Sé que estás leyendo este poema
tarde, antes de dejar la oficina
esa de la intensa luz amarilla y la ventana en penumbras
en el cansancio de un edificio que se diluye en la quietud
mucho después de la hora punta. Sé que estás leyendo este poema
en una librería, de pie, lejos del mar
una tarde gris a inicios de la primavera, con débiles copos de nieve
llegados desde el enorme espacio de praderas que te rodean.
Sé que estás leyendo este poema
en un cuarto donde tuviste que tolerar demasiado
las sábanas se ven revueltas, paralizadas sobre la cama
y la maleta abierta habla de un vuelo
pero no puedes partir todavía. Sé que estás leyendo este poema
mientras el Metro pierde impulso y antes de correr
escaleras arriba
hacia una clase de amor desconocido
que tu vida aún nunca permitió.
Sé que estás leyendo este poema a la luz
del televisor donde imágenes sin sonido irrumpen y se suceden
mientras esperas noticias de la Intifada.
Sé que estás leyendo este poema en una sala de espera
entre ojos conocidos y hostiles, llena de empatía con extraños.
Sé que estás leyendo este poema bajo una luz fluorescente
con el aburrimiento y la fatiga de los jóvenes excluidos,
que se excluyen a sí mismos de la vida con excesiva rapidez. Sé
que estás leyendo este poema con la vista que te falla, que gruesos
lentes agigantan estas letras hasta borrar todo sentido, y aun así
persistes porque el abecedario mismo es valioso.
Sé que estás leyendo este poema mientras esperas que en la cocina
se caliente la leche, con un niño que llora en tus brazos, un libro en la mano
porque la vida es breve y tú también estás sedienta.
Sé que estás leyendo este poema escrito en un idioma que no es el tuyo
adivinando ciertas palabras mientras otras te fuerzan a seguir
y yo quiero saber cuáles son esas palabras.
Sé que estás leyendo este poema con el deseo de oír algo, desgarrada
entre la amargura y la esperanza.
como quien regresa una vez más a la tarea indispensable.
Sé que estás leyendo este poema porque no queda
ya nada que leer ahí donde llegaste, desnuda como estás.
2 comentarios:
Una distancia recorrida, una ciudad deshabitada. En una
ciudad perdida,
una ciudad habitada - nunca hubo tiempo.
El reflejo de la lluvia, una lluvia.
Un saludo, una seña - te saludan y se van.
Una música escuchada, un olvido - un olvido y no sé qué,
un trance de inconsciencia,
un olor,
una mirada
- qué recuerdo no se hunde, qué recuerdo no refluye.
Y eso es todo.
Nada ni nadie se queda; es uno mismo.
Todo se queda con uno, y nada se queda
- la substancia, la tierra. Lo que no se toca, lo que se toca,
lo que no hay,
todo es y se queda,
Lo que ha sido, lo que es, lo que ha de ser, no hay tiempo
- no hay nada - todo es.
No te duelas
- no te duelas nada.
Nunca hubo un tiempo; nunca ha sido nada; el
humano todo lo tiene
- cosa grave es la esperanza.
Decir adiós y volverse adiós,
es lo que cabe.
(JAIME SÁENZ)
Esto escribía servidor allá por los Idus de Marzo de 2015. Ahora, pa Zumo:
LETANÍA PARA LA REINA DE SABA
Oh, reina de Saba sobre palanquín de nubios en holganza sediciosa, suprema vestal del templo de Amoc, inconsútil dama de túnica de azafrán del Tíbet cismontano, bacante de solera acreditada entre las mejores somelieras del padre Tigris, náyade oceánica de los esteros de Tartesos, flor horadada de la Capadocia, cleptómana ávida de los cielos del domado Betis, azucarero cornucópico de salazones boreales, espiga de la Hélade, flor de Etiopía, mater intemerata, gacela galopante, amazona pérfida del talado bosque de Sherwood, eje lúbrico del carro del país de los trasgos celtas, rosa de Alejandría, gramínea de la ribera del Escamandro sangriento, guijarro de cuarcita (¡que bonita...!) de las grutas mareales de la playa de Cuevas del Mar, camarera sin trípode, vidrio esmerilado del arenal de los cristales de Luanco astúrico, dulcísma naranja amarga de la medina de Abjkqa- Vemoh, custodia de la mano de orífices beduinos, tomadora de pulsos de los suburbios de Calcuta, aguadora voluntaria del Marathón de Greenwich, refugium pecatorum, causa nostrae laetitiae...
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