Tuve la feliz idea de suspender algunos globos azules en el aire
y verlos estallar.
Tuve la feliz idea de poner mi pequeño caballo de cobre en el estante para que pudiéramos mirarnos el uno al otro toda la noche.
Tuve la feliz idea de crear un vacío en mi interior.
Pensé que era algo natural.
Pensé que era algo sobrenatural.
Tuve la feliz idea de anudar una bufanda azul alrededor de mi cabeza y enrollarla.
Tuve la feliz idea de que en algún lugar nacería un niño que en nada se parecería a Helena o a Jesús, excepto en la intención de cambiarlo todo.
Tuve la feliz idea de que algún día iba a experimentar el placer y el castigo, que los conocería y los padecería,
Y que, hasta que lo hiciera, sería casi mejor fingirlo.
Tuve la feliz idea de decir que soy feliz.
Tuve la feliz idea de que el perro que escarba un hoyo en el patio en el crepúsculo tenía la nariz profundamente amoldada a la vida.
Tuve la feliz idea de que lo que no comprendo es más real que lo que comprendo,
y entonces la felicísima idea de calzarme
los dos zapatos de terciopelo azul.
Tuve la feliz idea de pulir el cristal reflectante y decir
hola a mi propia alma azul. Hola, alma azul. Hola.
Fue mi idea más feliz.
2 comentarios:
Tuve la feliz idea de ser yo mism@ y no lo lo que l@s demás quieran que sea .
cuando una mañana gregor samsa
despabiló de sueños inquietantes
se encontró transformado en un monstruoso
parásito estaba recostado
sobre el caparazón duro de espaldas
y al levantar un poco la cabeza
veía su barriga curva parda
dividida en arqueadas rigideces
a cuya altura el edredón apenas
se mantenía sin caerse entero
sus varias patas tristemente flacas
en relación al resto del volumen
parpadeaban inermes a sus ojos
qué me pasó pensaba no era un sueño
(ENRIQUE WINTER)
Publicar un comentario