Distingo a las moscas en la leche,
conozco al hombre por su indumentaria,
distingo el buen tiempo del malo,
conozco al manzano por la manzana,
conozco el árbol por la resina,
conozco cuando todo es lo mismo,
distingo al que trabaja o descansa,
conozco todo, salvo a mí mismo.
Conozco al jubón por el cuello,
conozco al monje por el hábito,
conozco al amo por su criado,
distingo cuándo el truhán habla en jerga,
conozco a la monja por el velo,
conozco a los botarates nutridos de crema,
conozco al vino por el tonel,
conozco todo, salvo a mí mismo.
Distingo caballo y mula,
distingo su carga y su peso,
conozco a Beatriz y a Isabel,
conozco la ficha con que se cuenta y suma,
distingo lo que veo de lo que sueño,
conozco la herejía de los husitas,
conozco el poder de Roma,
conozco todo, salvo a mí mismo.
Príncipe: conozco, en suma, todo.
Conozco arrebolados y pálidos,
conozco la muerte que todo lo consume,
conozco todo, salvo a mí mismo.
3 comentarios:
Usted conoce cada centímetro de su piel, el timbre de su voz, los movimientos de sus ojos y casi todas sus reacciones. Le gusta su risa, su manera de andar, y hasta (por ejemplo) una leve imperfección solo por usted conocida, tal vez. En suma, ya tuvo ocasión de estar con ella. Sin embargo, si la contempla durante su sueño, sin duda tendrá la impresión de no conocerla del todo. Ese rostro ya no está presente a sí mismo, se ha como ausentado desde adentro. Con los ojos cerrados, el cuerpo lánguido, la postura inesperada, esa inocencia testaruda. Y la respiración, que se oye como otro abandono. ¿Por qué experimenta esa tan curiosa mezcla de inmensa confianza, de leve inquietud y de
vaga molestia, como si contemplara alguna escena que no debería ver? Sin duda, será la yuxtaposición de presencia y ausencia lo que crea ese desconcierto. Acaso ya no sabe usted si esa Bella Durmiente realmente es la misma que la que usted ama. Jamás lo sabrá. Puede ser divertido. O no. Entonces solo puede apelar a su ternura, que lo llevará a su encuentro, en lo más intenso de ese silencio del que ella nada sabrá.
(ROGER-POL DROIT)
Por qué los celos.
Por qué la envidia loca.
Por qué ser otro.
(BENEDETTI)
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