Llovía el día en que me dejaste.
La gente estaba afuera, en las calles, bebiendo
y jugando, usando pelucas y sombreros ridículos,
robando conos de tránsito y vandalizando los
autos de otras personas. Todos los limpiaparabrisas
de los autos de mi calle estaban rotos y apuntando
hacia arriba. Francia iba a jugar contra
Gales más tarde ese día.
Llovía la tarde en que me dejaste.
Estaba en la cama sangrándote en pedazos
pidiéndote que te quedaras un minuto más
pidiéndote que volvieras
en otro día
en otro año
en otro tiempo que te acomodara más.
Había un gorrión en el árbol fuera de
mi ventana, gorjeando, y el viento soplaba
pétalos rosas sobre todo el césped. Vi a Gretchen
afuera, en el jardín, cantando a sus guisantes.
Te he hablado todos los días, te he llevado tan
cerca de mí. He imaginado que tendrías
los verdes ojos de tu padre, mi cabello oscuro, y
toda nuestra excesiva creatividad, pero naturalmente
sin nuestras temerarias cualidades que te habrían
hecho un niño fastidioso de criar.
Incluso te he hablado de cosas inconsecuentes
Comerías tus vegetales o prefieres
McDonalds como tu madre
Me disculpé contigo por nuestra dieta imparable de Cajitas
Felices mezcladas con cafeína y pays cubiertos de papas fritas
Me he preguntado si te gustaría más la vegemite o la marmite
Si tendrías un amigo imaginario
Pero en este día
me acurruco, sosteniendo la sangre coagulada
que queda de ti, y digo―
Por favor vuelve
Siento incluso haber dicho que no te quería
Que deseé por un segundo que no estuvieras ahí
Por favor vuelve a mí
La ambulancia vino y por un momento me desmayé
y cuando regresé, Kayla estaba ahí.
Me trajo un libro de poesía femenina
y angustiada, la biografía de Slash (para recordarme
por qué es una mala idea salir con músicos), una manta
rosa con corazones, una manzana, un plátano,
una revista banal, un paquete de Grainwaves y
galletas de jengibre. Siempre es buena idea llamar
a una madre cuando tienes una emergencia.
Después de un largo rato el día terminó. El sol
se ocultó. Eventualmente salió de nuevo. Hay
tantas aves llamando, temprano en la mañana, y
el sol en mi rostro se siente como una bendición.
Mucho después en ese día, caminé hacia la playa y
vi que la marea se acercaba. Me recosté en la playa
y enterré mis dedos en la rasposa arena, y
pensé en todas las maneras en que algo que
nunca quisiste puede dejar el mayor
vacío cuando te abandona, y ojalá
pudiera decir que la visión del mar llenando
la playa alivió algo ese vacío, pero
todo lo que hizo fue recordarme que cada día la
marea entra, sólo para irse de nuevo.
3 comentarios:
Llevamos siempre a cuestas nuestro saco de amputaciones.
somos más que fotografías de fuerte contraste
de barcos enormes y de descargaderos de carbón, más que
películas chisporroteantes donde trabajadores de cara sucia son
empequeñecidos por sombras o omitidos por chimeneas, más
que los mal-hablados de cantinas humosas o un coro
de mujeres fornidas el día del lavado. somos más que
lecciones de sociología post-industrial, más que
simples estudios de casos de una comunidad disfuncional.
somo más que extras mudos en
películas de gangsters de moda, más que
letras tristes de canciones de exilio. somos más que
la columna vertebral de un imperio sin gloria, o el
viejo corazón empecinado de un animal moribundo. somos
más que los fantasmas de un millón de historias,
más que leyendas escritas con sangre, más
que objetos exhibidos en algún vasto museo, o los
saldos restantes de una venta anual,
somos más que eso, pero no mucho más
(PAUL SUMMERS)
como una perra oye
el sonido de la tormenta
o su fragor
antes de ver
el cielo quebrado por el rayo
la calma vibrando con el trueno
se asusta se refugia
en cualquier lado
y entonces empieza a llover como si
su miedo mismo fuera el que
prefiguró esa tormenta
escucho en el silencio de la ausencia
la próxima catástrofe
me tapo
con las frazadas
en la cama grande
espero que vuelvas pero sé
que es tarde
que nadie vuelve
de ese lugar
en que ya no
ya no se dice
nada.
(ANAHÍ MALLOL)
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