jueves, 12 de mayo de 2011
Me habita un grito (por Sylvia Plath)
Dice: conozco el fondo. Lo conozco con mi profunda raíz.
Tú le temes.
Yo no: estuve ahí.
¿Es el mar lo que oyes en mí,
la ansiedad del mar?
¿O es la voz de la nada, tu locura?
El amor es una sombra.
Cómo mientes y lloras por él.
Escucha: estos son sus cascos: se fue, como un caballo.
Resonando, resonando,
Toda la noche galoparé como él, impetuosamente,
hasta que tu cabeza sea una piedra y tu almohada un poco de césped.
¿O he de traerte el sonido de los venenos?
Esta gran calma es la lluvia.
Y éste es su fruto blanco acerado, se parece al arsénico.
He sufrifo la atrocidad de las puestas de sol.
Abrasados hasta la raíz,
mis filamentos rojos arden y resisten, una mano de alambres.
Ahora me rompo en pedazos que vuelan como clavos.
Un viento tan violento
no tolerará espectadores. Debo aullar.
También la luna es cruel: me arrastraría
sin piedad, si fuese estéril.
Su resplandor me hiere. O tal vez la he atrapado.
La dejo ir. La dejo ir.
Disminuida y aplastada como después de una cirugía general.
¡Cómo me poseen tus pesadillas, y me enriquecen!
Me habita un grito.
De noche se agita
buscando con sus garras algo para amar.
Me aterra esta cosa oscura
que duerme en mí;
Todo el día siento su suave insidia, su malignidad.
Las nubes pasan y desaparecen.
¿Son así los rostros del amor, tan pálidos e irrecuperables?
¿Por eso se conmueve mi corazón?
Ése es todo mi saber.
¿Qué es eso, esa cara asesina
ahorcada entre las ramas?
Sus ácidos ofídicos besan.
Petrifica la voluntad. Estos son los lentos y torpes deslices
que matan.
Tú le temes.
Yo no: estuve ahí.
¿Es el mar lo que oyes en mí,
la ansiedad del mar?
¿O es la voz de la nada, tu locura?
El amor es una sombra.
Cómo mientes y lloras por él.
Escucha: estos son sus cascos: se fue, como un caballo.
Resonando, resonando,
Toda la noche galoparé como él, impetuosamente,
hasta que tu cabeza sea una piedra y tu almohada un poco de césped.
¿O he de traerte el sonido de los venenos?
Esta gran calma es la lluvia.
Y éste es su fruto blanco acerado, se parece al arsénico.
He sufrifo la atrocidad de las puestas de sol.
Abrasados hasta la raíz,
mis filamentos rojos arden y resisten, una mano de alambres.
Ahora me rompo en pedazos que vuelan como clavos.
Un viento tan violento
no tolerará espectadores. Debo aullar.
También la luna es cruel: me arrastraría
sin piedad, si fuese estéril.
Su resplandor me hiere. O tal vez la he atrapado.
La dejo ir. La dejo ir.
Disminuida y aplastada como después de una cirugía general.
¡Cómo me poseen tus pesadillas, y me enriquecen!
Me habita un grito.
De noche se agita
buscando con sus garras algo para amar.
Me aterra esta cosa oscura
que duerme en mí;
Todo el día siento su suave insidia, su malignidad.
Las nubes pasan y desaparecen.
¿Son así los rostros del amor, tan pálidos e irrecuperables?
¿Por eso se conmueve mi corazón?
Ése es todo mi saber.
¿Qué es eso, esa cara asesina
ahorcada entre las ramas?
Sus ácidos ofídicos besan.
Petrifica la voluntad. Estos son los lentos y torpes deslices
que matan.
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3 comentarios:
Lo poco agrada y lo mucho enfada.
La razón no es todopoderosa. Es sólo una trabajadora tenaz, tanteadora, cauta y crítica.
(POPPER)
De mi cuerpo putrefacto
surgirán las flores
y yo estaré en ellas.
La eternidad.
(MUNCH)
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