zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

Ver una entrada al azar

lunes, 18 de julio de 2011

Ven hacia mí, oh noche (por Fernando Pessoa)

Traigo dentro de mi corazón,
como en un cofre que por lleno no puede cerrarse,
todos los lugares donde estuve,
todos los puertos a los que arribé,
todos los paisajes que vi a través de ventanas o vigilias,
o de alcázares, soñando,
y todo eso, que es tanto, es poco para cuanto quiero.
La entrada de Singapur, mañana naciente, color verde,
el coral de las Maldivas en cálido pasaje,
Macau a cierta hora de la noche... Despierto de repente...
Yat-lo-o-o-o-o-o-o-o-o... Ghi — ...
Y aquello suena para mí desde el fondo de otra realidad...
La estatura norte-africana casi de Zanzíbar al sol...
Dar-es-Salaam (la salida es difícil)...
Mahajanga, Nossi Be, verdes paisajes de Madagascar...
Tempestades en torno al Guardafui...
Y el Cabo de Buena Esperanza nítido al sol matinal...
Y la Ciudad del Cabo con la Montaña de la Mesa al fondo...
Viajé por más tierras de aquellas que toqué...
Vi más paisajes que aquellos en que puse los ojos...
Experimenté más sensaciones que todas las sensaciones que sentí,
porque, por más que sintiese, siempre me faltó qué sentir
y la vida siempre me dolió, siempre fue poco, y yo infeliz.
A ciertos momentos del día recuerdo todo esto y me aterro.
Pienso en qué será lo que me quedará de esta vida a bocados, de este auge,
de esta calle en las curvas, de este automóvil a la vera del camino, de este aviso,
de esta turbulencia tranquila de sensaciones desencontradas,
de esta transfusión, de esta insubsistencia, de esta convergencia irisada,
de este desasosiego en el fondo de todos los cálices,
de esta angustia en el fondo de todos los placeres,
de esta saciedad anticipada en el asa de todas las tazas,
del hastío del juego de cartas entre el Cabo de Buena Esperanza y las Canarias.
No sé si la vida es poco o mucho para mí.
No sé si siento de más o de menos, no sé
si me falta escrúpulo espiritual, punto-de-apoyo en la inteligencia,
consanguinidad con el misterio de las cosas, choque
al contacto, sangre a los golpes, estremecimiento a los ruidos,
o si existe otro significado para esto más cómodo y feliz.
Sea lo que fuere, era mejor no haber nacido,
porque, de tan interesante que es en todo momento,
la vida llega a doler, a enojar, a cortar, a rozar, a rasgar,
a dar ganas de gritar, de golpear, de quedarse en el suelo, de salir
fuera de todas las casas, de todas las lógicas y de todas las salidas,
y devenir salvaje para la muerte entre árboles y olvidos,
entre tumbos y peligros y ausencia de mañanas,
y todo esto debería ser cualquier cosa más parecida a cuanto pienso,
a lo que yo pienso o siento, que ni siquiera sé qué es, oh vida.
Cruzo los brazos sobre la mesa, pongo la cabeza sobre los brazos,
y necesito querer llorar, pero no sé ir a buscar lágrimas...
Por más que me esfuerce por tener una gran tristeza por mí, no lloro,
tengo el alma agrietada bajo el indicador curvo que le toca...
¿Qué ha de ser de mí? ¿Qué ha de ser de mí?
A latigazos sacaron al bobo del palacio, sin razón,
hicieron levantarse al mendigo de la escala en que cayera.
Golpearon al niño abandonado y le arrancaron el pan de las manos.
Oh tristeza inmensa del mundo, lo que falta es actuar...
Tan decadente, tan decadente, tan decadente...
Solo estoy bien cuando escucho música, y ni aún entonces.
Jardines del siglo dieciocho antes del 89,
¿dónde estáis vosotros, que quiero llorar de cualquier manera?
Como un bálsamo que no consuela sino por la idea de ser un bálsamo,
la tarde de hoy y de todos los días, poco a poco, monótona, cae.
Encendieron las luces, cae la noche, se sustituye la vida.
Sea de la manera que fuere, es preciso seguir viviendo.
Me arde el alma como si fuese una mano, físicamente.
Estoy en el camino de todos y se tropiezan conmigo.
Mi quinta en la provincia,
que exista menos que un tren, una diligencia y la decisión de partir entre tú y yo.
Así me quedo, me quedo... Yo soy lo que siempre quiere partir,
y permanece siempre, permanece, permanece,
hasta en la muerte se queda, aunque parta,
permanece, permanece, permanece...
Vuélveme humano, oh noche, vuélveme fraterno y solícito.
Sólo humanitariamente es como se puede vivir.
Sólo amando a los hombres, las acciones, la banalidad de los trabajos,
Solo así —¡Ay de mí!—, solo así se puede vivir.
Solo así, oh noche, ¡y yo nunca podré ser así!
Vi todas las cosas y me maravillé de todo,
pero todo sobró o fue poco —no sé qué— y sufrí.
Viví todas las emociones, todos los pensamientos, todos los gestos,
y quedé tan triste como si hubiese querido vivirlos y no lo hubiera conseguido.
Amé y odié como toda la gente,
pero para toda la gente eso fue normal e instintivo,
y para mí fue siempre la excepción, el choque, la válvula, el espasmo.
Ven, oh noche, y apágame, ven y ahógame en ti.
Oh cariñosa del Más Allá, señora del luto infinito,
tristeza externa de la Tierra, llanto silencioso del Mundo.
Madre suave y antigua de las emociones sin gesto,
hermana más vieja, virgen y triste, de las ideas sin nexo,
novia esperando siempre nuestros propósitos incompletos,
la dirección constantemente abandonada de nuestro destino,
nuestra incerteza pagana sin alegría,
nuestra franqueza cristiana sin fe,
nuestro budismo inerte, sin amor por las cosas ni éxtasis,
nuestra fiebre, nuestra palidez, nuestra impaciencia de pusilánimes,
nuestra vida, oh madre, nuestra perdida vida...
No sé sentir, no sé ser humano, convivir
desde dentro del alma triste con los hombres, hermanos míos en la tierra.
Ni aun sintiendo sé ser útil, ser práctico, ser cotidiano, nítido,
tener un lugar en la vida, tener un destino entre los hombres,
tener una obra, una fuerza, una voluntad, una huerta,
una razón para descansar, una necesidad de distraerme,
una cosa venida directamente de la naturaleza hacia mí.
Por eso, sé maternal conmigo, oh noche tranquila...
Tú, que arrancas el mundo del mundo, tú que eres la paz,
tú que no existes, que eres solo la ausencia de la luz,
tú que no eres una cosa, un lugar, una esencia, una vida,
Penélope del tejido, deshecho mañana, de tu oscuridad,
Circe irreal de los febriles, de los angustiados sin causa,
ven hacia mí, oh noche, sobre mi frente...
Tú, cuya llegada es tan suave que parece un alejamiento,
cuyo flujo y reflujo de tinieblas, cuando la luna exhala,
tiene ondas de cariño muerto, frío de mares de sueño,
brisas de paisajes supuestos para nuestra angustia excesiva...
Tú, pálidamente, tú, flébil, tú, líquidamente,
aroma de muerte entre flores, hálito de fiebre sobre los márgenes,
tú, reina, tú señora del castillo, tú, dama pálida, ven...

3 comentarios:

Agridulce dijo...

Triste pero bonito

Emilia Alarcón dijo...

Un poco como tu nick, amigo-a Agridulce.

Lloviendo amares dijo...

Una criatura de nervios modernos, de inteligencia sin cortinas, de sensibilidad despierta, tiene la obligación cerebral de cambiar de opinión y de certeza varias veces en el mismo día. Debe tener, no creencias religiosas, opiniones políticas, predilecciones literarias, sino sensaciones religiosas, impresiones políticas, impulsos de admiración literaria.

Ciertos estados de alma de la luz, ciertas actitudes del paisaje tienen, sobre todo cuando son excesivos, el derecho de exigir a quien está frente a ellos determinadas opiniones políticas, religiosas y artísticas, aquellas que ellos insinúen, y que variarán, como es de entender, conforme ese exterior varíe. El hombre disciplinado y culto hace de su sensibilidad y de su inteligencia espejos del ambiente transitorio: es republicano a la mañana, y monárquico al crepúsculo; ateo bajo un sol descubierto y católico ultramontano a ciertas horas de sombra y de silencio...

Convicciones profundas, sólo las tienen las criaturas superficiales. Los que no miran hacia las cosas apenas las ven sólo para no tropezar con ellas, esos son siempre de la misma opinión, son los íntegros y los coherentes. La política y la religión gastan de esa leña, y es por eso que arden tan mal ante la Verdad y la Vida.

(PESSOA)