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sábado, 8 de septiembre de 2018

El mayor vacío (por Kiri Piahana-Wong)


Llovía el día en que me dejaste.

La gente estaba afuera, en las calles, bebiendo

y jugando, usando pelucas y sombreros ridículos,

robando conos de tránsito y vandalizando los

autos de otras personas. Todos los limpiaparabrisas

de los autos de mi calle estaban rotos y apuntando

hacia arriba. Francia iba a jugar contra

Gales más tarde ese día.


Llovía la tarde en que me dejaste.

Estaba en la cama sangrándote en pedazos

pidiéndote que te quedaras un minuto más

pidiéndote que volvieras

en otro día

en otro año

en otro tiempo que te acomodara más.


Había un gorrión en el árbol fuera de

mi ventana, gorjeando, y el viento soplaba

pétalos rosas sobre todo el césped. Vi a Gretchen

afuera, en el jardín, cantando a sus guisantes.


Te he hablado todos los días, te he llevado tan

cerca de mí. He imaginado que tendrías

los verdes ojos de tu padre, mi cabello oscuro, y

toda nuestra excesiva creatividad, pero naturalmente

sin nuestras temerarias cualidades que te habrían

hecho un niño fastidioso de criar.

Incluso te he hablado de cosas inconsecuentes

Comerías tus vegetales o prefieres

McDonalds como tu madre

Me disculpé contigo por nuestra dieta imparable de Cajitas

Felices mezcladas con cafeína y pays cubiertos de papas fritas

Me he preguntado si te gustaría más la vegemite o la marmite

Si tendrías un amigo imaginario


Pero en este día

me acurruco, sosteniendo la sangre coagulada

que queda de ti, y digo―

Por favor vuelve

Siento incluso haber dicho que no te quería

Que deseé por un segundo que no estuvieras ahí

Por favor vuelve a mí


La ambulancia vino y por un momento me desmayé

y cuando regresé, Kayla estaba ahí.

Me trajo un libro de poesía femenina

y angustiada, la biografía de Slash (para recordarme

por qué es una mala idea salir con músicos), una manta

rosa con corazones, una manzana, un plátano,

una revista banal, un paquete de Grainwaves y

galletas de jengibre. Siempre es buena idea llamar

a una madre cuando tienes una emergencia.


Después de un largo rato el día terminó. El sol

se ocultó. Eventualmente salió de nuevo. Hay

tantas aves llamando, temprano en la mañana, y

el sol en mi rostro se siente como una bendición.

Mucho después en ese día, caminé hacia la playa y

vi que la marea se acercaba. Me recosté en la playa

y enterré mis dedos en la rasposa arena, y

pensé en todas las maneras en que algo que

nunca quisiste puede dejar el mayor

vacío cuando te abandona, y ojalá

pudiera decir que la visión del mar llenando

la playa alivió algo ese vacío, pero

todo lo que hizo fue recordarme que cada día la

marea entra, sólo para irse de nuevo.



3 comentarios:

Pablo M dijo...

Llevamos siempre a cuestas nuestro saco de amputaciones.

Fuego de palabras dijo...

somos más que fotografías de fuerte contraste
de barcos enormes y de descargaderos de carbón, más que
películas chisporroteantes donde trabajadores de cara sucia son
empequeñecidos por sombras o omitidos por chimeneas, más
que los mal-hablados de cantinas humosas o un coro
de mujeres fornidas el día del lavado. somos más que
lecciones de sociología post-industrial, más que
simples estudios de casos de una comunidad disfuncional.
somo más que extras mudos en
películas de gangsters de moda, más que
letras tristes de canciones de exilio. somos más que
la columna vertebral de un imperio sin gloria, o el
viejo corazón empecinado de un animal moribundo. somos
más que los fantasmas de un millón de historias,
más que leyendas escritas con sangre, más
que objetos exhibidos en algún vasto museo, o los
saldos restantes de una venta anual,
somos más que eso, pero no mucho más

(PAUL SUMMERS)

Lloviendo amares dijo...

como una perra oye

el sonido de la tormenta

o su fragor

antes de ver

el cielo quebrado por el rayo

la calma vibrando con el trueno

se asusta se refugia

en cualquier lado

y entonces empieza a llover como si

su miedo mismo fuera el que

prefiguró esa tormenta

escucho en el silencio de la ausencia

la próxima catástrofe

me tapo

con las frazadas

en la cama grande

espero que vuelvas pero sé

que es tarde

que nadie vuelve

de ese lugar

en que ya no

ya no se dice

nada.

(ANAHÍ MALLOL)