zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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domingo, 30 de septiembre de 2012

Más que decir palabras (por Leopoldo Panero)



Más que decir palabras, quisiera dar la mano

a un niño, hundir el pecho contra la espuma viva

y estar callado, llena la frente de océano,

bajo un pino silente, palpitando hacia arriba.

Más que decir palabras, navegar en un llano

de espigas empujadas, ondeadas, donde liba

la inmensidad su jugo de noche de verano;

y en vez de soñar nombres, que el viento los escriba.

Más que juntar canciones cogidas en la infancia,

quisiera mis mejillas como un nido robado

y el sabor de mis labios húmedos de ignorancia

y la primera delicia del que nunca ha besado.

Más que decir palabras, ser su propia fragancia

y estar callado: dentro del verso, estar callado...

sábado, 29 de septiembre de 2012

Casas vacías (por Alejandra Morales)



A veces me entristecen las casas vacías



Me recuerdan a mí



y a esa desolada y amarga certeza



con que convivo



Alguien me hizo para no habitarme

viernes, 28 de septiembre de 2012

Aldea del Presente (por Saiz de Marco)

Defiéndete
aldea del Presente


Resiste
pueblecito del Ahora


Defiéndete del Antes
que se niega a detenerse detrás de tus lindes


Defiéndete del Luego
que te acecha con su hostil embestida de gris miedo


No les dejes pasar
plántales cara
Vamos
lucha con lo único que tienes


Haz que acudan deprisa tus latidos
tus afanes
tus impulsos del Ahora
los pálpitos que habitan este instante


Que vayan y que corten los caminos y los puentes que llevan hacia ti


Entre todos quizá puedan frenar el avance de esos dos invasores


Defiéndete
Ahora


No consientas
que ese par de vulgares saqueadores
se adueñe de tus calles y tus casas


Defiéndete
Presente


No permitas que esos dos enemigos declarados
esa alianza del Antes con el Luego
asalte tu pequeño territorio

jueves, 27 de septiembre de 2012

Me gustan los puentes (por Norma Jean Baker [Marilyn Monroe])


Me gustaría estar muerta.

Me gustaría no haber existido.

Me gustan los puentes,

especialmente el de Brooklyn,

tan tranquilo a pesar

del rugido de los automóviles

debajo de los pies de los transeúntes.

Pero no hay ningún puente feo.

Quizá alguno no demasiado alto.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Mi patria (por José Hierro)





Si me dijeran, puedes escoger tu patria,

un lugar en el que vivir,

un lugar por el que morir,

una gran historia llena de patrañas

que has de creer a pie juntillas,

un trapo tremolante

que ha de llenarte de emoción

cuando lo divises de lejos,

¿qué patria escogería?

El mundo es demasiado grande,

mi pueblo demasiado pequeño.

¿No habrá un errante asteroide

todavía sin nombre,

sin historia, sin bandera,

sin sangre en las manos,

sin victimas a las que vengar?

Un pedrusco ignorado de todos,

al que no salpique la estupidez de los hombres,

esa quisiera que fuera mi patria.

martes, 25 de septiembre de 2012

Tan livianas, tan hondas, tan certeras (por Gonzalo Rojas)


Eléctricas, desnudas en el mármol ardiente que pasa de la
piel a los vestidos
turgentes, desafiantes, rápida la marea,
pisan el mundo, pisan la estrella de la suerte con sus finos
tacones
y germinan, germinan como plantas silvestres en la calle,
y echan su aroma duro verdemente.

Cálidas impalpables del verano que zumba carnicero. Ni
rosas
ni arcángeles: muchachas del país, adivinas
del hombre, y algo más que el calor centelleante,
algo más, algo más que estas ramas flexibles
que saben lo que saben como sabe la tierra.

Tan livianas, tan hondas, tan certeras las suaves. Cacería
de ojos azules y otras llamaradas urgentes en el baile
de las calles veloces. Hembras, hembras
en el oleaje ronco donde echamos las redes de los cinco
sentidos
para sacar apenas el beso de la espuma.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Estos pobres pronombres que se alternan (por Eugenio Montejo)



Se tendieron desnudos, semiabsortos,
en un hotel de los suburbios.
Verde era el arco de la luz que el día
iba filtrando en la ventana. Y verde el viento
con filo de cuchillo sobre las leves sábanas.
Ese jadeo ajeno ante lo íngrimo
de no saber por qué se nace
ni por qué se desea,
brotaba allí de un fuelle unánime
entre ambos cuerpos... Ella era joven,
más que su tenue sombra.
Y yo a su lado, atónito,
en el tiempo sin tiempo de mi carne,
mucho más amoroso que la lumbre
de este incierto recuerdo.
Éramos jóvenes
como cuando uno mismo no lo sabe.
De allí y de todo ambos partimos,
partimos y partieron
ellos, nosotros, cerca, es decir, lejos...
¿Cuál era la canción de moda entonces?
Ya no sé si la oímos, si la oyeron.
El tiempo va añadiendo tanto olvido
que deja en anacrónico tumulto
el mismo fuelle con ansia y menos cuerpo,
el mismo cuerpo con noche y menos sangre,
la misma sangre dando vueltas a la tierra
y estos pobres pronombres que se alternan
entre restos de voces no apagadas
y hasta un golpe de mar donde no hay agua.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Brillan, me llaman (por Amalia Bautista)


Hay unas flores de un color naranja
solar y líquido. Brillan, me llaman,
con qué mudo lenguaje o en qué idioma.
Pequeñas, satinadas, me parecen de rafia.
Caigo en la tentación de tocar esos pétalos
y mis dedos descubren el tacto de la seda
y el tacto de tus labios cuando besan mis hombros.

sábado, 22 de septiembre de 2012

El Paraíso está aquí (por Eduardo Mitre)

Abre los ojos. Despierta.
El Paraíso está aquí,
de vuelta.
Con todos y todo
en la luz pasajera.

Es (no hay otro) esta tierra:
mesa de encuentros,
cuna de ausencias.

El Paraíso está aquí,
a la espera. Abre tus ojos
que abren sus puertas.

Despierta. Está aquí.
No es la dicha.
Es la presencia.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Reír juntos, reír siempre (por Friedrich Nietzsche)



Bajo un cielo muy azul,

tumbados en la hierba,

hermoso es callar juntos;

reír, aún más hermoso.

Reír juntos, reír siempre

en la salud y la enfermedad.

Cuanto peor vaya el mundo

más nos reiremos

y sin decirnos nada

nos lo diremos todo.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Monsieur Marcel [Proust] no se da cuenta de nada (por Álvaro Mutis)


¿En qué rincón de tu alcoba, ante qué espejo,
tras qué olvidado frasco de jarabe,
hiciste tu pacto?
Cumplida la tregua de años, de meses,
de semanas de asfixia,
de interminables días del verano
vividos entre gruesos edredones,
buscando, llamando, rescatando,
la semilla intacta del tiempo,
construyendo un laberinto perdurable
donde el hábito pierde su especial energía,
su voraz exterminio;
la muerte acecha a los pies de tu cama,
labrando en tu rostro milenario
la máscara letal de tu agonía.
Se pega a tu oscuro pelo de rabino,
cava el pozo febril de tus ojeras
y algo de seca flor, de tenue ceniza volcánica,
de lavado vendaje de mendigo,
extiende por tu cuerpo
como un leve sudario de otro mundo
o un borroso sello que perdura.
Ahora la ves erguirse, venir hacia ti,
herirte en pleno pecho malamente
y pides a Celeste que abra las ventanas
donde el otoño golpea como una bestia herida.
Pero ella no te oye ya, no te comprende,
e inútilmente acude con presurosos dedos de hilandera
para abrir aún más las llaves del oxígeno
y pasarte un poco del aire que te esquiva
y aliviar tu estertor de supliciado.
Monsieur Marcel ne se rend compte de rien,
explica a tus amigos
que escépticos preguntan por tus males
y la llamas con el ronco ahogo del que inhala
el último aliento de su vida.
Tiendes tus manos al seco vacío del mundo,
rasgas la piel de tu garganta,
saltan tus dulces ojos de otros días
y por última vez tu pecho se alza
en un violento esfuerzo por librarse
del peso de la losa que te espera.
El silencio se hace en tus dominios,
mientras te precipitas vertiginosamente
hacia el nostálgico limbo donde habitan,
a la orilla del tiempo, tus criaturas.
Vagas sombras cruzan por tu rostro
a medida que ganas a la muerte
una nueva porción de tus asuntos
y, borrando el desorden de una larga agonía,
surgen tus facciones de astuto cazador babilónico,
emergen del fondo de las aguas funerales
para mostrar al mundo
la fértil permanencia de tu sueño,
la ruina del tiempo y las costumbres
en la frágil materia de los años.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

La casa de nuestro padre estaba llena de murciélagos (por Ledo Ivo)


Los murciélagos se esconden tras las cornisas
del almacén. ¿Pero dónde se esconden los
hombres,
que vuelan la vida entera en la oscuridad,
chocando contra las paredes blancas del amor?

La casa de nuestro padre estaba llena de
murciélagos
colgados, como luminarias, de las viejas vigas
que apuntalaban el tejado amenazado por las
lluvias.

"Estos hijos nos chupan la sangre", suspiraba
mi padre.

¿Qué hombre tirará la primera piedra a ese
mamífero
que, como él, se nutre de la sangre de los
otros animales
(¡hermano mío!, ¡hermano mío!) y,
comunitario, exige
el sudor de su semejante aun en la oscuridad?

En el halo de un seno joven como la noche
se esconde el hombre; en el algodón de su
almohada, en la luz del farol
el hombre guarda las doradas monedas de su
amor.
Pero el murciélago, durmiendo como un
péndulo, sólo guarda el día ofendido.
Al morir, nuestro padre nos dejó (a mis
ocho hermanos y a mí)
su casa donde de noche llovía por las tejas
rotas.
Pagamos la hipoteca y conservamos los
murciélagos.
Y entre nuestras paredes se debaten: ciegos
como nosotros.

martes, 18 de septiembre de 2012

La sonrisa en el rostro de la estatua (por William Bronk)

Este chico, por supuesto, estaba muerto, con lo que eso
signifique. Y noblemente muerto. Deberíamos creer
que murió noblemente. Tal vez cayó en batalla,
y esta piedra tallada lo recuerda
no como fue, quizás, sino delineando acaso
la virtud desnuda de que la piedra lo inviste.
Un pie adelantado, los ojos atentos, los brazos
a los costados, las manos por debajo de la delgada cintura
colgando a los lados, con serena plenitud, junto a los flancos macizos.
El chico estaba muerto, y en su muerte la piedra sonríe
iluminando los labios satisfechos con el placer de algo logrado:
un fin. Llegar a un fin. Llegar a la muerte
como un fin. Y al llegar, llevar allí intacto, todo el peso
de su fuerza y su virtud, la recompensa con que se
llenan sus manos vacías. Nada de eso perdido,
a salvo en casa, y la sonrisa alcanzada al final.
Ahora la muerte, de la que aún—o jamás — se sabe nada,
nos deja a solas para que pensemos de ella lo que queramos,
y acepta nuestra elección, que moldea la vida hasta la muerte.
¿Deseamos un final? Eso nos da; y toma lo que damos
y lo guarda; y el fin, de esta manera, tiene en la vida misma,
una especie de casa del tesoro bellamente
alcanzada y abandonada con la muerte,
donde permanecer, eternamente hermoso e intacto, como si
desear demasiado la forma perfecta, indemne,
fuera lo mismo que desear la muerte, como elegir la otra opción
para la muerte. Hay otras maneras; nosotros sabemos elegir
otra opción para la muerte: informes o rotos, no del todo plenos, perplejos,
vivimos en un mundo sin forma. Eternos, no esperamos ningún fin.
Te digo muerte, no esperes una sonrisa de orgullo
de mi parte. No traigo nada para ti en mis manos vacías.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Nuestros llantos confundidos (por Juan Ramón Jiménez)



Bebimos, en la sombra,
nuestro llantos
confundidos...

Yo no supe cuál era
el tuyo.

¿Supiste tú cuál era el mío?

Los árboles verdes son azules (por Ümit Yaşar Oğuzcan)

Ahora oscurece en un azul profundo
El cielo es azul el mar es azul
Las montañas moradas los árboles verdes son azules
Sistema corrupto te llamo desde las noches azules
Ni arias de ópera
Ni la quinta sinfonía de Beethoven
Están tocando una marcha de soledad a lo lejos
La luz del día se quedó atrás mira
Hemos olvidado nuestros ojos en la puesta del sol
Ven ya
Empecemos la vida de nuevo
Ven ya
En estos azules nadie puede vernos.

domingo, 16 de septiembre de 2012

De espaldas a sí misma (por Alejandra Morales)


Es tan nada,
ésa
que nunca estuvo
en vos.

Es tan pequeña
llorando
arrodillada
de espaldas a sí misma.

Una foto,
un dibujo,
un espejo
implacable
que le recuerda
que aún se puede morir más.

Un hombre verde (por Anna Crowe)


Estaba de pie al final del vagón.
Un gigante espantoso vestido de cuero negro,
con franjas y clavos y el pelo rojo cortado a lo mohicano.
Ha venido a sentarse en el asiento de al lado.


Y de pronto: Las plantas son extraordinarias, ¿no es verdad?
La voz, con un fuerte acento del Ulster. Y levanta la mirada del libro,
los ojos brillantes bajo la cresta leonada.
—Si no fuera por las plantas,
si no fuera por los haces vasculares,
nosotros no podríamos mantenernos en pie.
Habla con un crujir de cuero,
con un sonido como el de las ramas de un pinar
al rozarse entre sí. Y una multitud de clavos,
desde las orejas hasta los desnudos brazos con pulseras,
y sus elocuentes mitones con puños de hierro,
relucen y destellan como la lluvia sobre los cardos.

Es un hombre verde que habla hojas.
El frondoso follaje llena el vagón
de rumores susurrados: de palabras que componen
una música linneana, dejando espacio
para que el colobo, la catleya, y la manorina campanera
se asomen a hurtadillas desde las periferias del habla.


Durante una hora dominó la conversación con un lenguaje
tan por encima de mí como una secuoya.
Esquivo como el jaguar, y con todo perdido.
Todo menos aquellos hogareños y resonantes
haces vasculares. Ah, y el salterio.
Tocaba el salterio en un conjunto de folk-rock,
e iba tocar a Newcastle, donde bajó del tren.


Pienso en cómo le había temido,
en cómo tememos lo que no conocemos.
Y cuando escucho por la radio los silbidos
y los tambores de los orangistas que marchan,
intento imaginar la melodía adaptada para salterio,
oyendo las cuerdas mansamente pulsadas,
viendo una figura vestida de negro,
alto como un cedro del Líbano y bailando,
como David con su salterio
ante el Señor.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Dentro debe ser fresca y silenciosa (por Charles Simic)



Meterme en una piedra

aquél sería mi camino.

Deja que otro se convierta en una paloma

o que rechine con el diente de un tigre.

Soy feliz de ser una piedra.



Por fuera la piedra es una adivinanza:

nadie sabe cómo resolverla.

Sin embargo dentro, debe ser fresca y silenciosa

aunque una vaca la pise con toda su fuerza,

aunque un niño la arroje a un río;

la piedra se hunde, lenta, imperturbablemente

hacia el fondo del río

donde los peces vienen a llamar en ella

y escuchan.



He visto salir chispas

cuando dos piedras se frotan,

así, quizás, dentro no esté oscuro después de todo;

quizás haya una luna que brilla

desde alguna parte, como detrás de una colina,

suficiente luz para descifrar

los extraños escritos, el mapa de estrellas

en las paredes interiores.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Me doy vueltas y vueltas en mi viejo individuo (por Gonzalo Rojas)



Que por qué, que hasta cuándo, que si voy a dormir noventa meses,

que moriré sin obra, que el mar se habrá perdido.

Pero yo soy el mar, y no me llamo arruga

ni volumen de nada.

Crezco y crezco en el árbol que va a volar. No hay libro

para escribir el sol. ¿Y la sangre? Trabajo

será que me encuadernen el animal. Poeta

de un tiro: guerrillero.

Me acuerdo, tú te acuerdas, todos nos acordamos

de la galaxia ciega desde donde vinimos

con esta luz tan pobre a ver el mundo.

Vinimos, y eso es todo.

Tanto para eso, madre, pero entramos llorando,

pero entramos llorando al laberinto

como si nos cortaran el origen. Después

el carácter, la guerra.

El ojo no podría ver el sol

si él mismo no lo fuera. Cosmonautas, avisen

si es verdad esa estrella, o es también escritura

de la farsa.

Uno escribe en el viento: ¿para qué las palabras?

Árbol, árbol oscuro. El mar arroja lejos

a los pescados muertos. Que lean a los otros.

A mí con mis raíces.

Con mi pueblo de pobres. Me imagino a mi padre

colgado de mis pies y a mi abuelo colgado

de los pies de mi padre. Porque el minero es uno,

y además venceremos.

Venceremos. El mundo se hace con sangre. Iremos

con las tablas al hombro. Y el fusil. una casa

para América hermosa. Una casa, una casa.

Todos somos obreros.

América es la casa: ¿dónde la nebulosa?

Me doy vueltas y vueltas en mi viejo individuo

para nacer. Ni estrella ni madre que me alumbre

lúgubremente solo.

Mortal, mortuorio río. Pasa y pasa el color,

sangra y sangra mi pueblo, corre y corre el sentido.

Pero el dinero pudre con su peste las aguas.

Cambiar, cambiar el mundo.

O dormir en el átomo que hará saltar el aire en cien mil víboras

cráter de las ciudades bellamente viciosas.

Cementerio volante: ¿dónde la realidad?

Hubo una vez un niño.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Creo en la carne (por Walt Whitman)


Walt Whitman, un cosmos, el hijo de
Manhattan,
turbulento, carnal, sensual, comiendo,
bebiendo y procreando,
no es un sentimental, no mira desde
arriba a los hombres y mujeres ni se
aparta de ellos,
no es más púdico que impúdico
¡Quitad los cerrojos de las puertas!
¡Quitad las puertas mismas de sus quicios!
Quien degrada a otro me degrada a mí,
y todo lo que hace o dice vuelve a la postre a mí.
La inspiración mana y mana de mí,
me recorren la corriente y el índice.
Pronuncio la contraseña primordial,
doy la señal de la democracia,
nada aceptaré, ¡lo juro!, si los demás
no pueden tener su equivalente
en iguales condiciones.
Voces desde hace largo tiempo
enmudecidas me recorren,
voces de interminables generaciones
de cautivos y de esclavos,
voces de enfermos y desahuciados,
de ladrones y de enanos,
voces de ciclos de gestación
y de crecimiento,
y de los hilos que conectan las estrellas,
y de los úteros y de la savia paterna,
y de los derechos de los pisoteados,
de los deformes, vulgares, simples,
tontos, desdeñados,
niebla en el aire, escarabajos que
empujan bolitas de estiércol.
Voces prohibidas me recorren,
voces de sexo y lujuria,
veladas voces cuyo velo aparto,
voces indecentes por mí purificadas
y transfiguradas.
No me tapo la boca con la mano,
trato con igual delicadeza
a los intestinos que a la cabeza
y el corazón,
la cópula no es para mí más grosera
que la muerte.
Creo en la carne y en los apetitos,
y cada parte, cada pizca de mí
es un milagro.
Divino soy por dentro y por fuera, y
santifico todo lo que toco o me toca,
el aroma de estas axilas es más
hermoso que una plegaria,
esta cabeza más que los templos,
las biblias y todos los credos.


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Municipal y obvio (por Joaquín Giannuzzi)



No arriesgó nada

no practicó la irreverencia

no mordió el sexo del paraíso

no padeció la pesadilla del vivir

no aulló por falta de demonios en el vientre

no enturbió el agua de ninguna academia

no gozó la locura de la realidad

no destruyó su propia fisiología

no reveló lo insensato de la sensatez

no orinó ni escupió ni eyaculó fuera de foco

no hizo de la palabra la enemiga total

no metió ningún dedo en la llaga

de ninguna cosa hizo destino

no tuvo miedo de sí mismo

no metió mundo ni absoluto en sus venas

no arrulló entre sus brazos una bomba ni siquiera pacífica

no tuvo pensamiento ni ademanes ni colores militantes

no se encamó con el monstruo de sí mismo

no hizo del vacío una utopía

no amó ni para nacer ni para morir

no telefoneó al otro mundo, no arrojó

bocanadas de sangre sobre el orden y el lenguaje.

Fue correcto adecuado municipal y obvio

o sea una buena persona en el peor sentido de la palabra.

martes, 11 de septiembre de 2012

Supongo que ya están asesinados (por Charles Bukowski)


Las camareras de pelo gris
en los cafés de noche
se rindieron
y mientras camino por las veredas de luz
y miro las ventanas
de las casas de las enfermeras
puedo ver que ya no más
con ellas.
Veo gente sentada en los bancos de la plaza
y puedo ver por el modo
como se sientan y miran
que se acabó.
Veo gente conduciendo coches
y veo por la manera como conducen sus coches
que ni aman ni son amados
ni aprecian el sexo
está todo olvidado
como una vieja película.
Veo gente en las tiendas y supermercados
caminando por los pasillos
comprando cosas
Puedo ver por la manera como
les queda la ropa y por la manera como
caminan y por sus caras y sus ojos
que no les importa nada
y nada se preocupa
por ellos.
Puedo ver cien personas al día
que se rindieron
del todo.
Si voy al hipódromo
o a algún espectáculo deportivo
puedo ver miles
que no sienten nada por nada o
por nadie y no reciben
ningún sentimiento.
Por todas partes veo a aquellos que
no mendigan nada sino
comida, refugio y
ropa, se concentran
en eso,
sin sueños.
No entiendo por qué esa gente no
desaparece,
no entiendo por qué esa gente no
expira,
por qué las nubes
no los asesinan
o por qué los perros
no los asesinan
o por qué las flores y los niños
no los asesinan,
no entiendo.
Supongo que ya están asesinados
sin embargo, no puedo acomodarme al
hecho de que existan
porque son
demasiados.
Cada día
cada noche
hay más de ellos
en el metro
en los edificios
en los parques.
No sienten terror
por amar
o por no
ser amados.
Tantas, tantas, tantas
de mis criaturas
compañeras.

lunes, 10 de septiembre de 2012

La puerta (por Margaret Atwood)



La puerta se abre,

miras lo que hay dentro.

Está oscuro en el interior,

probablemente hay arañas,

no hay nada ahí que tú desees.

Tienes miedo.

La puerta se cierra



La luna llena brilla,

repleta de delicioso zumo,

compras un bolso,

el baile es agradable.

La puerta se abre

y se cierra, tan rápido,

que no te das cuenta.



El sol sale,

tomas un desayuno frugal

con tu marido, aún delgado,

lavas los platos,

quieres a tus hijos,

lees un libro,

vas al a cine.

Llueve de forma moderada.



La puerta se abre,

miras dentro:

¿por qué sigue pasando esto ahora?

¿Es que hay un secreto?

La puerta se cierra.



Cae la nieve,

barres el sendero, resollando,

ya no es tan fácil como antes.

Tus hijos llaman por teléfono, a veces.

Hay que arreglar el tejado.

Te mantienes ocupada.

Llega la primavera.



La puerta se abre:

está oscuro ahí dentro,

hay muchos peldaños hasta abajo.

Pero ¿qué es lo que brilla?

¿Es agua?

La puerta se cierra.



El perro ha muerto.

Ya sucedió antes,

y compraste otro,

pero esta vez, no.

¿Dónde está tu esposo?

Has abandonado el jardín.

El trabajo era demasiado duro.

Por la noche te tapas con mantas;

sin embargo, padeces insomnio.



La puerta se abre:

Oh, dios de los goznes,

dios de los largos viajes,

has cumplido tu palabra.

Ahí dentro está oscuro.

Te confías a las tinieblas.

Entras dentro.

La puerta se cierra.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Apenas si dos pies (por Olga Orozco)



Estos son mis dos pies, mi error de nacimiento,

mi condena visible a volver a caer una vez más bajo las implacables ruedas del zodíaco,

si no logran volar.

No son bases del templo ni piedras del hogar.

Apenas si dos pies, anfibios, enigmáticos,

remotos como dos serafines mutilados por la desgarradura del camino.

Son mis pies para el paso,

paso a paso sobre todos los muertos,

remontando la muerte con punta y con talón,

cautivos en la jaula de esta noche que debo atravesar y corre junto a mí.

Pies sobre brasas, pies sobre cuchillos,

marcados por el hierro de los diez mandamientos:

dos mártires anónimos tenaces en partir,

dispuestos a golpear en las cerradas puertas del planeta

y a dejar su señal de polvo y obediencia como una huella más,

apenas descifrable entre los remolinos que barren el umbral.

Pies dueños de la tierra,

pies de horizonte que huye,

pulidos como joyas al aliento del sol y al roce del guijarro:

dos pródigos radiantes royendo mi porvenir en los huesos del presente,

dispersando al pasar los rastros de ese reino prometido

que cambia de lugar y se escurre debajo de la hierba a medida que avanzo.

¡Qué instrumentos inaptos para salir y para entrar!

Y ninguna evidencia, ningún sello de predestinación bajo mis pies,

después de tantos viajes a la misma frontera.

Nada más que este abismo entre los dos,

esta ausencia inminente que me arrebata siempre hacia delante,

y este soplo de encuentro y desencuentro sobre cada pisada.

¡Condición prodigiosa y miserable!

He caído en la trampa de estos pies

como un rehén del cielo o del infierno que se interroga en vano por su especie,

que no entiende ni sus huesos ni su piel,

ni esta perseverancia de coleóptero solo,

ni este tam-tam con que se le convoca a un eterno retorno.

¿Y adónde va este ser inmenso, legendario, increíble,

que despliega su vivo laberinto como una pesadilla,

aquí, todavía de pie,

sobre dos fugitivos delirios de la espuma, debajo del diluvio?

sábado, 8 de septiembre de 2012

Oficio del azar (por Saiz de Marco)



nubes

con forma de pájaro

con forma de cocodrilo

de rata

de pez

de abeja

grises

blancas

que recuerdan la silueta de un humano

vagamente la semejan

nubes

que emergen y cambian y después se disipan

blando jirón de materia

liviano cuerpo de gas

amasijo de moléculas

vapor suspenso en el aire

estructuras caprichosas decididas por el viento

delicuescentes

sin plan

sin meta a la que llegar

sin designio

sin diseño

piezas de un ciclo que ignoran

inestables y fugaces

parecidas a lo vivo pero sin nervios ahí dentro

(menos mal: de otro modo ¡cambiar les dolería tanto!)

nubes

que nacen y mueren

que se forman y transforman

que se hacen y se rehacen

como ranas

como abejas

como peces

como pájaros

como figuras humanas

oficio del azar

nubes

viernes, 7 de septiembre de 2012

Me suele suceder (por William Bronk)


Disculpe. Pensé por un momento que usted era alguien que conozco.
Me suele suceder. Una vez en el teatro de la plaza
cuando aún se encontraba allí, volví la cabeza
mientas las luces se encendían y me vi allí con una joven
y otra pareja. Fuera en el vestíbulo miré al hombre
y él miró hacia otra parte. No le resultaba conocido.
Bueno, como dicen, es cosa de dos, y de todas formas no sé qué
caso hubiera tenido. ¿Sabemos quiénes somos,
piensa usted? Los niños parecen saberlo. Una vez pregunté
a una niña pequeña. Dijo que había estado enferma. Dijo
que se veía diferente y se sentía diferente. Yo dije,
“Tal vez no eras tú”. ¿Cómo lo sabes?”
“Sí, yo era yo”, dijo ella, “sé que lo era.”
En parte ya no me preocupa
o no como antes. No soy nadie más
y nadie al fin y al cabo. Todo el resto
lo ignoro. No sé nada.
Me golpeó. Pensé que era Harry cuando lo vi
y pensé: “le preguntaré a Harry”. Sin embargo
no creo que él sepa. No es que me confunda.
No quiero decir eso. Si alguien apareciera y dijese,
“Pregúnteme”, no sabría ni por donde empezar.
Ni siquiera tengo preguntas. Es la forma en que me desvanezco
como si yo fuera la persona de una foto instantánea puesta a la luz.
Y el entorno se borra como si despertáramos
en el crepúsculo equivocado y las cosas se volvieran oscuras y grises
cuando las esperábamos más nítidas. De lo real
cada vez menos. No hay punto fijo. Las preguntas fijan
un punto, como las respuestas. Las cosas se mueven otra vez
y sólo queda apartarse. Estaba equivocado:
deberíamos prescindir de preguntas y respuestas
y todo lo que aprendemos es qué sonora resulta nuestra ignorancia.
Eso es lo que quería decirle a Harry.
Usted se le parece. Gracias de todas formas.


jueves, 6 de septiembre de 2012

Con el recuerdo de mi olvido dentro (por Manuel Altolaguirre)

Se agrandaban las puertas. Yo gigante,

con el recuerdo de mi olvido dentro,

atravesaba las estancias,

golpeando las paredes sordas.

¡Qué collar interior en mi garganta

de palabras en germen, de lamentos

que no podían salir, que se estorbaban

en su gran muchedumbre!

¡Cuánto tiempo de olvido incomprensible!

Siempre ella en su ventana.

Su ventana entre dos nubes

-una y ella- siempre.

Y yo distante, agigantado, loco,

con el recuerdo de mi olvido dentro,

pesándome en el alma su naufragio,

agarrándose, hundiéndome,

en un espeso mar de cielos grises.

.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

A veces viene a tocarte un olor (por Tonino Guerra)



Cuatro hermanos de mi padre

y una hermana de noventa años, la Nazarena,

vivían en América y a veces mandaban postales

como si fueran marineros que metían

mensajes en las botellas y las tiraban al mar.

He encontrado unas palabras de la Nazarena

dirigidas a mi padre: “Eduardo,

hemos tocado fondo y ahora nos toca

hacer cuentas con la vida. Aquí en Brasil

me acuerdo a menudo de aquella vez

que fuimos a vender pescado

a la feria de Verucchio un viernes de 1913

y la riada se llevó el puente delante

de nuestros ojos y nos quedamos un día

entero sentados en la hierba,

mirando el agua, sin poder cruzar.

En las cajas se echó todo a perder

y todavía siento aquella peste de pescado que

ahora me parece que es el olor de mi vida.”



“La Tartamuda” era una muchacha

que caminaba en chanclas

y se vestía con cuatro trapos

que se le pegaban a las tetas

duras como piedras. Su tartamudez

era tan grande que te venían ganas

de ayudarla y ponías palabras

en medio de las suyas

hasta que quedaba claro lo que quería decir

y entonces de la alegría

se echaba a reír, temblaba con un gozo

que parecía nacerle de dentro de la carne.



De los montes un polvo de agua fina

como la seda

apaga las últimas brasas del verano

y yo me pongo mi chaqueta de pana.



A pesar de que llovían

en la ventana rayas de agua larga

y espesa, se veía en los montes

la luna clara.



Fueron aquellos días

en que nos dábamos la mano

y las promesas quedaban escritas en las piedras.

Hoy ya todo da igual:

te abraza alguien

y es sólo un montón de trapos.



A veces viene a tocarte un olor

que no entendías desde hace años

y ves cruzar el cuarto

a la niña con su cubo de agua.



El mar tiene los peces en sus manos.



martes, 4 de septiembre de 2012

Ninguna lengua es la patria (por Lêdo Ivo)



Mi patria no es la lengua portuguesa.
Ninguna lengua es la patria.
Mi patria es la tierra blanda y pegajosa donde nací
y el viento que sopla en Maceió.
Son los cangrejos que corren por el lodo de los manglares
y el océano cuyas aguas siguen mojando mis pies cuando sueño.
Mi patria son los murciélagos colgados del techo de madera de las iglesias carcomidas,
los locos que bailan al atardecer en los hospicios junto al mar,
y el cielo curvado por las constelaciones.
Mi patria son las sirenas de los barcos
y el faro en lo alto de la colina.
Mi patria es la mano del mendigo en la mañana radiante.
Son los astilleros podridos
y los cementerios marinos donde mis antepasados tuberculosos y palúdicos no
paran de toser y de temblar en las noches frías
y el olor del azúcar en los almacenes portuarios
y las tainhas que se debaten en las redes de los pescadores
y las ristras de cebolla enrolladas en la tiniebla
y la lluvia que cae sobre los corrales de pesca.
La lengua que utilizo no es ni nunca fue mi patria.
Ninguna lengua engañosa en la patria.
Ella sólo sirve para que yo celebre mi grande y pobre patria muda,
mi patria disentérica y desdentada, sin gramática y sin diccionario,
mi patria sin lengua y sin palabras.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Pasé por su camino hace ya tiempo (por Walt Whitman)



Creo que podría volverme a vivir con los animales.
¡Son tan plácidos y tan sufridos!
Me quedo mirándolos días y días sin cansarme.
No preguntan
ni se quejan de su condición;
no andan despiertos por la noche
ni lloran por sus pecados.
Y no me molestan discutiendo sus deberes para con Dios...
No hay ninguno descontento,
ni ganado por la locura de poseer las cosas.
Ninguno se arrodilla ante los otros,
ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos
antes que él.
En toda la tierra no hay uno solo que sea desdichado o venerable.

Me muestran el parentesco que tienen conmigo,
parentesco que acepto.
Me traen pruebas de mí mismo,
pruebas que poseen y me revelan.
¿En dónde las hallaron?
¿Pasé por su camino hace ya tiempo y las dejé caer sin darme cuenta?

Camino hacia delante, hoy como ayer y siempre,
siempre más rico y más veloz,
infinito, lleno de todos y lo mismo que todos,
sin preocuparme demasiado por los portadores de mis recuerdos,
eligiendo aquí solo a aquél que más amo y marchando con él en un abrazo
fraterno.

Éste es un caballo ¡Miradlo!
Soberbio,
tierno,
sensible a mis caricias,
de frente altiva y abierta,
de ancas satinadas,
de cola prolija que flagela el polvo,
de ojos vivaces y brillantes,
de orejas finas,
de movimientos flexibles...
Cuando lo aprisionan mis talones, su nariz se dilata,
y sus músculos perfectos tiemblan alegres cuando corremos en la pista...
pero yo solo puedo estar contigo un instante.
Te abandono, maravilloso corcel.
¿Para qué quiero tu paso ligero si yo galopo más deprisa?
De pie o sentado, corro más que tú.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Porque yo soy así (por Bernardo Atxaga)


Hay días malos en la vida.
Son verdaderamente malos, efectivamente.
¿Y qué pasa entonces?
Pues pasa que me meto debajo de la cama.
Eso pasa, efectivamente.
Va Grogó y me dice: ¿Salimos de paseo?
Yo le digo: ¡No! ¡Déjame en paz!
¿No ves que es un día malo, efectivamente?
Luego viene Mary Brau Brau
y me invita a jugar a los ratones.
Yo le digo: ¡No! ¡Déjame en paz!
¿No ves que es un día malo, efectivamente?
Más tarde vienen los dos juntos,
me ruegan, me imploran, me lloran etcétera.
¿No quieres leer un cuento muy divertido?, dicen.
Yo no digo nada, guardo silencio, efectivamente,
porque yo soy así, tengo mucha personalidad.
Viene por fin una señora, y me razona así:
¿No quieres salir de debajo de la cama?
Ya sé que es un día malo efectivamente,
pero es que pasa una cosa…
¿Qué cosa?, pregunto yo toda intrigada.
Ella responde: Pues pasa que te he preparado
un plato de carne con arroz. ¿Qué hago? ¿Lo tiro?
¿Tirar?, grito yo, ¿Estás loca o qué?
Salgo de mi escondite
y voy a la cocina disparada;
toda regla tiene sus escorpiones.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Flecha (por Roberto Juarroz)


Una flecha atraviesa el universo.
No importa quién la haya lanzado.
Traspasa igualmente lo fluido y lo sólido
lo visible y lo invisible.
Tratar de calcular adónde va
sería como imaginar que hay un muro en la nada.

Flecha desde lo anónimo a lo anónimo,
desde un abismo que no es un origen
hacia otro abismo que no es un destino,
movimiento que no parece un movimiento
sino un éxtasis que se renueva a cada instante.

Yo la encuentro en tu mano
o tú en mi pensamiento.
Puedo verla entrando en una nube,
cortando en dos un pájaro,
saliendo de las flores y las lluvias,
hendiendo una ceguera,
traspasando a los muertos.

Tal vez su ejemplar anonimato
nos convoca a nuestro propio anonimato,
para poder también librarnos
de nuestro comienzo y nuestro fin.