martes, 20 de abril de 2010
¿Valió la pena? (por Adam Zagajewski)
¿Valió la pena?
¿Valió la pena esperar en los consulados
un momento de buen humor de la funcionaria,
y en la estación esperar el tren retrasado,
ver el Etna con su capucha japonesa,
y París al alba, cuando de la oscuridad emergían
las convencionales cariátides de Hausmann,
entrar en restaurantes baratos,
donde el ajo olía triunfal?
¿Valió la pena ir en metro
bajo tierra de no sé ya qué ciudad
y observar las sombras de mis antepasados,
volar con un pequeño avión sobre un incendio,
o apenas respirar durante tres meses,
casi no existir, haciendo trémulas preguntas
olvidando la incomprensible acción de la clemencia,
leer en los periódicos sobre la traición, el asesinado?
¿Valió la pena pensar y recordar, sumirse
en el sueño más profundo, donde se prolongaban
grises pasillos, comprar negros libros,
anotar tan sólo imágenes sueltas
de un caleidoscopio más rico que la catedral
de Sevilla, que no he visto?
¿Valió la pena partir y volver, valió la pena?
Sí no sí no
No tachar nada.
¿Valió la pena esperar en los consulados
un momento de buen humor de la funcionaria,
y en la estación esperar el tren retrasado,
ver el Etna con su capucha japonesa,
y París al alba, cuando de la oscuridad emergían
las convencionales cariátides de Hausmann,
entrar en restaurantes baratos,
donde el ajo olía triunfal?
¿Valió la pena ir en metro
bajo tierra de no sé ya qué ciudad
y observar las sombras de mis antepasados,
volar con un pequeño avión sobre un incendio,
o apenas respirar durante tres meses,
casi no existir, haciendo trémulas preguntas
olvidando la incomprensible acción de la clemencia,
leer en los periódicos sobre la traición, el asesinado?
¿Valió la pena pensar y recordar, sumirse
en el sueño más profundo, donde se prolongaban
grises pasillos, comprar negros libros,
anotar tan sólo imágenes sueltas
de un caleidoscopio más rico que la catedral
de Sevilla, que no he visto?
¿Valió la pena partir y volver, valió la pena?
Sí no sí no
No tachar nada.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
14 comentarios:
Llevamos 2000 años celebrando el nacimiento de Jesús, y no el de Herodes. Por algo será.
Mente ociosa, mente peligrosa.
Tres marías van por agua
y ninguna lleva soga.
Con las trenzas de su pelo
sacan agua de la noria.
Si admiras a alguien, es probable que no lo conozcas mucho.
¿Para qué quiero vivir
con el corazón deshecho?
¿Para qué quiero la vida
después de lo que me has hecho?
Amistad de boquilla, no vale una cerilla.
No destruye la muerte las cosas hasta tal punto que aniquile los cuerpos de la materia, sino que les deshace su unión. Luego junta uno con otros y hace que todas las cosas así cambien sus formas y muden sus colores y reciban sensibilidad y en un instante de tiempo la devuelvan, de modo que puedes saber que importa con qué otros y en qué posición se mantengan unidos unos mismos elementos primeros de cosas y qué movimientos den y reciban entre sí, y no te cabe pensar qué puede permanecer en posesión de los eternos cuerpos primeros lo que vemos flotar en las superficies de las cosas y a veces nacer y de pronto morir.
(LUCRECIO)
Claros y lúgubres,
retorcidos y rectos
son mis caminos.
(CUQUI COVALEDA)
Amar es darle a alguien el poder para destruirte, y confiar en que no lo hará.
La originalidad no consiste en decir cosas nuevas, sino en decirlas como si no hubiesen sido dichas por otro.
Sufro por los ojos negros
de una gitana morena.
Sólo con verlos me alegro
y se me quitan las penas.
Benditos sean los que, no teniendo nada que decir, no dicen nada.
REUNIDOS
Coincidieron en el mundo a la vez
así que podrían haberse reunido
y Machado diría
-yo soy triste desde que murió mi mujer
de tuberculosis con 18 años
y Kafka explicaría
-yo soy triste a causa de mi padre
era tan despótico y despreciativo
y Proust por su parte
-yo creo que soy triste por culpa del asma
y entonces Pessoa
-pues yo no soy triste por nada en concreto
nací triste, eso es todo
Y luego se habrían despedido
-adiós, Fernando
-Marcel, buenas noches
-hasta más ver, Franz
-fue un placer, Antonio
se habría marchado cada uno a su hotel
y en la soledad, con una hoja en blanco
se aplicarían a escribir
sin reparar en sus ojos de pronto encendidos
sin atisbar ese extraño rictus de alegría
sin entrever su propia
felicidad
(Saiz de Marco)
Estoy en el MacDonald´s de la Plaza de España de Zaragoza,
haciendo la cola gigantesca,
con los ojos clavados en los carteles de los precios,
el dinero justo en la mano derecha,
billetes arrugados.
Estoy ahora en el piso subterráneo, arriba fue imposible.
Estoy sentado al lado de un niño negro que tiene en su mano
una patata amarilla untada de ketchup muy rojo:
Santísima bandera del otro mundo, el niño negro que resplandece,
mi hermano ciego.
El niño está solo, no bebe,
no le llega para la Cocacola, sólo patatas.
Sólo patatas, sólo patatas, esa desgracia,
esa soledad idéntica a la mía,
¿no lo entiendes?, sólo le llega para las patatas,
y está sentado, quieto,
en su trono, la negritud y el niño,
en el trono, allá, allá, en ese trono radiante.
MacDonald´s siempre está lleno.
Es el mejor restaurante de Zaragoza,
una alegría despedazada nos despedaza el corazón:
Por tres euros te llenan de cajas, de vasos de plástico, de bolsas,
de pajitas, de bandejas.
Es el mejor restaurante del mundo. Es un restaurante comunista.
Rumanos, negros, chilenos, polacos, cubanos, yo mismo,
aquí estamos, abajo, al lado de un muñeco,
al lado de un cartel que dice "I´m lovin´ it". Tengo una bota encima de un charco
de un helado de nata deshecho. Miro la nata comerse el tacón de mi bota.
Una nata blanca, despedazada.
Arde el sol sin tiempo, bulle la mano sucia.
A mi lado, una niña de veinte años le dice a un tío de diecisiete
que no le importaría hacérselo con él. Con él, con él, un eco negro.
Y ríen y tragan patatas fritas.
Y yo trago patatas fritas.
Y dos maricas están enfrente comiéndose la misma hamburguesa goteante,
cada boca en un extremo, y se manchan y se muerden.
Y tragan patatas fritas. Y se besan. Y se tocan. Y se despedazan.
En Londres, en París, en Buenos Aires,
en Moscú, en Tokio,
en Ciudad del Cabo, en Tucson, en Praga,
en Pekín, en Gijón,
somos millones, la tarde harapienta,
el dolor en el cerebro, la comida,
millones en miles de subterráneos esparcidos
por la gran tierra de los hombres.
Estoy en paz aquí con todo: barata la carne, barata la vida, baratas las patatas.
Me siento Lenin. Soy Lenin, el marica inusitado,
el gran hereje, el loco supremo,
el hijo de la última mano miserable que tocó
el monstruoso corazón del cielo.
Si Lenin volviera, MacDonald´s sería el sitio,
el palacio sin luna,
el gueto de las reuniones clandestinas.
Algo importante está sucediendo
en este subterráneo del MacDonald´s
de la Plaza de España de Zaragoza, pero no sé qué es. No lo sé.
De un momento a otro, vamos a arañar la felicidad:
el niño negro, los novios, el muñeco, la nata del suelo, mis botas.
Botas nuevas, de piel brillante, con la punta afilada en señal de muerte.
En MacDonald´s, allí, allí estamos.
Carne abundante por tres euros.
(MANUEL VILAS)
Publicar un comentario