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miércoles, 27 de febrero de 2019

Plegaria (por Delmira Agustini)

—Eros: ¿acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?
Se dirían crisálidas de piedra
de yo no sé qué formidable raza
en una eterna espera inenarrable.
Los cráteres dormidos de sus bocas
dan la ceniza negra del Silencio;
mana de las columnas de sus hombros
la mortaja copiosa de la Calma,
y fluye de sus órbitas la noche;
víctimas del Futuro o del Misterio,
en capullos terribles y magníficos
esperan a la Vida o a la Muerte.
Eros: ¿acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?

Piedad para las vidas
que no doran a fuego tus bonanzas,
ni riegan o desgajan tus tormentas;
piedad para los cuerpos revestidos
del armiño solemne de la Calma,
y las frentes en luz que sobrellevan
grandes lirios marmóreos de pureza,
pesados y glaciales como témpanos;
piedad para las manos enguantadas
de hielo, que no arrancan
los frutos deleitosos de la Carne
ni las flores fantásticas del alma;
piedad para los ojos que aletean
espirituales párpados:
escamas de misterio,
negros talones de visiones rosas...
¡Nunca ven nada por mirar tan lejos!

Piedad para las pulcras cabelleras
«místicas aureolas»
peinadas como lagos
que nunca airea el abanico negro,
negro y enorme de la tempestad;
piedad para los ínclitos espíritus
tallados en diamante;
altos, claros, extáticos
pararrayos de cúpulas morales;
piedad para los labios como engarces
celestes, donde fulge
invisible la perla de la Hostia;
«labios que nunca fueron,
que no apresaron nunca
un vampiro de fuego
con más sed y más hambre que un abismo».
Piedad para los sexos sacrosantos
que acoraza de una
hoja de viña astral la Castidad;
piedad para las plantas imantadas
de eternidad, que arrastran
por el eterno azur
las sandalias quemantes de sus llagas;
piedad, piedad, piedad
para todas las vidas que defiende
de tus maravillosas intemperies
el mirador enhiesto del Orgullo:
apúntales tus sales o tus rayos...

Eros: ¿acaso no sentiste nunca
piedad de las estatuas?...



5 comentarios:

Tragikomedia dijo...


Piedad para todos los corazones fríos, y ojalá que Eros les haga entrar en calor.

Lloviendo amares dijo...

yo la conocí y blablabla
entonces ella –plum– dijo sí
y ya se sabe –zas– en un segundo
estábamos –uf– en el aire
–flas flas flas– volábamos en el aire
que –agg– yo imprimí
para siempre como tres líneas con un tactactac
de máquina impresora impresionante
ella –ahhh– abrió la boca en que destellan
los matices blancos de su seda dental
y escribía yo y escribía cuántos hilos
pueden desprenderse –brrr– de cualquier hombre
se me ocurren –hum– cerca de tres o cuatro
y también se me ocurre –ahá– quién los maneja
pero en esto estaba cuando –crac–
aurícula sacó su dura congruencia
ante el muac distinto que me daba
así que piedras puse y límites todos los posibles
pero convine con lo sensato un pacto largo
y –plin– vino el destino a ser huésped de mi casa
os pongo la mesa desde entonces
yo slurp digo tú que stop
yo shhhh tú bah y yo humm
desde entonces de tus slam mis snifs
glub ante tu ringggg
uf ante tu plaf y bua ante tus bah
así que toctoctoc llamé a tu metalenguaje
y no había nadie
buff y para esto rasss
mi paciencia arqueó las piernas
si tu ya no mmm
entonces yo ya no ahhhh
así que
booom

(María Eloy-García)

Fuego de palabras dijo...

Nunca nadie podrá tener derecho
a exigirme una mueca. ¡Tantas cosas
se pueden ocultar bien en el pecho!

(EVARISTO CARRIEGO)

cajón desastre dijo...

Yo creía que ser amado hubiera sido una injusticia: no creía merecer ningún amor especial, y recuerdo que los cumpleaños me avergonzaban, porque todos me colmaban de regalos y yo pensaba que no había hecho nada para merecerlos y que era una especie de impostor.

(BORGES)

casa de citas dijo...


Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa lo que diga, no importa con qué argumentos trate de defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las preguntas son éstas: ¿quién eres?, ¿qué has querido de verdad?, ¿qué has sabido de verdad?, ¿a qué has sido fiel o infiel?... ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía?... Estas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera.

(SÁNDOR MÁRAI)