martes, 21 de mayo de 2013
Si te quedas conmigo (por Josep M. Rodríguez)
No te vayas aún, quédate un rato.
El día nace para destruirse,
y nuestra juventud es el periódico
de ayer.
Amanece conmigo.
Deja que sea la presa la que defina al cazador
y que este instante valga
por cualquier otro instante.
El sol es una broca
de luz:
se abre paso,
no nos necesita.
Si te quedas conmigo,
emergeremos juntos de la noche
igual que el tallo brota de lo oscuro:
Cada vez más fuertes.
No te vayas aún
y quédate conmigo:
Escucharemos cómo
ola
a ola
tartamudea el mar,
como aprendiendo a pronunciar tu nombre.
El día nace para destruirse,
y nuestra juventud es el periódico
de ayer.
Amanece conmigo.
Deja que sea la presa la que defina al cazador
y que este instante valga
por cualquier otro instante.
El sol es una broca
de luz:
se abre paso,
no nos necesita.
Si te quedas conmigo,
emergeremos juntos de la noche
igual que el tallo brota de lo oscuro:
Cada vez más fuertes.
No te vayas aún
y quédate conmigo:
Escucharemos cómo
ola
a ola
tartamudea el mar,
como aprendiendo a pronunciar tu nombre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Vivimos engañados y engañando, contando sólo una parte, ocultando otra, y nunca las mismas partes a las diferentes personas.
(JAVIER MARÍAS)
Si pienso en la nada, ya no existe la nada.
(ALEJANDRO LANÚS)
Yerros por amores merecen mil perdones.
Lo que hacemos nos hace.
Se sentó en el tronco de un sauce
mirando
parte de la batalla de Crécy,
los gritos,
los jadeos,
los gruñidos,
los saltos y las caídas.
Durante la decimocuarta carga
de la caballería francesa
se apareó
con una mosca macho de ojos marrones
que era de Vadincourt.
Ella frotó sus patas entre sí
mientras se sentaba en un caballo destripado
meditando
acerca de la inmortalidad de las moscas.
Con alivio se posó
en la lengua azul
del Duque de Clervaux.
Cuando se hubo asentado el silencio
y sólo el suspiro de la putrefacción
circulaba suavemente entre los cuerpos
y sólo
unos pocos brazos y piernas
todavía se contraían a tirones bajo los árboles,
entonces comenzó a poner sus huevos
sobre el único ojo
de Johann Uhr,
el Armero Real.
Y así ocurrió
que fue comida por un vencejo
que huía
de los incendios de Estrées.
(MIROSLAV HOLUB)
Publicar un comentario