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lunes, 9 de marzo de 2015

Mentiras que desgarran (por Emilio Mendoza de la Fuente)


Homicidio en silencio, mentiras que desgarran,
sinceridad perdida que se quiebra y fallece,
sepultada en un mundo bajo lápidas que hieren
y queda ahí, dormida, mentiras son mortaja.


Las rotas esperanzas de mi vuelo sin suerte,
abatido por frases de palabras torcidas
caen inexorables en la tierra maldita;
ahí se abre el infierno, mentiras en mi mente.

Los demonios dibujan -es viento, frío, dudas-
las líneas oscuras de un amanecer roto,
locuras que se pierden, hipocresía en trozos,
las escucho, me arrullan, mentiras en mi tumba.

5 comentarios:

Agridulce dijo...


Ah, la mentira. Ninguna vida es verdad, verdad pura, sólo verdad. Y quien no miente (si es que lo hay), al menos esconde, oculta cosas. A él mismo se oculta y esconde aspectos de su yo profundo. La verdad entera no se tolera, reza el refrán. Ni siquiera nosotros mismos soportaríamos nuestra propia verdad al 100%. Por eso nos autodeformamos la propia imagen y nos fabricamos una idea autoperceptiva interna engañosa que no se corresponde con la visión exterior que los otros tienen de nosotros mismos. "Dichoso aquél cuya fama no brilla más que su verdad", decía Tagore. Pero probablemente no hay nadie cuya fama o imagen sea todo verdad, todo autenticidad.

Anónimo dijo...

Por cada buena razón para mentir hay una razón mejor para decir la verdad.

carlos cay dijo...

Es más fácil decir la verdad que recordar la mentira.

ORáKULO dijo...

El dolor de los hijos duele más que el dolor propio.

Lloviendo amares dijo...

Sobre un sendero yace un escarabajo muerto.
Ha doblado con cuidado sus tres pares de patitas sobre el vientre.
En lugar del caos de la muerte –orden y esmero.
El horror de esta imagen es moderado,
el alcance estrictamente local, entre la grama y la hierbabuena.
La tristeza no contamina.
El cielo es azul.


Para nuestra tranquilidad su muerte es más superficial,
los animales no fallecen, simplemente, se mueren
perdiendo –queremos creerlo—menos sentimiento y menos mundo,
al abandonar –pensamos—un escenario menos trágico.
Sus almas sumisas no nos asustan de noche,
respetan la distancia, saben qué es el rigor.


Y aquí está sobre el sendero el escarabajo muerto,
en un estado no lamentable brilla el sol.
Da lo mismo pensar en él o mirarle:
no parece que le haya pasado nada importante.
Lo importante, dicen, sólo está unido a nosotros.
Sólo a nuestra vida, sólo a nuestra muerte,
la muerte que se regocija de su forzada primacía.


(Wislawa Szymborska)