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viernes, 12 de junio de 2020

Los Langali (por Robert Rivas)


Todos los días, desde que el mundo fue puesto en marcha (existía desde hacía un tiempo infinito, pero por razones que estamos en camino de desvelar se demoró su arranque), tomamos la cantidad estrictamente necesaria de sol para la vida. Alimentamos los ríos. Obligamos a la tierra a responder a nuestras minúsculas semillas con copiosos frutos. Reimantamos las mareas, logrando que los mares no se queden nunca quietos del todo, y así alejamos la parálisis de la tierra. Disponemos también de las fases de la luna, para mover aquello que pesa mucho. Podríamos hacerlo nosotros, pero escogimos guardar nuestras fuerzas para nuestros placeres. Hacemos al mundo tan bello y útil como se puede. Animales de todas clases, bestias incomprensibles, y también pequeños seres con alas de cristal, sin sentido alguno. El material no es el mejor, hay que decirlo una vez más para que se nos entienda. Nos gusta hacer rotar los vientos, y que los objetos caigan hacia la tierra, en lugar de volar hacia los cielos creándonos innumerables dificultades. Hay que decirlo una vez más: hemos pensado en todo. Dividimos a los Langali, que al principio eran de un solo sexo, en al menos dos bien distinguibles, porque antes de eso nos aburríamos. También inventamos algunas supuestas calamidades, para no tenerlo tan fácil que nos terminasen dominando la Desidia y su hermano, el Tedio. Hicimos aparecer los sentimientos, tanto el karuna, como el prema, el pyara y el priya y la rudra, para darle intensidad a las cosas, ya que por sí mismas vimos que tienden a la Repetición y a la Inercia. Podríamos haber hecho que los nuevos Langali naciesen ya adultos, ahorrándonos toda clase de dificultades, pero en lugar de eso, una vez más, y usando nuestro inimitable ingenio, los hicimos nacer desde muy pequeñitos, dentro del cuerpo de las Langali, distrayéndolos de su natural tendencia a la sensación de vacío y su queja. Nos llevó cierto tiempo dividir el bien y el mal, hay que admitirlo. Estamos muy lejos de ser perfectos. Todavía aparecen de cuando en cuando Langalis jóvenes que ponen en duda nuestras certezas, y nos vemos obligados a pensar el mundo exterior y el mundo Langali de nuevo. Pero tratamos de tomarlo con cierto humor. Después de haber puesto cierto orden en el universo, todas esas estrellas y galaxias y planetas y sistemas de fuerzas pavorosas, hemos dejado lugar tanto a la estupidez como a la ignorancia, a la violencia y a la maldad para que este asunto que podría habernos embalsamado en Tedio, funcionase. ¿Y por qué no referirnos a una de nuestras mayores creaciones: la muerte? Un toque más de genio de los Langali. De pronto todo cobró movimiento: la vida, que no significaba nada diferente de la materia inerte, cobró vuelo. Con la muerte creamos una variedad casi infinita de aflicciones, que llenan nuestras vidas de preguntas y deseos. Sí, hay que señalarlo una vez más, hacemos muy bien las cosas. Pero para ser justos, debemos admitir nuestra terrible falencia y es el Dios que nos ha tocado en suerte: un perfecto Inútil, pero por encima de todo ¡un Engreído completo!


5 comentarios:

ORáKULO dijo...

No hay una forma buena de hacer el mal.

Anónimo dijo...

Muy chulo

Rafael Baldaya dijo...

Se hace difícil creer que nosotros -los terrícolas humanos- seamos lo máximo que, en cuestión de consciencia, de percepción, de inteligencia..., el universo ha podido dar de sí.

Anónimo dijo...

La verdad está en lo que creemos , y los terrícolas humanos tenemos el adn alterado por otra u otras civilizaciones que también eran humanos y estuvieron en la tierra , la clave está en el universo y si conseguimos llegar a Marte y nuestra especie procreara en ese planeta, seríamos extraterrestres pero a la vez marcianos ya que conseguiremos una nueva especie adaptada a un nuevo planeta y quizás podríamos llevar simios a los que podríamos manipular para que fueran inteligentes, cada uno de nosotros somos Dios y podemos dar más de nosotros mismos ,
Cachonero

caZa de citas dijo...


En lo que concierne a la ciencia, la autoridad de un millar no es superior al humilde razonamiento de una sola persona.

(GALILEO)