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jueves, 14 de febrero de 2019

Extranjero en la propia alma (por Fernando Pessoa)


Nadie me conoció bajo la máscara de la identidad ni supo nunca que era una máscara, porque nadie sabía que en este mundo hay enmascarados. Nadie supuso que junto a mí estuviera otro que, al fin, era yo. Siempre me juzgaron idéntico a mí.

Vivimos todos lejanos y anónimos; y disfrazados sufrimos, desconocidos. Para unos esta distancia entre un ser y ellos mismos jamás se revela; para otros resulta de cuando en cuando iluminada, con horror o dolor, por un relámpago sin límites; para algunos ésta es la penosa constancia y cotidianidad de la vida.

Saber bien que quienes somos no nos atañe, que lo que pensamos o sentimos es siempre una traducción, saber todo eso a cada minuto, sentir todo eso en cada sentimiento, ¿no será ser extranjero en la propia alma, exiliado en las propias sensaciones?


6 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...

Todos somos extraños y extranjeros de nosotros.

Cada hombre es un abismo, y cada mujer lo mismo.

Fuego de palabras dijo...

Cada vez que sufro,
cada vez que pierdo,
cada vez que estoy
a punto de abandonarme,
reviso mis bolsillos,
descubro una cerilla,
y enciende.

(NEORRABIOS@)

Lloviendo amares dijo...

Ni un solo hombre
ni una sola mujer
sabe quién es.

ORáKULO dijo...

El cerebro segrega conciencia igual que el hígado segrega bilis.

TóTUM REVOLùTUM dijo...

Una criatura de nervios modernos, de inteligencia sin cortinas, de sensibilidad despierta, tiene la obligación cerebral de cambiar de opinión y de certeza varias veces en el mismo día. Debe tener, no creencias religiosas, opiniones políticas, predilecciones literarias, sino sensaciones religiosas, impresiones políticas, impulsos de admiración literaria.

Ciertos estados de alma de la luz, ciertas actitudes del paisaje tienen, sobre todo cuando son excesivos, el derecho de exigir a quien está frente a ellos determinadas opiniones políticas, religiosas y artísticas, aquellas que ellos insinúen, y que variarán, como es de entender, conforme ese exterior varíe. El hombre disciplinado y culto hace de su sensibilidad y de su inteligencia espejos del ambiente transitorio: es republicano a la mañana, y monárquico al crepúsculo; ateo bajo un sol descubierto y católico ultramontano a ciertas horas de sombra y de silencio...

Convicciones profundas, sólo las tienen las criaturas superficiales. Los que no miran hacia las cosas apenas las ven sólo para no tropezar con ellas, esos son siempre de la misma opinión, son los íntegros y los coherentes. La política y la religión gastan de esa leña, y es por eso que arden tan mal ante la Verdad y la Vida.

(PESSOA)

casa de citas dijo...

Cuando contemplo algo bello, desearía ser dos.

(GOYA)