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martes, 29 de diciembre de 2020

Pero no es de esta tierra (por Milo De Angelis)


Subes al tranvía número catorce y estás destinado a bajar

en un tiempo que ya mediste miles de veces

pero que no conoces de verdad,

observas arriba los cables tendidos y abajo el asfalto húmedo,

el asfalto que recibe la lluvia y llama desde lo profundo,

nos recoge en un respiro que no es de esta tierra, y entonces

miras el reloj, saludas al conductor. Todo es como siempre

pero no es de esta tierra y con la palma de la mano

limpias el vapor del vidrio, escrutas los espectros que corren

por las vías y cuando le sonríes a ella vestida de amaranto

que baja rápido los dos escalones, haces con la mano un gesto

que parecía un saludo pero que es un adiós.


3 comentarios:

Lloviendo amares dijo...

Si el Eterno Espectador dejara de soñarnos un solo instante, nos fulminaría, blanco y brusco relámpago, Su olvido.

(BORGES)

Fuego de palabras dijo...

Hoy encontré en la calle a un viejo amigo que escribía poemas,
delicados, modestos y radiantes poemas.
Y me contó el amigo que en otro tiempo fue la poesía
una indagación de su ser,
que fue la poesía un hermoso momento de su vida,
que después se casó, tuvo hijos, y ahora peleaba duramente
por el pan de los suyos
y no escribía más poemas porque ya no necesitaba escribirlos.
Y yo le dije me parece muy bien:
vives en el poema verdadero
que es vivir con aquellos, por aquellos que amas.
Y mi amigo se fue, su rostro triste y sus espaldas encorvadas,
y yo pensé que cada uno tiene derecho a vivir como puede,
pero en el fondo un sentimiento me decía
que en él había algo vencido,
que si uno peleó por sacudirle el polvo a las palabras
y el resplandor de las palabras le quemó hasta los tuétanos,

ya no se puede ir para atrás porque entonces los vampiros
avanzan
y hasta Rimbaud, si hemos de creer a su hermana, comprendió
en su agonía
que hay que morir peleando por el poema de siempre.

(RAÚL GUSTAVO AGUIRRE)

TóTUM REVOLùTUM dijo...

En lo alto de la torre está el reloj,

aún más alto está el sol.

Hora tras hora, el uno dicta mi obituario;

el otro, no habla: brilla y existe.


No sé quién mide el tiempo aquí:

si aquel que da las horas en la alta torre,

si aquel que sólo alumbra, y se ríe

de que alguien pueda suponer que muere.

(PESSOA)