pasarse treinta horas en el escritorio,
se alza de su rostro una neblina,
la bata se le pega
a sus velludos muslos cuando
se rasca, demorándose
ante la ventana abierta.
Afuera, en el bulevar,
las manos blancas y bruscas de los acreedores
estiran bigotes y corbatas,
las damas jóvenes piensan en Chateaubriand
mientras pasean con sus parejas,
los carruajes traquetean vacíos, oliendo
a cuero y a la grasa de los ejes.
Como un enorme caballo de tiro, Balzac
bosteza, resopla, se mueve con pesadez
hasta el baño
y, abriendo la bata,
apunta al orinal de principios de siglo
un gran chorro de pis. La cortina de encaje atrapa
la brisa. ¡Espera! Una última escena
antes de irse a dormir. Su cerebro rebulle mientras
vuelve al escritorio — la pluma,
el frasco de la tinta, las cuartillas revueltas.
6 comentarios:
A quien Dios le da un don, también le da un látigo.
LLETRAFERITS
Yo soy abstemio... entre trago y trago.
(JOYCE)
Cuando alguien empieza por decirme "Te voy a ser franco..." los pelos se me ponen de punta... Adivino que me va a tirar a la cara alguna verdad brutal. ¡Con lo agradable que es vivir en un delicado engaño!
(RIBEYRO)
Los clásicos siguen plagiándonos desde la tumba.
Lo prostituyen todo
con su ánimo gastado en circunloquios.
Lo explican todo. Monologan
como máquinas llenas de aceite.
Lo manchan todo con su baba metafísica.
Yo los quisiera ver en los mares del sur
una noche de viento real,
con la cabeza vaciada en el frío,
oliendo la soledad del mundo,
sin luna,
sin explicación posible,
fumando en el terror del desamparo.
(GONZALO ROJAS)
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