seguimos siendo niños,
ese pasado que permanece,
el niño.

Me he quitado la máscara y me la he vuelto a poner.
Así está mejor.
Así soy la máscara.

Y vuelvo a la normalidad como a una terminal de línea.

Hace más de media hora
que estoy sentado al escritorio
con la única intención
de mirarlo.

(Estos versos están fuera de mi ritmo.
Yo también estoy fuera de mi ritmo.)

Tintero (grande) delante.
Plumas con sus plumines, menos delante.
Más hacia aquí papel muy limpio.
A la izquierda, un tomo de la Enciclopedia Británica,
a la derecha
¡ah, a la derecha!
ese abrecartas con el que ayer
no tuve paciencia para abrir completamente
ese libro que me interesa y que no voy a leer.

¡Quién pudiera hipnotizar todo esto!

Los antiguos invocaban a las Musas.
Nosotros nos invocamos a nosotros mismos.
No sé si las Musas se aparecían,
dependería sin duda del invocado y de la invocación,
pero sé que nosotros no nos aparecemos.
Cuántas veces me he asomado
sobre el pozo que me supongo ser
y ululado “¡Uh!” sólo para oír un eco
y no he oído más de lo que he visto:
ese tenue albor oscuro con que el agua resplandece
en la inutilidad del fondo.
Ningún eco para mí...
Sólo tenuemente una cara, que debe de ser la mía porque
no puede ser la de otro,
es una cosa casi invisible,
excepto cómo luminosamente surge
en el fondo...
En el silencio y en la luz falsa del fondo...


¡Qué Musa!


jueves, 27 de junio de 2019

Te seguimos buscando (por Reinaldo Arenas)


Sé que más allá de la muerte
está la muerte,
Sé que más acá de la vida
está la estafa.
Sé que no existe el consuelo,
que no existe
la anhelada tierra de mis sueños ni la desgarrada visión de nuestros héroes.
Pero
te seguimos buscando, patria,
en las tradiciones del recién llegado
y en las mentiras del primer cronista.
Sé que no existe el refugio del abrazo
y que Dios es un estruendo de hojalata.
Pero
te seguimos buscando, patria,
en las amenazas del nuevo impostor
y en las palmas que revientan buldoceadas.
Sé que no existe la visión
del que siempre perece entre las llamas,
que no existe la tierra presentida
Pero
te seguimos buscando, tierra,
en el roer incesante de las aguas,
en el reventar de mangos y mameyes,
en el tecleteo de las estaciones
y en la confusión de todos los gritos.
Sé que no existe la zona de descanso,
que faltan alimentos para el sueño,
que no hay puertas en medio del espanto.
Pero
te seguimos, buscando, puerta,
en las costas usurpadas de metralla,
en la caligrafía de los delincuentes,
y en el insustancial delirio de la conga.

que hay un torrente de ofensas aún guardadas
y arsenales de armas estratégicas,
que hay palabras malditas, que hay prisiones
y que en ningún sitio está el árbol que no existe.
Pero
te seguimos buscando, árbol,
en las madrugadas de cola para el pan
y en las noches de cola para el sueño.
Te seguimos buscando, sueño,
en las contradicciones de la historia,
en los silbidos de las perseguidoras
y en las paredes atestadas de blasfemias.

que no hallaremos tiempo,
que no hay tiempo ya para gritar,
que nos falla la memoria,
que olvidamos el poema, que, aturdidos,
acudimos a la última llamada
(el agua, la cola de cigarro).
Pero
te seguimos buscando, tiempo,
en nuestro obligatorio concurrir a mítines,
funerales y triunfos oficiales,
y en las interminables jornadas en el campo.
Te seguimos buscando, palabra,
por sobre la charla de las cacatúas
y el que vendió su voz por un paseo,
por sobre el cobarde que reconoce el llanto
pero tiene familias... y horas de recreo.
Te seguimos trabajando, poema,
por sobre la histeria de las multitudes
y tras la consigna de los altavoces,
más allá del ficticio esplendor y las promesas.
Todo eso lo sé.
Pero te seguimos buscando, dicha,
en la memoria de un gran latigazo
y tras el escozor de la última patada.
Te seguimos buscando, tierra,
en el fatigado ademán de nuestros padres
y en el obligatorio trotar de nuestras piernas.
Te seguimos buscando, calma,
en el infinito gravitar de nuestras furias,
en el sitio donde confluyen nuestros huesos,
en los mosquitos que comparten nuestros cuerpos,
en el acoso por sueños y aceras,
en el aullido del mar,
en el sabor que perdieron los helados,
en el olor del galán de noche,
en las ideas convertidas en interjecciones ahogadas,
en las noches de abstinencia,
en la lujuria elemental,
en el hambre de ayer que hoy hambrientos condenamos,
en la pasada humillación que hoy humillados denunciamos.
En la censura de ayer que hoy amordazados señalamos,
en el día que estalla,
en los épicos suicidios,
en el timo colectivo,
en el chantaje internacional,
en el pueril aplauso de las multitudes,
en el reventar de cuerpos contra el muro,
en las mañanas ametralladas,
en la perenne infamia,
en el impublicable ademán de los adolescentes,
en nuestra voracidad impostergable,
en el indolente estruendo de la primavera,
en la ausencia de Dios,
en la soledad perpetua
y en el desesperado rodar hacia la muerte
te seguimos buscando
te seguimos
te seguimos.


miércoles, 26 de junio de 2019

El camino abierto (por Walt Whitman)


A pie y con el corazón tranquilo tomo el camino abierto.
Saludable, libre, el mundo se abre ante mí
y este largo camino pardo delante de mí 

conduce adonde yo quiera ir.

Ahora no pido buena suerte: yo mismo soy la buena suerte.
Ahora no reniego, ya nada pospongo y nada necesito.
Se acabaron las quejas domésticas, las bibliotecas, las críticas pendencieras.
Poderoso y contento, recorro el camino abierto.

La tierra: con eso me basta.
No quiero a las constelaciones más cerca,
sé que están muy bien allá donde se encuentran,
sé que bastan para aquellos a quienes pertenecen.

(No obstante aquí llevo mis viejas deliciosas cargas,
las llevo, hombres y mujeres, las llevo conmigo adonde quiera que vaya.
Juro que me resulta imposible deshacerme de ellas.
Estoy pleno de ellas y, a cambio, yo las haré plenas.)


martes, 25 de junio de 2019

A través de la madre (por Herberto Helder)


En la sonrisa loca de las madres golpean las leves
gotas de lluvia. En las amadas
caras locas golpean y golpean
los dedos amarillos de las candelas.
Que oscilan. Que son puras.
Gotas y candelas puras. Y las madres
se acercan soplándose los dedos fríos.
Su cuerpo se mueve
por entre los huesos filiales, por los tendones
y órganos sumergidos,
y las calmas madres intrínsecas se sientan
con las cabezas filiales.
Se sientan, y están allí en un silencio demorado y apresurado,
viéndolo todo.
y quemando las imágenes, alimentando las imágenes,
mientras el amor es cada vez más fuerte.
Y les golpea en la cara, el amor leve.
El amor feroz.
Y las madres son cada vez más hermosas.
Piensan sus hijos que ellas levitan.
Flores violentas golpean sus párpados.
Respiran por lo alto y por lo bajo. Son
silenciosas.
Y su cara está en medio de las gotas particulares
de la lluvia,
en torno a las calendas. En el continuo
gotear de sus hijos.
Las madres son lo más alto
que los hijos crean, porque se colocan
en la combustión de los hijos, porque
los hijos están como invasores dientes de león
en el terreno de las madres.
Y las madres son pozos de petróleo en las palabras de sus hijos,
y se abalanzan, a través de ellos, como chorros
que salen de la tierra.
Y los hijos se sumergen con escafandras en el interior
de muchas aguas,
y sacan a las madres como pulpos enredados en sus manos
y en la agudeza de toda su vida.
Y el hijo se sienta con su madre a la cabecera de la mesa,
y a través de él la madre anda moviendo de aquí para allá
las tazas y los tenedores.
Y a través de la madre el hijo piensa
que ninguna muerte es posible y que las aguas
están unidas entre ellas
por medio de la mano de él que toca la cara loca
de la madre que toca la mano presentida del hijo.
y dentro del amor, hasta que sólo sea posible
amarlo todo,
y sea posible que todo vuelva a encontrarse dentro del amor.


lunes, 24 de junio de 2019

La foto de la niña (por Sharon Olds)


La niña está sentada sobre la tierra dura,
áspero molde de Rusia, en la sequía
de 1921, aturdida,
los ojos cerrados, la boca abierta,
un crudo viento abrasador le sopla
arena en la cara. Hambruna y pubertad
se apoderan de ella. Echada en un saco,
el calor descoloca todo lo que lleva puesto,
curvado el tierno radio de su brazo.
No puede no ser bella, pero
se muere de hambre. Adelgaza cada día, y sus huesos
se hacen largos, porosos. El pie de foto dice
que va a morir de hambre ese invierno
con miles de otros seres. En la sima de su cuerpo
los ovarios liberan sus primeros óvulos,
dorados como el grano.



domingo, 23 de junio de 2019

Me miraba en el fuego (por Vicente Gallego)


Ha llegado el invierno
a la casa del monte, y ha venido
apretada en la piña
de mi última niñez, la gratitud.

Me miraba en el fuego, vi pagadas
mis deudas, no encontré
tampoco a mis deudores, cuando allí,
junto a la chimenea, entre una sombra
y una lengua de llama,
se me dio todo junto a manos llenas.

Aquello -yo no sé
llamarlo sino aquello solamente-
estaba tan ardiendo con el fuego,
tan abrazado al fin
de todos los finales, que empezó
a no tener principio ya la noche.

¿Quién miraba a los ojos
a quién en ese pozo de ser uno
mi corazón, la vida?

Y no quise saber, pero era cierto:
entró la casa en luna, algo temblaba.



sábado, 22 de junio de 2019

Fluían, flotaban pétalos (por Shinkichi Takahashi)


Como los pétalos
de una flor,
incontables,
el tiempo
marchito, disipado.
La suma de las vidas
de los hombres
se hundió en silencio en el olvido,
alimento para el pez de cola roja.
Bajo la luz lunar,
en la corriente del río,
fluían, flotaban pétalos.
Entre las rocas,
esparcidos
en lo oscuro.
Pero continuaba el tiempo floreciendo.



viernes, 21 de junio de 2019

Temblor y atracción (por Seamus Heanay)


Como todo el mundo, yo inclinaba la cabeza

durante la consagración del pan y el vino,

levantaba los ojos ante la hostia alzada y el cáliz alzado,

creía (signifique lo que signifique) que ocurría un cambio.

Me acercaba al antealtar y recibía el misterio

en la lengua, regresaba a mi lugar, cerraba los ojos con fuerza,

una acción de gracias, abría los ojos y sentía

que el tiempo comenzaba de nuevo.

Nunca hubo una escena

en que tuviera que vérmelas conmigo o con otro.

La pérdida ocurrió fuera del escenario. Sin embargo, no puedo

repudiar palabras como “acción de gracias”, “hostia”
o “pan de la comunión”. 

Poseen un eterno

temblor y atracción, como el agua honda de un pozo.


jueves, 20 de junio de 2019

Si al final sólo huesos (por Rafael Baldaya)


Y ahora voy a escribir lo que cuesta trabajo,

lo que entrevemos pero no queremos decir,

mucho menos ver escrito,

que si no hay más allá ni ultramuerte entonces todo acaba, se esfuma con la vida,

tu cerebro se apaga, deja de sentir, de pensar, de pensarse,

deja de percibir y percibirse,

tu cuerpo se convierte en una cosa,


esqueleto,

inconsciencia,

huesos 


-fosfato, carbonato de calcio…-,

huesos como otros huesos,

el fosfato del tirano, el calcio del homicida

como los de sus víctimas,

el carbono, el nitrógeno da igual dónde estuvieron y en quiénes se alojaron.

No importa lo que hagas porque luego un objeto,

al final una cosa ni mejor ni peor.

Ya no un quién, sino un qué.

Cuando esto acabe nadie ha de pedirte cuentas,

de hecho ya no serás.

Los fenómenos físicos, las reacciones químicas de la materia simplemente suceden;


las implacables reglas de la termodinámica no saben de justicia,

nada entienden de ética

ni de bien

ni de mal.

Es raro que así sea,

nuestra profundidad se resiste a admitirlo:


"No puede ser lo mismo",

"No puede dar igual",

"No puede ser".

De ahí quizá el juicio último, la luz y la tiniebla

(¿así habló Zaratustra?,


¿de otra forma lo dijo Jesús el galileo?,

¿también aquel Siddhartha?),

de ahí el ciclo del karma, el samsara, el trayecto,


la rotación regida por cómo hiciste antes,

lo crees o no lo crees.

Quizá todo un recurso, un milenario método, un soporte esencial para hacer fluir la vida,

que los humanos puedan convivir,

agruparse,

un ancestral y necesario hallazgo:

si hay tablas de la ley y el Gran Ojo te mira, todo el tiempo observándote,

y al cabo un veredicto,

entonces los humanos se abstendrán de matarse, hostigarse, saquearse de continuo,

porque al final no meros huesos-tierra-ceniza,

no vuelves a ser cosa, sino que

te examinan

y "He aquí tu logro o fruto".

Sí, es una buena idea,

una fábula útil,

una leyenda práctica.

Pero si no es así,

si al final sólo huesos

(los benéficos huesos junto con los malvados,

los huesos asesinos como los inocentes,

los huesos alevosos mezclados con los justos,

indistinguibles


vértebras - tibias - cráneos

unos y otros revueltos,


todos ellos iguales en la Fosa común),

entonces...

esto otro...

esta bruma negruzca,

este temblor o pálpito que evitamos decir,

que una parte de ti se resiste a aceptar,

que atisbas pero mejor sería

no haberlo escrito.



miércoles, 19 de junio de 2019

Aquí también (por Jorge Luis Borges)


Aquí también. Aquí, como en el otro
confín del continente, el infinito
campo en que muere solitario el grito;
aquí también el indio, el lazo, el potro.

Aquí también el pájaro secreto
que sobre los fragores de la historia
canta para una tarde y su memoria;
aquí también el místico alfabeto

de los astros, que hoy dictan a mi cálamo
nombres que el incesante laberinto
de los días no arrastra: San Jacinto

y esas otras Termópilas, el Álamo.
Aquí también esa desconocida
y ansiosa y breve cosa que es la vida.


martes, 18 de junio de 2019

Agua (por Robert Lowell)


Era un pueblo langostino de Maine:
cada mañana cargamentos de obreros
zarpaban rumbo a las canteras
de granito en las islas,

y dejaban atrás docenas de lóbregas
casas de madera blanca adheridas
como conchas de ostras
a una colina rocosa,

y a nuestros pies, el agua lamía
el laberinto de toscos palillos
de una encañizada
en la que se capturaban los peces usados como cebo.

¿Te acuerdas? Nos sentamos sobre una roca.
Ha pasado ahora tanto tiempo
que me parece que era del color
de un lirio, pudriéndose, cada vez más morado,

pero era sólo
la típica roca gris
volviéndose del típico verde
al empaparla el mar.

El mar empapó la roca
el día entero a nuestros pies,
y no dejó de arrancarle
una esquila tras otra.

Una noche soñaste
que eras una sirena aferrada a un muelle
y que tratabas de arrancar
los percebes con la mano.

Ojalá nuestras dos almas
puedan volver como gaviotas
a la roca. Al fin y al cabo
el agua estaba demasiado fría.



lunes, 17 de junio de 2019

Cuando crecen (por Manuel Pujante)


También saben los árboles lo que es la simetría
y violentan su cuerpo cuando crecen.

Una mano se alza, araña el aire,
no asume la distancia, busca el cielo.
Se camufla de hojas, de flores y de frutos,
da cobijo a los pájaros, se afana
en los quehaceres propios de su nombre,
bebe la luz, se esconde en la belleza acaso
para esconder también aquel empeño inútil
al que regresa siempre cuando completa el círculo,
se desnuda e intenta, desesperadamente,
llegar tan alto
en vano.

La otra, que sujeta todo el árbol
al suelo y lo mantiene vivo y recto,
la que lo ancla a la tierra firmemente,
se hunde en la humedad sin luz ni horas,
se hipertrofia y encuentra su alimento
en lo podrido.
Y la diestra no sabe lo que hace la siniestra.

También saben los árboles lo que es la simetría
y de la enfermedad del crecimiento
en todas direcciones.



domingo, 16 de junio de 2019

Allegro (por Tomas Tranströmer)


Después de un día negro toco a Haydn
y siento un humilde calor en las manos.

Las teclas obedecen. Golpean dulces martillos.
El acorde es verde, vivo y sereno.

El acorde dice que la libertad existe
y que alguien no le paga impuesto al césar.

Me meto las manos en los bolsillos haydn
e imito a alguien que contempla el mundo con serenidad.

Izo bandera haydn- eso quiere decir
“No nos rendiremos. Pero queremos paz.”

La música es un edificio de cristal en la ladera
donde vuelan las piedras, ruedan las piedras.

Y las piedras atraviesan la casa rodando
pero todos los cristales quedan intactos.


sábado, 15 de junio de 2019

Mi condena, mi amor (por José Luis Piquero)


¿Quién juega ahora con los grifos?
¿Una esposa afligida, un Dios-ama de casa,
haciendo cosas útiles como llenar la olla o fregar las sartenes?
¿Eres tú? No lo hagas. Me he escaldado los hombros
con los que llevo el peso
de nuestras vidas
cuando no estás ni para abrir un grifo,
y de reírte ya no digo nada.

Sí: eres como Dios, no te das cuenta.
Es por tu intercesión que me quemo la espalda o me muero de frío,
a la intemperie, en medio de toda esta blancura (empañado milagro, santa sábana un cristo dando voces).
O quizá no: serán
caprichos de traviesas tuberías
-¿qué sabemos nosotros de tantas tuberías, de Misterios?-,
y a lo mejor eres tan inocente y estás tan indefensa
como el blanco gusano enjabonado: yo. Mira a tu Hijo.

Si pudiera quedarme para siempre bajo la ducha, lo he pensado,
ensayando una especie de renacimiento, una muda de piel.
Los frascos amigables no contienen secretos,
no dicen: ya no puedo más. No juegan
al escondite con sus semejantes.
El mentol y la esencia de vainilla sólo quieren quererme.
Ser el vapor, difuminando el mundo,
un indio bautizado,
un alegre tritón pringoso de fragancias, un no-resucitado, ungido para nadie, cualquier cosa
menos el responsable
de esto:
de nosotros.

Los santuarios no existen. Moriremos de exceso
de realidad. ¿Es otro día malo, mi condena, mi amor,
mi Padre cruel, que me has mandado a redimir el mundo, y tengo que salvarte?

No toques esos grifos. Saldré tonificado, reluciente,
tan fiable y tan sólido, puro mármol de Roca,
dispuesto a hacerme cargo, como siempre.
Feliz como una gota de colonia.

A no ser que las gotas de colonia tampoco sean felices.



viernes, 14 de junio de 2019

El dibujante de cardos (por José Saborit)


A orillas de las carreteras,

ejércitos amenazantes

de rigurosos cardos,

afilados y adustos

como el fino cristal cuando se quiebra,

repetidos, resecos,

agostados después del largo estío,

en espera tal vez del golpe bravo

de viento o de pedrisca que rompiera

su corona de espinas

su aguda hostilidad de abrojos duros.

Con pinzas los cogía y con cuidado

los dejaba en su mesa descansar,

los miraba despacio, con respeto

o con veneración incluso

y una y otra vez los dibujaba,

volvía a dibujarlos

queriendo descifrar el orden cósmico

de su gravitación,

la lógica ofensiva

de aquellas diminutas

constelaciones

de soles con espinas

o al menos

como intentando dejar algo,

algo sobre el papel de toda esa

belleza tan doliente

del camino difícil,

de la vertiente dura

y de la exquisitez del mal.

Espina por espina

se afilaba el pincel,

se afanaba en el reto, pero nunca

lograba abrir la herida

de cárdenas aguadas.

Por eso no dejó

nunca de dibujarlos.

Cada espina bordaba en el papel

la huella del fracaso.



jueves, 13 de junio de 2019

Qué hacemos aún allí (por Abraham Gragera)


Era mi libro favorito.

Era un regalo de mi padre

lleno de gráficos y epígrafes,

fotografías en color

de máscaras, de buceadores

en el antártico, entre nubes

de krill; de esquirlas de cristal,

de ocelos y cefalotórax

vistos con microscopio cien

veces más grandes; e indecibles,

como lo que sentía con

"Y los árboles se volvieron

piedra", escrito junto al fósil

en el que me costaba un poco

dar con el árbol. O al llegar

a lo de la partenogénesis;

o al tratar de entender qué fue

lo que llevó a las procariotas

a fagocitar otras células,

y a convertirse en eucariotas,

inaugurando la noción

misma de vida, separando

lo vivo y lo inerte en el mar

primordial.

¿Fue de mutuo acuerdo,

la carencia de núcleo y de

membrana respectivamente?

¿O el hambre sin más y la lucha

por la supremacía? ¿Fue

un acto rutinario, ciego,

o una singularidad? ¿Cómo

se llega a ser nosotros?

Qué hacemos aún allí,

mi padre y yo, sin responder;

yo con mi libro favorito,

él con mi vida por delante;

los dos mirando al infinito

más próximo, no con nostalgia,

sino con nuestra única certeza:

que no nacemos, no morimos,

sólo nos separamos.



miércoles, 12 de junio de 2019

Y en todo desnuda tú (por Juan Ramón Jiménez)


He visto la aurora rosa
y la mañana celeste,
he visto la tarde verde
y he visto la noche azul.

Y en todo desnuda tú.

Desnuda en la noche azul,
desnuda en la tarde verde
y en la mañana celeste,
desnuda en la aurora rosa.

Y en todo desnuda tú.


martes, 11 de junio de 2019

Veintiocho muchachos (por Walt Whitman)


Veintiocho muchachos se bañan en la orilla,
veintiocho muchachos, y todos tan cariñosos;
veintiocho años de vida femenil y todos tan solos.

Ella es dueña de la bonita casa que se alza sobre la ribera,
se oculta elegante y ricamente vestida tras las persianas.

¿Cual de los muchachos es el que más le gusta?
Ah, el más feúcho es el que parece más bello.

¿Adónde va, señora? Que la veo,
salpica allí en el agua, aunque permanece totalmente
inmóvil en su cuarto.

Bailando y riendo por la playa vino la vigésimo novena bañista,
los demás no la vieron, pero ella sí que los vio y los amó.

Las barbas de los muchachos relucían húmedas, el agua
corría por sus largos cabellos,
arroyuelos recorrían sus cuerpos.

Una mano invisible también pasaba por sus cuerpos,
por sienes y costillas descendía temblorosa.

Los muchachos flotan boca arriba, sus vientres sobresalen
bajo el sol, no preguntan quién se les prende con fuerza,
no saben quién jadea y declina con un arco colgante
y que se curva,
no piensan a quién empapan de espuma.



lunes, 10 de junio de 2019

Hubo un camino (por Rudyard Kipling)


Cerraron el camino que cruzaba los bosques
hace setenta años.
El tiempo y la lluvia lo han deshecho otra vez,
ahora ya no podrías saber
que una vez hubo un camino a través de los bosques
antes de ser plantados los árboles.
Está debajo de los sotos y de los brezos
y de las anémonas delgadas.
Sólo el guarda ve,
allí donde los pichones aprenden a volar
y los tejones escarban con más facilidad,
que una vez hubo un camino a través de los bosques.

Sí, si entras en los bosques
del verano, al anochecer,
cuando el aire de la noche se enfría en los estanques de truchas
donde la nutria silba a su pareja
(no temen al hombre en los bosques
porque se ven tan pocos),
oirás los golpes de las uñas de un caballo
y el chasquido de unas faldas en el rocío,
firmemente a medio galope a través
de la soledad, de la bruma,
como si perfectamente conocieran
el viejo camino a través de los bosques…


Pero no hay camino que cruce los bosques.


domingo, 9 de junio de 2019

Elegía del recuerdo imposible (por Jorge Luis Borges)


Qué no daría yo por la memoria
de una calle de tierra con tapias bajas
y de un alto jinete llenando el alba
(largo y raído el poncho)
en uno de los días de la llanura,
en un día sin fecha.
Qué no daría yo por la memoria
de mi madre mirando la mañana
en la estancia de Santa Irene,
sin saber que su nombre iba a ser Borges.
Qué no daría yo por la memoria
de haber combatido en Cepeda
y de haber visto a Estanislao del Campo
saludando la primer bala
con la alegría del coraje.
Qué no daría yo por la memoria
de un portón de quinta secreta
que mi padre empujaba cada noche
antes de perderse en el sueño
y que empujó por última vez
el 14 de febrero del 38.
Qué no daría yo por la memoria
de las barcas de Hengist,
zarpando de la arena de Dinamarca
para debelar una isla
que aún no era Inglaterra.
Qué no daría yo por la memoria
(la tuve y la he perdido)
de una tela de oro de Turner,
vasta como la música.
Qué no daría yo por la memoria
de haber oído a Sócrates
que, en la tarde de la cicuta,
examinó serenamente el problema
de la inmortalidad,
alternando los mitos y las razones
mientras la muerte azul iba subiendo
desde los pies ya fríos.
Qué no daría yo por la memoria
de que me hubieras dicho que me querías
y de no haber dormido hasta la aurora,
desgarrado y feliz.



sábado, 8 de junio de 2019

Pero las colinas son aún las mismas (por Derek Mahon)


Viajo por mar a casa
por primera vez en años.
Alguien puntea una guitarra
en la cubierta oscura, mientras una gaviota
sueña al tope del mástil,
las olas salpicadas de luna se regocijan.
Al alba el barco tiembla, gira
en amplio arco hacia atrás,
avanzando estremecido por el estuario gris
más allá del faro y las boyas,
las gradas y el dique seco
donde arde una lámpara desnuda;
y yo piso tierra bajo una fina lluvia
en una ciudad tan cambiada
por cinco años de guerra
que apenas reconozco
los lugares en donde me crié,
las fachadas que intentan explicar.
Pero las colinas son aún las mismas
gris-azuladas sobre Belfast.
Tal vez si me hubiera quedado
y vivido bomba tras bomba
hubiera sido adulto al fin
y aprendido qué quiere decir hogar.



viernes, 7 de junio de 2019

Un momento o dos (por Alicia Ostriker)


En toda vida hay un momento o dos,
en que el yo desaparece, la herida cruel
toma el control, y después otra vez
por momentos estamos llenos de cielo
o de pájaros
o simplemente del té con azúcar que quedó sobre la mesa
dijo la anciana

Sé a lo que te refieres en cuanto
a las epifanías dijo el tulipán
por ejemplo un cielo despejado de abril
el acercamiento de una mariposa
con respecto a la desaparición del yo
no
todavía no lo experimenté

Están creando distinciones
que no existen en la realidad
donde “yo” y “no yo” son como la sal
en el océano, la nube en el cielo
el oxígeno en el fuego
dijo el perro filosófico
rascándose las bolas debajo de la mesa.


jueves, 6 de junio de 2019

Difícil (por Ana Martins Marques)


Es tan difícil amar

en este mundo imperfecto

es difícil decir algo

que no sea un malentendido

es difícil encontrar

el peso correcto

de las cosas

saber nuestro propio tamaño

mirar algunos animales a los ojos

pensar con dulzura

aprovechar adecuadamente la luz

desear para el pájaro un destino de pájaro,

para la seda, un destino de seda.


miércoles, 5 de junio de 2019

La vida sin fin (por Lawrence Ferlinghetti)


No tiene fin
la espléndida vida del mundo
no tiene fin su hermoso vivir
su hermoso respirar
sus hermosas criaturas sensibles
observando escuchando y pensando
riendo y bailando
suspirando y llorando
a través de las tardes sin fin
noches sin fin de amor y éxtasis
alegría y desesperanza
bebiendo y fumando
charlando cantando
en los Ámsterdams sin fin
de la existencia
de animadas conversaciones sin fin
y de los cafés sin fin
en los cafés literarios de las mañanas de lluvia
sin fin las películas de la calle que pasan
en los automóviles en los tranvías del deseo
en las inagotables vías de la luz radiante

Sin fin el baile de las melenas
al ritmo sin aliento del punk rock
y de la música disco su aire en la cabeza
a través de las medianoches de la Vía Láctea
hasta los paraísos del amanecer
hablando fumando y pensando
de todo aquello que en la noche no tiene fin
en lo blanco de la noche la luz de la noche
Ah sí el vivir y amar no tienen fin
odiando y amando besando y matando
No tienen fin los latidos la respiración la procreación
la rueda de la vida de carnes
girando constantemente en el tiempo
Vida sin fin muerte sin fin
no tienen fin el aire y la respiración
Mundos sin fin
en los que los días nunca terminan
en las capitales del otoño
sus grandes avenidas de hojas en llamas
Sin fin los sueños y los cuerpos
en los que el sueño desovilla
las mangas tejidas de la ansiedad
los laberintos del pensamiento
las laberínticas ensoñaciones del amor
las espirales del deseo y su exageración
los innumerables finales de lo innombrable
Sin fin los cielos incendiados
sin fin el universo que gira
Mundo sobre una hoguera de hongos
No tiene fin el fuego que respira en nuestros cuerpos
tatuados comedores de fuego bailando en las plazas
tragando el aire incendiado de la gasolina
Valiente el corazón batiente de la vida llameante
sus pulsos compases y llamas apagadas
Sin fin los campos de los sentidos
los olores del deseo del amor
los maullidos de los gatos en celo
el aroma intenso de los sexos
El sonido de los que hacen el amor no tiene fin
el sonido de las camas chirriantes no tiene fin
el gemido de los amantes no tiene fin
escuchado en la noche a través de las paredes
Los gritos del éxtasis inacabables
las voces encendidas
en la última y perdida culminación
el ruido de las máquinas de música saltando
el fluir del jazz del esperma sus ritmos
difunden su energía en el paraíso
Y luego los intentos de fuga no tienen fin
huir de la náusea de Sartre
de las colinas peladas
donde se consumió la sensación
en el lento fuego del tiempo
de la alegría de vivir desesperanzada
de los barcos cargados de ilustración
de los barcos cargados de mierda
que aún flotan
en los infernales ríos de Caronte
codicias histerias paranoias
poluciones y perversiones
Sin fin l’homme revolté
en el anónimo rostro de la muerte
en las huellas del estado monstruo
No tienen fin sus visiones anárquicas
No tiene fin su alienación
No tiene fin su poesía alienada
tábano del estado
portador de la esencia de Eros
No tiene fin el sonido de la vida
del hombre que vive en la tierra
las audiciones radiales sin fin
las transmisiones de tv sin fin
No tienen fin
los rollos de papel en la rotativas
el fluir de las palabras y las imágenes
en las cintas de las máquinas de escribir
escritura automática y garabatos
sin fin los poèmes dictés por lo desconocido
sin fin los llamados telefónicos
hacia los confines de la tierra
y la espera de los amantes en las terminales
y el llanto de los pájaros en las terrazas
y el graznido constante de los cuervos en el cielo
y el multiplicado canto de los grillos
y los mares rugientes y las aguas gimientes
alzándose y cayendo sobre guijarros distantes
y las mareas lamedoras durante los Idus del otoño
beso salitroso de la creación
Infinitas las campanas del mar anunciándose
más allá de las represas y los diques de la vida
y el repetido llamado de las campanas
en las iglesias vacías
en las torres del tiempo
Infinita la manifestación de calamidades
del barbado hombre santificado
No tiene fin
la cuerda del corazón del mundo
desenroscándose
resplandeciente en el tiempo
brillando a través del espacio
No tienen fin los cruceros turísticos
atravesándola
barquitos pequeños en los canales infinitos
millones de ventanas en llamas en el atardecer
la ciudad quemándose con las sobras de la luz
los distritos de faroles rojos brillan y danzan
con pijas porno pijas de neón
y los vibradores que vibran sin descanso
en las piezas de edificios a medio derruir
Sin fin el movimiento de las mandíbulas
masticando las carnes de los sandwiches del deseo
los jugosos bifes anchos del amor
Sin fin los sueños y los orgasmos
ritos de fertilidad ritos de pasaje
y el vuelo de las aves fértiles
sobre los techos de las casas
y los huevos que caen en los nidos
en las vaginas sin fin
los intentos y tentaciones de la carne
en las habitaciones por hora del amor
donde canta la paloma golpeada
No tiene fin el nacimiento de las criaturas
en los sitios donde el amor y el deseo
han tomado aposento
Sin fin el dulce nacimiento de la conciencia
y sus amargas muertes en vano
Sin fin el marchitamiento
de las pieles las frutas efímeras fugaces
y las sirenas de neón
cantando unas a otras en alguna parte
Sin fin las leves variaciones
de lo absolutamente familiar
los fuegos de la juventud
las brasas de la ancianidad
la furia del poeta renacido
No tiene fin toda creación
en la danza muda de las moléculas
Todo se transmuta todo cae en el silencio
y todo gime llora una y otra vez
Sin fin la espera interminable
Dios y Godot
nunca terminan de llegar
No tienen fin las acciones los planes
los dilemas y las demoras
Absurda la espera que anula la acción
y desea que ya no existan las guerras
y desea la desaparición de los Estados
Es inútil la espera que niega la acción
No tiene fin la lucha entre el bien y el mal
las cabriolas del destino los viajes del odio
sin fin la energía nuclear
la energía interna de la tierra
las reacciones en cadena sin fin
del fogonazo final
que fallan en sus intentos
mientras las Blancas Bicicletas de la protesta
circulan lentamente a su alrededor
Pues algún día estos dioses con rostros caninos
que calzan zapatos a la moda escarpines de Gucci
botas tejanas y sombreros de latón
y viven en bunkers
con muchos botones e interruptores
a su alcance
desaparecerán les llegará el fin
Pues lo que nunca tendrá fin
es la esperanzadora posibilidad
de elegir en nuestras encrucijadas
elección que aún no ha sido realizada
elegiremos
la iluminación de las mentes oscuras
los senderos de la gloria
los verdes gigantes de la casualidad
los anzuelos de la esperanza
en los pantanos del desaliento
las colinas en la distancia
los pájaros en los arbustos
los arroyos de la luz oculta
las melodías desconocidas
las sesiones del pensamiento dulce y silencioso
y las muertes felices de los corazones todos los días
y las pijas de barro
y los pies enfundados en zapatillas
recorriendo la bahía
Y es más
son infinitas las puertas
de la percepción que aún deben ser abiertas
y los potentes chorros de luz
en el elevado espíritu del hombre
en el espacio exterior muy dentro nuestro
en el Ámsterdam del Ying y del Yang
Sin fin las rubaiatas sin fin las beatitudes
sin fin los shangrilas sin fin los nirvanas
sutras y mantras sin fin
satoris y sensaras sin fin
Bodhiramas y Bodisatvas
Karmas y Karmapas
Sin fin las Shivas cantando danzando
en los humeantes vientres del éxtasis
Brillos trascendencia
penetrando la cristalina noche del tiempo
en el silencio sin fin del alma
en la larga y altisonante historia del hombre
en el sonido y la furia sin fin
significando todo
con sus alucinaciones sin fin
adoraciones e iluminaciones
y destrucción total
y erecciones y exhibiciones
fascismo y machismo
circos de las almas extraviadas
parques de diversión de la imaginación
Coney Islands
del poema sin mente sin fin
dictado por la voz individual
del inconsciente colectivo
ciego en las huellas
del tiempo
En los últimos días de Alejandría
el día que precede a Waterloo
los bailes prosiguen
en la noche se escuchan
los sonidos de una fiesta bulliciosa


martes, 4 de junio de 2019

El filón (por Robert Rivas)


estos son los documentos del invierno
esta es la famosa escalera al altillo y al sótano
que nadie había encontrado

por amor al verdadero coraje
vive con las alas plegadas
¿ya inútiles?
excesos de amor y desamor
incontrolables torrentes
repite en él el tiempo
su enjambre de destinos
entre los que no encuentra
el de la absolución

es un animal, el drif, que no tarda en mostrar su herramienta
¿sirve para cavar? ¿para construir nidos? ¿para horadar
la piedra? ¿para descascarar alimentos? ¿para abrir,
cercenar, pulir, pelar, aplastar, zurcir, quebrar,
moler, aspirar?
la muestra para enseguida volver a ocultarla
Cícico la encontró enigmática
ya que cuando se mata al drif para sacarle la herramienta,
ésta no está por ningún lado
sólo puede hacerla aparecer mientras está vivo
su movimiento de guiño
de espasmo
¿defensa-ataque?
su repliegue violento
el pobre drif

¿esta es su forma de insurrección?

¿es rebelde el agua?
¿qué nombre le pondrías, que no fuese agua?
un nombre que tuviese que ver con su forma de existir
también el agua tiene una componenda con el mundo
también es posible que ella viva
en un eterno purgatorio

un exquisito sufrimiento
que reservaba para sí
como alimento
su corazón

el agua es una excelente reanudadora

decirlo:
encerrada casualmente en un granero,
la tarde arde

sopla la brisa de la vida
en su finísima piel
todo se ha vuelto tan delicado
como invisible
como innombrable

si hubo algo que no le dijo
cuando ardían juntos
algo que se olvidó o
que no supo o pudo

no, no
no es para decirlo ahora
es para asegurarse de que ese vacío
permanezca vivo
todavía

probablemente Michaux nunca dejó de hablarle a Lou
"¿No me responderás algún día?"
ahora que ya no está Michaux,
¿descansa la espera?
¿se disuelve?
pero si yo estoy escribiéndoles a ambos
pero, también, algún día...

y tal vez alguien encuentre este cuaderno
que sólo un milagro podría preservar
de la destrucción
"a reunirme contigo", decía Michaux

sí, sí, es triste
ya lo sabemos
y lo olvidamos
que si no...

era un día delicado/ que él no debía pisar

había visto cómo la tristeza se transformaba en ira
con la naturalidad de un proceso químico

estaban el hombre cabeza de pala
y el hombre cabeza de rastrillo
y el hombre cabeza de zapa
sus cerebros le pertenecen a la tierra
les haría falta, ¡cómo no!, una buena ronda
de mujeres-semillas
pero escasean

estar incrustado en sí mismo

el que tiene varias flechas incrustadas
en la corteza del cuerpo fragmentos de
cabezas de flechas
que se abren camino
hacia la profundidad
guardar la calma
(para más adelante)
pueden llegar a necesitarse
cantidades
prodigiosas
de calma
todavía

se hamacan, irregulares, sus andamios
interiores
desniveles, cuerdas tensas, cuerdas flojas
forman tanto escalones como grietas
el abismo interior, ¿cuánto mide?
creyó que iba a caer desde una gran altura
y en realidad estaba a centímetros del suelo
pero erguirse entre andamios
andar entre andamios
que cualquier alteración del voltaje anímico
pone en movimiento
asincrónico, ajeno,
y lo que queda es aferrarse
a lo primero que pasa cerca
con manos de algodón
y con garras

es ambicioso: quiere fracasar donde todavía
no fracasaron los otros

un niño molesto (Kafka, Zürau, texto N° 2:
"Todos los errores humanos
son fruto de la impaciencia.")
incordioso
desasosegado** ¿Ad-verso?


mi isla-infancia
cada vez más rodeada de aguas
(hasta el final)
revés: sumergirse en la infancia
distante de mi orilla-yo-hoy,
y aquél quién, ¿más yo que yo?
más verdadero, completamente yo lejano
isla lejana
y que se aleja

"Fui y no me despedí"

En este momento leo a Michaux: "El arte es lo que ayuda
a salir de la inercia."



lunes, 3 de junio de 2019

Diosecillos (por Saiz de Marco)


Deificadores:

¿Dónde os dejasteis la diosa de la Risa,
el dios del "Te perdono",
la diosa del "Te ayudo",
el dios de la Ilusión,
de la Emoción?

¿Por qué olvidasteis diosas
(o diosecillas)
de la Amabilidad y la Ternura?

¿Por qué no hicisteis una diosa
o un dios
de la Alegría?

¿Y por qué no unos dioses
del "Dañar me hace daño",
"Herir me hiere"?

Griegos, romanos, egipcios y demás:

faltan
-politeístas-
en vuestra teología los dioses cotidianos,
esos de andar por casa;

faltan las diosas humildes y discretas:
las que no piden templos ni pirámides;

faltan las diosas humanamente humanas;

faltan los dioses básicos,
los esenciales,
los necesarios dioses de lo
Sencillo.



domingo, 2 de junio de 2019

Tan fácilmente uno se esconde en otro (por E.E. Cummings)


Tanto ser diverso (tantos dioses y demonios
éste más ávido que aquél) es un hombre

(tan fácilmente uno se esconde en otro;
y, no obstante, cada uno, siendo todos, no escapa de ninguno)
tumulto tan vasto es el deseo más simple:
tan despiadada mortandad la esperanza
más inocente (tan profundo el espíritu del cuerpo,
tan lúcido eso que la vigilia llama sueño)

tan solitario y tan nunca el hombre solo
su más breve latido dura un año terrestre
sus más largos años el latido de un sol;
su más leve quietud lo lleva hasta la estrella más joven)

¿Cómo podría ese tonto que se llama a sí mismo Yo
atreverse a comprender su innumerable Quién?



sábado, 1 de junio de 2019

Leche cortada (por Diane Wakoski)


No puedes hacer
que vuelva a ser
dulce.
Una vez
fue de un color inocente
como las flores de las frutillas silvestres,
y la textura era tan simple
que pasaba a través de un lienzo,
el sabor era fresco.
Y ahora
sin más culpable que el paso del tiempo
para reprocharle,
la misma sustancia
se volvió agria y grumosa.

La leche cortada
sirve para hacer masas deliciosas e interesantes,
se la puede llevar a un nivel superior de acción bacteriana
para crear alimentos nuevos,
puede considerársela
compleja por derecho propio y de textura más interesante
para quien la examine de cerca
como un mapamundi.

Pero
para la mayoría de nosotros:
se echó a perder.
Está agria.
La echamos,
por el desagüe -no en el del patio de atrás-
con cuidado de no volcar nada
porque el olor es fuerte.
Un buen cocinero
estaría escandalizado
con tamaño desperdicio.
Pero no vivimos en un mundo de buenos cocineros.

Yo soy la leche.
Pasa el tiempo.
No me puedes volver
a hacer
dulce.
Me siento llena de culpa en el estante de la heladera,
temblando con la esperanza de un cocinero
que sueñe con waffles,
con biscuits, con dumplings
y demás panes exquisitos,
aterrada del ama de casa moderna que
va a bajarme del estante y con un giro de muñeca
diestro
… ya se sabe cómo sigue.

Eres tú la leche.
Cuando te llegue el turno
acuérdate:
no hay nada que podamos reprocharte
más que el paso del tiempo.