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martes, 18 de junio de 2019

Agua (por Robert Lowell)


Era un pueblo langostino de Maine:
cada mañana cargamentos de obreros
zarpaban rumbo a las canteras
de granito en las islas,

y dejaban atrás docenas de lóbregas
casas de madera blanca adheridas
como conchas de ostras
a una colina rocosa,

y a nuestros pies, el agua lamía
el laberinto de toscos palillos
de una encañizada
en la que se capturaban los peces usados como cebo.

¿Te acuerdas? Nos sentamos sobre una roca.
Ha pasado ahora tanto tiempo
que me parece que era del color
de un lirio, pudriéndose, cada vez más morado,

pero era sólo
la típica roca gris
volviéndose del típico verde
al empaparla el mar.

El mar empapó la roca
el día entero a nuestros pies,
y no dejó de arrancarle
una esquila tras otra.

Una noche soñaste
que eras una sirena aferrada a un muelle
y que tratabas de arrancar
los percebes con la mano.

Ojalá nuestras dos almas
puedan volver como gaviotas
a la roca. Al fin y al cabo
el agua estaba demasiado fría.



4 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...

La memoria suele inventar aquello que no recuerda.

Pentapolín del Arremangado Brazo dijo...

Estudiante quise ser
y así que vi tu hermosura
a al infierno yo mandé
tintero, papel y pluma.

Fuego de palabras dijo...

Nunca es tarde para empezar de cero,

para quemar los barcos,

para que alguien te diga:

-Yo sólo puedo estar contigo o contra mí.


Nunca es tarde para cortar la cuerda,

para volver a echar las campanas al vuelo,

para beber de ese agua que no ibas a beber.


Nunca es tarde para romper con todo,

para dejar de ser un hombre que no pueda

permitirse un pasado.


Y además

es tan fácil:

llega María, acaba el invierno, sale el sol,

la nieve llora lágrimas de gigante vencido

y de pronto la puerta no es un error del muro

y la calma no es cal viva en el alma

y mis llaves no cierran y abren una prisión.

(BENJAMÍN PRADO)

ORáKULO dijo...

Nunca sabes de qué suerte peor te ha salvado tu mala suerte.