zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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domingo, 31 de julio de 2011

Patrias (por Saiz de Marco)

El sitio en que al rey mago (a un rey mago de pueblo, no al de la cabalgata suntuosa) le conté mis cinco años de vida…
El lugar donde mi padre, a falta de pañuelo, se quitó un calcetín y me limpió los mocos…
La habitación de las lecturas de verano, aquel estante de los libros redentores...
El camino de las moras (moras negras de zarza, moras blancas de árbol) y las hojas que di a los gusanos de seda…
¿qué más da en qué Estado, en qué esquina,
en qué rincón estaban?
(forzosamente estaban en alguno)
si esos granos de tierra de la Tierra
-sean cuales sean su himno, su bandera,
las rayas que en un mapa los encierren-,
si esas partículas de cielo y suelo
donde quiera que se hallen son
mis patrias.

sábado, 30 de julio de 2011

Menos tu vientre (por Miguel Hernández)

Menos tu vientre todo es confuso.
Menos tu vientre todo es futuro fugaz,
pasado baldío, turbio.
Menos tu vientre todo es oculto,
menos tu vientre todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre todo es oscuro,
menos tu vientre claro y profundo.

viernes, 29 de julio de 2011

Pero nadie me dice quién fui yo (por Miguel Labordeta)

Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.
Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.
¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.

jueves, 28 de julio de 2011

Vendrán días (por Manuel García)

Vendrán días en que el peso que hoy te abruma
se hará liviano.
Vendrán días en que ese peso ya no será carga

sino bagaje.
Vendrán días,

han de venir

miércoles, 27 de julio de 2011

Al que no conocí (por José Saramago)

Padre, al que no conocí (pues conocer no es
este engaño de días paralelos,
este tocar de cuerpos distraídos,
estas palabras vagas que disfrazan
el muro infranqueable):
Ya nada me dirás, y no pregunto.
Miro en silencio la sombra que llamé
y acepto el futuro.

martes, 26 de julio de 2011

En la plaza (por Vicente Aleixandre)

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.
No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca,
sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha
de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.
Como ése que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por las escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba, pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también
transcurría.
Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.
Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.
Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quisieras algo preguntar a tu imagen,
no te busques en el espejo,
en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.
Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y se crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.
Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

lunes, 25 de julio de 2011

Como a un solo ser (por Antonio Gamoneda)

A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse de frío.

No era justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.

domingo, 24 de julio de 2011

Adiós, adiós (por Luis Cernuda)

Muchachos
que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
adiós.
Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
adiós.
Mano de viejo mancha
el cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
pasar de largo junto a la tentación tardía.
Qué dulce hubiera sido
en vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
compartir bebida y alimento en una mesa,
sonreír, conversar, pasearse
mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.
Adiós, adiós, compañeros imposibles.

sábado, 23 de julio de 2011

Para que yo me llame (por Ángel González)

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

viernes, 22 de julio de 2011

Noche negra (por Federico García Lorca)

El corazón
que tenía en la escuela
donde estuvo pintada
la cartilla primera,
¿está en ti,
noche negra?

(Frío, frío,
como el agua
del río.)

El primer beso
que supo a beso y fue
para mis labios niños
como la lluvia fresca,
¿está en ti,
noche negra?

(Frío, frío,
como el agua
del río.)

Mi primer verso.
La niña de las trenzas
que miraba de frente,
¿está en ti,
noche negra?

(Frío, frío,
como el agua
del río.)

Pero mi corazón
roído de culebras,
el que estuvo colgado
del árbol de la ciencia,
¿está en ti,
noche negra?

(Caliente, caliente,
como el agua
de la fuente.)

Mi amor errante,
castillo sin firmeza,
de sombras enmohecidas,
¿está en ti,
noche negra?

(Caliente, caliente,
como el agua
de la fuente.)

¡Oh gran dolor!
Admites en tu cueva
nada más que la sombra.
¿Es cierto,
noche negra?

(Caliente, caliente,
como el agua
de la fuente.)

jueves, 21 de julio de 2011

¿Qué hilitos pusieron? (por Juan Gelman)

En el vestíbulo del corazón
se alza una casa vieja
que el padre cerraba a llave cada noche.
El patio con helechos
amados por la madre, el carbón
de polentas repetidas, su luz
contra la oscuridad de ollas,
el cielo desplomado.
¿Quién romperá esa red?
¿Adónde se dirige?
¿Quién la tejió, qué hilitos
pusieron que atan todavía?
Su abismo más profundo es el más alto.
No romper sus mensajes con
cuchillos peores que la muerte.

miércoles, 20 de julio de 2011

Desayuno (por Jacques Prévert)

Ha puesto café
en la taza
Ha puesto leche
en la taza de café
Ha puesto azúcar
en el café con leche
Con la cucharilla
lo ha removido
Ha bebido el café con leche
Ha dejado la taza
sin hablarme
Ha encendido
un cigarro
Ha hecho círculos
con el humo
Ha dejado la ceniza
en el cenicero
Sin hablarme
sin mirarme
se ha levantado
Se ha puesto
el sombrero en la cabeza
Se ha puesto
su gabardina
porque llovía
Y se ha marchado
bajo la lluvia
sin una palabra
Y yo..., yo he puesto
mi cabeza sobre mi mano
y he llorado.

martes, 19 de julio de 2011

Miedo (por Raymond Carver)

Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado vuelva.
Miedo de que vuele el presente.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y a llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la letra de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y sentirme culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Eso ya lo dije.

lunes, 18 de julio de 2011

Ven hacia mí, oh noche (por Fernando Pessoa)

Traigo dentro de mi corazón,
como en un cofre que por lleno no puede cerrarse,
todos los lugares donde estuve,
todos los puertos a los que arribé,
todos los paisajes que vi a través de ventanas o vigilias,
o de alcázares, soñando,
y todo eso, que es tanto, es poco para cuanto quiero.
La entrada de Singapur, mañana naciente, color verde,
el coral de las Maldivas en cálido pasaje,
Macau a cierta hora de la noche... Despierto de repente...
Yat-lo-o-o-o-o-o-o-o-o... Ghi — ...
Y aquello suena para mí desde el fondo de otra realidad...
La estatura norte-africana casi de Zanzíbar al sol...
Dar-es-Salaam (la salida es difícil)...
Mahajanga, Nossi Be, verdes paisajes de Madagascar...
Tempestades en torno al Guardafui...
Y el Cabo de Buena Esperanza nítido al sol matinal...
Y la Ciudad del Cabo con la Montaña de la Mesa al fondo...
Viajé por más tierras de aquellas que toqué...
Vi más paisajes que aquellos en que puse los ojos...
Experimenté más sensaciones que todas las sensaciones que sentí,
porque, por más que sintiese, siempre me faltó qué sentir
y la vida siempre me dolió, siempre fue poco, y yo infeliz.
A ciertos momentos del día recuerdo todo esto y me aterro.
Pienso en qué será lo que me quedará de esta vida a bocados, de este auge,
de esta calle en las curvas, de este automóvil a la vera del camino, de este aviso,
de esta turbulencia tranquila de sensaciones desencontradas,
de esta transfusión, de esta insubsistencia, de esta convergencia irisada,
de este desasosiego en el fondo de todos los cálices,
de esta angustia en el fondo de todos los placeres,
de esta saciedad anticipada en el asa de todas las tazas,
del hastío del juego de cartas entre el Cabo de Buena Esperanza y las Canarias.
No sé si la vida es poco o mucho para mí.
No sé si siento de más o de menos, no sé
si me falta escrúpulo espiritual, punto-de-apoyo en la inteligencia,
consanguinidad con el misterio de las cosas, choque
al contacto, sangre a los golpes, estremecimiento a los ruidos,
o si existe otro significado para esto más cómodo y feliz.
Sea lo que fuere, era mejor no haber nacido,
porque, de tan interesante que es en todo momento,
la vida llega a doler, a enojar, a cortar, a rozar, a rasgar,
a dar ganas de gritar, de golpear, de quedarse en el suelo, de salir
fuera de todas las casas, de todas las lógicas y de todas las salidas,
y devenir salvaje para la muerte entre árboles y olvidos,
entre tumbos y peligros y ausencia de mañanas,
y todo esto debería ser cualquier cosa más parecida a cuanto pienso,
a lo que yo pienso o siento, que ni siquiera sé qué es, oh vida.
Cruzo los brazos sobre la mesa, pongo la cabeza sobre los brazos,
y necesito querer llorar, pero no sé ir a buscar lágrimas...
Por más que me esfuerce por tener una gran tristeza por mí, no lloro,
tengo el alma agrietada bajo el indicador curvo que le toca...
¿Qué ha de ser de mí? ¿Qué ha de ser de mí?
A latigazos sacaron al bobo del palacio, sin razón,
hicieron levantarse al mendigo de la escala en que cayera.
Golpearon al niño abandonado y le arrancaron el pan de las manos.
Oh tristeza inmensa del mundo, lo que falta es actuar...
Tan decadente, tan decadente, tan decadente...
Solo estoy bien cuando escucho música, y ni aún entonces.
Jardines del siglo dieciocho antes del 89,
¿dónde estáis vosotros, que quiero llorar de cualquier manera?
Como un bálsamo que no consuela sino por la idea de ser un bálsamo,
la tarde de hoy y de todos los días, poco a poco, monótona, cae.
Encendieron las luces, cae la noche, se sustituye la vida.
Sea de la manera que fuere, es preciso seguir viviendo.
Me arde el alma como si fuese una mano, físicamente.
Estoy en el camino de todos y se tropiezan conmigo.
Mi quinta en la provincia,
que exista menos que un tren, una diligencia y la decisión de partir entre tú y yo.
Así me quedo, me quedo... Yo soy lo que siempre quiere partir,
y permanece siempre, permanece, permanece,
hasta en la muerte se queda, aunque parta,
permanece, permanece, permanece...
Vuélveme humano, oh noche, vuélveme fraterno y solícito.
Sólo humanitariamente es como se puede vivir.
Sólo amando a los hombres, las acciones, la banalidad de los trabajos,
Solo así —¡Ay de mí!—, solo así se puede vivir.
Solo así, oh noche, ¡y yo nunca podré ser así!
Vi todas las cosas y me maravillé de todo,
pero todo sobró o fue poco —no sé qué— y sufrí.
Viví todas las emociones, todos los pensamientos, todos los gestos,
y quedé tan triste como si hubiese querido vivirlos y no lo hubiera conseguido.
Amé y odié como toda la gente,
pero para toda la gente eso fue normal e instintivo,
y para mí fue siempre la excepción, el choque, la válvula, el espasmo.
Ven, oh noche, y apágame, ven y ahógame en ti.
Oh cariñosa del Más Allá, señora del luto infinito,
tristeza externa de la Tierra, llanto silencioso del Mundo.
Madre suave y antigua de las emociones sin gesto,
hermana más vieja, virgen y triste, de las ideas sin nexo,
novia esperando siempre nuestros propósitos incompletos,
la dirección constantemente abandonada de nuestro destino,
nuestra incerteza pagana sin alegría,
nuestra franqueza cristiana sin fe,
nuestro budismo inerte, sin amor por las cosas ni éxtasis,
nuestra fiebre, nuestra palidez, nuestra impaciencia de pusilánimes,
nuestra vida, oh madre, nuestra perdida vida...
No sé sentir, no sé ser humano, convivir
desde dentro del alma triste con los hombres, hermanos míos en la tierra.
Ni aun sintiendo sé ser útil, ser práctico, ser cotidiano, nítido,
tener un lugar en la vida, tener un destino entre los hombres,
tener una obra, una fuerza, una voluntad, una huerta,
una razón para descansar, una necesidad de distraerme,
una cosa venida directamente de la naturaleza hacia mí.
Por eso, sé maternal conmigo, oh noche tranquila...
Tú, que arrancas el mundo del mundo, tú que eres la paz,
tú que no existes, que eres solo la ausencia de la luz,
tú que no eres una cosa, un lugar, una esencia, una vida,
Penélope del tejido, deshecho mañana, de tu oscuridad,
Circe irreal de los febriles, de los angustiados sin causa,
ven hacia mí, oh noche, sobre mi frente...
Tú, cuya llegada es tan suave que parece un alejamiento,
cuyo flujo y reflujo de tinieblas, cuando la luna exhala,
tiene ondas de cariño muerto, frío de mares de sueño,
brisas de paisajes supuestos para nuestra angustia excesiva...
Tú, pálidamente, tú, flébil, tú, líquidamente,
aroma de muerte entre flores, hálito de fiebre sobre los márgenes,
tú, reina, tú señora del castillo, tú, dama pálida, ven...

domingo, 17 de julio de 2011

¿Tuvimos culpa? (por Saiz de Marco)

¿Tuvimos culpa acaso de que hubiera
que combatir
como hienas o lobos que marcan sus linderos con la orina?

¿Tuvimos culpa acaso de que hubiera

que herirnos unos a otros
por la tierra
en la simiesca mañana incipiente?

¿Tuvimos culpa acaso de que hubiera

que agruparse por
clanes tribus patrias
(como otros por manadas por enjambres…)?

¿Tuvimos culpa acaso de que hubiera

que inventar
ritos dioses y cruzadas?

¿Tuvimos culpa acaso?

¿Lo elegimos?
¿Fue aquello en su semilla
culpa nuestra
o simplemente fuimos mal sembrados?

sábado, 16 de julio de 2011

Olvidando (por Darío Jaramillo)

El olvido no es que algo se borre en la memoria,
el olvido te ocupa todo el tiempo, a la hora del trabajo o del aseo, cuando comes o rezas no te olvidas de olvidar.
nadie repite, no hay regresos, lo sabemos, pero no descanso de olvidarte,
me gasto cada noche entera contigo, olvidándote. Tú bien lejos y yo aquí contigo
Te expulso de mí, te exorcizo, te llamo a cada segundo para que salgas de mi alma, para que tu fantasma no me anule.
Ah, nuestros momentos de dicha quedan demasiado lejos y ya no me justifican los insomnios de este olvido minucioso.
Se me va un día entero olvidando cada minuto de nosotros.

viernes, 15 de julio de 2011

No quisiera volver (por Luis Cernuda)

No quiero recordar
un instante feliz entre tormentos;
goce o pena es igual,
todo es triste al volver.

Aún va conmigo como una luz ajena
aquel destino niño,
aquellos dulces ojos juveniles,
aquella antigua herida.

No, no quisiera volver,
sino morir aún más,
arrancar una sombra,
olvidar un olvido.

jueves, 14 de julio de 2011

Esta lluvia (por Jorge Luis Borges)

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.
Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.
Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto
patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.

miércoles, 13 de julio de 2011

Y mi voz quemadura (por Xavier Villaurrutia)

En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
Y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse
.

martes, 12 de julio de 2011

Que por eso está vivo (por Juan Vicente Piqueras)

Nadie es perfecto, claro, y nadie sabe
que por eso está vivo, que le debe
la vida a sus defectos, que vivir
es tarea de astutos, de cobardes.


Si hemos sobrevivido a aquel dolor
que amenazaba con aniquilarnos
es porque no supimos sufrir como queríamos
y fuimos incapaces de fallecer en él.
O fue la vida, que se ama a sí misma
más que nosotros, la que lo impidió.


El miedo es, a menudo, un buen refugio.
La pereza protege. La cobardía salva.
Quizá exagero para que me entiendas:
si seguimos viviendo lo debemos
a no saber sentir, al deterioro
de nuestro asombro, al miedo
y a la astucia de los supervivientes.


Yo sé bien que la muerte se enamora
de los mejores, que se los lleva pronto.
Los demás olvidamos si podemos
que no somos lo que desearíamos,
que la memoria inventa lo vivido
para ayudarnos a seguir viviendo.


Todo nuestro saber es nuestra astucia
en adaptarse al medio, en ir tirando,
en adaptarse al miedo, en no morir.
Y así nos va, nos vamos
perdiendo el tiempo, devorando días
y llevando la vida que podemos
por no saber llevar la que soñamos.

lunes, 11 de julio de 2011

Me alivias tanto (por Ko Un)

¿Podría arrullar a esa niña meciéndola
con estas manos frías
empapadas de sol de otoño?

Duerme, duerme. Me alivias tanto.
A mí mismo me arrullo
cuando te duermo.

domingo, 10 de julio de 2011

Esas grandes preguntas (por Karmelo Iribarren)

Las tres
de la madrugada.
Que vengan
esas grandes preguntas,
que ya tengo mis respuestas:
El viento
y la lluvia
ahí fuera,
y aquí
al lado
tu respiración.

sábado, 9 de julio de 2011

Malos recuerdos (por Antonio Gamoneda)

Llevo colgados de mi corazón
los ojos de una perra y, más abajo,
una carta de madre campesina.

Cuando yo tenía doce años,
algunos días, al anochecer,
llevábamos al sótano a una perra
sucia y pequeña.

Con un cable le dábamos y luego
con las astillas y los hierros. (Era
así. Era así.
Ella gemía,
se arrastraba pidiendo, se orinaba,
y nosotros la colgábamos para pegar mejor).

Aquella perra iba con nosotros
a las praderas y los cuestos. Era
veloz y nos amaba.



Cuando yo tenía quince años,
un día, no sé cómo, llegó a mí
un sobre con la carta del soldado.
Le escribía su madre. No recuerdo:
"¿Cuándo vienes? Tu hermana no me habla.
No te puedo mandar ningún dinero…"

Y, en el sobre, doblados, cinco sellos
y papel de fumar para su hijo.
"Tu madre que te quiere."
No recuerdo
el nombre de la madre del soldado.

Aquella carta no llegó a su destino:
yo robé al soldado su papel de fumar
y rompí las palabras que decían
el nombre de su madre.



Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado.

viernes, 8 de julio de 2011

La pregunta triste (por Walt Whitman)

¡Oh mi yo! ¡Oh vida! De sus preguntas que vuelven,
del interminable desfile de los desleales, de las
ciudades llenas de necios,
de mí mismo, que me reprocho siempre (pues
¿quién más necio que yo, ni más desleal?),
de los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
despreciables, de la lucha siempre renovada,
de los malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,
de los años vacíos e inútiles de los demás, yo
entrelazado con los otros.

La pregunta, ¡oh mi yo!, la pregunta triste
vuelve: ¿qué de bueno hay en medio de estas
cosas, oh mi yo, oh vida?
Respuesta: Que estás aquí, que existe la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama y que
tú puedes contribuir con un verso.

jueves, 7 de julio de 2011

Mentiras (por Gloria Fuertes)

Hemos de procurar no mentir mucho.
Sé que a veces mentimos para no hacer un muerto,
para no hacer un hijo o evitar una guerra.

De pequeña mentía con mentiras de azúcar,
decía a las amigas: "Tengo cuarto de baño"
—mi casa era pobre, con el retrete fuera—.
"Mi padre es ingeniero" y era sólo fumista,
pero yo le veía ingeniero ingenioso

Me costó la costumbre de arrancar la mentira,
me tejí un vestido de verdad que me cubre,
a veces voy desnuda.

Desde entonces me quedo sin hablar muchos días.

miércoles, 6 de julio de 2011

Cuando tú quedes libre de este cuerpo (por Juan Ramón Jiménez)

Conciencia… Conciencia, yo, el tercero, el caído, te digo a ti (¿me oyes, conciencia?). Cuando tú quedes libre de este cuerpo, cuando te esparzas en lo otro (¿qué es lo otro?), ¿te acordarás de mí con amor hondo; ese amor hondo que yo creo que tú, mi tú y mi cuerpo se han tenido tan llanamente, con un convencimiento doble que nos hizo vivir un convivir tan fiel como el de un doble astro cuando nace en dos para ser uno? ¿Y no podremos ser por siempre, lo que es un astro hecho de dos?

¿No te apena dejarme? ¿Y por qué te has de ir de mí, conciencia? ¿No te gustó mi vida? … ¿Qué sustancia le pueden dar los dioses a tu esencia, que no pudiera darte yo? … ¿Y te has de ir de mí tú, tú, a integrarte en un dios, en otro dios que éste que somos mientras tú estás en mí?

martes, 5 de julio de 2011

Te ofrezco (por Jorge Luis Borges)

¿Con qué puedo retenerte?
Te ofrezco estrechas calles, atardeceres desesperados, la luna de los suburbios derruidos.
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha visto mucho tiempo la luna solitaria.
Te ofrezco mis ancestros, mis hombres muertos, los fantasmas que los vivos han honrado en bronce: el padre de mi padre muerto en la frontera de Buenos Aires, dos balas atravesaron sus pulmones, barbado y muerto, fue envuelto por sus soldados en cuero de vaca; el abuelo de mi madre—con tan sólo veinticuatro años—encabezando una cargada de trescientos hombres en Perú, ahora fantasmas en caballos esfumados.
Te ofrezco cualquier acierto que mis libros puedan encerrar, cualquier virilidad o humor en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te ofrezco el centro de mí mismo que salvé de algún modo—el corazón central que no utiliza palabras, no trafica con sueños y está intocado por el tiempo, por la desdicha, por las adversidades.
Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla vista al atardecer, años antes de que nacieras.
Te ofrezco explicaciones de ti mismo, teorías sobre ti mismo, autenticas y sorprendentes noticias de ti mismo.
Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón; trato de sobornarte con la incertidumbre, con el peligro, con la derrota.

lunes, 4 de julio de 2011

A veces (por Nicolás Guillén)

A veces tengo ganas de ser cursi
para decir: La amo a usted con locura.
A veces tengo ganas de ser tonto
para gritar: ¡La quiero tanto!
A veces tengo ganas de ser un niño
para llorar acurrucado en su seno.
A veces tengo ganas de estar muerto
para sentir, bajo la tierra húmeda de mis jugos,
que me crece una flor, rompiéndome el pecho
una flor, y decir: Esta flor,
para usted.

domingo, 3 de julio de 2011

Un hombre pasa (por César Vallejo)

Un hombre pasa con un pan al hombro.
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo.
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano.
¿Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando el brazo a un niño.
¿Voy, después, a leer a André Breton?

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre.
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras.
¿Cómo escribir, después, del infinito?

Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza.
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente.
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?

Un banquero falsea su balance.
¿Con qué cara llorar en el teatro?

Un paria duerme con el pie a la espalda.
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?

Alguien va en un entierro sollozando.
¿Cómo luego ingresar en la Academia?

Alguien limpia un fusil en su cocina.
¿Con qué valor hablar del más allá?

Alguien pasa contando con los dedos.
¿Cómo hablar del no-yo sin dar un grito?

sábado, 2 de julio de 2011

Las hojas que estaban muertas han resucitado (por Jacques Prévert)

Al entierro de una hoja muerta
van dos caracoles
Tienen la concha negra
crespones alrededor de los cuernos
Van por la tarde
una preciosa tarde de otoño
Desgraciadamente cuando llegan
es ya primavera
Las hojas que estaban muertas
han resucitado
y los dos caracoles
se hallan muy decepcionados
Pero he ahí el sol
el sol que les dice
Tomaos la molestia
la molestia de sentaros
Tomad un vaso de cerveza
si os lo pide el cuerpo
Tomad si os apetece
el autocar para París
Saldrá esta tarde
veréis el país
Pero no os pongáis de luto
soy yo quien os lo dice
Ennegrece el blanco de los ojos
y además afea
Las historias de ataúdes
son tristes, no son hermosas
Retomad vuestros colores
los colores de la vida
Entonces todos los animales
los árboles y las plantas
se ponen a cantar
a cantar a voz en grito
la verdadera canción viva
la canción del verano
Y todo el mundo a beber
todo el mundo a brindar
Es una preciosa tarde
una precisa tarde de verano
y los dos caracoles
vuelven a sus casas
Van emocionados
van muy contentos
Como han bebido mucho
titubean un poquito
Pero en lo alto en el cielo
vela por ellos la luna.

viernes, 1 de julio de 2011

Ahora que te has ido (por Raymond Carver)

Ahora que te has ido durante cinco días,
fumaré todos los cigarrillos que quiera y
donde quiera. Haré bollos y me los comeré
con mermelada y tocino. Haré el vago. Seré
indulgente conmigo mismo. Pasearé por la playa solo
si me apetece. Y me apetece, a solas y pensando en mis años de juventud.

En las personas que entonces me amaron más allá de la razón.
Y en cómo yo las amé a ellas sobre todas las demás.
Excepto de una. ¡Estoy diciendo que haré todo
lo que quiera mientras estás fuera!
Pero hay una cosa que no haré.
No dormiré en nuestra cama sin ti.
No. No tengo ganas.
Dormiré ahí donde suelto una blasfemia si me apetece,
ahí donde duermo cuando estás fuera
y no puedo abrazarte como lo hago.
En el sofá roto de mi estudio.