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jueves, 7 de enero de 2010

Oficio de cobardes (por Juan V. Piqueras)

Nadie es perfecto, claro, y nadie sabe
que por eso está vivo, que le debe
la vida a sus defectos, que vivir
es tarea de astutos, de cobardes.
Si hemos sobrevivido a aquel dolor
que amenazaba con aniquilarnos
es porque no supimos sufrir como queríamos
y fuimos incapaces de fallecer en él.
O fue la vida, que se ama a sí misma
más que nosotros, la que lo impidió.
El miedo es, a menudo, un buen refugio.
La pereza protege. La cobardía salva.
Quizá exagero para que me entiendas:
si seguimos viviendo lo debemos
a no saber sentir, al deterioro
de nuestro asombro, al miedo
y a la astucia de los supervivientes.
Yo sé bien que la muerte se enamora
de los mejores, se los lleva pronto.
Los demás olvidamos si podemos
que no somos lo que desearíamos,
que la memoria inventa lo vivido
para ayudarnos a seguir viviendo.
Todo nuestro saber es nuestra astucia
en adaptarse al medio, en ir tirando,
en adaptarse al miedo, en no morir.
Y así nos va, nos vamos
perdiendo el tiempo, devorando días
y llevando la vida que podemos
por no saber llevar la que soñamos.

8 comentarios:

ORáKULO dijo...

Cada vez que cometes un error, significa que había algo que necesitabas aprender.

Cide Hamete Benengeli dijo...

A mí me llaman el tonto,
digo yo que lo seré,
pero no me chupo el dedo
como no lo moje en miel.

hAiKu dijo...


Siempre se lían
el azar y la causa:
las dos madejas.

Círculo Cultural FARONI dijo...


A las flores les pedimos que tengan perfume. A los hombres, educación.

(proverbio inglés)

Cide Hamete Benengeli dijo...


Tienes unos ojos niña
como piedras de molino,
que muelen los corazones
como granitos de trigo.

hAiKu dijo...


Yo en el sofá
y el pájaro en su rama.
Horas de siesta.

(SUSANA BENET)

Ignatius Reilly dijo...

¿Hacia dónde va una hora sin un mundo que la asombre?

(GUILLÉN)

TóTUM REVOLùTUM dijo...

Todos los niños del mundo, menos uno, crecen. Y no sólo crecen, sino que en seguida saben que han de crecer. Nuestra Wendy lo supo del modo siguiente:

Cierto día, cuando sólo contaba dos años, estaba jugando en un jardín; arrancó una flor y corrió a llevársela a su madre. Es de suponer que debía de estar encantadora, pues la señora Gentil, poniéndose una mano sobre el corazón, exclamó: "Oh! ¿Por qué no habrías de quedarte así para siempre?" Nada más que esto sucedió entre las dos, pero, desde entonces, Wendy supo que crecería. Se sabe esto siempre después de cumplir los dos años. Los dos años son el principio del fin.

(J.M. BARRIE . - Peter Pan- )