zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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lunes, 31 de agosto de 2015

Cuando vuelva (por Saiz de Marco)


cuando vuelva el cometa

¿serán
azul el mar
verdes los árboles?

¿se nacerá al mundo desde un útero?

¿vivir dependerá de un cuerpo envejecible?

¿llegará aún el otoño?

¿olerá el pan a pan
el jazmín a jazmín?

¿el dátil sabrá a dátil?

¿habrá osos en Groenlandia?

tras completar su elipse
cuando el cometa vuelva y de nuevo se acerque

¿persistirán las guerras?

¿seguirá habiendo estados
fronteras
alambradas

o se habrán olvidado las banderas
los himnos?

¿existirán palabras como esperanza o sueño?

¿quedará alguien
todavía alguien aquí
cuando vuelva el cometa?


domingo, 30 de agosto de 2015

Otro pez plano (por Moon Tae Jun)


En la habitación 302, Hospital Gimcheon, habitación para seis,
ella yace con su máscara de oxígeno, peleando contra el cáncer.
Ella yace cual pez plano bajo y plano sobre el piso del suelo oceánico.
Me tiendo paralelo a su lado, otro pez plano.
Al mirar un pez plano al otro súbitamente sus ojos se anegan de lágrimas.
Se lamenta, tan delgada que un ojo se ha ido rozando hacia el otro lado,
y mira fijamente a la muerte mientras yo contemplo el mar de su vida.
Recuerdo su vida de océano, oscilando de izquierda a derecha, en los mares acuosos,
su sendero arbolado, con su canción de cucú al mediodía,
cenas de fideo delgado, una familia apenas dueña de una pared de adobe.
Sus dos piernas se están rompiendo lentamente,
su espina dorsal se dobla como rama bajo el peso de una nieve súbita,
pienso en aquel día de invierno.
Su aliento se hace áspero como la corteza de un olmo.
Ahora sé que ella no puede ver el mundo más allá de la muerte,
un ojo es arrastrado hacia la oscuridad del otro.
Izquierda, derecha, me mezo hacia ella para yacer a su lado en el mar.
Ella me cubre suavemente con el agua que inhala con su máscara de oxígeno.


sábado, 29 de agosto de 2015

César Vallejo (por Luis Benítez)


Por los corredores de la imaginación ir caminando,

libre y solo para siempre, como cuando era

y no sabía que era un niño,

hasta olvidar que estoy imaginando.

Que esta carne pesada, que orina y suda,

en una o dos ideas se resuma

o vuelva bien atrás, a esa casi nada

que casi nada ve en su cielo nublado.

Devuélveme al chimpancé o hazme sólo literatura,

mas no me dejes la condición de hombre.

Esto que todo lo pesa en mí

afuera no pesa nada.


viernes, 28 de agosto de 2015

¿Qué posee quien ama? (por Fernando Pessoa)

Amar es poseer. ¿Y qué posee quien ama? ¿El cuerpo? Para poseerlo sería necesario hacer nuestra su materia, comerlo, incluirlo en nosotros... Y esa imposibilidad sería temporal, porque nuestro propio cuerpo pasa y se transforma, porque nosotros no poseemos nuestro cuerpo (poseemos tan sólo la sensación de él), y porque, una vez poseído ese cuerpo amado, se volvería nuestro, dejaría de ser otro, y el amor, por eso, con la desaparición del otro ser, desaparecería... La más feroz y dominadora posesión de un cuerpo, ¿qué posee de él? Ni el cuerpo, ni el alma, ni siquiera la belleza. La posesión de un cuerpo hermoso no abraza a la belleza, abraza a la carne celular y grasienta; el beso no toca la belleza de la boca, sino la carne húmeda de los labios perecederos con mucosas; la propia cópula es sólo un contacto, un contacto restregado y cercano, pero no una penetración real, ni siquiera de un cuerpo en otro... ¿Qué poseemos?


jueves, 27 de agosto de 2015

Instante (por Wislawa Szymborska)


Camino por la ladera de una verdeante colina.

Hierba, florecillas en la hierba,

como si fuera un cuadro para niños.

Un neblinoso cielo ya azulea.

Una vista sobre otras colinas se extiende en silencio.


Como si aquí nada hubiera de cámbricos, silúricos,

ni rocas gruñéndose las unas a las otras,

ni abismos elevados,

ninguna noche en llamas

ni días en nubes de oscuridad.


Como si no pasaran por aquí llanuras

en febriles delirios,

en helados temblores.


Como si sólo en otros lugares se agitaran los mares

y desgarraran las orillas de los horizontes.


Son las nueve y media hora local.

Todo está en su sitio en ordenada armonía.

En el valle un pequeño arroyo como pequeño arroyo.

Un sendero en forma de sendero desde siempre hasta siempre.


Un bosque que aparenta un bosque por los siglos de los siglos, amén,

y en lo alto unos pájaros que vuelan en su papel de pájaros que vuelan.


Hasta donde alcanza la vista, aquí reina el instante.

Uno de esos terrenales instantes

a los que se pide que duren.



miércoles, 26 de agosto de 2015

Siquiera un día (por Jorge Luis Borges)


¿Hubo un Jardín o fue el Jardín un sueño?
Lento en la vaga luz, me he preguntado,
casi como un consuelo, si el pasado
de que este Adán, hoy mísero, era dueño,

no fue sino una mágica impostura
de aquel Dios que soñé. Ya es impreciso
en la memoria el claro Paraíso,
pero yo sé que existe y que perdura,

aunque no para mí. La terca tierra
es mi castigo y la incestuosa guerra
de Caínes y Abeles y su cría.

Y, sin embargo, es mucho haber amado,
haber sido feliz, haber tocado
el viviente Jardín, siquiera un día.


martes, 25 de agosto de 2015

En la pared es tarde (por Alejandro Zambra)


Observo una de las cuatro paredes
Cuando alce una mano
esa sombra será mi sombra
Hace dos horas es tarde
También es tarde en la pared.

Tomo la posición de un cuerpo cansado
Decido que el viento golpea intensamente en la ventana
Decido la situación de mis ojos
Pienso en una fotografía
En la mesa hay un vaso con agua hasta la mitad
Beberlo es lo único que está pendiente.

Observo una de las cuatro paredes
Cuando pienso, esa sombra es sólo una sombra
con bordes exactos e inevitables
una imagen parecida a un cuerpo
Hace dos horas llegué a este cuarto
Al cerrar la puerta sentí el ruido
que hace algo al destruirse
Quizás era la última nuez
o una fotografía difícil
o los restos de un espejo.
Si abriera la puerta no miraría hacia el suelo.
Para qué.

Observo una de las cuatro paredes
Propongo las orillas de mi sombra
Mi sombra se refiere a la pared
Todo se refiere a la pared
En la pared es tarde
Hace dos horas el viento insiste contra la ventana
Traspaso papeles de una caja a otra
No son recuerdos, son fragmentos
que anticiparon esta hora equívoca.

Miro una fotografía
La oculto en un libro
Si alguien lo abriera
pensaría que marqué la página
en que dejé de leer
o que quise recordar ese poema,
este poema.

Puedo asegurar que no es así.
No es así.

No necesito mirar mis manos
Sé que las tengo cerradas
Miro, en cambio, hacia el lugar
donde está la mesa
Veo el vaso y no veo el agua
Veo el agua y no veo el vaso
Es como si pudiera jugar con las palabras.

Observo una de las cuatro paredes
Si alzo una mano esa sombra será la mía
Si hago el menor movimiento
ocurrirá la sombra de alguien
que toma un vaso de agua
y piensa en sí mismo
como en un extraño.

lunes, 24 de agosto de 2015

En el columpio (por Antonio Rivero Taravillo)


Sube

y

baja.

Cuando ese gafotas desciende,

yo asciendo;

y él se hunde

cuando remonto:

lo veo sumirse allí

con vista cansada,

y al elevarse

no reconocer sus ojeras.

En el columpio

de mi niñez

jugamos.

En el de la suya,

este intruso que hace

que en el parque infantil se haga de noche.

Con los pies en el suelo,

él es mis alas;

cada vez más arriba,

soy sus raíces.

La gravedad y su ley.

La ley de la grave edad.

Hay un momento en que están

a la misma altura nuestros ojos.

Es este.

Corro con pantalones cortos a casa.

Él arranca el coche, y se marcha

por calles que han cambiado de sentido

en un segundo,

en estos años.


domingo, 23 de agosto de 2015

Las persianas dividen la luz del ojo (por Kat Dixon)


Tapiada por cigarrillos
con un imperdible entre el hormigón y un coche que pasa
Al menos, digo, al menos me sujetan
Los sistemas opioides me hicieron
una relación opiácea
me hicieron, hicieron
hegemonía de alas negras
¿Puedes? ¿Puedes callártelo?
Nunca me marcho
En los espacios traseros
donde nunca me molesto en barrer
una hélice doble, triple quizás, de alfabetos
del tipo mano-sobre-el-corazón
que vienen de la leche y saben a narcisos
No, el color es devastador en sombras de negro
Las persianas dividen la luz del ojo, zambulléndose gravitalmente desde arriba
hasta los dedos de los pies, donde las palabras son demasiado buenas para ser habladas
y los derrames son absorbidos
Los dientes son rectos porque deberían serlo
El ventilador del techo gira raro
Llevo demasiado tiempo aquí

sábado, 22 de agosto de 2015

Nadie regresa (por Antonio Gamoneda)


Hay un anciano ante una senda vacía. Nadie regresa de la ciudad lejana; sólo el viento sobre las últimas huellas.

Yo soy la senda y el anciano, soy la ciudad y el viento.


viernes, 21 de agosto de 2015

Lady Lázaro (por Sylvia Plath)


He vuelto a hacerlo.
Una vez por decenio
me las compongo...

Especie de milagro andante, mi piel
que destella como una pantalla de lámpara nazi,
mi pie derecho

pisapapeles,
mi rostro sin rasgos, delicada
tela judía.

Arráncame el paño,
oh enemigo mío.
¿Infundo terror?...

¿La nariz, las cuencas de los ojos, todos los dientes?
El aliento agrio
en un día se irá.

Pronto, pronto la carne
que devoró la tétrica caverna
en mí estará a sus anchas

y seré una mujer que sonríe.
No tengo más que treinta años.
Y, al igual que los gatos, siete ocasiones para morir.

Ésta es la Número Tres.
¡Qué basura
a aniquilar cada diez años!

¡Qué millón de filamentos!
La multitud de mascacacahuetes
se apelotona para mirar

cómo me desenvuelven de pies y manos
¡Gran strip-tease!
Caballeros señoras:

éstas, pues, son mis manos.
Mis rodillas.
Puedo estar en los huesos,

pero, no obstante, sigo siendo la misma idéntica mujer.
La primera vez que sucedió yo tenía diez años.
Fue un accidente.

La segunda vez estaba decidida
a seguir hasta el fin, a no regresar nunca.
Meciéndome, me cerré

como una concha.
Tuvieron que llamarme una y otra vez,
que arrancarme uno a uno los gusanos, como perlas pringosas.

Morir
es un arte, como todo.
Yo lo hago excepcionalmente bien.

Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación.

Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Es bastante fácil hacerlo, y quedarse esperando.
Es la teatral

reaparición a pleno día,
en el mismo lugar, ante la misma cara, al mismo bestial
y divertido grito

-¡es un milagro!-,
que te deja inconsciente.
Hay que pagar,

por verme las cicatrices; hay que pagar
por escucharme el corazón...
Late de veras.

Y hay que pagar; hay que pagar muchísimo,
por palabra o contacto,
o un poquito de sangre

o un jirón de mi pelo o de mi ropa.
¿Y pues, Herr Doktor?
¿Y pues, Herr Enemigo?

Soy tu opus,
soy tu inversión,
el bebé de oro puro

que se funde en un grito.
Me doy vuelta y me abraso.
No creas que no estimo tu preocupación en todo lo que vale.

Ceniza, ceniza...
que eres tú quien atiza y quien remueve.
Carne, hueso, no queda nada...

Una pastilla de jabón.
Un anillo de boda.
Un empaste de oro.

Herr Dios, Herr Lucifer;
tened cuidado,
tened cuidado.

De las cenizas
con el cabello rojo me levanto
y me como a los hombres como aire.

jueves, 20 de agosto de 2015

No me has dado tiempo de llamarte por tu nombre (por Moo Tae Jun)


La nieve que cayó en campanas toda la noche se ha detenido
Estoy solo mis pensamientos están lejos
Pequeña ave, ave de pecho rojo en el sarmiento
llegaste y lloraste tu partida fue súbita
Por qué te has ido tan pronto no me has dado tiempo de llamarte por tu nombre
Tu lamento es terso, terso como luz de invierno al pasar por la puerta empapelada
Quién es el que extrae ese llanto de mi oído
Alguna vez alguien vino a visitarme dejó lágrimas
teñidas de rojo en mi corazón
que nadie puede ya quitar 

miércoles, 19 de agosto de 2015

Una máscara (por Stephen Spender)


El rostro del paisaje es una máscara
en que el tiempo labró, con surcos
de hierro y hueso, su carácter.
Miro y observo intentando descifrar,
a través de errores de luz y ojos de agua,
un signo de temor y el recuerdo de una lucha
bajo la voluntad de la tierra:
pues el hombre conserva bajo su máscara
el niño que un día fue.

martes, 18 de agosto de 2015

Un día cualquiera (por Juan Ramón Saravia)


Cada mañana
el hombre saluda uno por uno los rincones de su casa,
abraza con el corazón el sol del patio,
conversa con los líquenes,
con los clavos de las vigas,
comparte con su perro
el terrible secreto de llevar los días
y abre de parte a parte, a la orilla de los pájaros,
el mar.

Pero un día cualquiera
el hombre recuesta su levedad en la pared del tiempo
y el tiempo le bebe su único segundo
y el Universo se niega a dar un paso más.

lunes, 17 de agosto de 2015

Y va a ser todos (por Luis Benítez)


Caen sobre él los actos inútiles del día.

John Keats recuerda y es también de otros el recuerdo:

humillaciones, rostros y palabras

hacen de un pozo la noche repetida.

“Fanny Brawne me has alejado,

tú me has acercado a Keats y era lo mismo”.

Suena tan distante el Mar del Norte

para ser cada segundo todos los mares,

pero si lo que fue y será mañana brilla

en su oscura hora presente, ese hombre pequeño,

inclinado sobre el verso, lo adivina.

Presiente que será uno y va a ser todos

cuando es tan caro el precio de eso múltiple:

ya no lo amparará el primer fervor por las palabras,

no aliviará sus horas la furia, perdida, de estar vivo

ni lo protegerá la noche pedida de ningún olvido;

nada lo salvará de tanto

que es, en su medida, tan un poco.

John Keats será John Keats, será nosotros.

domingo, 16 de agosto de 2015

sábado, 15 de agosto de 2015

Con tal de no estar solos (por Ana Elena Pena)


Con tal de no estar solos
andamos con locos, con idiotas y borrachos,
con mujeres vacías o de moral dudosa.
Mentimos a los padres,
juramos en vano,
entregamos la piel
y comprometemos nuestros sueños.
Cruzamos la calle a ciegas
con el primero que nos da la mano.
Con tal de no estar solos
montamos una gran farsa
a la que llamamos AMOR
(así, con mayúsculas)
Sacando conejos muertos de una chistera,
barajando con trampas nuestras
cartas y haciendo trucos malos con espejos,
para no darnos de bruces con la realidad
y alejar de nosotros el miedo
a estar solos.
Porque, con tal de no estarlo,
o de no parecer que lo estamos,
pasamos hambre, despilfarramos dinero,
oímos sin escuchar,
abrazamos sin abarcar,
y nos convertimos en autómatas desesperados,
olvidando lo hermoso que es sentarse
a esperar a que las cosas,
sencillamente, sucedan.
El olor a jazmín de las noches
de verano y el hallazgo inesperado
de lo auténtico, que nos ha de
encontrar desprevenidos, despojados
de artificios, sin adornos,
desarmados y tranquilos.
Liberados de todo lo que
pesa y esclavos de lo vaporoso, lo ingrávido…
Dejarse llevar…
Pero con tal de no estar solos,
ni siquiera un momento,
seguimos buscando y seguimos fingiendo.
Maquillamos lo que se ve,
y lo que no también,
por temor a que descubran nuestros defectos
y la fragilidad que se esconde tras ellos.
Nos apremia el desamparo,
la angustia y la prisa…
de modo que nos devora la noche
y nos sorprende el día
casi siempre en el lugar inadecuado,
donde un incómodo silencio
(y un dolor en el pecho)
nos reprochan una y otra vez
todas esas tonterías que hacemos,
unos y otros,
ahora y siempre,
con tal de no estar solos.

viernes, 14 de agosto de 2015

La lista de preguntas (por Wislawa Szymborska)


He hecho una lista de preguntas,
cuyas respuestas ya no alcanzaré a saber,
porque es demasiado pronto para ello,
o porque seré incapaz de entenderlas.

La lista de preguntas es larga,
toca temas importantes y menos importantes,
pero como no quiero aburriros
sólo revelaré alguna de ellas:

Qué era real
y qué apenas si lo parecía
en este auditorio
estelar y bajo las estrellas,
donde es necesario tanto billete de entrada
como billete de salida;

Qué pasa con todo ese mundo vivo
que no tendré tiempo
de comparar con otro mundo vivo;

Sobre qué escribirán
pasado mañana los diarios;

Cuándo acabarán las guerras
y por qué otras cosas serán sustituidas;

En qué dedo corazón estará ahora
el anillo del alma
que me fue robado, que perdí;

Cuál es el lugar del libre albedrío
que es capaz de ser y de no ser
al mismo tiempo;

Qué ha sido de decenas de personas:
¿nos habremos conocido realmente?

Qué intentaba decirme M.,
cuando ya no podía hablar;

¿Por qué tomé por buenas
cosas malas
y qué necesito
para no volver a equivocarme?

Tomé nota antes de dormirme
de algunas preguntas.
Al despertarme
ya no pude leerlas.

A veces sospecho
que se trata de un código preciso.
Pero ésta también es una pregunta
que me abandonará algún día.

jueves, 13 de agosto de 2015

Abuela (por Ray Young Bear)

si viera
su forma a un kilómetro
sabría tan rápido
que es ella.
la bufanda púrpura
y la bolsa
de plástico
para las compras.
si sintiera sus manos sobre mi cabeza
sabría que ésas
son sus manos
tibias y húmedas
con olor
a raíces.
si oyera
una voz
que llega
desde una piedra
sabría
y sus palabras
se deslizarían en mí
como la luz
de alguien
que mueve las cenizas
de un fuego dormido
en la noche.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Usted sonríe (por Mario Benedetti)


A veces

por supuesto

usted sonríe

y no importa lo linda

o lo fea

lo vieja

o lo joven

lo mucho

o lo poco

que usted realmente

sea


sonríe

cual si fuese

una revelación

y su sonrisa anula

todas las anteriores

caducan al instante

sus rostros como máscaras

sus ojos duros

frágiles

como espejos en óvalo

su boca de morder

su mentón de capricho

sus pómulos fragantes

sus párpados

su miedo


sonríe

y usted nace

asume el mundo

mira

sin mirar

indefensa

desnuda

transparente


y a lo mejor

si la sonrisa viene

de muy

de muy adentro

usted puede llorar

sencillamente

sin desgarrarse

sin desesperarse

sin convocar la muerte

ni sentirse vacía


llorar

sólo llorar


entonces su sonrisa

si todavía existe

se vuelve un arco iris.

martes, 11 de agosto de 2015

No será absurdo solo (por Saiz de Marco)


¿Acaso no es absurdo nacer sin que lo pidas,

la fuerza de la inercia,

las bacterias,

los átomos,

los planetas girando,

el tiempo que no cede (ya otra vez el otoño)…?


Pero si tú me abrazas no será absurdo solo,

no será puro absurdo

repleto de vacío.


Si me abrazas, será absurdo y otra cosa:


Será la suave mezcla, el blando entretejido

de absurdo más tú y yo.

lunes, 10 de agosto de 2015

Mateo, XXV, 30 (por Jorge Luis Borges)


El primer puente de Constitución y a mis pies
fragor de trenes que tejían laberintos de hierro.
Humo y silbatos escalaban la noche,
que de golpe fue el Juicio Universal. Desde el invisible horizonte
y desde el centro de mi ser, una voz infinita
dijo estas cosas (estas cosas, no estas palabras,
que son mi pobre traducción temporal de una sola palabra):
—Estrellas, pan, bibliotecas orientales y occidentales,
naipes, tableros de ajedrez, galerías, claraboyas y sótanos,
un cuerpo humano para andar por la tierra,
uñas que crecen en la noche, en la muerte,
sombra que olvida, atareados espejos que multiplican,
declives de la música, la más dócil de las formas del tiempo,
fronteras del Brasil y del Uruguay, caballos y mañanas,
una pesa de bronce y un ejemplar de la Saga de Grettir,
álgebra y fuego, la carga de Junín en tu sangre,
días más populosos que Balzac, el olor de la madreselva,
amor y víspera de amor y recuerdos intolerables,
el sueño como un tesoro enterrado, el dadivoso azar
y la memoria, que el hombre no mira sin vértigo,
todo eso te fue dado, y también
el antiguo alimento de los héroes:
la falsía, la derrota, la humillación.
En vano te hemos prodigado el océano,
en vano el sol, que vieron los maravillados ojos de Whitman.
Has gastado los años y te han gastado,
y todavía no has escrito el poema.

domingo, 9 de agosto de 2015

Esta noche es el día siguiente (por Alejandro Zambra)


Sobre la carga de los días persistentes
en el lugar en que debía estar una sombra
en espera del antiguo roce entre los peces y la sal.

Desde aquí es posible escuchar
la respiración de la lluvia.

(Observa el movimiento de las aguas.
Cuáles son las sombras que originó tu paso.
Cuál es ese sueño que no recuerdas.
Cuál es tu tristeza. Cuáles son las formas de
tu tristeza.
Tu llanto. Cuáles son los colores de tu llanto.)

La noche es la invención de la paciencia
y esta noche todo sucede por última vez.

El viento no respeta la forma de los árboles.
Las raíces pierden el sentido de sus años.
La música se desvía hacia la orilla del océano.
Y tú vuelves a ofrecer
tus cicatrices al viento

Ven, el invierno conoce la duración de tu viaje.
Ven, esta noche es el día siguiente.

Deja que los dioses calmen tu dolor.
Sólo ellos pueden hacerlo.
Yo sólo miro por la ventana
y espero el final de nuestro último abrazo.

sábado, 8 de agosto de 2015

Traen maletas (por Enrique Winter)

Estamos envejeciendo con la casa
cada pieza a que se entra puede reconocerse
por el olor de su alojado

La mesa tiene otros comensales
traen maletas llenas de –llueve porque ellos quieren lluvia,
llevan la rienda suelta y no se caen de los caballos que
inventaron:
esta casa no estaba aquí anoche-

Mi padre nunca fue dueño de nada
y el agua que ponía en la maleta
la sacaba de un lago
que no aparece ya en el mapa.


jueves, 6 de agosto de 2015

Horóscopo para un tirano olvidado (por Ángel González)


Ni Mars

ni Venus:

sólo

Marte de carnaval,

sórdido Eros de café cantante,

con chistera al prostíbulo,

recién besada la mano de la reina.


En la tribuna,

presidiendo el desfile,

tu pecho rutilante de medallas y cruces

brilla como una noche constelada:

noche que alberga todas las traiciones.


Pero tú no podrás, no:

no pudiste.


Otro vendrá después que te hará bueno.


Asesino platónico,

tu idea

del crimen

será soberbiamente realizada,

y el desprecio

-el Norte de tus actos-

desde otra boca azuzará a la muerte

con más saña que tú y mejor fortuna.


Muere tranquilo y solo, desterrado,

si acaso te consuela saber esto:

En nuestros días

pocas veces los hombres su destino merecen;

también los justos que te combatieron

han de morirse desterrados, solos.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Y entramos reptando en el gran telescopio (por Kat Dixon)


Fuimos al gran telescopio.
No estaba oscuro.

Si recuerdo lo que tú recuerdas
no estaba oscuro. Solo había, por todas partes,

árboles. La radio nos dijo: suceso devastador.
No tiene importancia, dijiste, que todo lo que podemos
ver

sean árboles.

Fuimos al gran telescopio
y entramos reptando en el gran telescopio

como alguien deslizándose dentro de un rayo X.
Estaba oscuro.

La radio nos dijo: en algún lugar la muerte.
En algún lugar el devastador

tan devastador suceso. Entraste reptando,
entré reptando

en negros pedazos rotos de un rayo X.

Quise preguntar
si mirar desde fuera de la lente a las profundidades del telescopio

sería más parecido a un torbellino
o a un hueso hueco.

Dentro de la radio triste y chasqueante, ningún espacio
podría ser el efecto personal

del ahogamiento
o de la asfixia sobre una lengua perezosa,

pero, oh, cuántas veces me he equivocado
en el pasado.

Entramos tendidos en la máquina de rayos X
y nos dijimos a nosotros mismos que podríamos ver más

que nuestras propias pestañas. Fue tan
devastador.
La oscuridad.

La estrella podría tardar mucho tiempo, dijiste,
en morir. Podría ser muy terca.

Podría tardar toda su vida. Golpeé
con mis fríos nudillos mis huesos a mi alcance

para asegurarme de que no eran tus huesos.

Si te quiero no puedo empezar a decir que
echo de menos mi idioma. No puedo empezar a decir.

En el mundo del telescopio como un ojo de pez,
escenas de materia oscura siguieron siendo

eclipsadas por escenas de materia oscura.
Yo esperaba el siseo solitario de los agujeros negros,

algo que nos llevara de vuelta al principio
otra vez.

Pero los grandes agujeros negros son mudos.
Esto no es, dijiste,

el suceso devastador.

martes, 4 de agosto de 2015

Aquí están todos los juegos (por Claudio Daniel)


Flor occipital es el nombre de la cabeza.

Líneas, volúmenes.

Una escritura de huesos, nervios,

orbes, recuerdos.

Palabras que se perderán en algún lugar

que evitas.

Escenas que surgen de repente

como lagos, cristales,

pequeñas facas

blancas.

Una cobra que no es el nombre que escurre de tus labios.

Árbol que no dice más ni menos

que

esto.

¿Tiene un aprendizaje para la locura?

Trituras un insecto entre los dedos

pero la sensación

permanece.

Es un escalofrío que no puedes explicar.

Fibras, son todas fibras de un tejido milagroso.

Un tapete oriental

en forma de riñón,

donde somos un minúsculo detalle,

hormiga que cabalga en el lomo de un dragón.

En la palma, el pulso, la piel,

pensaste haber sentido los juegos de la noche,

manos fugadas, voz enmudecida,

Ningún tablero

o peón.

Esta no es la cara de un sueño,

menos luz, ninguna membrana,

carajo, gritas

a los tuétanos del pan.

Hormigas de nadie cruzan de un lado a otro

el cantero

del jardín.

Existe una ilusión del amor y de los dientes, dientes, dientes.

Porque todo es real.

Una piedra que explota en las sienes.

Una Tierra en forma de cáliz.

La palabra que se reproduce como las aves en el Palacio de la Diosa de la Luna.

El sentido es apenas la sombra.

Soy el hambre de una claridad que nunca ocurrirá.

Porque los ritmos, los ritmos, los ritmos.

Porque la risa de la perra.

Celan y la “locura abierta de un poro”.

Ninguna salida para lugar alguno.

Cangrejos extraviados en la lluvia, un cuadro, un nombre

que no es la cobra

que no escurre

de tus labios.

Jugarse la sombra en busca del sentido de mascar hojas de cobre.

Jugarse la sombra en busca del íntimo escarabajo

tatuado en la concha

de la Señora Lengua.

Jugarse la sombra porque la piedra es más que el grito es más que la

ardilla es más que el disturbio

aullido

de alacrán.

Escribir poesía no es un trabajo para hombres delicados.

Flor occipital es el nombre de la cabeza.

Aquí están todos los juegos, todos los mapas, todas las palabras,

incluso aquellas por inventar.

Flor occipital es el nombre de la cabeza.

Tu voz.

Tus caras.

Tus mandalas de ternura y escarnio.

La desfiguración de líneas en el cuerpo convulsivo, haciendo saltar lémures.

Esmeralda.

Todo se inicia y se acaba con el encantamiento de esmeralda.

lunes, 3 de agosto de 2015

Si a costa de mí (por José Hierro)


Amanece. Descalzo he salido a pisar los caminos,
a sentir en la carne desnuda la escarcha.
¡Tanta luz, tanta vida, tan verde cantar de la hierba!
¡Tan feliz creación elevada a la cima más alta!
Siento el tiempo pasar y perderse y tan solo por fuera de mí
se detiene.
Y parece que está el universo encantado, tocado de gracia.
¡Tanta luz, tanta vida, tan frágil silencio!
¡Tantas cosas eternas que mellan al tiempo su trágica espada!
¡Tanta luz, tan abiertos caminos!
¡Tanta vida que evita los siglos y ordena en el día su magia!

Si la flor, si la piedra, si el árbol, si el pájaro;
si su olor, su dureza, su verde jadeo, su vuelo entre el cielo y la rama.
Si todos me deben su vida, si a costa de mí, de mi muerte

es posible su vida,
a costa de mí, de mi muerte diaria…

¡Tanta luz, tan remoto latir de la hierba…!
(Descalzo he salido a sentir en la carne desnuda la escarcha.)
¡Tanta luz, tan oscura pregunta!
¡Tan oscura y difícil palabra!
¡Tan confuso y difícil buscar, pretender comprender y aceptar,
y parar lo que nunca se para…!

domingo, 2 de agosto de 2015

Objetos olvidados (por Raymond Carver)

En esos tiempos yo era joven y la fuerza
de diez hombres habitaba mi cuerpo. Para
lo que mandaran, eso pensaba.
Trabajaba en el hospital en el turno de noche
y una de mis responsabilidades
cuando el forense terminaba su trabajo
era limpiar la sala de autopsias.
Ellos no tenían horario, algunas veces
terminaban temprano, otras demasiado tarde.
Y dejaban objetos olvidados en la mesa de trabajo
construida para esas tareas en particular.
Un pequeño bebé quieto como una piedra
y más frío que la nieve. Otra vez un negro corpulento
de pelo blanco con el pecho partido por medio,
todos sus órganos vitales
en una bandeja a un costado de su cabeza.
La manguera derramaba agua.
Las luces colgadas del techo encandilaban.
Una vez dejaron sobre la mesa una pierna,
una pierna de mujer, pálida y bien formada.
Yo sabía para qué era la pierna,
en ocasiones los había observado.
A pesar de eso me quedé sin respiración.

Cuando volvía a casa tarde de noche mi mujer
me decía “Cariño, todo va a salir bien. 

Podemos intercambiar esta vida por otra”. Pero no era así de fácil.
Ella sujetaba mi mano entre las suyas, con fuerza,
yo me reclinaba en el sillón y cerraba los ojos.
Pensaba en... cualquier cosa. No sabía en qué.
Dejaba que llevara mi mano a su pecho.
En ese momento yo abría los ojos y miraba el cielorraso o el piso.
Entonces mis dedos se arrastraban hacia su pierna, 

tibia y bien formada, que ante la más suave caricia temblaba
lista para elevarse con delicadeza. Mi mente
estaba confundida y, cómo decirlo, ¿sacudida?
No pasaba nada. Todo estaba pasando. La vida
era una piedra moliendo y afilándose.

sábado, 1 de agosto de 2015

El otro tigre (por Jorge Luis Borges)


Pienso en un tigre. La penumbra exalta
la vasta Biblioteca laboriosa
y parece alejar los anaqueles;
fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,
él irá por su selva y su mañana
y marcará su rastro en la limosa
margen de un río cuyo nombre ignora
(en su mundo no hay nombres ni pasado
ni porvenir, sólo un instante cierto).
Y salvará las bárbaras distancias
y husmeará en el trenzado laberinto
de los olores el olor del alba
y el olor deleitable del venado.
Entre las rayas del bambú descifro
sus rayas y presiento la osatura
bajo la piel espléndida que vibra.
En vano se interponen los convexos
mares y los desiertos del planeta;
desde esta casa de un remoto puerto
de América del Sur, te sigo y sueño,
oh tigre de las márgenes del Ganges.


Cunde la tarde en mi alma y reflexiono
que el tigre vocativo de mi verso
es un tigre de símbolos y sombras,
una serie de tropos literarios
y de memorias de enciclopedia
y no el tigre fatal, la aciaga joya
que, bajo el sol o la diversa luna,
va cumpliendo en Sumatra o en Bengala
su rutina de amor, de ocio y de muerte.
Al tigre de los símbolos he opuesto
el verdadero, el de caliente sangre,
el que diezma la tribu de los búfalos
y hoy, 3 de agosto del 59,
alarga en la pradera una pausada
sombra, pero ya el hecho de nombrarlo
y de conjeturar su circunstancia
lo hace ficción del arte y no criatura
viviente de las que andan por la tierra.

Un tercer tigre buscaremos. Éste
será como los otros una forma
de mi sueño, un sistema de palabras
humanas y no el tigre vertebrado
que, más allá de las mitologías,
pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo
me impone esta aventura indefinida,
insensata y antigua, y persevero
en buscar por el tiempo de la tarde
el otro tigre, el que no está en el verso.