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martes, 28 de mayo de 2019

Viajaré (por Saiz de Marco)


abandonaré el suelo
dejaré este entramado
las montañas
los valles
los océanos

la Tierra
lo que "el mundo" designa
los minutos
las horas sucediéndose siempre
me iré de la materia
me iré de la consciencia
partiré de mi adentro
de mi propio sentirme
romperé la membrana
desgarraré la cápsula

del recinto saldré por su única abertura
pasaré por regiones que jamás he cruzado
y a un allí 

o
un no-allí

alejado de todo
distante
extranjerísimo
a un sitio

a un in-sitio
sabiendo o sin saberlo viajaré




8 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...

Por su única abertura!

Algo así le dijo el Principito a la serpiente.

Isidoro Capdepón dijo...

Al lado del pozo había una ruina de un viejo muro de piedras. Cuando volví de mi trabajo al día siguiente por la tarde, vi desde lejos al principito sentado en lo alto con las piernas colgando. Lo oí que hablaba.

-¿No te acuerdas? ¡No es aquí con exactitud!

Alguien le respondió sín duda, porque él replicó:

-¡Sí, sí; es el día, pero no es este el lugar!

Proseguí mi marcha hacia el muro, pero no veía ni oía a nadie. Y sin embargo, el principito replicó de nuevo.

-¡Claro! Ya verás dónde comienza mi huella en la arena. No tienes más que esperarme, que allí estaré yo esta noche.

Yo estaba a veinte metros y continuaba sin distinguir nada.

El principito, después de un silencio, dijo aún:

-¿Tienes un buen veneno? ¿Estás segura de no hacerme sufrir mucho?

Me detuve con el corazón oprimido, siempre sin comprender.

-¡Ahora vete -dijo el principito-, quiero volver a bajarme.

Isidoro Capdepón dijo...

Dirigí la mirada hacia el pie del muro e instintivamente di un brinco. Una serpiente de esas amarillas que matan a una persona en menos de treinta segundos, se erguía en dirección al principito. Echando mano al bolsillo para sacar mi revólver, apreté el paso, pero, al ruido que hice, la serpiente se dejó deslizar suavemente por la arena como un surtidor que muere, y, sin apresurarse demasiado, se escurrió entre las piedras con un lígero ruido metálico.

Llegué junto al muro a tiempo de recibir en mis brazos a mi principito, que estaba blanco como la nieve.

-¿Pero qué historia es ésta? ¿De charla también con las serpientes?

Le quité su eterna bufanda de oro, le humedecí las sienes y le di de beber, sin atreverme a hacerle pregunta alguna. Me miró gravemente rodeándome el cuello con sus brazos. Sentí latir su corazón, como el de un pajarillo que muere a tiros de carabina.

-Me alegra -dijo el principito- que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina. Así podrás volver a tu tierra…

-¿Cómo lo sabes?

Precisamente venía a comunicarle que, a pesar de que no lo esperaba, había logrado terminar mi trabajo.

No respondió a mi pregunta, sino que añadió:

-También yo vuelvo hoy a mi planeta…

Luego, con melancolía:

-Es mucho más lejos… y más difícil…

Me daba cuenta de que algo extraordinario pasaba en aquellos momentos. Estreché al principito entre mis brazos como si fuera un niño pequeño, y no obstante, me pareció que descendía en picada hacia un abismo sin que fuera posible hacer nada para retenerlo.

Su mirada, seria, estaba perdída en la lejanía.

-Tengo tu cordero y la caja para el cordero. Y tengo tambíén el bozal.

Y sonreía melancólicamente.

Esperé un buen rato. Sentía que volvía a entrar en calor poco a poco:

-Has tenido miedo, muchachito…

Lo había tenido, sin duda, pero sonrió con dulzura:

-Esta noche voy a tener más miedo…

Me quedé de nuevo helado por un sentimiento de algo irreparable.
Pero él me dijo:

-Esta noche hará un año. Mi estrella se encontrará precisamente encima del lugar donde caí el año pasado

Isidoro Capdepón dijo...

-Por la noche mirarás las estrellas; mi casa es demasiado pequeña para que yo pueda señalarte dónde se encuentra. Así es mejor; mi estrella será para ti una cualquiera de ellas. Te gustará entonces mirar todas las estrellas. Todas ellas serán tus amigas. Y además, te haré un regalo…

Y rió una vez más.

-¡Ah, muchachito, muchachito, cómo me gusta oír tu risa!

-Mi regalo será ése precisamente, será como el agua…

-¿Qué quieres decir?

La gente tiene estrellas que no son las mismas. Para los que viajan, las estrellas son guías; para otros sólo son pequeñas lucecítas. Para los sabios las estrellas son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas se callan. Tú tendrás estrellas como nadie ha tenido…

-¿Qué quieres decir? -Cuando por las noches mires al cielo, al pensar que en una de aquellas estrellas estoy yo riendo, será para ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú sólo tendrás estrellas que saben reír!

Y rió nuevamente.

-Cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno) estarás contento de haberme conocido. Serás mi amigo y tendrás ganas de reír conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana sólo por placer y tus amigos quedarán asombrados de verte reír mirando al cielo.


-Esta noche ¿sabes? no vengas…

-No te dejaré.

-Pareceré enfermo… Parecerá un poco que me muero… es así. ¡No vale la pena que vengas a ver eso…!

-No te dejaré.

Pero estaba preocupado.

-Te digo esto por la serpiente; no debe morderte. Las serpientes son malas. A veces muerden por gusto…

-He dicho que no te dejaré.

Pero algo lo tranquilizó.

-Bien es verdad que no tienen veneno para la segunda mordedura…

Isidoro Capdepón dijo...

Aquella noche no lo vi ponerse en camino. Cuando le alcancé marchaba con paso rápido y decidido y me dijo solamente:

-¡Ah, estás ahí!

Me cogió de la mano y todavía se atormentó:

-Has hecho mal. Tendrás pena. Parecerá que estoy muerto, pero no es verdad.

Yo me callaba.

-¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo que pesa demasiado.

Seguí callado.

-Será como una corteza vieja que se abandona. No son nada tristes las viejas cortezas…

Yo me callaba. El principito perdió un poco de ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo:

-Será agradable ¿sabes? Yo miraré también las estrellas. Todas las estrellas me darán de beber.

Yo me callaba.

-¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles y yo quinientos millones de fuentes…

El principito se calló también; estaba llorando.

-Es allí; déjame ir solo.

Se sentó porque tenía miedo. Dijo aún:

-¿Sabes?… mi flor… soy responsable… ¡y ella es tan débil y tan inocente! Sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra todo el mundo…

Me senté, ya no podía mantenerme en pie.

-Ahí está… eso es todo…

Vacíló todavía un instante, luego se levantó y dio un paso. Yo no pude moverme.

Un relámpago amarillo centelleó en su tobillo. Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito. Luego cayó lentamente como cae un árbol, sin hacer el menor ruido a causa de la arena.

Pablo dijo...

La cama del amor era una roja

palabra.


La cama era una bestia de obediencia,

una becerra blanca

con guedejas de sol entre las nubes.


La cama estaba abierta como un pájaro

con las plumas en vilo por los aires.


Relámpagos de sangre

transpiraba su orquesta palpitante.


Mantas como llanuras con palomas,

espacio como un vientre bajo un vientre.



(JUAN EDUARDO CIRLOT)

TóTUM REVOLùTUM dijo...

La constante, monótona e intempestiva repetición de los Evangelios, ha desvirtuado para nosotros su romántico encanto, su lozanía, su ingenuidad, su sencillez.

(OSCAR WILDE)

ORáKULO dijo...

Contar las penas duele. No contarlas duele más.